(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

Arquitectura nómada: el mínimo común denominador habitable

La similitud entre los refugios ligeros, fácilmente transportables y minimalistas de los nativos americanos nómadas y los usados por pueblos itinerantes de Eurasia, desde Escandinavia a las estepas de Asia Central y la tundra siberiana, no es casual.

Tampoco lo son las alabanzas de la arquitectura “civilizada” a la ligereza, economía, ecología, resistencia, adaptabilidad y reparabilidad de las viviendas transportables, o fácilmente edificables, de los pueblos nómadas e itinerantes, desde que Marco Vitruvio equiparara en De Architectura la pureza de la “cabaña primitiva” a la perfección racional de los edificios de la Grecia Clásica, su ideal arquitectónico.

Esencia de las viviendas mínimas

Las viviendas mínimas tradicionales son ahora recuperadas por distintos motivos tanto por departamentos universitarios como por estudios arquitectónicos y talleres de diseño industrial.

(Imagen: Ilustración de Shelters, Shacks, and Shanties -1914-, de Daniel C. Beard)

Su uso de materiales baratos y locales, tamaño mínimo y carácter intemporal, ajeno a las modas o al concepto mismo de diseño industrial, inspiran el nuevo diseño ecológico, así como la concepción de los espacios humanos de descanso, ocio y trabajo de ahora y del futuro:

La búsqueda del mínimo común denominador arquitectónico

Desde que Marco Vitruvio equiparara la perfección conceptual de la cabaña primitiva y la arquitectura occidental arquetípica de su época, de la que seguimos dependiendo de un modo u otro en la actualidad, no ha cesado la búsqueda del ser humano por el mínimo común denominador de la arquitectura.

Si se pudiera destilar -ya fuera por necesidad económica, ausencia de recursos o ejercicio intelectual-, lo superfluo de un refugio humano, ¿qué quedaría? ¿Acaso una techumbre, un simple abrigo, o ni siquiera eso? El propio éxito del ser humano en su conquista migratoria de todos los hábitats explica una historia distinta.

(Imagen: Ilustración de Shelters, Shacks, and Shanties -1914-, de Daniel C. Beard)

Cimientos móviles del abrigo humano más antiguo

Todavía hoy, los grupos de cazadores y recolectores del pueblo khoisan al sur del continente africano, la etnia distintiva más antigua del mundo, evitan cuando es posible el uso de más abrigo de la intemperie de lo necesario para resguardarse del frío.

(Imagen: Ilustración de Shelters, Shacks, and Shanties -1914-, de Daniel C. Beard)

En The Fatal Shore, Robert Hughes expone algo parecido en el caso de los pueblos aborígenes australianos durante los primeros contactos con los colonos y convictos de la Australia penal: apenas se resguardaban de la intemperie y tenían poco interés por construir hasta el más mínimo chozo, pudiéndose resguardar en cuevas y otros abrigos naturales.

La “oikos” que nunca se asentó: la esencia de los nómadas

Pero la historia de los abrigos humanos, la “oikos” o casa de los griegos -raíz etimológica de “ecología”, o mirada humana del logos de su entorno-, ha sido condicionada por la necesidad de defenderse: de la intemperie, de animales o pueblos ajenos.

Las arquetípicas tiendas cónicas de Norteamérica y Eurasia han evolucionado con el nomadismo de sus creadores; del mismo modo, las casas en árboles y sobre estacas alargadas de muchos pueblos de Nueva Guinea y el resto del sudeste asiático fueron la respuesta a inundaciones periódicas o ataques de enemigos foráneos o rivalidades endémicas en el seno de las propias tribus.

Stephanie Carlisle se define a sí misma como diseñadora, escritora y aventurera. Especializada en arquitectura y ecología urbana por la Universidad de Yale, Carlisle se sirvió de una beca para estudiar la arquitectura nómada de hábitats humanos tan apartados e inconexos como Mongolia, India, Mauritania e Irlanda.

Nómadas de antes, nómadas de ahora

¿Qué tienen en común los pueblos nómadas de las estepas mongolas, los grupos itinerantes que atraviesan la India de norte a sur, los beduidos del Sahara mauritano y los nómadas irlandeses (“tinkers” o “travellers”)?

Carlisle: “mi proyecto pretendía examinar la relación de los pueblos nómadas con sus entornos naturales y construidos y cómo esa relación, expresada a través de arquitectura doméstica portátil, expresa una comprensión diferente del espacio y el lugar a la compartida por los pueblos sedentarios”.

(Imagen: Ilustración de Humble Homes, Simple Shacks, Cozy Cottages, Ramshackle Retreats, Funky Forts, de Deek Diedricksen)

A través de un diario de campo y el trabajo fotográfico, esta investigadora residente en New Haven, Connecticut, quería contrastar la tesis de que la arquitectura funciona como ideología en forma de material tangible. Según esta tesis, el hogar es algo más que una casa, más que un simple abrigo de la intemperie.

La vivienda es nuestro reflejo: el “traveller” de nuestro interior

Según Stephanie Carlisle, “Las estructuras no sólo dan forma a las personas que las habitan, sino que las comunidades usan la arquitectura para inventar y reforzar la visión que comparten sobre sí mismas“.

En los pueblos nómadas, apegados a la supervivencia de un trayecto vital asociado con un estilo de vida tradicional, esta relación entre núcleo familiar y vivienda es más intenso que en las sociedades sedentarias: “adicionalmente, las estructuras son poderosas mensajeras de la identidad y los valores [de una familia o comunidad] que uno puede aprender a leer”.

(Imagen: Ilustración de Humble Homes, Simple Shacks, Cozy Cottages, Ramshackle Retreats, Funky Forts, de Deek Diedricksen)

La arquitectura nómada se refiere a hogares en movimiento y refleja los valores de la itinerancia, la temporalidad, la estacionalidad.

Stephanie Carlisle pregunta al nómada irlandés Michael McDonagh qué significa para él el nomadismo:

“El nomadismo es algo más que viajar desde A a B”. Vivir en una casa no hace a un ‘traveller’ sedentario; del mismo modo, muchas personas sedentarias viajan constantemente, y ello no las hace ‘travellers'”.

Mentalidades

“El nomadismo es toda tu visión de la vida… Del mismo modo que las personas sedentarias permanecen sedentarias cuando viajan, los ‘travellers’ siguen nómadas incluso cuando no viajan. Los nómadas que no están moviéndose pueden -y lo hacen- retener la mentalidad de un nómada”.

Quizá lo entendamos mejor, evocando algún clásico de la literatura, o alguna película. La lista de pueblos nómadas sigue siendo extensa, aunque buena parte de su cultura y expresiones de su indiosincrasia, incluyendo sus viviendas mínimas, forman parte de un pasado incompleto, difícil de reproducir, se trate de pueblos de cazadores y recolectores, pastoralistas o minorías peripatéricas.

Arquitectura de los nómadas de norteamérica: el legado de Edward Curtis

Década de 1890. España estaba a punto de perder sus últimas colonias de ultramar y Estados Unidos se preparaba para sustituir al Reino Unido como país más poderoso.

Edward Sheriff Curtis, un alto y apuesto fotógrafo retratista de la entonces provinciana y alejada de la civilización ciudad de Seattle, dejó la comodidad de su estudio para cumplir lo que se tomó como una misión: fotografiar a los pueblos nómadas de Norteamérica antes de que su estilo de vida ancestral, basado sobre todo en el nomadismo, se desvaneciera para siempre.

(Imagen: campamento Piegan, por Edward S. Curtis)

El legado fotográfico de Curtis, cuyo empaque romántico le convirtió en una celebridad de la época, muestra poblados apache, navajo, sioux o cheyenne, antes de que los nativos americanos recibieran el impacto de la civilización: sedentarismo, ninguneo del nomadismo y otros rasgos culturales ancestrales, dependencia de subsidios, alcoholismo.

Un Indiana Jones de la fotografía a finales del XIX

El columnista de The New York Times Timothy Egan publica un ensayo sobre la vida de Curtis, definido como un Indiana Jones con cámara de finales del siglo XIX, cuya aventura se desarrolla sin salir de las grandes llanuras, desiertos, sierras, horcajos y cañones de Estados Unidos, cuyo tamaño continental ya había sido taimado por un país joven, individualista, aventurero y con sentimiento de culpa.

(Imagen: autorretrato fotográfico de Edward S. Curtis)

Tom Ashbrook, conductor del programa radiofónico On Point, de la radio pública de Estados Unidos NPR, describe así la situación de Curtis: “En los años 1890, el joven Edward Curtis era un reconocido fotógrafo retratista de Seattle. Buen negocio en la ciudad. Buena clientera. Entonces, Curtis abrió los ojos al mundo que desaparecía de la América nativa, y se transformó”.

Entonces, se convirtió en “un hombre con la misión de capturar las últimas imágenes magnánimas de los indios americanos en sus tipis y cabañas, con las insignias y el orgullo maltratado, antes de que su mundo tradicional desapareciera”.

(Imagen: compendio del trabajo fotográfico de Edward S. Curtis durante el ocaso de los últimos nativos americanos nómadas)

¿Quién era el “salvaje” y quién el auténtico “ilustrado”?

Los escritos de los idealistas estadounidenses de mediados del XIX, tales como los trascendentalistas Emerson y Thoreau, influyeron sobre la obra e ideas del movimiento conservacionista moderno. John Muir y el germen de la primera red de parques naturales del mundo, Walt Whitman y su poemario -una oda a la inmensidad natural de su país-, los personajes aventureros y buscavidas de Mark Twain o Jack London…

(Imagen: grupo navajo atravesando el Cañón de Chelly, por Edward S. Curtis)

Edward Curtis fue una pieza más de este engranaje sensible de parte de la vanguardia intelectual de Estados Unidos y su creciente sentimiento de culpa con respecto a los ya entonces arrinconados asentamientos de los pueblos originarios del continente.

El choque entre el ilustrado y el “salvaje” no fue sencillo ni amable, ni siquiera con el esfuerzo de idealistas, trascendentalistas, defensores de los derechos de las personas y los pueblos, etc. El género Western, literario y cinematográfico, lo ejemplifica.

(Imagen: un grupo de apaches se apresura antes de la tormenta, por Edward S. Curtis)

La desaparición de una arquitectura en movimiento

El estilo de vida nómada, centrado a menudo en las migraciones estacionales de pequeños grupos a través de Norteamérica, se convirtió en un impedimento para la prosperidad de los “homestead” desde la época de las 13 Colonias, cuando “americanos” (ingleses nacidos en Norteamérica), franceses, españoles y rusos (estos últimos al norte de la Costa Oeste), trataban de imponer derechos a las otras potencias, sin considerar ningún derecho jurídico de los nativos americanos sobre la tierra que habían habitado.

(Imagen: Derek “Deek” Diedricksen, autor de Humble Homes, Simple Shacks, Cozy Cottages, Ramshackle Retreats, Funky Forts, en el interior de uno de sus espacios de introspección)

Influidos por el clima y las características de sus migraciones interiores, los pueblos nómadas de Norteamérica desarrollaron distintos tipos de vivienda móvil, usando:

  • materiales estructurales obtenidos en el lugar de construcción (ramas, tejidos vegetales, piedra, adobe);
  • o materiales ligeros, durables, imperecederos y fáciles de transportar, tales como tejidos y curtidos de origen animal.

De Johnny Appleseed a la Gran Depresión

El estudio del estilo de vida y los poblados nativos, tanto provisionales como con estructuras semi-permanentes, no sólo contribuyó a la supervivencia de los primeros colonos ingleses en el continente -de ahí parte la celebración de Acción de Gracias-, sino que inspiró el nomadismo de las legiones de nómadas, aventureros y buscavidas blancos que exploraron el continente y contribuyeron al posterior acervo cultural colectivo:

  • Johnny Appleseed y su existencia transformadora de un paisaje -sembrando la “Frontera” de su época de manzanos para hacer sidra, como explica Michael Pollan en The Botany of Desire-;
  • o los propios escritores y personalidades políticas y de los negocios que viajaron por el país antes de la desaparición de los últimos nómadas -John Muir, Mark Twain, Jack London… 

El nomadismo mestizo, de Norteamérica, a medio camino entre el viaje exploratorio europeo de la Ilustración, las expediciones de asentamientos europeas de la época moderna o las de los rusos en Asia Central y Siberia, por un lado, y las migraciones de los pueblos de nativos americanos, por otro, sobrevivió hasta la Gran Depresión.

(Imagen: nativa americana transporta una pesada carga en el crudo invierno, por Edward S. Curtis)

En los años 30, la gran migración protagonizada por los pobles de solemnidad del Medio Oeste hasta la aparente tierra de oportunidades y agrariamente rica del sur y el valle central de California como los célebres “okies” inmortalizados en la novela de John Steinbeck -y posterior película de John Ford- Las uvas de la ira, recoge todavía parte del acervo nómada ancestral de Norteamérica.

Las barracas de Hooverville

En los años 30, debido a la Gran Depresión y a los problemas agrarios del Medio Oeste, la población blanca estadounidense, recuperó la construcción de chozos y cabañas provisionales, a menudo torpes refugios nómadas erigidos con material desechado, desde maderos a retazos de tela. 

Hooverville y otros poblados de chavolas, así como las cabañas y caravanas de los emigrantes hacia el Oeste, se adaptaban peor a las condiciones de Norteamérica y las necesidades de sus moradores de lo que lo habían hecho las viviendas tradicionales de los nativos americanos.

Muchas de estas familias depauperadas en los años 30 y principios de los 40 del siglo XX eran descendientes de los “homesteaders”, granjeros originales de un asentamiento promovido por el gobierno federal para “colonizar” el Medio Oeste y el Oeste, y agudizaron su instinto de supervivencia y adaptación a un medio y unas circunstancias extremas usando tanto su acervo cultural de origen europeo como el adoptivo, procedente de los nativos americanos que habían contribuido a arrinconar.

Y, si el irrepetible Indiana Jones con cámara fotográfica había inmortalizado a los pueblos libres de nativos americanos durante su ocaso en la década de 1890, la no menos encomiable Dorothea Lange, aventurera romántica de la generación de Amelia Earhart, inmortalizó con su cámara el nomadismo obligado de muchos estadounidenses durante la Gran Depresión.

Arquitectura “irregular”: Shelters, shacks, and shanties

Desde entonces, investigadores y aventureros han recopilado información acerca de los usos y características de la arquitectura nómada, financiados por publicaciones como National Geographic, universidades, gobiernos y compañías privadas, por intereses y en situaciones diversas.

Si bien ha habido un Indiana Jones de la fotografía y su trabajo sobre los pueblos nómadas de Norteamérica ha contribuido a conocer cómo era la vida antes del ocaso del nomadismo en el continente, y autores como Dorothea Lange realizaron un trabajo similar sobre otro tipo de migraciones y construcciones provisionales, no existe un Jared Diamond, o científico divulgador conocido y respetado en todo el mundo, que haya dedicado su carrera al nomadismo, sus costumbres y arquitectura.

Un contemporáneo del fotógrafo Edward Curtis igualmente célebre, el ilustrador, autor, educador, reformador social Daniel Carter Beard (conocido como Tío Dan), escribió el libreto Shelters, shacks, and shanties en 1914.

El libro, reeditado por la editorial independiente californiana Shelter Publications, dirigida por nuestro amigo y antiguo editor de arquitectura de Whole Earth Catalog, Lloyd Kahn, es un compendio de varias de las técnicas usadas por los nativos americanos para erigir sus edificios itinerantes.

La principal aportación del libro de Beard, no obstante, es la inclusión de cabañas, chozos, barracas y otros edificios itinerantes que servirían apenas 15 años después, con el inicio de la Gran Depresión tras el crack bursátil de 1929, para erigir sus viviendas temporales y sobrellevar con la mayor dignidad posible la repentina ruina de muchas familias.

Nomadismo global contemporáneo

Impelidos por la situación económica y la transformación de numerosas industrias debido a Internet o la robotización, muchos jóvenes adultos han abandonado el sedentarismo de generaciones anteriores y se decantan por una vida minimalista, adaptada a su multifacetismo y menos necesitada de un trabajo estable y elevados ingresos.

Muchos “millennials” o miembros de la Generación Y, polímatas, viajeros y camaleónicos, se consideran a sí mismos nuevos nómadas. Su modo de relacionarse y trabajar, a menudo mezclando humanidades y ciencia, artesanía individualista y colaboración por Internet, emula la estructura ancestral de los campamentos nómadas, estructuras temporales y colaborativas, ajenas a las encorsetadas estructuras de poder de los asentamientos estables.

En su tesis sobre el nomadismo, Stephanie Carlisle argumenta que “los nómadas llaman la atención sobre una inestabilidad latente en el mundo. Las estructuras que erigen se basan en un movimiento natural en la sociedad. Convierten en visibles aspectos que nosotros eligimos ignorar y se sienten cómodos con un sentido de impermanencia y cambio que muchas personas encuentran perturbador”.

Forzados a reinventarse

Carlisle recuerda que no existe un único tipo de vivienda saludable. “Todas las casas deben ser específicas de la comunidad para la que han sido construidas. Arquitectos, planificadores, políticos y constructores deberían sentirse obligados para hacer más que proporcionar un cobijo a la gente”.

En su estudio, Carlisle ha repasado las desastrosas consecuencias de muchas políticas dirigidas a asentar a pueblos nómadas sin comprender ni respetar estilo de vida, creencias o relación entre la cultura en movimiento y la propia identidad de sus integrantes.

(Imagen: portada de una de las reediciones del libro de Daniel C. Beard -1914-)

En su ensayo Armas, gérmenes y acero, Jared Diamond expone las circunstancias generales que derivaron en el ocaso de culturas nómadas milenarias, como las de Norteamérica, que Edward Curtis fotografió en su ocaso, en la década de 1890.

Stephanie Carlisle: “Las gentes nómadas siempre han sido forzadas a reinventarse, a defender su cultura y a luchar para sobrevivir. Mientras el nomadismo pueda ser visto como un estilo de vida bello y digno, estas culturas continuarán y tenemos mucho que aprender de ellas”.

Por de pronto, las costumbres y conocimientos de los nómadas de todo el mundo y sus construcciones suscitan el interés de centros educativos y diseñadores que pretenden adaptar muchas de sus soluciones a la arquitectura contemporánea, así como al estilo de vida de los cosmopolitas nómadas globales, los nuevos buscavidas.

El nomadismo en el diseño y arquitectura “mainstream”

El departamento de arquitectura de la Portland State University dedica cursos a arquitectura nómada y ha celebrado exposiciones sobre la materia.

Renombrados diseñadores industriales y arquitectos se inspiraron en la impermanencia y posesiones de las culturas nómadas para elaborar sus teorías y concebir sus objetos y edificios. Ahora son vistos como precursores por quienes diseñan muebles o edificios temporales en materiales tan ubicuos, baratos e impermanentes como el cartón.

Entre ellos, destacan Victor Papanek y Shigeru Ban. Victor Papanek (1923-1998), diseñador y educador austríaco afincado en Estados Unidos, estudioso de culturas ancestrales como la balinesa o la del pueblo Navajo y autor del ensayo, con Jim Hennessey, Nomadic Furniture (1974).

El arquitecto japonés Shigeru Ban (1957), educado como Papanek en Estados Unidos, se sirve desde los inicios de su carrera de las tradiciones de simpleza rústica e impermanencia de tradiciones estéticas y espirituales orientales, para elaborar sus edificios y estructuras temporales con materiales como el papel y el cartón.

Las columnas de cartón de Shigeru Ban son, asimismo, una alegoría de los valores comunitarios y efímeros del nomadismo; de ahí que muchos de sus edificios de cartón -una iglesia, un puente, un museo nómada, un pabellón para la Expo de Hannover, una sala de exposiciones-, sean lugares comunitarios que llegan y se van, dejando la experiencia, los recuerdos, el conocimiento.

La respuesta independiente a las dificultades: nomadismo “millennial”

Pero no sólo la educación reglada y el alto diseño o arquitectura prestan atención a la arquitectura impermanente y su inventiva. El joven dibujante e inventor polímata independiente Derek “Deek” Diedricksen, autor de un libro mitad manual de supervivencia, mitad novela gráfica, sobre refugios y cabañas diseñadas por él mismo, refleja el interés de la Generación Y por las casas diminutas y el nomadismo.

Su título, que no defraudaría a Hunter S. Thompson: Humble Homes, Simple Shacks, Cozy Cottages, Ramshackle Retreats, Funky Forts. Diedricksen autoeditó la primera edición en una copistería local y encuadernó todos los ejemplares a mano.

(Imagen: portada de la reedición del libro de Deek Diedricksen; el propio Deek se encargó de una primera edición artesanal)

Kirsten Dirksen entrevistó a Diedricksen mientras realizaba su novela gráfica (ver vídeo). El libro de Diedricksen constituye una desenfadada e independiente nueva mirada a la temática de los chozos provisionales ya recogido por Daniel C. Beard en su libro de 1914.

(Imagen: Derek “Deek” Diedricksen posa frente a un collage realizado con páginas interiores de su libro)

El escritor estadounidense Bill Bryson, autor de ensayos y libros de viajes que captan al lector por la sencillez y economía con que expresan conceptos complejos, ha reflexionado sobre los efectos de viajar:

“Para mí, la mayor recompensa y lujo de viajar es ser capaz de experimentar lo cotidiano como si fuera la primera vez, estar en una posición en la que casi nada es tan familiar como para darse por sentado”.

Jack Kerouac, autor de On The Road y precursor de los nuevos buscavidas o nómadas globales de la Generación Y, expresaba así la impermanencia y vagabundeo beatnik: “Nuestras maletas maltratadas estaban de nuevo apiladas en la acera; teníamos más camino por recorrer. Pero no importa, el camino es la vida”.