Desde 2008, por primera vez hay más población en el mundo viviendo en la ciudad en entornos rurales, y para que esta transformación haya sido posible, las sociedades de los países pobres han experimentado la transformación más radical, con una migración generalizada hacia entornos urbanos.
El polémico librepensador Stewart Brand, una de las almas de la contracultura californiana de los sesenta y fundador del legendario fanzine sobre ecología, pensamiento y sostenibilidad Whole Earth Catalog, ha declarado recientemente en una entrevista que el supuesto inframundo de las grandes concentraciones chabolísticas en torno a las mayores ciudades del mundo en desarrollo son positivas para el mundo, en tanto que ofrecen potencial de desarrollo y cuentan con una huella ecológica muy inferior a la necesaria para mantener el mismo porcentaje de población de acuerdo con estándares homologables a lo que el mundo rico entiende por desarrollo, un concepto muy ligado al consumo de recursos.
Brand, ecologista pionero y pensador tecnológico que ayudó a alumbrar la informática personal tal y como hoy la conocemos, gracias a su estrecha relación con el ingeniero eléctrico Douglas Engelbart, es citado en los últimos años por su opinión sobre el futuro del mundo y cómo evitar las consecuencias más catastróficas del cambio climático.
¿Son las chabolas la peor lacra social? No desde un punto de vista ecológico
Apoya el uso de tecnología nuclear para generar grandes cantidades de energía que no emitan CO2 y el uso de cultivos genéticamente modificados para alimentar a la población mundial. Y, como deja claro en una entrevista a Douglas McGray para Wired, cree que los barrios de favelas que crecen en Mumbai, Nairobi o Río de Janeiro son “beneficiosos” para la gente pobre y el medio ambiente. Está claro que Brand no busca el reconocimiento fácil y sigue ejerciendo el derecho a pensar libremente, aunque ello le reporte incomodidades.
Stewart Brand no está solo. Aunque pocos reconozcan abiertamente los aspectos positivos del fenómeno global que ha convertido a más de la mitad de los seres humanos en ciudadanos de alguna urbe o zona metropolitana, incluso el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UN Population Fund, UNFPA) ha declarado, a través de su director ejecutivo Thoraya Ahmed Obaid, que “los políticos deben evitar prevenir la tendencia que lleva a la gente a las ciudades, ya que la ‘urbanización’ es inevitable y algo bueno“.
Según Thoraya, “debemos abandonar una mentalidad que se resiste a la urbanización y actuar ahora para iniciar un esfuerzo global concertado que ayude a las ciudades a liberar su potencial para estimular el crecimiento económico y resolver los problemas sociales“.
Según el informe State of World Population elaborado por UNFPA, si bien las megaciudades (aquellas con una población de 10 millones de personas o más) del mundo continuarán creciendo, la mayoría del crecimiento urbano tendrá lugar en áreas urbanas de hasta 500.000 habitantes.
El Fondo estima que en 2030 habrá 5.000 millones de habitantes en las ciudades, o el 60% de la población mundial en ese momento.
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Las ciudades representan la proyección urbana de la estructura organizativa, nivel de vida y valores de una sociedad o, en última instancia, de una civilización.
Las ciudades experimentan distintos niveles de vida y diversos organismos elaboran clasificaciones que establecen la calidad de vida de las principales urbes mundiales. Ciudades de mundo desarrollado copan las primeras posiciones año tras año.
Uno de estos estudios, el de Mercer sobre calidad de vida en las ciudades en 2009, sitúa en las primeras 50 posiciones sólo a ciudades de Norteamérica, Europa Occidental, Japón y Oceanía, además de la ciudad-Estado de Singapur, como único representante del continente asiático entre los 50 primeros.
Con respecto a los representantes europeos en las primeras posiciones del ranking de Mercer, encabezado en 2009 por Viena, abundan las ciudades alemanas y suizas, aunque varias ciudades del sur europeo aparecen entre el grupo de 50 (Milán -41-, Barcelona -42-, Lisboa -44- y Madrid -48-).
En estudios como el de Mercer, se tienen en cuenta indicadores en los que deberán trabajar todas las sociedades del mundo para lograr que la mayoría de la población mundial (la que vive en las ciudades) tenga una vida digna.
Mercer, por ejemplo, estudia 39 factores englobados en 10 categorías:
- Entorno político y social.
- Entorno económico.
- Entorno socio-cultural.
- Salud y entorno sanitario.
- Escuelas y educación.
- Servicios públicos y transporte.
- Ocio.
- Acceso a productos de consumo.
- Vivienda.
- Entorno natural.
No obstante, ninguno de estos estudios tiene en cuenta todavía un indicador tan crucial como el impacto ecológico de cada uno de sus habitantes, un factor esencial para comprender la interrelación entre consumo de recursos y riqueza nominal.
Si bien la propia Mercer relaciona “calidad de las infraestructuras” con “calidad de vida” (es decir, el Mercer Quality of Life Index asume que una ciudad con mejores infraestructuras ofrece una mayor calidad de vida a sus habitantes), ningún reconocido estudio establece la misma relación entre “pocas emisiones” o “poco impacto ecológico” de una ciudad y la calidad de vida de sus residentes.
Todo lo contrario: históricamente, se ha establecido una relación proporcional entre el nivel de emisiones de una sociedad y su riqueza relativa: a mayores emisiones de CO2 por habitante, mayor “riqueza”.
Metabolismo urbano
Cuando las principales sociedades del mundo reconocen la necesidad de hacer frente al cambio climático, el nivel de emisiones en las ciudades se convierte por primera vez en un valor que deber ser tenido en cuenta.
Esta frase no ha sido extraída del folleto del departamento de medio ambiente de algún consistorio petulante y verdoso. El poco sospechoso de demagogia The Economist expone en un artículo, que titula Metabolismo urbano, que “las ciudades pueden aprender al comparar sus respectivas huellas ecológicas”.
¿Cómo y por qué las emisiones con efecto invernadero difieren entre ciudades? Debido a que más de la mitad de la población mundial vive en áreas metropolitanas, el semanario británico califica esta cuestión de importante: “si las peores [ciudades] pudieran copiar los hábitos de las mejores, el cambio climático puede ser ralentizado significativamente”.
Para hacer frente a esta cuestión, investigadores coordinados por Christopher Kennedy, de la Universidad de Toronto, han comparado las emisiones de 10 conurbaciones, 4 de las cuales se encuentran en Norteamérica (las zonas metropolitanas de Denver, Los Ángeles, Nueva York y Toronto), otras 4 en Europa (Barcelona, Ginebra, Londres y Praga) y, finalmente, las 2 restantes en Asia (Bangkok) y África (Ciudad del Cabo).
El estudio, citado por The Economist, intenta cuantificar las contribuciones relacionadas con la calefacción, el transporte y tratamiento de residuos, además de otras cuestiones, y su relación con los gases contaminantes generados por las ciudades y las emisiones per cápita, o el volumen de residuos por habitante.
La sostenibilidad real de Barcelona
Los resultados muestran cómo las emisiones totales de las 10 ciudades elegidas varían considerablemente, desde las 4,1 toneladas de CO2 generadas por persona y año en Barcelona -la ciudad con un impacto ecológico por habitante más reducido- a las 21,5 toneladas por persona y año de Denver -la ciudad con el mayor impacto ecológico-.
Dada la gran diferencia entre el impacto ecológico de las distintas ciudades del estudio, Kennedy recomienda que los responsables consistoriales comparen sus respectivos códigos técnicos de construcción y otras políticas, ya que la parte fundamental de la diferencia del impacto entre estas urbes no puede deberse únicamente a la diferencia de sus climas -y, por tanto, al mayor uso de calefacción o aire acondicinado-.
Al fin y al cabo, las otras ciudades de la Europa continental, además de Barcelona (Ginebra y Praga) cuentan con un clima más frío que el apacible devenir mediterráneo barcelonés y, sin embargo, cuentan con emisiones por habitante muy inferiores a las representantes de otros continentes.
The Economist puntualiza que, “por supuesto, Denver, con sus inviernos nevados y calurosos aunque húmedos veranos, no puede aprender demasiado de Barcelona, con su clima mediterráneo, porque son demasiado dispares”.
The Economist no explica lo calurosos y húmedos que pueden ser los meses de verano en Barcelona, aunque este hecho no parece pesar sobre el impacto de los barceloneses. Generar menos gasto y menos emisiones está ligado con otros factores, no sólo el clima o el nivel de desarrollo de los habitantes de una urbe, como este estudio demuestra.
Denver, la ciudad que más contamina por habitante del estudio curado por Kennedy, sí podría aprender de Toronto, ciudad de Norteamérica con una estructura urbana y clima similares y, sin embargo, con unas emisiones de 11,6 millones por persona y año. Suponen casi 3 veces las emisiones de Barcelona, aunque la mitad de las emisiones por persona generadas por Denver.
Asimismo, el semanario británico menciona otra investigación que pone en entredicho la tesis que relaciona a número de habitantes con tamaño del impacto ecológico (a mayor población, mayor el impacto).
Este informe, presentado por el International Institute for Environment and Development (IIED), un think tank británico, constata que el incremento de población no es la causa per se para un aumento de emisiones con efecto invernadero en una comunidad dada.
David Satterthwaite, del IIED, cree que el incremento de emisiones está más relacionado con el número de consumidores y su nivel de consumo que con el número de personas. Parece un una conclusión obvia, aunque ni mucho menos reconocida universalmente.
Curioso constatar que empieza a haber estudios que distinguen entre número de habitantes y número de consumidores, o entre el distinto impacto de distintos consumidores, en función de su origen o nivel económico.
Consumo de agua en Barcelona
El nivel de prosperidad de Barcelona no es inferior al del resto de las ciudades mencionadas por el estudio sobre el impacto ecológico de los habitantes de las zonas metropolitanas elegidas, si nos atenemos a los resultados de Mercer de 2009 sobre lo que la consultora llama “calidad de vida”, o puntuación en cerca de 40 indicadores relacionados con infraestructuras, ocio, educación, trabajo, nivel económico, etcétera.
No obstante, el impacto ecológico de sus habitantes es notablemente inferior al de las otras ciudades estudiadas, incluso cuando éstas tienen un nivel de vida inferior (el caso de Ciudad del Cabo y Bangkok).
El apacible clima mediterráneo de la capital catalana, su densidad urbana, la existencia de un transporte público razonable, la cercanía de sus equipamientos y un cierto equilibrio en su movilidad interna (existen zonas con predominio de una actividad u otra -ocio, oficinas, zonas comerciales, zonas más residenciales- aunque el resto de realidades se encuentran igualmente presentes, en distintas proporciones), hacen de Barcelona una ciudad con un impacto ecológico por habitante muy inferior al de otras urbes ricas.
Algunos estudios tampoco desmerecen la propia actitud de los barceloneses: un estudio europeo sobre el consumo de agua urbano situaba a Barcelona como la gran ciudad con un consumo de agua por habitante más reducido.
El estudio de Urban Ecosysteme Europe elaborado por Ambiente Italia sobre el consumo de agua en 31 ciudades europeas (además de Barcelona, Londres, París y Madrid, entre otras) sitúa a la ciudad catalana como quinta urbe con un menor consumo de agua, incluso cuando los españoles son los ciudadanos europeos que más agua consumen.
El factor obviado por Mercer en su listado de ciudades en función de su calidad de vida, o por el resto de estudios mencionados, es el de la actitud del habitante de la ciudad. En muchas ocasiones más consumidor que ciudadano. En otras, primero ciudadano y, también, consumidor.
Además de apuntar los importantes problemas de una ciudad tan contradictoria como Barcelona, de vez en cuando aparece algún estudio que recuerda sus virtudes, más allá de los lugares comunes del clima o el legado arquitectónico y olímpico.
Su huella ecológica por habitante es 5 veces inferior a la de Denver.
Las ciudades del futuro: mayor información, decisiones en tiempo real
Para muchos, las ciudades del futuro no sólo intercambiarán información sobre códigos y procedimientos técnicos que llevan a cabo, sino que podrán acceder y aprovechar información en tiempo real sobre flujos como la movilidad ciudadana, la recogida selectiva de residuos, el consumo de recursos o la planificación de grandes acontecimientos.
Proyectos como SENSEable City, coordinado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), experimentan con el uso de sensores (teléfonos móviles, aunque también receptores sencillos y poco costosos) para recolectar información sobre todo tipo de usos y tendencias de los equipamientos de una ciudad determinada.
La llamada “Internet de las cosas“, concepto en cuyo desarrollo también está interesado el MIT, además de otros centros de investigación y empresas, pretende usar Internet y protocolos de interconexión inalámbrica para conseguir que todo tipo de objetos se mantengan interconectados.
La información sobre su uso y rendimiento puede ser recolectada a continuación y tanto usuarios como, por ejemplo, ciudades, pueden mejorar situaciones relacionadas con el uso de algún utensilio o equipamiento en tiempo real.
En Estados Unidos, personalidades como Tim O’Reilly, editor y propietario de publicaciones escritas y electrónicas sobre varios aspectos de las tecnologías de la información, con especial hincapié en software y lenguajes de programación con una arquitectura abierta y colaborativa, abogan por que los gobiernos estatales y locales creen plataformas abiertas que contengan todo tipo de información técnica en tiempo real.
Una vez estas plataformas abiertas estén disponibles, tanto organismos públicos como emprendedores y todo tipo de empresas pueden construir aplicaciones empleando flujos de información públicos de una ciudad o comunidad determinada, según O’Reilly.
Habilitar la información urbana del mundo
O’Reilly, a quien se reconoce la invención del término Web 2.0, colabora con la actual Administración de Estados Unidos (mantiene encuentros con el jefe tecnológico del gobierno estadounidense, Vivek Kundra) para asesorar sobre lo que se ha bautizado como “open data“, o información de acceso libre.
La esencia de “open data”: cuanta más información conozca el gobierno y el ciudadano sobre cualquier aspecto cotidiano, más oportunidades hay de sacar el máximo provecho y tomar las mejores decisiones en cada situación.
Más información equivale, según la idea de “open data” a menos oscurantismo, menor arbitrariedad y mayor responsabilidad (“accountability“).
Algunas ciudades, como Portland, Oregón, han aprobado recientes resoluciones para facilitar infomación relacionada con la ciudad a cualquier desarrollador que quiera construir programas (ya sea para web, teléfonos inteligentes, etc.) que más tarde puedan emplear los ciudadanos. Asimismo, anima a los interesados a emplear siempre que sea posible soluciones de código abierto.
Decisiones basadas en información en tiempo real
A finales de 2008, Google.org, la rama filantrópica de la empresa con sede en Mountain View, presentó el Proyecto 10^100, un concurso donde cualquiera podía presentar ideas para ayudar a tantas personas como sea posible, con la intención de recopilar las mejores, permitir a cualquier internauta votar sobre las ideas finalistas y, a continuación, financiar las mejores ideas con 10 millones de dólares para cada una de ellas.
A finales de septiembre de 2009, Google anunció la apertura del proceso de votación, abierto a cualquier internauta.
Entre las principales ideas recopiladas por Google en Project 10^100 a partir de las sugerencias de los participantes, se encuentra una idea sintetizada en el enunciado “Recolectar y organizar la información urbana del mundo“.
Google explica en qué consiste la idea: “apoyar los esfuerzos para organizar, analizar y hacer accesible por Internet la información urbana y sobre población. La mayoría de la población mundial vive en ciudades, y la gente sigue migrando a los centros urbanos”.
Google prosigue: “la información sobre el planeta urbano es cada vez más valiosa para ayudar a comprender el impacto de la humanidad en nuestro entorno, habilitando así a los ciudadanos y ayudando a los líderes a tomar decisiones mejor informadas”.