Eliminar el consumo de los aparatos en stand by equivaldría, en ahorro de emisiones, a suprimir todos los vuelos aéreos. Una nueva generación de contadores calcula nuestra huella ecológica.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que el consumo fantasma, gasto eléctrico generado por cargadores y aparatos en pausa (stand by), produce el 1% de las emisiones mundiales de CO2. Para que esta cifra pueda entenderse en perspectiva, decir que el transporte aéreo mundial contribuye con menos del 3% de las emisiones globales de dióxido de carbono.
El aumento en el uso y consumo de móviles, ordenadores portátiles, aparatos de aire acondicionado, videoconsolas portátiles y de sobremesa, y otros tantos dispositivos, agrava el gasto innecesario provocado por un mal diseño de los propios aparatos, que permite que el “consumo fantasma” sea ya una de las mayores causas concretas de emisión de CO2.
Aplicar un mejor diseño industrial e introducir normativas más estrictas sobre consumo durante el stand by no bastarían para acabar con este fenómeno sin la existencia de una concienciación sobre el consumo energético entre la población mundial, independientemente del nivel de renta.
Instituciones como la propia AIE alertan del aumento del número de dispositivos informáticos y electrónicos. Más cargadores permanentemente conectados a la electricidad implica un aumento del consumo eléctrico permanente.
Como soluciones ante el incremento del consumo fantasma. De momento, parece no existir otra que la concienciación, aunque algunas compañías ven mercado en una inquietud cada vez más importante entre los usuarios: ¿cómo controlar el gasto energético en los hogares?
La otra cara de las tecnologías de la información
La alfabetización tecnológica es uno de los objetivos de la Unión Europea desde que se estableciera la agenda de Lisboa (que, por otro lado, será difícil de cumplir), para situar a la UE a la altura de Estados Unidos en tecnologías de la información. La cara más amable del avance tecnológico son la generación de riqueza, el aumento de la eficiencia de determinados puestos laborales o el incremento de la productividad.
¿Qué tienen que ver las tecnologías de la información con el consumo energético? Usar más aparatos electrónicos e informáticos implica multiplicar el número de transformadores y cargadores eléctricos para alimentar las baterías de los dispositivos.
Según el científico Alan Meier, la energía derrochada por dispositivos y cargadores que siguen consumiendo pese a no ser utilizados constituye el 10% del gasto energético de los hogares.
Un estudio en Francia sitúa el consumo de los aparatos en stand by (parados, pero no apagados) en el 7% del gasto total, mientras otros estudios aumentan esta cifra hasta el 13%. Sólo el consumo despilfarrado con los dispositivos en modo de espera asciende a 50 euros al año en los hogares europeos.
La situación no tendría por qué mejorar, si no se produce un cambio drástico en el diseño industrial de estos aparatos, acompañado por la concienciación de los usuarios. El número de suscriptores a la telefonía móvil, de líneas de Internet de banda ancha, aparatos informáticos y electrónicos aumenta imparable.
En Italia, Portugal o España, hay más móviles activos que habitantes. La conexión a Internet alcanza prácticamente a la mitad de los europeos occidentales, y supera esta cuota en Norteamérica, Japón, Corea del Sur o Australia.
Sólo en Estados Unidos, el consumo fantasma añade 3.000 millones de dólares al año en costes energéticos. Según el Departamento de Energía de Estados Unidos, el 5% del consumo energético total de los hogares en este país equivale a la electricidad producida por 18 estaciones de generación eléctrica convencionales.
Tiempos de pequeño voltaje
Aumenta el número de aparatos que incluyen un pequeño convertidor externo o interno que suministra un pequeño voltaje (entre 6 y 24 voltios) que mantiene activas algunas funciones secundarias (reloj, encendido remoto). Son dispositivos que necesitan alimentación permanente, incluso cuando el aparato no está en funcionamiento.
Es el fenómeno del stand by, con presencia en los hogares de todo el mundo, incluso en los más humildes: tecnologías como la telefonía móvil están presentes en las aldeas más remotas de los países más desfavorecidos.
Tanto la Unión Europea como Estados Unidos promueven el uso de electrodomésticos y equipos informáticos y electrónicos eficientes, a través de un etiquetado distintivo de los dispositivos más eficientes (Energy Star en Estados Unidos, Canadá y Australia, etiquetas energéticas europeas, certificación TCO para equipamiento de oficina), y existen iniciativas internacionales que intentan fomentar el uso eficiente de la energía, tanto en hogares como en oficinas e industria.
Un ejemplo de ello es la One Watt Initiative (el Plan de Un Vatio), una propuesta de ahorro impulsada en 1999 por la AIE, para reducir en 2010 el consumo fantasma de todos los aparatos eléctricos a un vatio, una cifra simbólica, pero que provocaría un ahorro dramático. No se trataría de dejar de emplear aparatos, sino de reducir el consumo energético mundial.
El Green Electronics Council ha desarrollado EPEAT (herramienta de evaluación ambiental para productos electrónicos, en sus siglas en inglés), un programa de etiquetado ecológico en el que participan 26 de los mayores fabricantes informáticos mundiales, que pretende “ayudar a los compradores en los sectores público y privado a evaluar, comparar y seleccionar ordenadores de escritorio, portátiles y monitores basados en sus atributos medioambientales”.
Iniciativas como Energy Star y EPEAT pretenden ofrecer un distintivo ecológico a los fabricantes y, a la vez, paliar el creciente consumo eléctrico.
Controlar la energía que gastamos (¿derrochamos?)
Las tecnologías de la información requieren el uso de ordenadores, teléfonos móviles y otros dispositivos, que se unen a los electrodomésticos tradicionales y la iluminación para aumentar el gasto energético por habitante y hogar.
De ahí que el debate sobre aumentar la eficiencia energética en los hogares a través de medidas sencillas como el control del consumo fantasma genere interés no sólo entre los ciudadanos más concienciados, sino entre las empresas.
Firmas como la start-up británica Do It Yourself Kyoto (DIY Kyoto), creen que hay mercado para aparatos inteligentes que expliquen a los usuarios qué energía se gasta en cada momento, qué aparatos son los responsables y qué lugares olvidados de la casa forman parte del problema.
Se trata de dispositivos que, a diferencia de los tradicionales contadores de la luz, informan no solo sobre el gasto realizado, sino que aportan distintos tipos de medición (kilovatios por hora, coste económico por hora o kilogramos de emisiones de CO2 por hora), y pretenden explicar de un modo inteligible qué relación hay entre esas lavadoras medio llenas y esos transformadores permanentemente enchufados en el hogar y la huella ecológica de una determinada familia o individuo.
Gasto energético medio de los aparatos que generan consumo fantasma:
- Televisor apagado, en estado de “encendido remoto”: 300 Wh/día (vatios hora por día).
- Vídeo: 260 Wh/día.
- Horno microondas con reloj: 160 Wh/día.
- Alimentadores de pequeños aparatos (móvil, reproductor digital, maquinilla de afeitar eléctrica): 200 Wh/día.
- Equipo de sonido con control remoto: 160 Wh/día.
- Caldera de gas con encendido electrónico: 250 Wh/día.
- Alarma doméstica: 160 Wh/día.
- Teléfono con alimentación eléctrica: 240 Wh/día.
- Fax o impresora sin funcionar, aunque activados: 240 Wh/día.
Ninguno de estos aparatos electrónicos incluye un pequeño contador eléctrico digital, capaz de explicar al usuario cuánta energía es derrochada por el “inocente” olvido de mantener cargadores y aparatos electrónicos encendidos, literalmente, durante toda su vida útil. Será difícil contar con avances de este tipo a corto o medio plazo.
A la falta de contadores integrados en los propios dispositivos, se une la falta de conocimiento de los usuarios con respecto a los contadores convencionales, que sólo ofrecen un resumen pormenorizado del consumo general del hogar, y su objetivo es meramente administrativo: rendir cuenta a la compañía eléctrica de cuál es nuestra factura en función del consumo de todo el hogar. A mayor el consumo, mayor el importe pagado por el usuario.
De modo que, a pesar de las campañas de eficiencia energética de estas compañías, la contradicción sigue presente: el beneficio para los accionistas está relacionado con el consumo de energía. A mayor consumo (peor para el medio ambiente), mayores beneficios (mejor para los propietarios y accionistas de las empresas energéticas).
Mayor información = mayor concienciación sobre la huella ecológica personal
¿Qué ocurriría con el consumo fantasma, no obstante, si los usuarios supieran en cada momento cuánta energía gasta cada uno de los aparatos que les rodean? En un artículo sobre los nuevos aparatos que ayudan a calcular cuánta energía gastamos, The Economist (Power plays, o juegos de poder, buscando el doble sentido), ofrece pistas sobre ello.
El artículo cita un estudio elaborado por Nissan a partir del uso que los conductores hacen del sistema de ahorro de gasolina que los coches de la marca incorporan en su salpicadero.
Con esta herramienta, similar a la que incorporan modelos híbridos como el Toyota Prius, la marca japonesa controlada por Renault informa al conductor sobre la relación entre su modo de conducir y el consumo del coche a cada instante.
Según el estudio, los usuarios han reducido el consumo de combustible en un 10%, desde que el coche les informa iterativamente cuál es el efecto sobre gasto de combustible de acciones como los acelerones, la conducción tranquila, etcétera.
Investigaciones como la de Nissan permiten dirimir, según The Economist, si el mismo modelo de eficiencia energética basado en la información sobre el gasto realizado en cada momento puede trasladarse al consumo energético en los hogares.
De surtir el mismo efecto, un “contador eléctrico inteligente” que nos explicara la electricidad que gastamos a cada instante ayudaría a concienciarnos y, por ende, a ser más respetuosos con la electricidad. El premio para el usuario: saber qué deja de contaminar o emitir a la atmósfera con sus acciones, además de ahorro en la factura eléctrica.
Llegan los contadores inteligentes
Actualmente, la electricidad consumida en casa es un bien que el usuario percibe como universal, ubicuo y poco relacionado con los gases de efecto invernadero. Los contadores de la luz son difíciles de entender y muchos usuarios desconocen incluso su emplazamiento, sobre todo cuando se trata de comunidades de vecinos, donde los contadores son instalados en espacios comunes para que las compañías tengan un acceso sencillo a su lectura.
Muchas empresas creen que esta falta de conocimiento y opacidad de los propios mecanismos diseñados para ser controlados por las compañías energéticas, ofrece una oportunidad de mercado: ¿Por qué no crear una aplicación que controle y explique de un modo sencillo cuánta energía gasta un hogar y, más importante, cuánta cantidad gasta cada dispositivo o zona del hogar?
Una nueva generación de hardware y software, capaz de intercambiar información entre distintos aparatos e incluso con Internet, tienen como objetivo controlar el gasto innecesario y aumentar la eficiencia. Son los llamados “contadores inteligentes”, a menudo un aparato electrónico más (con su propio gasto añadido, faltaría más) que calculan el consumo eléctrico en casa.
Varias empresas comercializan o trabajan en un nuevo tipo de electrodoméstico para el hogar: el electrodoméstico que controla el gasto energético de los otros aparatos de la casa. Un medidor de nuestro consumo eléctrico, capaz de competir con el -demasiado técnico y general- contador eléctrico.
Además de controlar el consumo, algunos contadores inteligentes integran funciones de seguimiento en la generación de energías renovables, si un hogar que integre uno de estos dispositivos cuenta con paneles solares fotovoltaicos o similares.
El usuario sería capaz de contabilizar el auténtico ahorro que suponen sencillos cambios de hábitos, y que se traducen en menos emisiones de CO2 o ahorro económico:
- Desconectar, televisor, aparato de vídeo, videoconsola, y otros aparatos al salir de casa; especialmente cuando se sale de vacaciones.
- Agrupar las tomas de varios aparato en una regleta con interruptor para facilitar el apagado en grupo. Pueden disponerse en torno a agrupaciones de dispositivos (televisor y periféricos; ordenador y periféricos; etcétera).
- No dejar transformadores conectados a la red eléctrica cuando no sean usados.
- Comprar aparatos que consuman menos energía. La revista Consumer ofrece información detallada sobre el etiquetado energético europeo.
Aparatos y servicios que miden y controlan el gasto energético:
- Wattson (cobertura en faircompanies; mención en The Economist): aparato con atractivo y minimalista diseño que monitoriza el consumo energético del conjunto de la casa o determinados aparatos. Es un trabajo de diseño industrial remarcable, con un mecanismo que muestra el nivel relativo de energía consumida tan conseguido como sencillo de entender: cuando el consumo es bajo, el dispositivo se vuelve azul, mientras un consumo disparado hace que el DIY se vuelva, literalmente, rojo. (Nota: tengo ganas de probarlo en casa. Creo que hasta el bebé lo va a entender). The Guardian lo considera uno de los 10 dispositivos que hay que tener, y lo califica de “un primo del iPod” para controlar el gasto energético. Los estudios de DIY muestran que su uso se traduce en un ahorro de un 3% a un 15% en el gasto energético de la casa. Se vende en el Reino Unido (en otoño llegará a Estados Unidos) a 125 libras (160 euros, versión estándar) o 350 libras (445 euros, edición limitada). Calcula el gasto realizado a cada instante y el acumulado de un modo inalámbrico, y muestra la factura energética en libras esterlinas, euros o dólares. Puede verse en cada momento el gasto económico y el energético.
- Kill-a-Watt (entrada en Wikipedia): a diferencia del Wattson, que intenta concienciar sobre el gasto energético concreto y en cada momento a través de advertencias incluso cromáticas, los distintos modelos del Kill-a-Watt, manufacturados por la firma P3 International, se centran en mostrar el consumo energético. Menos atractivo; igual de efectivo. Muestra información en kilovatios-hora, voltaje (voltios), corriente (amperios), vatios y frecuencia (hercios).
- Tendril: la firma se autodefine como “la primera empresa de software en proveer un conjunto de aplicaciones y productos de hardware modulares e integrados que conecta a las compañías energéticas con los consumidores para entender y gestionar mejor el consumo.”
- The Owl (mención en The Economist): calcula el gasto económico, el energético e incluso en cantidad de CO2 emitida a la atmósfera por 34,95 libras (45 euros). Su diseño quizá no sea tan contemporáneo como el Wattson, pero su sencilla interfaz de cristal líquido aporta toda la información necesaria para monitorizar a cada instante qué gasta la casa en su conjunto. Consta de un sensor que se conecta a la caja de fusibles, un emisor de la lectura energética y, finalmente, el pequeño monitor con pantalla LCD. Uno puede caminar por el hogar desconectando aparatos que ni siquiera recordábamos que estuvieran enchufados; la diferencia en la lectura eléctrica tiene una repercusión instantánea sobre el monitor de The Owl, del tamaño de un mando a distancia.
- PowerCost Monitor (cobertura en TreeHugger): dispositivo canadiense similar a The Owl y Kill-a-Watt; incorpora sensor, que debe conectarse a la caja de fusibles, y monitor para realizar el seguimiento pormenorizado del consumo eléctrico. El PowerCost ha sido diseñado para detectar el consumo fantasma y minimizar el gasto eléctrico menos controlado por el usuario.
- Home Joule (cobertura en TreeHugger): a diferencia de los otros contadores inteligentes, o dispositivos para controlar el gasto energético, el pequeño Home Joule ha sido diseñado para recibir información en tiempo real de la compañía eléctrica, el tiempo local y el consumo. Como ocurre con el Wattson, la pantalla de este mucho más pequeño dispositivo cambia de color cuando el consumo es especialmente alto.
- Onzo (cobertura en TreeHugger y Computing): ofrece información sobre lo que se gasta en tiempo real; intercambia de manera inalámbrica información con el ordenador, donde compara el consumo del usuario con otros; es un dispositivo diseñado para permitir actualizaciones de software; para su fabricación, se han empleado materiales reciclados; opera sin necesidad de batería (no es un electrodoméstico más para medir el gasto de otros aparatos).
- EUM 2000 (mención en MetaEfficient y TreeHugger): diseñado para el mercado estadounidense (ofrece mediciones de consumo para todo el hogar en KWh y dólares, si el usuario configura el precio de la energía en su área), el EUM 2000 cumple con su función. No demasiado atractivo y un precio superior a alternativas similares (200 dólares).
El gobierno británico apoya la idea de instalar en cada hogar del Reino Unido una aplicación similar a Wattson (nuestra cobertura sobre el dispositivo, que data de principios de 2007). Existen, no obstante, otras voces que se oponen a semejante iniciativa. Energywatch, organización de seguimiento del sector eléctrico en el Reino Unido, pone sus pegas a la adquisición masiva de dispositivos como Wattson.
Para Energywatch, hay que recordar que estos aparatos de medición no controlan el consumo de gas y, pese a cambiar a corto plazo el comportamiento de los usuarios, podría tratarse más de una moda pasajera que de una nueva tecnología capaz de cambiar dramáticamente el consumo energético de los hogares en todo el mundo.
Veamos qué ocurre en los próximos años con estos aparatos, diseñados para que sea el usuario quien realice el seguimiento de lo que consume a cada instante.
¿Serán los usuarios capaces de reducir dramáticamente el consumo de electricidad en casa?
- Calculadora de consumo energético.
- One Watt Initiative (para el fomento de la eficiencia energética).
- Conversión del kilovatio-hora (kWh) en otras unidades.
- Software: LocalCooling (herramienta de gestión de la energía consumida por el ordenador para Microsoft Windows, desarrollada por Uniblue Labs, que permite optimizar el consumo de cualquier ordenador con este sistema operativo); y SusiClimate (aplicación para Mac OS X que calcula en tiempo real las emisiones de CO2 generadas por el ordenador en uso).
- OpenEco: portal con recursos sobre consumo energético que se define como “comunidad en línea global que aporta herramientas gratuitas y fáciles de usar para ayudar a sus participantes a conocer, calcular y comparar el rendimiento energético, así como compartir las mejores prácticas para reducir la emisión de gases con efecto invernadero.”
- Guía sobre informática sostenible de la Universidad de Boulder, Colorado (Estados Unidos).
- Etiquetas energéticas en los electrodomésticos europeos: guía en Consumer y artículo de faircompanies.
- Preguntas frecuentes del programa “Hogares Verdes” del Ministerio de Medio Ambiente español.
- Reliant Energy: firma tejana que ha instalado contadores con acceso remoto en viviendas de Houston y Dallas, que permiten a la compañía disminuir el suministro a aparatos de aire acondicionado, calentadores de agua y bombas de piscinas cuando el consumo es considerado excesivo.
Consejos de The Owl para reducir dramáticamente el consumo energético en casa:
- Comprar un dispositivo para medir el consumo a cada instante (al fin y al cabo, The Owl es uno de estos aparatos).
- Cambiar lámparas incandescentes por bombillas de bajo consumo.
- Apagar completamente televisor, vídeos, videoconsolas y otros aparatos cuando no estén en uso.
- Desenchufar los cargadores de móvil cuando no estén en uso.
- Usar tendederos para la ropa, en lugar de secadora.
- Llenar al máximo lavadora y lavavajillas.
- Lavar la ropa con agua fría (la ropa también durará más).
- Hervir sólo el agua necesaria, al hacer té, café, etcétera.
- Aprovechar el cambio de electrodomésticos para comprar modelos especialmente eficientes (A+ o A++, en el caso europeo).