“Hablemos sin tapujos sobre la basura. Tuvimos que ser instruidos para que renunciáramos a la poderosa ética de la conservación que habíamos desarrollado durante los años de la Gran Depresión y la II Guerra Mundial.”
“Después de la guerra, necesitábamos dirigir la enorme capacidad productiva conseguida hacia la creación de bienes de consumo para tiempos de paz. Publicaciones como Life Magazine ayudaron a hacer realidad este esfuerzo al introducir tendencias como los productos de usar y tirar.”
“Una nota mental para deliveradores. Los productos plásticos ocupan mucho espacio y no son biodegradables. Sólo los humanos creamos productos la naturaleza no es capaz de digerir.”
El oceanógrafo Charles Moore, descubridor y estudioso de la isla de basura flotante en el medio del Pacífico (la bautizó como Great Pacific Garbage Patch), dirigió estas palabras a su audiencia durante una charla sobre cómo interpretar la basura producida por el hombre.
Moore cree que el legado de la sociedad de usar y tirar es especialmente desalentador en lugares como los océanos, que acumulan millones de toneladas de plástico en descomposición, un auténtico trauma para cadenas tróficas y ecosistemas enteros.
Las mayores obras de “ingeniería” del ser humano
Millones de residuos no biodebradables se escapan del procesamiento moderno de desechos; pese a ello, los vertederos han encontrado basura suficiente como para crecer hasta el colapso.
El vertedero de Fresh Kills, en Estaten Island, Nueva York, fue el principal centro de desechos de la ciudad durante la segunda mitad del siglo XX, con 890 hectáreas, 12 kilómetros cuadrados (4,6 millas cuadradas) de extensión y capacidad para absorber 650 toneladas de basura a diario durante décadas.
Consecuencias: Fresh Kills, sobre el que ahora se construye un parque, se convirtió en la mayor estructura humana del mundo, visible desde el espacio y 25 metros más alto que la Estatua de la Libertad en el momento de su cierre, en marzo de 2001. Su volumen excede al de la Gran Muralla China.
Nadie se libra de la culpa
Las corrientes del Pacífico Norte han provocado que en la isla de plástico flotante estudiada por Charles Moore se acumule 1 millón de piezas de plástico por kilómetro cuadrado, o 112 veces más plástico que plancton, el primer eslabón y base fundamental de la cadena alimentaria.
Estudiando la generación de residuos en el Reino Unido, puede comprobarse que se trata de una responsabilidad compartida por la sociedad y los agentes económicos.
Generación de residuos en el Reino Unido (Fuente: Institución de Ingenieros Mecánicos de Gran Bretaña, a partir de datos de 2006):
- Construcción y demolición: 36% del total de la basura generada en Gran Bretaña.
- Minería y cantería: 28%.
- Comercio: 13%.
- Hogares: 11%.
- Industria: 10%.
- Aguas residuales: 1%.
- Agricultura: 1%.
La basura, tan global como el comercio
Una sociedad próspera de acuerdo con el modelo industrial todavía vigente genera toneladas de basura, a menudo peligrosa para el medio ambiente y la salud humana y de los animales.
Emergen en todo el mundo numerosas crisis relacionadas directamente con los desechos que genera el modelo productivo actual, desde las zonas más prósperas de Europa y Norteamérica hasta los arrabales marginales de las grandes ciudades en los países emergentes y pobres.
La basura y su tratamiento son, como la energía, la sanidad o el agua, uno de los principales retos a los que debe hacer frente un mundo multipolar, con Estados Unidos, Europa y las economías emergentes en torno al llamado G20 en la vanguardia del desastre medioambiental generado por residuos de todo tipo.
Hay basura no tratada en la cima del Everest, en el fondo y flotando en mares y océanos, por no hablar de la creciente preocupación ante la chatarra que se acumula en la estratosfera, peligrosa para el funcionamiento de los satélites operativos.
Un ejemplo del reto al que se enfrenta el mundo: Ken Noguchi, expedicionario japonés, ha recogido 9 toneladas de basura en el Everest a lo largo de 5 expediciones dedicadas a la limpieza.
Todavía queda basura para otras tantas expediciones voluntarias. Ocurre que pocos lugares del mundo cuentan con el simbolismo del Everest y no se beneficiarán de la ayuda filantrópica desinteresada.
Sobre piratas, mafias y otras criaturas
El descontrol en Somalia, por ejemplo, se extiende peligrosamente a los desechos tóxicos, mientras China se dedica a importar basura de países europeos y el Estado norteamericano de Utah acuerda con Italia hacerse cargo de 20.000 toneladas de residuos nucleares del país europeo.
La gestión de la basura, como la energía y el agua potable, se convierte en prioridad geopolítica, como se comprobó con la involucración de la Unión Europea en la crisis de los vertederos de Nápoles.
Y, si el problema napolitano y somalí aparecen alejados en los medios, ambos casos están relacionados, aunque no existan extensos reportajes o documentales sobre ello.
Amy Goodman, de Democracy Now!, ha documentado los vertidos tóxicos -incluidos residuos nucleares- ilegales que han tenido lugar en Somalia desde los años 70, fáciles de llevar a cabo debido a la ausencia de una estructura estatal y a la mala práctica de grandes empresas europeas y asiáticas, que prefirieron eludir las legislaciones más estrictas de sus países.
Amy Goodman cita informaciones de Al Jazeera y CNN que documentan el uso de Somalia por parte de la Mafia italiana para realizar sus vertidos más peligrosos durante años. En algunos temas, las cafeterías de Nápoles no están tan lejos del Cuerno de África.
Según Democracy Now!, la piratería somalí empezó en parte como respuesta a la pesca incontrolada -en ocasiones ilegal- y a los vertidos ilegales realizados por barcos occidentales a lo largo de la costa de este país.
China: “se acepta basura europea”
En China, se conoce como “polución blanca” a las toneladas de bolsas de plástico y contenedores de comida para llevar que se acumulan en las zonas urbanas.
Mientras, tanto, la propia China acepta con agrado un negocio brindado por el Reino Unido a propósito de la basura generada en el país europeo, que envía 500.000 toneladas de botellas de plástico y viejos diarios al año para que sean procesadas en India e Indonesia, además de en la propia China.
El gran impacto medioambiental de enviar estos desechos a 8.000 kilómetros de distancia es refutado por estudios llevados a cabo por el Reino Unido, que aseguran que este comercio disminuye la huella ecológica en el tratamiento de residuos, debido a que para su envío se aprovechan los contenedores que se emplean para importar productos chinos.
El desequilibrio en la balanza comercial entre el Reino Unido y China es tal, que aprovechar los contenedores para que no vuelvan vacíos al país asiático se convierte, como mínimo, en una oportunidad de negocio.
Un informe del departamento británico de desechos demuestra que exportar desechos de papel y plástico a China desde Gran Bretaña ahorra entre 1.300 y 1.600 kilogramos de CO2 por tonelada de desechos.
Si bien Europa no padece fenómenos como el de la “contaminación blanca” con la misma agudeza que otras zonas del mundo, los vertidos ilegales coordinados por grupos ilícitos han provocado varias crisis en Nápoles, como el reciente período de acumulación de basuras en las calles de la ciudad o la detección en la primavera de 2008 de niveles dedioxinas por encima de lo permitido en 25 queserías de la Campania.
Se relacionó el nivel anormal de dioxinas en la mozzarella napolitana con la contaminación del suelo provocada por los numerosos vertederos ilegales de la zona, lugares que documenta Roberto Saviano en Gomorra, obra con secuela cinematográfica de Matteo Garrone.
Navegar sobre plástico para atraer a los focos
La exposición de Moore en la Conferencia TED de San Francisco (vídeo con su intervención) alerta sobre el coste de dejar que los desechos plásticos y de otros materiales tóxicos de difícil descomposición se sigan acumulando en océanos y vertederos.
Hasta hace poco, la Great Pacific Garbage Patch no suscitaba demasiado interés, más allá de la preocupación de quienes, siguiendo los pasos de Moore, estudiaron el tamaño del desastre medioambiental que se estaba generando a la espalda del mundo; es el caso de Greenpeace.
En los últimos años, los focos de los medios se han empezado a acercar al problema, al contar con un tamaño colosal y servir como ilustración apropiada para explicar al gran público el poder destructor de un producto tan inocuo ante nuestra mirada como una botella de agua: NPR, BBC, The New York Times o Los Angeles Times han difundido información sobre la isla de plástico flotante.
Ahora, la isla de desechos tendrá incluso su propio programa televisivo, gracias al millonario y ecologista británico David de Rothschild, que construye su propia balsa Kon-tiki para acercarse al gigantesco continente de plástico del Pacífico Norte.
Aunque, a diferencia de la embarcación ideada por el noruego Thor Heyerdahl, De Rothschild confecciona la suya exclusivamente con plástico reciclado (16.000 botellas en total) para navegar a través de la zona del Pacífico Norte que alberga mayor cantidad de este material.
La sociedad de usar y tirar
No hace falta embarcarse en la Plastiki para constatar que la sociedad actual genera basura en mayor abundancia que cualquier sociedad anterior.
El término “throw away society” es cada vez más empleado para explicar el comportamiento de nuestra sociedad con los bienes de consumo que mantienen la economía -y la prosperidad clásica- a flote.
Los bienes que adquirimos son económicos en relación con nuestro poder adquisitivo, supuestamente mejoran nuestra calidad de vida y seguramente no son biodegradables. ¿Qué hay de malo en comprar más? ¿No es esa la idea de crecimiento que alientan nuestros Gobiernos y medios de comunicación? Sin duda.
El crecimiento de los desechos relacionados con el embalaje ha aumentado consistentemente. Como ejemplo, entre 1905 (año de inicio de los estudios de desechos) y 2005, la ciudad de Nueva York multiplicó por 10 la cantidad de residuos derivados de bienes de consumo (embalajes y productos de consumo descartados), desde los 41 kilogramos (92 libras) a los 563 kilogramos (1.242 libras) por persona y año.
Los contenedores para alimentos y otros productos y el embalaje de todo tipo de productos de consumo representan el 32% de toda la basura sólida de la ciudad estadounidense; los bienes no duraderos (productos usados durante menos de tres años) constituyen el 27%, y los bienes duraderos ascienden al 16%, según un informe de Helen Spiegelman y Bill Sheehan, de la organización Science and Environmental Health Network.
Somos lo que tiramos
Los arquéologos han encontrado las pistas más reveladoras sobre sociedades del pasado a partir del estudio pormenorizado de su basura.
Pero no sólo los estudiosos del pasado pueden aprender de la basura generada por una sociedad: la basura moderna puede ser igualmente reveladora, como explica The Economist en un especial sobre residuos de febrero de 2009.
Las bolsas de basura depositadas por los miembros de una determinada comunidad hablan con mayor honestidad sobre sus costumbres que los propios dueños de estos desechos.
Una investigación en la Universidad de Arizona comparó las afirmaciones de los participantes sobre sus propios hábitos con la información extraída de su basura doméstica.
Se comprobó que los participantes desechaban más comida de la que reconocían, cocinaban comida casera menos de lo que aseguraban y consumían más comida rápida de la reconocida.
El ciudadano occidental medio produce más de 500 kilogramos de basura al año, según The Economist, y los desechos producidos por los hogares apenas alcanzan un tercio del total de residuos generados por una sociedad.
La minería, por ejemplo, es conocida por su capacidad de generación de residuos. Extraer oro suficiente para crear un anillo de bodas convencional puede generar 3 toneladas de residuos mineros, según el semanario británico.
Oportunidades basureras
La basura puede crear todo tipo de problemas, no sólo relacionados con los olores o la propagación de enfermedades: puede transmitir peligrosas sustancias químicas al suelo y el agua cuando es depositada en un vertedero, o al aire cuando es incinerada.
Este proceso genera casi el 4% de los gases con efecto invernadero mundiales, la mayor parte de ellos procedentes del metano que generan los alimentos desechados al descomponerse. En este porcentaje no se incluye el metano generado por la ganadería.
Pero el tratamiento de residuos es también una oportunidad. Deshacerse de los residuos sin generar emisiones, o crear energía y productos donde antes sólo se contabilizaban desechos para incinerar son algunas de las oportunidades de negocio que gobiernos locales, empresas y una nueva generación de emprendedores empiezan a explorar.
Los países ricos gastan 120.000 millones de dólares al año en depositar su basura municipal y 150.000 millones en tratar la basura industrial, según el instituto de investigación francés CyclOpe.
Debido a su rápida industrialización y al auge imparable de su construcción, uno de los sectores que generan más residuos, China, India y Brasil son vistos como lugares donde el tratamiento de residuos creará soluciones o provocará las peores catástrofes sanitarias o medioambientales. Difícilmente habrá un término medio.
Como explica The Economist, la basura ya es empleada como fuente de recursos para otras actividades. Se desarrollan nuevas tecnologías para convertir basura en fertilizante, productos químicos y combustible.
Visionarios como William McDonough y Michael Braungart van más allá y creen que el problema de nuestra sociedad se encuentra en su dependencia de los combustibles fósiles y en la creación de productos poco saludables que, al final de su vida útil, son desechados en lugar de poder serinfinitamente empleados, sin necesidad de crear gasto alguno.
McDonough y Braungart creen que en la sociedad del futuro “gasto” debe equivaler a “alimento”, para que el sistema se regenere continuamente. Se trata de la eco-efectividad, que se contrapone a la clásica eco-eficiencia.
Según su teoría sobre los productos “Cradle to Cradle” (C2C, “de la cuna a la cuna”, a diferencia del obsoleto modelo “de la cuna a la tumba”), los productos que creemos deben comportarse como un árbol.
Un cerezo genera tanta fruta que parte de ella va a parar al suelo, aunque lo que nosotros percibimos como “gasto” constituye en realidad una oportunidad y un “alimento” para el propio suelo, el mismo árbol -que recibe los nutrientes de la fruta-, y los animales del entorno. El árbol genera alimento y es capaz de alimentarse con el gasto creado, sin crear productos no biodegradables en el proceso.
No obstante, los desechos continúan acumulándose en los vertederos, mientras ideas como el concepto C2C tienen cada vez más aceptación, aunque todavía minoritaria y a todas luces insuficiente.
De ahí que emprendedores como los estadounidenses en torno a la firma TerraCycle aprovechen la generación de basura en la sociedad para crear sus propios productos, convirtiendo el reciclaje en oportunidad de negocio que no requiere la subvención pública para generar un modelo de negocio viable.
Otros emprenderores pretenden convertir grandes cantidades de basura en energía verde o “productos técnicos”, otro concepto ideado por McDonough y Braungart que designa a aquellos materiales que no pueden volver a la tierra como nutriente al final de su vida útil, pero sin embargo pueden ser empleadosad infinitum en nuevos productos sin necesidad de emplear grandes cantidades de energía para conseguir esta transformación.