En la era de la interrupción constante y la especialización, la falta de una formación sólida en distintas disciplinas fomenta la desaparición de la polimatía, o capacidad para dominar varias materias.
Evocando el ensayo de Jared Diamond Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen (puede resumirse en la manida cita de Albert Einstein de que “ningún problema puede resolverse desde el mismo nivel de conciencia que lo creó”), en un mundo interconectado, se necesita pensamiento creativo para solventar retos, desde los más individuales o locales a los globales.
Se busca individuo renacentista para resolver entuertos
Pero, justo cuando más lo necesitamos, el pensamiento creativo individual de personalidades renacentistas, fundamentado en el conocimiento de varias disciplinas a la vez, está en peligro de extinción.
La sociedad ha olvidado la filosofía de vida enseñada desde la Antigüedad pretendía formar seres humanos críticos, con un raciocinio propio y preparado para improvisar y ser creativo.
Porque, del mismo modo que la “economía” es una disciplina tan inabarcable como interrelacionada con otros campos del saber que no se aprende en dos tardes, las bases del pensamiento crítico y el método empírico tal y como fueron definidos por el polímata franciscano Roger Bacon (le llamaban “Doctor Mirabilis” por algo), no se pueden asumir con dos búsquedas de Google.
Las búsquedas de Google nos ayudarán, como también lo harán las dos tardes de economía. Siempre y cuando nuestra formación de base sea sólida y siga siendo cultivada, y mantengamos el hambre y la curiosidad de los primerizos.
No es cuestión de memorizar el saber, sino de saber pensar
No hace falta saberlo todo, como se propuso el temerario dominico francés Vincent de Beauvais, que trató de compilar todo el saber de la humanidad en un único libro enciclopédico, Speculum Maius; y, muy a su pesar, falló en el intento, pese al temerario tesón demostrado y el rigor de su obra, que se convirtió en la enciclopedia de facto de la Edad Media.
Una historia humana que constata, como otras tantas, la imposibilidad de interpretar la realidad con la misma riqueza que la percibimos.
William Deresiewicz argumenta en su discurso sobre Soledad y liderazgo que lo que necesita el individuo es conocer las herramientas intelectuales para relacionar materias, profundizar en ideas, elaborar teorías propias sólidas, aprender a ser crítico con lo que lee o le explican.
Soledad y liderazgo
Ya no sabemos estar solos, dice Deresiewicz, y la búsqueda del individuo para relacionar ideas, pensar más allá de lo establecido, dominar distintas disciplinas, es visto como poco más que una enfermedad o una rareza en nuestros tiempos.
El problema es que la soledad, como la capacidad para separar la información relevante del ruido, o para relacionar de manera creativa y valiosa ideas o materias aparentemente alejadas, son clave para la innovación y la productividad.
Deresiewicz cree que las instituciones educativas más prestigiosas de Estados Unidos, que es decir del mundo, se han especializado en formar alumnos capaces de superar exámenes concretos con cualificaciones excelentes, pero carecen de la flexibilidad intelectual y formación humanística de los Benjamin Franklin y los T.E. Lawrence del pasado, aguerridos seres totales, aventureros geográficos y del intelecto.
Menos técnicos especializados en la inercia y más líderes
“Tenemos una crisis de liderazgo -dice Deresiewicz en su artículo– porque nuestro abrumador poder y riqueza, ganados durante anteriores generaciones de líderes, nos hizo complacientes, y por demasiado tiempo hemos estado entrenando líderes que sólo saben cómo mantener la rutina en marcha”.
“[Son líderes] Que pueden responder preguntas, pero desconocen cómo formularlas. Que pueden cumplir objetivos, pero no saben cómo establecerlos. Que piensan sobre cómo hacer las cosas, pero no si merece la pena hacerlas en primer lugar”.
Por eso, explica William Deresiewicz, quizá tengamos en estos momentos los tecnócratas más preparados que haya conocido el mundo, “gente que ha sido entrenada para ser increíblemente buena en una tarea específica, pero no tiene interés en nada más allá de su especialidad”.
Y sentencia: “Lo que no tenemos son líderes”.
Déficit de pensadores bien formados
“Lo que no tenemos, en otras palabras, son pensadores. Gente capaz de pensar por sí misma. Gente que pueda formular una nueva dirección: para un país, para una corporación o una universidad (…); un nuevo modo de hacer las cosas, una nueva manera de mirar a las cosas. Gente, en otras palabras, con visión”.
William Deresiewicz cree que la falta de amplitud de miras, la incapacidad para interpretar simultáneamente el bosque y los distintos árboles, se ha convertido en un problema para la sociedad contemporánea, ya que los centros del saber, las instituciones que recogieron el testigo de las academias filosóficas de la Grecia Clásica, forman a cyborgs de las especialidades.
Hay que leer a los clásicos y las mejores obras de todos los tiempos. Pero no basta con ello: dentro de las posibilidades de cada individuo, insinúan personalidades como William Deresiewicz, hay que recuperar el hambre por el esfuerzo de la aventura, los personajes que emulen la formación física y espiritual de la era de los descubrimientos.
La fórmula alquímica del pensamiento creativo sensato
Algo así como conjugar la obra de Séneca y Marco Aurelio, con un poco de Cervantes y Shakespeare, pasando por la formación física e instinto de supervivencia de los exploradores españoles y portugueses de los siglos XV a XVII; o los últimos de su fuste: los exploradores de los polos, los picos más altos, o las misiones más extremas, desde Ernest Shackleton a T.E. Lawrence.
No hay una fórmula alquímica para crear líderes de distintos campos, pero uno de los modos de formular teoremas que funcionen en el presente es mirar a cómo lo hicieron los genios, polímatas, grandes exploradores y líderes del pasado.
Conociendo su vida, entorno y circunstancias, hallaremos pistas aplicables a la actualidad, siguiendo la hipótesis de Jared Diamond aplica a su mencionado ensayo Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen (observando los colapsos de sociedades del pasado, expone Diamond, obtendremos lecciones para gestionar el presente).
Sobre el tamaño y dificultad de los retos
Prescindir de lo superfluo, recuperar la capacidad para cultivarnos (también en soledad), y accediendo a ejemplos de todos los tiempos sobre contextos donde se ha favorecido la excelencia, puede reconducir la situación que William Deresiewicz describe como de “falta de líderes”, pese a contar tener los mejores tecnócratas de la historia.
Parte de la solución a los descomunales retos del presente y el futuro: crear nuevos tipos de trabajo y nuevos modos de generar riqueza para acomodar a los más afectados por la recesión financiera, acabar con las disfunciones más flagrantes de las instituciones que sostienen la sociedad global (organismos políticos y financieros, sus reguladores y vigilantes, etc.) y, sobre todo, evitar el colapso de los ecosistemas en las próximas décadas.
Población, alimentación, energías y recursos, economía, cambio climático, transacciones, diseño y fabricación de productos y servicios… Los principales retos están interrelacionados, y no pueden ser interpretados únicamente por brillantes tecnócratas y especialistas que conozcan una única disciplina o materia. Se buscan líderes y polímatas.
Sobre los individuos del Renacimiento
La solución a los retos del presente se encuentra precisamente, dice el consejero delegado de iFixit en un artículo para Harvard Business Review, en la polimatía: individuos con la profundidad de los “individuos del Renacimiento”.
Hoy, más que nunca, estamos expuestos a lo que queremos consumir; por eso, el esfuerzo para escuchar y aprender de otras corrientes, culturas o disciplinas puede marcar la diferencia en el futuro, dada la tendencia hacia la especialización.
Estos “seres críticos” aprendían sobre el arte de vivir (una materia de la Antigüedad que el Renacimiento, la Ilustración y la época contemporánea nunca recuperaron), pero también las otras disciplinas; desde el álgebra a la medicina, pasando por las matemáticas y lo que Aristóteles situó en su estantería “más allá de la física”, la metafísica.
Por qué nos equivocamos arrinconando el latín y la filosofía
Así, en la era de la especialización profunda, el latín, el griego, la filosofía, la historia del arte o la historia universal se arrinconan, cuando no desaparecen. Esta tendencia debe revertirse, a juicio de Kyle Wiens.
“Vivimos en una era -escribe Kyle Wiens- donde se instiga a la especialización profunda, la era de lo que el analista Vinnie Mirchandani llama la ‘monomateria'”.
“Los doctores se especialistas, así como los abogados, académicos, mecánicos… casi todo el mundo se especializa profesionalmente. Cuanto más te especializas, más dinero puedes ganar”.
Los especialistas se enrocan en su visión del mundo
El problema con la especialización estriba en que “los especialistas tienden a quedarse encallados en sus propios puntos de vista. Han sido enseñados a centrarse en cuestiones tan concretas que son incapaces de observar un problema desde distintos puntos de vista”.
Wiens cree que, en los entornos de trabajo contemporáneos, lo que se necesita con urgencia son personas con la habilidad de concebir soluciones amplias. Y es aquí cuando ser un polímata tiene ciertas ventajas.
Ocurre que, si bien admiramos al puñado de “genios” o “fueras de serie” (“outliers”, en terminología del colaborador de The New Yorker y escritor de ensayos Malcolm Gladwell) que lo hacen todo y despuntan de vez en cuando, lo hacemos como si se tratara de seres especiales, “freaks” que han logrado cotas de diletancia a la que cualquier persona “normal” no debería aspirar.
Animemos a los osados
Kyle Wiens coincide con William Deresiewicz en que la sociedad contemporánea rechaza la polimatía. “Tendemos a desprestigiar a la gente corriente que intenta ampliar un poco sus conocimientos”.
“Si son tan tontos como para divagar en lugar de dedicarse a una única vocación, esos desafortunados se ganan a veces la etiqueta descalificativa de ‘comodín de todas las jugadas, maestro de ninguna'”.
La presión social por huir de la diletancia y el polimatismo como de la lepra contradice la tendencia que constata que las personas capaces de predecir, discernir, innovar y encumbrarse al poder, son las que cuentan con conocimientos generalistas de todo tipo y experiencias valiosas.
Sobre la fugaz estancia de Steve Jobs en Reed College
Antes de dejar la universidad, Steve Jobs leyó, experimentó y aprendió sobre materias tan dispares como la artesanía, la tipografía o la psicodelia, antes de convertirse en uno de los mayores innovadores del siglo XX.
Del mismo modo, una de las personalidades con mayor credibilidad de Silicon Valley, el editor y organizador de eventos Tim O’Reilly, ha hablado reiteradamente de que sus estudios humanísticos (se graduó en Cultura Clásica), le han ayudado a interpretar la realidad con mayor profundidad. No casualmente, se le ha llamado “El Oráculo” de Silicon Valley.
Internet ha convertido la educación en una mera mercancía, y cualquiera con el tiempo y la pericia necesarias puede formarse desde su casa en cualquier materia, usando herramientas como los centros de educación remota.
Entre estas herramientas, destacan Khan Academny, el proyecto de Harvard y el MIT edX, iTunesU de Apple, Google Code University para los interesados en aprender programación, o la propia startup iFixit dirigida por Wiens, donde cualquiera puede formarse para aprender a arreglar sus dispositivos.
El valor de interpretar la realidad
Y, cuando la educación es una mera mercancía a la que cualquiera puede acceder, la ventaja competitiva del individuo es su capacidad para interpretar la realidad.
El autor y experto en marketing Timothy Ferriss expone la nueva realidad con toda su crudeza, respondiendo a una pregunta que ilustra la nueva realidad: ¿Era Steve Jobs mejor diseñador de producto que el jefe de diseño de Apple Jonathan Ive?
“No. Pero Jobs tenía una enorme variedad de habilidades y veía interrelaciones que no son obvias de detectar. A medida que la tecnología de convierte en mercancía con la democratización de la información, serán los generalistas capaz de interpretar el panorama general quienes predigan, innoven y dominen”.
Alternativas al inmovilismo
El polimatismo es la alternativa al inmovilismo de los modelos actuales, cuya inercia es impelida indirectamente por las nuevas generaciones de personas brillantes, educadas en una especialización tan concreta que han desarrollado una incapacidad patológica a analizar situaciones de un modo creativo.
El consejero delegado de iFixit Kyle Weins sintetiza este sentimiento aportando el ejemplo de una de las disciplinas con más futuro, la biomimética (consultar nuestro artículo Biomimética: 10 diseños que imitan la naturaleza), un modo de afrontar los problemas y retos del diseño humano para un futuro más sostenible tomando modelos que imiten la naturaleza.
Soluciones
“La biomimética requiere que sus expertos sean más que ingenieros, más que biólogos, más que ecologistas, más que diseñadores y más que meros inventores”.
En términos polimáticos, los expertos en biomimética que hallen las mejores soluciones para el futuro deben dominar los entresijos de todos los oficios anteriores, sin por ello interpretarlos de manera aislada, en compartimentos estanco.
El espíritu humano alberga la autodisciplina, la perseverancia, el espíritu aventurero, la pizca de locura y la genialidad que los retos actuales y futuros merecen.
15+1 polímatas que cambiaron la historia
Se adelantaron a su época y se caracterizaron por combinar distintas disciplinas del saber humano como nunca se había hecho con anterioridad.
Se arriesgaron a ser incomprendidos, a ser tildados de diletantes o a hacer poco menos que el ridículo intelectual. Su atrevimiento intelectual, considerado en ocasiones como insolente, por no hablar de herético, por sus contemporáneos, permitió avanzar a la humanidad.
He aquí 15 (+1) genios polímatas cuya obra habría sido mucho más pobre, de no haber dominado en profundidad varias materias del saber a la vez.
1. Aristóteles (384–322 aC)
Filósofo griego, discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno. Legó sus ideas sobre muchos temas: física, metafísica, poesía, teatro, música, lógica, retórica, política y gobernanza, ética, biología, zoología, estética. Su idea acerca de alcanzar el bienestar (¿felicidad?) cultivando la virtud y viviendo de acuerdo con la naturaleza influyó a filosofías de vida e interpretaciones religiosas posteriores. Considerado uno de los fundadores del pensamiento occidental.
2. Armen Firman (Abbás Ibn Firnás, 810–887)
Polímata bereber andalusí nacido en Ronda, Málaga. Inventor, ingeniero, aviador, físico, poeta y músico, representa el arquetipo de sabio del Emirato de Córdoba. Este personaje renacentista es considerado uno de los precursores más sólidos de la aviación moderna. Según el historiador Philip Khuri Hitti, Ibn Firnás “fue el primer hombre de la historia en realizar intentos científicos de volar“. Se lanzó desde una torre y logró volar durante 10 segundos con unas alas de madera, antes de fracturarse las dos piernas en el aterrizaje. Olvidado por la historia, su curiosidad y estatura intelectual son comparables a las de Leonardo.
3. Avicena (Abū Alī ibn Sīnā, 980–1037)
Avicena traspasó las fronteras de su Persia natal y su pensamiento influyó tanto sobre Occidente como sobre el Lejano Oriente. Considerado un genio universal con la estatura de Aristóteles o Leonardo Da Vinci. Astrónomo, químico, geólogo, lógico, paleontólogo, matemático, físico, poeta, psicólogo, científico y docente, el eclecticismo de su conocimiento le permitió influir sobre varias disciplinas. Conocido primero como físico, escribió tratados sobre medicina, religión, poesía, filosofía, lógica, física, matemáticas y astronomía, además de ser soldado y político.
4. Averroes (Ibn Rushd, 1126–1198)
El filósofo andalusí Averroes es considerado uno de los sabios más importantes de la historia árabe. Filósofo, doctor, físico, jurista, letrado, astrónomo, matemático y teólogo, ha sido descrito como “doctor, filósofo y hombre renacentista”. Elaboró una enciclopedia médica considerada como la base de la medicina moderna occidental y tuvo tiempo para comentar la obra de Aristóteles. Defendió la filosofía clásica de los ataques de religiosos ortodoxos. Influyó tanto sobre la Edad Media y el Renacimiento europeos, que su olvido total o parcial resulta paradójico y poco riguroso.
5. Maimónides (1135–1204)
Otro cordobés universal (como el filósofo estoico Séneca y el ya mencionado el filósofo andalusí Averroes, que fue su maestro y al que dio cobijo en Almería). Moshé ben Maimón, Maimónides, fue rabino, filósofo, físico de Saladino, matemático, astrónomo y científico, además del teólogo judío más importante de la Edad Media. Su obra filosófica fue tan importante como la de su maestro Averroes, y su influencia aristotélica le causó incomodidades entre los interpretadores rabínicos más estrictos, por su devoción por la filosofía clásica y su oposición al misticismo y las supersticiones. Fue criticado de racionalista y es considerado precursor, a través de Spinoza, de la Ilustración.
6. Roger Bacon (1220–1292)
No es casual que el personaje de Guillermo de Baskerville, el incisivo monje franciscano racionalista que se sirve del método empírico para dilucidar los misterios de El nombre de la rosa, de Umberto Eco, se asemeje al sabio franciscano inglés del siglo XIII Roger Bacon. Apodado Doctor Mirabilis (“doctor admirable”), se inspiró en autores árabes (muchos de ellos andalusíes), especialistas en Aristóteles, para interpretar la obra del filósofo griego. Fraile y maestro de Oxford, se especializó en filosofía aristotélica, óptica, semiótica, alquimia, astronomía y matemáticas. Posteriormente, fue recibido en París como un sabio, a la altura de Aristóteles, Avicena o Averroes. Vivió en la época de otro sabio universal franciscano, el mallorquín Ramon Llull, cuya Ars Magna inspiró el trabajo matemático de Gottfried Leibniz y otros tantos sabios.
7. Leonardo da Vinci (1452–1519)
La inscripción especular (invertida) que Leonardo da Vinci incluyó en su emblema, un arado dentro de un óvalo, sintetiza el espíritu del sabio universal toscano: “Impedimento non mi piega” (ningún obstáculo me dobla). Conocido sobre todo por sus icónicas pinturas y dibujos, Leonardo combinó su faceta más artística, con todo tipo de disciplinas, hasta que su conocida polimatía le impidiera desarrollar ideas que se adelantaban en ocasines varios siglos a su época. En Leonardo había un poco de todos los genios de la época: además de pintor, fue inventor, científico, escultor, arquitecto, ingeniero, matemático, físico, filósofo, humanista, alquimista, biólogo, naturalista, anatomista, geólogo, tecnólogo, astrónomo, cartógrafo, botánico, criptógrafo, anatomista, topógrafo, delineante, diseñador, escenógrafo, estilista, músico, escritor y poeta. El polímata y hombre renacentista por antonomasia, conceptualizó el helicóptero, el tanque, la energía termosolar, la calculadora, el doble casco o los movimientos tectónicos. Es considerado uno de los mejores pintores de todos los tiempos y quizá la persona con talentos más diversos y sobresalientes que jamás haya vivido.
8. René Descartes (1596–1650)
Considerado uno de los padres de la Ilustración y la filosofía moderna, combinó su obra filosófica con la escritura, las matemáticas y la física. Su faceta como precursor de la Revolución Científica es menos conocida, pero sus trabajos de geometría analítica inspiraron otros trabajos que propulsaron la Revolución Industrial.
9. Isaac Newton (1643–1727)
Físico, matemático, astrónomo, teólogo, filósofo y alquimista, el inglés Isaac Newton ha pasado a la historia por su obra Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (los “Principia”), en la que describe la gravedad, las tres leyes de la mecánica clásica, sus trabajos en óptica y lumínica y su desarrollo del cálculo matemático. Su obra complementa, completa y anota la de otro genio inglés ya mencionado, Roger Bacon, usando el método empírico por el que el franciscano había abogado ya en el siglo XIII.
10. Gottfried Leibniz (1646–1716)
Filósofo, matemático, jurista, bibliotecario y político alemán con la capacidad intelectual para apreciar y destilar el saber que Ramon Llull había compilado en su obra cabalística. Se sirvió de la Ars Magna de Llull para desarrollar su teoría sobre la computación, precursora de la informática moderna. Desarrolló, con Isaac Newton, el cálculo integral y diferencial, base del rigor científico iniciado con la Ilustración. Diderot escribiría sobre Leibniz en la Enciclopedia: “Cuando uno compara sus talentos con los de Leibniz, uno tiene la tentación de tirar todos sus libros e ir a morir silenciosamente en la oscuridad de algún rincón olvidado”. Junto con René Descartes y Baruch Spinoza, fue uno de los tres grandes racionalistas del siglo XVII.
11. Benjamin Franklin (1706–1790)
Nació en una familia numerosa y humilde de Nueva Inglaterra y se convirtió en uno de los hombres renacentistas más reconocidos de su época, además de contribuir a la independencia de Estados Unidos y escribir una de las autobiografías más celebradas de la historia. Respetado en Europa y Norteamérica, fue editor del popular Poor Richard’s Almanack, escritor, politólogo y político, científico, inventor y diplomático. Trató de simplificar la gramática inglesa con cambios que no cuajaron y fueron atacados por el tory inglés Samuel Johnson, autor del primer diccionario inglés y detestaba la insolente prosperidad material e intelectual de las Trece Colonias de América del Norte, que se convertirían en Estados Unidos.
12. Thomas Jefferson (1743–1826)
Con Benjamin Franklin, el otro polímata norteamericano universal y también artífice de la independencia de su país fue el virginiano Thomas Jefferson, cuyo aura de distinguido cavalier contrastaba con el espíritu puritano y campechano de Franklin. Fue el principal autor e impulsor de la Declaración de Independencia de su país y el tercer presidente de Estados Unidos. Orador reconocido, escritor y abogado, tenía una sólida formación en lenguas y cultura clásicas, así como historia, ciencias, enología, arqueología y arquitectura (diseñó su casa de estilo neoclásico-palladiano, Monticello, así como los primeros edificios de la Universidad de Virginia). Conocía la obra de John Locke, Francis Bacon e Isaac Newton, practicaba el violín y leía a Tácito y Homero. Como Franklin, Jefferson inventó varios dispositivos.
13. Rabindranath Tagore (1861–1941)
Poeta, novelista, músico, dramaturgo y pintor bengalí, que concedió carácter universal a la cultura india durante los siglos XIX y XX. Fue influido por el panteísmo y trascendentalismo, la versión estadounidense del idealismo alemán, de Henry David Thoreau. Fue premiado con el Nobel de Literatura en 1913. Mohandas Gandhi y Tagore se profesaron admiración mutua.
14. Friedrich Hayek (1899–1992)
Este austríaco dedicó su indiscutible capacidad intelectual a elaborar teorías económicas; quizá por ello, la historia ha arrinconado su obra a la estantería de los genios “incómodos”. No en vano, este economista, filósofo, psicólogo y politólogo es, junto con su maestro Ludwig von Mises, el principal teórico de la escuela austríaca de pensamiento económico, que destaca por su individualismo y no intervencionismo de lo público en la economía. Fue galardonado con el Nobel de Economía en 1974.
15. John von Neumann (1903–1957)
Uno de los últimos grandes polímatas. Nacido en Hungría, la época convulsa vivida en la Europa de entreguerras le llevó a refugiarse en Estados Unidos como tantos otros genios, Albert Einstein entre ellos. Fue físico, matemático, artífice de la teoría de juegos, economista y pionero de la hidrodinámica, la estadística moderna, la ciencia computacional y la informática moderna. Su capacidad intelectual suscitó varios comentarios de sus coetáneos. Su imagen pública se ha relacionado en los últimos con el programa atómico estadounidense, olvidando sus otras contribuciones.
Bonus:
16. Steve Jobs (1955–2011)
Steve Jobs se definió a sí mismo un hijo de la contracultura (se declaró admirador del Whole Earth Catalog, que definió como “el Google de mi generación”; y salió con la cantante Joan Baez). Emprendedor, inventor, diseñador, co-fundador y consejero delegado de Apple (en dos etapas) y Pixar, así como influencia decisiva en la cultura digital actual; también se le ha calificado de “visionario”, y su capacidad de trabajo es tan legendaria como sus achaques de ira y falta de paciencia con la incompetencia o la mediocridad. De Steve Jobs se dirá en el futuro que supo resolver el “dilema del innovador”: cómo innovar cuando una organización está presionada por el corto plazo (necesidad de presentar resultados trimestrales, etc.). Jobs lo hizo olvidando el corto plazo y centrándose en el recorrido a largo plazo. Cuando retornó a Apple, apostó por pocos productos, con diseño icónico y minimalista, nombre sencillo, así como una evolución mirando al horizonte. En lugar de preguntar a los consumidores lo que querían, Apple se dedicó a resolver problemas que los consumidores no se habían planteado tener con productos que la gente no había imaginado, cuanto más demandado. Es considerado el último gran inventor, a la altura de Nikola Tesla, Thomas Edison o Henry Ford.