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"Flujo": hackeando la capacidad inmersiva en cualquier tarea

En una cultura donde predomina la interrupción, crece la importancia de actividades que ejercen de contrapeso y requieren lo que la historiadora de Harvard Jennifer Roberts llama “atención inmersiva“.

Hay maneras de sacar el máximo partido a cualquier actividad, alcanzando un estado de inmersión que desentumece nuestros músculos y/o mente, resolviendo retos o problemas con determinación y perdiendo la percepción del tiempo y de uno mismo, tal es nuestra concentración.

Cuando predomina el estímulo, la paciencia y la concentración son estratégicas

Según Jennifer Roberts, la virtud de la paciencia ha sido asociada históricamente al autocontrol y el aguante, que enseñaban a uno a la necesidad de esperar, así como los frutos de la planificación y la visión a largo plazo.

En una sociedad donde no hay que esperar por nada y predomina la cantidad de información sobre su calidad y asimilación, Roberts cree que la atención inmersiva y la paciencia se convierten en habilidades estratégicas.

“La paciencia es un estado cognitivo activo y positivo. Donde la paciencia indicó una vez falta de control, ahora es una forma de control sobre el ritmo de la vida contemporánea que, de lo contrario, nos controla a nosotros”.

Conciencia y el criterio: sobre lecturas inmersivas

Así, por ejemplo, la lectura inmersiva de un clásico literario aporta una experiencia y conocimiento más fructíferos a la larga que los contenidos informativos y mediáticos disponibles en cualquier lugar, en múltiples soportes y por una fracción del precio que en el pasado.

“La paciencia ya no denota falta de poder; quizá ahora la paciencia sea poder”, concluye la profesora de Harvard.

Paciencia y atención inmersiva forman parte de los ingredientes que propulsan lo que el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi llamó en 1975 experiencia de flujo (“flow“).

“Flujo”: fundirse con la actividad realizada

Desde entonces, la psicología positiva ha usado la expresión para describir los momentos en que nuestra mente está totalmente inmersa en la actividad que ejecuta, hasta el punto de que perdemos la noción del tiempo y se produce un desapego entre mente y necesidades fisiológicas.

La teoría psicológica sobre las experiencias de flujo identifica varios componentes necesarios para que se produzca la situación inmersiva:

  • concentración en el presente;
  • fusión de la acción realizada y la conciencia;
  • pérdida de la conciencia de uno mismo;
  • sensación de control personal y sobre la situación/actividad;
  • distorsión de la percepción subjetiva del tiempo;
  • la actividad se realiza con la naturalidad de lo intrínsecamente gratificante.

Por qué la oficina ahuyenta los momentos de “flujo”

Encontrarse en un momento de flujo supone dedicar la conciencia a una actividad sin que predominen las distracciones e interrupciones de entornos como la oficina (llamadas, correo electrónico, reuniones) o las situaciones de ocio sin propósito acotado (redes sociales, lectura de párrafos inconexos, mensajería, medios, etc.).

La psicología defina las situaciones de concentración inmersiva como “autotélicas” (del griego “aut”, uno mismo, y “telos”, objetivo), situaciones ejecutadas con sentido del propósito y curiosidad.

La inmersión del flujo de la conciencia es, en definitiva, la invitación de la filosofía clásica a la introspección, equivalente a la invitación a conocerse a uno mismo de Sócrates y las filosofías de vida que se derivaron de su pensamiento.

Situaciones de “flujo” y filosofía clásica

El estoicismo, por ejemplo, recomendaba depender lo menos posible de circunstancias ajenas a uno mismo para autorrealizarse (alcanzar lo que llamaban “tranquilidad”, que equivaldría al concepto actual de autorrealización).

La determinación autotélica es la manifestación de la individualidad y el fruto del esfuerzo mental… o el físico. 

En ocasiones, corredores de fondo experimentan una divagación equivalente a una situación de flujo mientras avanzan en la carrera.

El carácter introspectivo de la experiencia inmersiva la distingue de otras situaciones en propulsadas por estímulos ajenos a uno mismo, como la comodidad, la recompensa económica, la promesa de poder, la fama o cualquier otra supuesta recompensa motivadora.

De Séneca a Mihaly Csikszentmihalyi

Mihaly Csikszentmihalyi describe a una persona con capacidad autotélica de un modo muy parecido a cómo el estoico Séneca define la persona autorrealizada en Cartas a Lucilio:

Según el psicólogo, “Una persona autotélica necesita pocas posesiones materiales y poca diversión, confort, poder o fama porque mucho de lo que hace ya es gratificante. 

“Debido a que estas personas experimentan el flujo en el trabajo -prosigue Mihaly Csikszentmihalyi-, la vida familiar, interaccionando con gente, comiendo o incluso solos sin nada que hacer; dependen menos de las gratificaciones externas y mantienen a otros motivados para que lleven una existencia compuesta por rutinas.

“Son más autónomos e independientes -concluye- porque no pueden ser manipulados con tanta facilidad con amenazas o recompensas del exterior. Al mismo tiempo, se involucran más con lo que hay en torno a ellos porque están totalmente inmersos en la corriente de la vida”.

Una vez más, la psicología moderna sonando a filosofía clásica.

Cuando nos gusta lo que hacemos, aunque requiera esfuerzo

Incluso quienes experimentan a menudo la inmersión introspectiva y disfrutan desde lo profundo de su conciencia con su trabajo y otras facetas de su vida afrontan momentos dominados por el exceso de estímulo, en forma de sobrecarga de opciones y posibilidades de gratificación instantánea, que anulan o postergan (procrastinación) potenciales experiencias de flujo.

Ansiedad, pesar, apatía, aburrimiento, ruido… Hay estados mentales que actúan de barrera de la introspección e impiden, por ejemplo, que la lectura de un libro sea prolongada y agradable, o que el tiempo vuele mientras trabajamos en algo a la vez desafiante y motivador, etc.

En cambio, las técnicas o actividades que activen el autocontrol, la curiosidad o incluso la relajación pueden convertirse en la antesala de experiencias inmersivas o, al menos, pueden prepararnos para ello. La fuerza de voluntad y lo que la profesora de Harvard Jennifer Roberts llama paciencia para lograr una “atención inmersiva” o de calidad harán el resto.

Sobre los riesgos de narcotizarse con estímulos para pasar el rato

Cualquier actividad puede ser la antesala de una experiencia de flujo, aunque no existan técnicas ni entornos que garanticen que ocurrirá.

Eso sí, hay más posibilidades de que tenga lugar -dice la psicología positiva- cuando superamos la dureza de los primeros minutos de concentración y afrontamos una tarea o actividad con propósito. En cambio, situaciones pasivas (ver la televisión, visitar bitácoras, consultar el correo, etc.) no suelen proporcionar flujo al no existir una búsqueda activa del individuo por la concentración.

¿Cómo saber si logramos experiencias de flujo en el trabajo, haciendo deporte, estando con la familia o en otras situaciones? Existirían, según Csíkszentmihályi, 3 condiciones para que se diera un momento introspectivo de flujo:

  • implicarse en una actividad con objetivos claros y progreso cuantificable (dirección y estructura);
  • la tarea debe tener una respuesta inmediata que sirva de “termómetro” al individuo, para ajustar la actividad a cualquier cambio o demanda;
  • equilibrio entre los retos percibidos por uno mismo y las habilidades percibidas (el reto de la tarea debe ser posible y depender del esfuerzo individual).

Saber qué se quiere hacer

En su artículo científico (PDF) sobre métodos que facilitan situaciones de flujo, Owen Schaffer acotó en 2013 las condiciones necesarias para alcanzar este estado de atención inmersiva con la mayor frecuencia posible:

  • saber qué se quiere hacer;
  • saber cómo se puede hacer;
  • conocer cómo lo estamos haciendo según nuestras expectativas;
  • saber adónde ir (si la actividad requiere la navegación);
  • altos desafíos percibidos;
  • altas habilidades percibidas;
  • liberarse de distracciones.

Los 7 puntos parecen de perogrullo… Hasta que nos situamos ante el vértigo de una actividad retadora concreta y percibimos que es mucho más sencillo posponer, empezar sin haber realizado una planificación realista, frustrarnos o, simplemente, distraernos con la primera invitación gratificadora al instante que pulule ante nuestros sentidos.

Condiciones de perogrullo para las que se requiere preparación, voluntad, paciencia. La presión también juega su papel, decantando la balanza hacia la energía motivadora o, por el contrario, hacia el miedo paralizador, la ansiedad o el fenómeno de la posposición (procrastinación).

Repetir un “estado” mental es elusivo; no así la actitud y la preparación

Steven Kotler, autor del ensayo The Rise of Superman, detallaba hace unas semanas en la bitácora Art of Manliness maneras de mejorar nuestro rendimiento introspectivo o “flujo”.

Kotler menciona un estudio de McKinsey a lo largo de 10 años, que concluyó que los directivos son hasta 5 veces más productivos en situaciones de “flujo”; desafortunadamente, la oficina moderna parece haber sido diseñada para la interrupción, tal y como detallan los emprendedores David Fried y Jason Heinemeier Hansson en su ensayo Rework.

Pero existe un inconveniente: “el estado de ‘flujo’ debe ser el más deseable en el mundo, pero también el más elusivo”. No hay modos matemáticos de reproducir la experiencia con consistencia, del mismo modo que no se puede acelerar el rendimiento radicalmente usando atajos.

Desencadenantes de las situaciones de “flujo”

La inmersión en una actividad hasta dar lo mejor de uno mismos trasciende barreras educativas, culturales, de género y edad, pero entre quienes tratan de sobresalir en alguna actividad, las situaciones de “flujo” no son un estado bienvenido, sino una necesidad que debe invocarse con frecuencia.

Steven Kotler ha dedicado 15 años a estudiar los desencadenantes más frecuentes:

  • medioambientales: desencadenantes externos que conducen a la gente a que den lo mejor de sí, a que no se rindan en la primera percepción de dificultad. Para alcanzar el “flujo”, debe existir el propósito de tomar riesgos (con consecuencias si uno fracasa); un entorno rico que combine lo conocido con la novedad, incertidumbre y complejidad, invita a tomarse el reto en serio si se es “autotélico”;
  • fisiológicos: condiciones en nuestro interior que activan la inmersión introspectiva (objetivos, cuantificación, relación realista entre reto y habilidades);
  • sociales: versión colectiva de la alta concentración, presente en actividades creativas y empresariales (el ambiente de algunas startup en sus inicios es evocado a menudo) o en momentos especialmente brillantes de deportes de equipo;
  • creativos: la creatividad depende de la capacidad de reconocimiento de patrones (habilidad para asociar ideas) y capacidad para asumir riesgos, experiencias que contribuyen a la elevada concentración y experiencias inmersivas.

Ventajas de acudir a la fuente

Abunda la literatura psicológica sobre las experiencias de “flujo”, que en el fondo aporta poco novedoso con respecto a las ideas expuestas por los principales estoicos cuando filosofaban sobre el “arte de vivir“.

¿Por dónde empezar, pues, si pretendemos ampliar y lograr con mayor frecuencia situaciones de flujo?

Después de conocer los principales preceptos de esta corriente filosófica, el siguiente paso sea quizá consultar una buena guía de lectura, como la firmada por Shane Parrish en la bitácora Farnam Street.

Preparando la inmersión

Parrish recomienda las Meditaciones de Marco Aurelio; Cartas a Lucilio de Séneca (considerado por muchos el único libro de autoayuda que cumple con las expectativas del lector con efectividad y realismo; sin defraudar); y los Discursos de Epicteto.

Asimismo, Parrish incluye al final referencias a otros libros y fragmentos, así como artículos y entradas de bitácora sobre la materia.

Feliz y fructífera inmersión.