Antes de los grandes creadores que posibilitaron la era informática en los 70, Internet en los 90 y las aplicaciones sociales en la primera década del siglo, industriales y diseñadores combinaron actitud, propósito personal, polimatía y mucha ingenuidad para innovar.
Es el caso de Jean Prouvé, pionero de las viviendas pequeñas, minimalistas y prefabricadas.
Ingeniero, arquitecto, diseñador, artesano, profesor, artista… Jean Prouvé es en muchos aspectos el precursor del diseño moderno, aunque su nombre es prácticamente desconocido por el gran público a diferencia de Walter Gropius, Le Corbusier, Dieter Rams o Steve Jobs, entre otros.
Los creadores que surgirán de la larga crisis
Entre otras cosas, la crisis económica de 2008-2013 es también el síntoma del cambio de equilibrio mundial, la aparición y desaparición de oficios y la llegada de métodos para producir bajo demanda que combinan viejos conocimientos con nuevas tecnologías cada vez más asequibles.
A mediados del siglo XX, una generación de pioneros integró en el diseño de objetos, mobiliario y arquitectura las técnicas y materiales industriales de la época.
(Imagen: cuando los grandes creadores e industriales conocían su oficio desde abajo; Jean Prouvé de aprendiz a los 16 años)
Se inspiraron en una idea del diseño supeditada a la sencillez y utilidad de cada objeto: el Movimiento Moderno.
Indagando en el pasado: el pionero Jean Prouvé
Entre los diseñadores pioneros de esta corriente destacó el polímata autodidacta de Nancy (Francia) Jean Prouvé (1901-1984), que entremezcló en su carrera diseño arquitectónico, industrial, estructural y de mobiliario.
La convivencia con un círculo artístico interdisciplinar, compuesto por músicos, diseñadores o incluso artistas del vidrio, así como su colaboración con el Ministerio de Reconstrucción francés, permitieron a Prouvé experimentar con sus dotes artesanales y la última tecnología en campos como la vivienda social prefabricada.
Como el también polímata estadounidense Buckminster Fuller, que concibió en los años 40 viviendas prefabricadas como encargo del gobierno de Estados Unidos para su uso en bases militares y zonas en conflicto, Jean Prouvé diseñó una casa económica y prefabricada para alojar a quienes no tenían vivienda tras la guerra en Francia.
Una casa pequeña prefabricada donde la forma sigue a la función
A diferencia de sus muebles, que siguen fabricando empresas como Vitra y cuyos originales se subastan por decenas o incluso centenares de miles de dólares, su pequeña, impoluta y despejada casa prefabricada para alojar a los despojados de la guerra cayó en el olvido.
Sólo quedan dos unidades original de Maison Démontable 8×8, la casa prefabricada con una planta y una habitación diseñada por Prouvé en 1945.
La Maison Démontable 8×8 es un modelo esencialista y editado, desprovisto de cualquier elemento prescindible para una vida confortable en un espacio reducido, pero con apariencia despejada y sin subdivisiones.
Cuenta con planta cuadrada compuesta por un armazón de acero que confluye a través del tejado en un único soporte central de la estructura, compuesto por dos pilares de acero unidos y ligeramente abiertos a modo de compás.
Pensando en fabricación, materiales, modularidad, habitabilidad, reparabilidad…
Los finos rieles de acero, separados cada uno por un metro (8 rieles en total por cada lado de la planta cuadrada) permiten insertar láminas de madera en suelo, paredes y tejado y erigir la casa prefabricada en una jornada.
Se repite el mismo principio, sencillo y racional aunque con la estética memorable de los diseños útiles y desprovistos de ruido, en una amplia cristalera que ocupa tres de los 8 rieles de un metro de ancho de la fachada, así como en la puerta y cada una de las 4 ventanas, una por lado.
Jean Prouvé diseñó diferentes tamaños de la Maison Démontable: el programa incluía 160 unidades, pero apenas unas decenas fueron erigidas, la mayoría de las cuales se destruyeron después de la guerra.
El diseño que no fue reconocido
Muchas de las unidades construidas fueron desmanteladas para reusar sus materiales: había escasez de metal, aluminio, madera, mobiliario, etc.
Para Prouvé, el modelo con planta de 8×8 metros suponía el equilibrio que había buscado en el proyecto: costes, ligereza, facilidad de montaje, estética, dimensiones, habitabilidad.
Además de la unidad que se encuentra bajo subasta, la otra Maison Démontable 8×8 existente se encuentra en la antigua casa de Prouvé, junto a su estudio, ahora protegido como monumento histórico en Nancy.
Sobreviven varias unidades de versiones en otras dimensiones, desde la más pequeña concebida por Prouvé (6×6 metros) a la más grande, con planta rectangular (24×8 metros).
De “casa barata” a “casa obra de arte”
Una de éstas ahora en subasta por un precio de obra de arte reconocida por los entendidos, la Maison Démontable 8×8 ofrece lecciones útiles a los nuevos artesanos-industriales (o artesanos-hacker) de la actualidad sobre diseños funcionales, sencillos, que saben envejecer y ofrecen una elegancia desnuda, “editada” (como un buen texto, un buen poema, una buena pieza musical o un buen software), despojada de lo prescindible.
Aunque desconocido por el gran público, los ligeros diseños de Prouvé lo consolidaron como uno de los arquitectos-ingenieros más importantes e innovadores de mediados del siglo XX.
Si Buckminster Fuller ideó sus casas prefabricadas DDU de planta circular y techo cónico de metal corrugado (como una yurta metálica) para soportar entornos hostiles, la casa prefabricada de Jean Prouvé es ligera, diáfana, gentil con el entorno donde se sitúa, de una elegancia y racionalidad ásperas e intemporales.
Una microcasa modular “barata” donde habría vivido Steve Jobs
El modelo industrial y de diseño culminado en la Maison Démontable 8×8 podría haber sido concebido por diseñadores de otras épocas que comparten ideas similares sobre la sencillez, usabilidad y memorabilidad de los mejores productos, desde Dieter Rams (Braun, Vitsoe) a Yvon Chouinard (Patagonia) o Steve Jobs.
Empezando por el diseño: barato, reparable, durable, sencillo de transportar y montar, replicable, industrial, adaptado al medio y con escala humana.
El modelo industrial de Jean Prouvé también habría sido suscrito por los emprendedores y diseñadores industriales mencionados: ingeniero, arquitecto e industrial autodidacta, construyó una factoría en Nancy y diseñó las máquinas que fabricaban tanto los armazones de acero como el pilar de acero con dos columnas en forma de compás dispuesto en el centro de la planta y sobre el que descansa toda la estructura.
Cuando el embalaje y el montaje importan
Las máquinas de la factoría de Nancy podían producir bajo demanda cualquiera de los tamaños de la Maison Démontable con ligeras modificaciones.
Una vez producidas, los elementos de cada unidad, concebidos para facilitar el ensamblaje, recuerdan al mejor diseño modular, desde viviendas a mobiliario, pasando por juguetes.
La casa era entregada en 10 cajas, cada una de las cuales permitía realizar una tarea, debidamente documentada, en un proceso similar a armar un mueble de Ikea:
- cada pieza podía moverse por 2 personas, sin necesidad de maquinaria pesada ni herramientas especializadas;
- una caja incluía la estructura del suelo y habían cajas para cristalera, ventanas y puerta, así como para la estructura de cada lado, para el tejado y el compás de acero, que debía fijarse de manera autónoma en el centro de la planta ya montada;
- tres personas podían armar una Maison Démontable en una jornada, gracias a la ligereza del acero usado (con una técnica de doblado que permitía a las piezas de acero usadas mantener su robustez con un interior hueco para reducir tanto el peso como el coste de producción.
Prouvé y el retorno de las manufacturas a Occidente
Jean Prouvé ha sido redescubierto por la industria actual, aunque su intención original (construir casas sencillas y económicas para los desposeídos) se ha transformado en una reivindicación del artista.
Ello explicaría por qué a Maison Démontable 8×8 tiene un precio de salida en subasta… de 2,5 millones de dólares. Las unidades con planta de 6×6 metros alcanzan los 800,000 dólares.
La visión de Jean Prouvé recupera, no obstante, la vigencia que quizá no tuvo ni siquiera al finalizar la II Guerra Mundial: su Maison Démontable encaja con el retorno de los industriales y las manufacturas a Occidente, ahora en forma de producción bajo demanda y a pequeña escala.
El legado de los innovadores de mediados del siglo XX
Asimismo, la Maison Démontable es el arquetipo de diseño económico, posible, elegante, humano por el que abogan el diseño escandinavo, el ideal estético japonés wabi-sabi o incluso los partidarios de la vida sencilla y el movimiento de las casas pequeñas.
Entre los referentes del retorno de las manufacturas a Occidente, esta vez a través de microfactorías a menudo en los barrios más vibrantes de las antiguas ciudades industriales, se encuentran los profesionales-artesanos que, inspirados en el mencionado Movimiento Moderno, concibieron sus productos pensando en su función y su relación con el entorno, enseñando su estructura y usando nuevos materiales (contrachapado, plástico, acero corrugado, fibra de vidrio, cemento pulido, etc.).
Estos pioneros de la artesanía y el diseño industrial de mediados del siglo XX combinaron ocio con trabajo y se sirvieron de talleres multidisciplinares para aprovechar ideas en la intersección entre las humanidades y las ciencias: el estudio polímata de la pareja de arquitecto y diseñadora Charles y Ray Eames, por ejemplo, diseñó viviendas y otros edificios, muebles, anuncios publicitarios y varios tipos de expresión artística multimedia antes de que se usara esta palabra (fotografía, vídeo, sonido). Sin olvidar incluso los juegos infantiles.
El renacido interés por el “mid-century modern”
El Movimiento Moderno fue tan fructífero como coherente con sus objetivos de servir al usuario con productos sencillos y poco pedantes, duraderos, con carácter memorable e intemporal sin buscar el protagonismo, convirtiéndose en herramienta y acompañante, más que en fetiche.
Autores europeos y estadounidenses exploraron las posibilidades del Movimiento Moderno en todo tipo de objetos, edificios y expresiones artísticas, desde la tipografía al arte abstracto.
La proyección de autores como Walter Gropius, Ludwig Mies van der Rohe, Le Corbusier, Frank Lloyd Wright o los mencionados Charles y Ray Eames, entre decenas de nombres, lograron suficiente reconocimiento como para que los edificios, muebles e incluso juegos infantiles (en el caso de los Eames) que diseñaron hayan sido en su mayoría preservados.
Ello no evita que, por ejemplo, se intenten derruir casas de Frank Lloyd Wright, se vandalicen edificios de Le Corbusier o se haya olvidado la influencia de Walter Gropius.
El renacido interés por el diseño moderno de mediados del siglo XX (“mid-century modern”) atañe también a otros diseñadores y arquitectos igual de influyentes pero menos conocidos, como Jean Prouvé.
Preocupación de los últimos grandes artesanos
Durante una entrevista para The Independent en agosto de 2010, Paul Smith lamentaba el declive de los artesanos.
Él mismo había aprendido su oficio desde abajo, cosiendo y aprovechando retales, aprendiendo patronaje, tratando con texturas, colores… Y aprendiendo de los artesanos más talentosos, que a menudo no ascienden en el organigrama de las empresas, sean pequeñas o grandes.
Deslocalización, cambio de paradigma cultural e industrial en el mundo, ascenso de la obsolescencia programada y de un consumo cada vez más impulsivo, hedonista y centrado en el brillante envoltorio de un bien en el momento de la compra (y no en el largo recorrido del producto)…
Antes de la obsolescencia programada
La cultura de la gratificación instantánea, si bien contribuyó a que sus prendas de ropa, singulares, caras y exclusivas, se vendieran más, evitó que los más jóvenes imitaran su oficio y trayectoria.
Durante la entrevista, un apesadumbrado Paul Smith, un veterano diseñador de ropa inglés con una influencia en su país comparable sólo a la de Vivienne Westwood, evocaba una época pretérita en que industriales de primera generación creaban empresas y productos de la nada.
Estos industriales, arquetipo de la persona hecha a sí misma, crearon tandems con diseñadores industriales para posibilitar la era de los primeros productos y electrodomésticos de masas, a menudo fabricados en factorías locales, sencillos y elegantes, reparables y muy duraderos. También caros en comparación con el sueldo medio, sí.
Dieter Rams
Paul Smith se refería en su entrevista a los industriales, creadores, artesanos, fabricantes y todo tipo de diseñadores que concebían todo tipo de productos con carácter, tecnología y el poso del trabajo concebido a partir de una asimilación conceptual e intelectual maduras.
Otro creador veterano, el diseñador industrial alemán Dieter Rams, concedía a otro diario británico, en este caso The Telegraph, una entrevista que evoca la de Paul Smith para The Independent.
Conocido por la influencia que sus pulcros diseños para Braun tuvieron décadas más tarde en el tándem Steve Jobs-Jonathan Ive, Dieter Rams lamenta que se hayan perdido máximas del diseños surgidas de la experimentación, el uso, la observación, la mejora a fuego lento: del “menos es más” o el “hacer más con menos” de Ludwig Mies van der Rohe surgió el “menos pero mejor” de Dieter Rams.
El papel de la polimatía en el diseño
El diseñador industrial era entrevistado por su contribución al diseño de masas. Rams y otros diseñadores de su generación hicieron útil y accesible el diseño industrial minimalista con influencias del Movimiento Moderno que había florecido después de la II Guerra Mundial a partir de ideas de la escuela Bauhaus.
El Movimiento Moderno derivó primero en nuevas tipografías; diseños de aparatos más sencillos, elegantes y fáciles de usar; así como en la arquitectura moderna, atenta a la luz, enseñar la estructura de los edificios y permitir que su forma se supeditara a su función (a partir de la máxima “form follows function”).
Paralelamente, explica Dieter Rams en The Telegraph, industriales aliados con diseñadores formados como polímatas (humanidades, ciencia, manualidades, experiencia vita) posibilitarían productos durables, proporcionados, coherentes, sencillos.
Características de un buen diseño (según Dieter Rams)
Un precursor del diseño industrial, la identidad de marca y el Movimiento Moderno había sido Peter Behrens y su trabajo para la empresa de electrodomésticos alemana AEG a principios del siglo XX, recuerda Dieter Rams.
Dieter Rams coincide con Paul Smith en la preocupación por la profusión de diseños baratos, poco durables y poco útiles, que se comportan como ruido ambiental. Era más difícil que una pluma, un electrodoméstico, una silla, un escritorio o una vivienda prefabricada inspiraran la misma pesadumbre en Paul Smith y Dieter Rams.
Al ser incapaz de “medir” con exactitud en qué consistía un buen diseño, Dieter Rams acabó sintetizando su experiencia e intuición en lo que llamó los 10 principios que comparten todos los buenos diseños. Un buen diseño:
- es innovador;
- hace un producto útil;
- es estético;
- hace un producto comprensible;
- es discreto;
- es honesto;
- es de larga duración;
- minucioso hasta el último detalle;
- respeta el medio ambiente;
- es tan poco “diseño” como sea posible.
Jean Prouvé: un Steve Jobs “avant la lettre”
El legado de Jean Prouvé empieza a desentrañarse. Su biografía y obra son, según ha explicado Alice Rawsthorn en The New York Times, un testimonio de la ingenuidad de los grandes industriales y creadores, un Steve Jobs “avant la lettre”.
A diferencia de otros perfiles de su época, más academicistas y atentos a las teorías vanguardistas sobre arte y diseño, la predilección de Jean Prouvé por situar la función por encima de la estética provenía de su profundo entendimiento de los diseños humanos, sólo al alcance de quienes han experimentado y trabajado como artesanos y artistas conceptuales.
Su biografía sirve de modelo e inspiración a nueva generación de artesanos-profesionales, artesanos-artistas y artesanos-hacker, perfiles de lo que el ex director de Wired Chris Anderson llama “makers”, creadores.
Les Ateliers Jean Prouvé
Como en la época de Prouvé, los artesanos de hoy conjugan tecnología, industria y artesanía, acaso con herramientas más baratas y sofisticadas que posibilitan pequeñas tiradas.
Precisamente Prouvé, que siempre insistió en producir él mismo sus propios diseños -fueran una casa prefabricada, mobiliario, lámparas, abrecartas o marcos de ventanas-, controlar todo el proceso desde su conceptualización hasta su uso en la realidad cotidiana.
Su pasión por los lenguajes y sistemas de construcción, así como su producción en masa a través de la empresa-factoría Les Ateliers Jean Prouvé (fundada en 1931 tras años de experiencia en su taller de Nancy -abierto en 1924-; y de su entrada en el círculo artístico Union des Artistes Modernes -UAM- en 1930), le convirtieron en pionero de la modularidad.
Cuando uno diseña y construye su propia casa
Eventualmente, el destino de su factoría, de la que perdió el control en manos de los accionistas a principios de 1950, obligaron a Prouvé a dejar la fábrica de Maxéville que él mismo había concebido para producir sus creaciones.
Su tesón, control del proceso de desarrollo de un producto y desencuentros con las tendencias económicas e industriales de la II mitad del siglo XX trazan un claro paralelismo entre la biografía de este creador ingenuo y el propio Steve Jobs.
Al abandonar en 1953 la empresa que había fundado, Jean Prouvé diseñó y construyó su propia casa, en cuyo jardín instalaría una de las 2 unidades supervivientes de su modelo preferido del proyecto para el gobierno francés de casa prefabricada para despojados de la guerra: la Maison Démontable con tamaño 8×8.
Más tarde, trabajó en la Compagnie Industrielle de Matériel de Transport (CIMT) de París (1957-68), tarea que conjugó con su docencia en el Conservatoire des Arts et Métiers (CNAM).
Retorno a los principios esenciales
Al final de su vida, en 1980, Prouvé retornó a su pasión: el diseño y control de todo el proceso creativo y de fabricación de mobiliario y otros objetos. Murió en 1984.
Su legado tangible: aunar requerimientos funcionales y estética, entendiendo el objetivo industrial de sacar el máximo rendimiento a materiales honestos al mejor precio posible.
Desafortunadamente, Prouvé asistió también al cambio de paradigma en la producción de bienes de masas: el ascenso de los bienes diseñados para brillar sólo en el momento de la compra y programados para fallar, baratijas producidas con materiales baratos y apenas probadas en el mundo real que habían sido programadas para usar y tirar.
Cuando ya no hay nada más que quitar
Contra la obsolescencia programada y la instauración de una cultura de productos de usar y tirar, incapaces de ser reparados y con utilidad limitada, el fundador de Patagonia Yvon Chouinard cita al escritor y aventurero francés Antoine de Saint-Exupéry: “la perfección se logra al fin no cuando ya no hay nada más que añadir, sino cuando ya no hay nada que quitar, cuando un cuerpo ha sido despojado hasta la desnudez”.
Como Prouvé, Chouinard aplicó al diseño y producción industrial de objetos cotidianos (en este caso, artilugios de escalada a través de Chouinard Equipment y, después, ropa técnica y complementos con la firma Patagonia) los atributos del artesano, que parten del conocimiento y el contacto directo: sencillez, robustez, durabilidad, reparabilidad, intemporalidad, honestidad.
Las mejores empresas, según Yvon Chouinard
En su ensayo autobiográfico Let My People Go Surfing, Yvon Chouinard apunta lo aprendido observando la calidad del equipamiento deportivo de algunas pequeñas marcas escandinavas que conoció durante los 60 y 70:
“Las mejores empresas hacen muy bien un reducido número de productos. Los productos de las mejores firmas usan, además, un 50% de piezas menos que los elaborados por sus rivales menos exitosos”.
Chouinard concluye: “Menos partes equivalen a un proceso de fabricación más rápido, más sencillo y a menudo más barato.”
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