Los sitios de “crowdfunding” (financiación colectiva o micromecenazgo) posibilitan un viejo anhelo, imposible antes de Internet: poner en contacto a creadores y emprendedores con mecenas de cualquier lugar, que contribuyen a un proyecto presupuestado con pequeñas aportaciones, consistentes a menudo en un puñado de euros. Decenas, cientos o miles de donaciones modestas de todo el mundo logran financiar proyectos que, de otro modo, habrían sido muy difíciles de emprender.
Proliferan los servicios en el nuevo campo de la financiación colectiva, o de usuario a usuario. Dominan la escena Kickstarter -el servicio más veterano, fundado en abril de 2009, que soporta microdonaciones de cualquier tipo de proyecto-, Kiva -sobre todo, micropréstamos a emprendedores sociales-, y Flattr -microdonaciones a contenidos digitales-, servicios que abanderan las principales tendencias.
Caridad contra inversión
Pero, ¿son las donaciones colectivas tan efectivas como los préstamos colectivos? Una donación a cambio de un obsequio no implica la misma responsabilidad de quien consigue los fondos como lo haría un préstamo ventajoso que debe ser devuelto.
Sin embargo, un préstamo que sea considerado una inversión está sometido a regulaciones locales, que pueden variar entre países. The Economist explica que existen cuestiones legales sin resolver, al tratarse de proyectos captando dinero de inversores que no reciben la contraprestación habitual en esquemas de inversión tradicionales.
En *faircompanies, hemos hablado acerca de los riesgos de un modelo de inversión social y ayuda al desarrollo centrado en el buenismo y la caridad, a menudo contraproducentes y capaces de bloquear el potencial de una idea que puede convertirse en un negocio y, por tanto, luchar contra la injusticia o la pobreza con mayor efectividad. Esa es, al menos, la idea de una nueva generación de emprendedores sociales, conscientes de las oportunidades que aportan la tecnología adecuada, la innovación inversa, el diseño industrial ecológico y otras tendencias.
Pese a los riesgos regulatorios, varios servicios -entre ellos Kickstarter, Pledgemusic o Rockethub-, disponen de una cuenta de depósito de garantía para cada usuario, en la que el dinero donado permanece hasta que finaliza el período de captación de fondos. Si no se ha conseguido el objetivo y el proyecto se cancela, el donante recupera automáticamente su dinero.
¿Una moda pasajera o el futuro o el revulsivo de los creativos y emprendedores?
Kevin Lawton, autor de The Crowdfunding Revolution, cree que las leyes sobre financiación empresarial vigentes en varios países, entre ellos Estados Unidos o la mayoría de países europeos, fueron concebidas para un mundo donde las redes sociales y la financiación colectiva no eran posibles.
Ahora, el éxito de los proyectos de financiación colectiva demuestra que las leyes deben ponerse a la altura de las tendencias de Internet y permitir que las ideas empresariales sean financiadas con dinero del público, incluyendo personas de cualquier punta del planeta que el emprendedor nunca haya conocido e inviertan cantidades ínfimas.
Antes incluso del fenómeno de los servicios de crowdfunding, ya se había popularizado el término micromecenazgo, bloguero radicado en Nueva York Jason Kottke, que decidió abandonar su trabajo como diseñador web a tiempo completo para dedicarse a su bitácora personal, gracias a las contribuciones de sus lectores, que recibieron su reconocimiento en calidad de “micropatronos“.
Los sitios de patronaje colectivo han popularizado la técnica de captación de fondos empleada por Jason Kottke, y acercan creadores y emprendedores a donantes, a menudo usuarios finales. Kickstarter (también sus clones locales: Verkami, Lanzanos, Injoinet y Volanda sólo en España; Babeldoor en Francia; o Pozible y StartSomeGood en Australia) y Kiva acaparan proyectos a menudo presentes en el mundo real (átomos), mientras Flattr quiere que consumidores de contenido hagan pequeñas aportaciones al contenido que consumen en Internet (bits).
A diferencia de los otros servicios mencionados, Flattr juega con la desventaja de que su popularidad dependerá del número de usuarios que estén registrados en el servicio y, por tanto, puedan donar con sus “votos” (cada vez que hagan click en un botón Flattr instalado en un contenido digital); así como del número de sitios web de todo tipo que instalen en sus contenidos la funcionalidad promovida por el sitio, similar a otros botones sociales.
Incluso la atomización del fenómeno del micromecenazgo tiene a menudo raíces regulatorias. Kickstarter, por ejemplo, no requiere a los donantes de proyectos que estén radicados en Estados Unidos, pero sí es necesario que los interesados en publicar un proyecto tengan al menos una cuenta bancaria con sede en Estados Unidos. En Europa, como ocurre con frecuencia, se suceden los proyectos de micromecenazgo destinados a mercados locales, sin que haya alternativas paneuropeas claras.
El todo o nada de captar fondos en un tiempo límite
Se trate de átomos o bits, creadores de todo el mundo asisten esperanzados a la consolidación de las plataformas de micromecenazgo. Los sitios más populares acapararán los proyectos más ambiciosos, con el mayor número de seguidores.
El mecenazgo colectivo consiste en donar dinero a un proyecto que tiene un objetivo de financiación realista (a menudo, inferior a 5.000 euros) en un tiempo limitado. Si el tiempo se cumple y el objetivo no se ha logrado, se cancelan los fondos, mientras que cualquier cifra que supere los objetivos es mantenida. A cambio de ofrecer el servicio, las plataformas de micromecenazgo suelen cobrar una comisión por las transacciones, a menudo inferior al 5%.
Entre los proyectos que llegan al objetivo de financiación en un número de días predefinido de antemano, se cuelan ideas artísticas de todo tipo, musicales, tecnológicas, gastronómicas, solidarias. Hay sitios que han optado por especializarse en un tipo determinado de proyecto: 33needs quiere atrar proyectos de micromecenazgo social; Sellaband ayuda a grupos musicales a grabar un disco; y Spot.us recauda fondos para proyectos periodísticos; entre otros sitios de micromecenazgo que han optado por un único nicho.
Diferenciar entre fondos obtenidos y éxito de un proyecto
Eso sí, conseguir financiar un proyecto a partir de la donación (o el préstamo, en el caso de Kiva) multitudinario no garantiza la calidad de su resultado, ni un éxito posterior. A las numerosas historias con un final esperanzador, que a menudo supone un documental, libro, disco o proyecto caritativo con cierta difusión, se unen los proyectos con más problemas.
Uno de los mayores proyectos publicados en Kickstarter es Diaspora, que obtuvo una inversión de 200.642 dólares, aportada por 6.479 usuarios en 12 días, cuando sus responsables esperaban lograr 10.000 dólares. Diaspora logró animar a sus miles de fiadores con una idea irresistible, crear una alternativa a Facebook, surgida en el momento adecuado, a raíz de una polémica en torno a la privacidad del contenido de las cuentas de los usuarios.
Diaspora era -es- un proyecto de código abierto, que partía con el apoyo independiente de miles de usuarios anónimos, dinero para comprar una mínima infraestructura y financiar gastos básicos. Contaba con el ejemplo de decenas de proyectos de código abierto que, como Linux, el servidor web Apache o el lenguaje de programación Ruby, han convertido la colaboración desinteresada en rotundo éxito.
Sin embargo, Diaspora no ha logrado, hasta el momento, mucho más que la atención mediática inicial. Los problemas se suceden en el seno del proyecto y difícilmente será nunca una alternativa a Facebook.
Diaspora recuerda a los creadores y emprendedores de todo el mundo que no deben centrarse únicamente en financiar mínimamente su trabajo, sino en su propio trabajo. Si éste es bueno, auguran al menos los expertos en capital riesgo, surgirán las oportunidades.
Muchas pequeñas donaciones hacen una gran donación
Sea como fuere, las microdonaciones demuestran no sólo que hay personas dispuestas a invertir modestamente y de manera desinteresada en ideas que valgan la pena, sino que hay una legión de creadores y emprendedores que recuerda que los inicios de cualquier pasión, tenga ésta voluntad de afición u oficio, son difíciles y a menudo requieren dinero.
Los inversores de capital riesgo tradicionales recuerdan a los creadores y emprendedores que usan los servicios de crowdfunding que, además de dinero, se necesita mucho trabajo y capacidad de ejecución para convertir una idea en realidad.
¿Es la inversión colectiva el inicio de una nueva era, en la que las empresas más innovadoras iniciarán su andadura con el dinero de donantes anónimos que han confiado en un proyecto publicado en Kickstarter o cualquiera de sus alternativas?
Financiar un proyecto a cambio de recompensas simbólicas
Los proyectos de micromecenazgo, que estipulan una fecha para alcanzar la financiación presupuestada, compiten para captar usuarios que se involucren económicamente, a cambio de recompensas proporcionales al esfuerzo: experiencias (encuentro o colaboración con los responsables del proyecto), obsequios, reconocimiento público de la colaboración, etcétera.
Desde su irrupción, el micromecenazgo se ha usado para distintos propósitos. Abundan los proyectos artísticos de personas y colectivos buscando apoyo económico en sus inicios, hasta financiación de ideas empresariales, que en los próximos años podría suponer una alternativa a la inversión de capital riesgo tradicional o a la financiación de proyectos culturales y de contenidos digitales con una seria alternativa a modelos puestos en entredicho en Internet, como la publicidad tradicional o las suscripciones de pago.
Si hasta ahora, los mecenas de un proyecto de financiación colectiva aportan donaciones que son recompensadas con un reconocimiento, material o inmaterial, la colaboración económica no es legalmente vinculante y no relaciona al donante con la idea que respalda, más allá del compromiso que se haya estipulado.
Donar, en los proyectos de micromecenazgo, no equivale a invertir. Uno de los puntos fuertes del mecenazgo, su uso extensivo como herramienta “solidaria” o caritativa, no debería limitar el potencial de los sitios que actúan como plataforma de micromecenazgo para incluir a emprendedores en busca de inversiones (no simples “donaciones” caritativas) para sus proyectos empresariales.
Poner tu dinero donde se posa tu ratón
Si Wikipedia sirvió para comprobar que miles de usuarios colaborando desinteresadamente en su tiempo libre era capaz de crear una enciclopedia (“crowdsourcing” o subcontratación voluntaria), proyectos como Kickstarter han demostrado que usuarios de todo el mundo no sólo están dispuestos a aportar tiempo a proyectos en los que creen, sino también dinero.
El micromecenazgo no es una simple propina, según Perry Chen, consejero delegado de Kickstarter, y tanto la seriedad como la transparencia garantizan, según Chen, el futuro del fenómeno, ahora en boga. Se trata de captar dinero de un modo transparente y seguro, para financiar proyectos bien definidos que demandan una suma -en Kickstarter, la media ronda los 2.500 dólares- en un tiempo determinado.
Perry Chen explicaba a The Economist qué comparten los proyectos que logran sin problemas sus objetivos de financiación colectiva: a menudo cuentan con un grupo incondicional de seguidores, compuesto por personas de su círculo de relaciones dispuestas de antemano a colaborar con sus esfuerzos. Un simple mensaje en una red social, un correo electrónico pidiendo ayuda o un acto presencial garantizan la atención de otros usuarios, atraídos por la popularidad inicial del proyecto.
El crowdfunding acerca a creadores y donantes
El micromecenazgo se ha convertido igualmente en una herramienta útil para artistas y profesionales con carreras consolidadas que experimentan con nuevos métodos alternativos de aporte creativo y financiación.
Cory Doctorow, bloguero influyente y novelista, está experimentando con varias modalidades de micromecenazgo, incluyendo la venta de cuentos a medida para sus seguidores por 10.000 dólares. Doctorow cree que el éxito logrado por las plataformas de financiación colectiva se debe a que los proyectos permiten a menudo captar fondos suficientes para garantizar su utilidad, pero no tan grandes como para reemplazar otras modalidades de captación de fondos tradicionales.
Los creadores de la serie de documentales sobre David Lynch han captado fondos para realizar su tercer documental sobre el director. Como recompensa a los colaboradores, los responsables del proyecto enviaban a los donantes de al menos 50 dólares un obsequio de mercadotecnia relacionado con Lynch. El equipo de jóvenes realizadores ha empleado la técnica de financiación colectiva para captar entre el 15% y el 20% de la inversión que consideran necesaria, mientras el resto parte de préstamos europeos.
“Apadrinar” versus “financiar”: qué estrategia da más resultado a largo plazo
Kickstarter y los sitios que han tomado su idea de negocio como modelo para adaptarlo a mercados locales parten de la premisa de que el micromecenazgo debe sustentarse en donaciones desinteresadas de cualquiera, en un modelo que conjuga la captación de fondos de la caridad y la filantropía tradicionales con las capacidades de la colaboración colectiva (crowdsourcing) que la Internet social ha hecho posible.
El sitio Crowdrise, por ejemplo, impulsado por el actor Edward Norton, ha aplicado el modelo a organizaciones caritativas, partiendo de un esquema idéntico a Kickstarter, aunque evitando el perfil que atrae en este sitio a profesionales creativos. Crowdrise se define como un servicio para captar fondos en línea para más de 1,5 millones de ONG a través páginas personales de recaudación de fondos y páginas que emulan los eventos caritativos traidicionales, aunque trasladados a Internet en forma de proyecto.
Si Kickstarter y Flattr han acaparado atención, respectivamente, en la microfinanciación de proyectos creativos y en la de contenidos distribuidos a través de Internet (bitácoras, proyectos fotográficos y audiovisuales y sitios web de todo tipo), y Crowdrise quiere convertirse en la Kickstarter para ONG (compitiendo con 33needs), Kiva no cree que las donaciones sean el camino. Como Muhammad Yunus, Kiva cree que los proyectos sociales y de emprendedores de cualquier tipo florecen con mayor responsabilidad empleando el microcrédito.
Préstamos de usuario a usuario
A diferencia de las instituciones -las serias, ya que existe mucha picaresca en el sector- de microcréditos tradicionales, Kiva facilita micropréstamos de pequeños inversores a proyectos sociales y medioambientales: no es un banco, sino una plataforma que facilita la transacción entre microinversores y emprendedores. El sitio inició su andadura como una actualización del concepto de las microfinanzas. Si Muhammad Yunus tuvo que crear Grameen Bank, Kiva conecta a individuos (préstamo de usuario a usuario).
Internet, entendieron los impulsores de Kiva, permitiría convertir a cualquier usuario de Internet en inversor potencial de cualquier proyecto empresarial en cualquier lugar del mundo, por muy remoto que fuera. Así nació una plataforma de apoyo a emprendedores informales residentes en los países pobres y sin, hasta ese momento, acceso a pequeñas cantidades de crédito.
Tras acumular experiencia facilitando la financiación de proyectos para crear pequeños negocios en zonas necesitadas, Kiva decidió abrir su plataforma de micropréstamos a emprendedores de cualquier lugar del mundo, incluidos los pequeños emprendedores con residencia en Norteamérica o Europa.
Financiando a emprendedores tecnológicos y sociales
Otros sitios, como Grow VC y Sprouter, tratan de convertirse en una alternativa a Kiva entre los emprendedores europeos y asiáticos -tradicionalmente con más dificultades para lograr inversores privados-, ofreciendo un servicio de préstamos de usuario a usuario similar al ofrecido por su competidor con sede en Silicon Valley.
Además de con Kiva, tendrán que competir con la mencionada plataforma 33needs, que ha logrado una cierta repercusión desde su lanzamiento, a finales de enero de 2011. 33needs pretende atraer a proyectos empresariales con vocación social o solidaria que busquen capital inicial de usuarios individuales en la Red.
La idea de 33needs está a caballo entre Kiva y Kickstarter, aunque en su similitud y cercanía con ambos servicios, los más consolidados en la escena de la financiación colectiva, reside su principal debilidad. ¿Por qué no ir directamente a Kiva, o centrarse en los proyectos más solidarios o con vocación sostenible de Kickstarter?
Futuro prometedor, también en el campo de las tecnologías verdes
Una vez sea posible fundar empresas y financiarlas legalmente mediante microinversiones, Kevin Lawton cree que el mundo podría entrar en un nuevo estadio de innovación empresarial.
La inversión colectiva, unida a tendencias como la tecnología adecuada, el hardware libre, la impresión 3D de código abierto, el diseño ecológico o la innovación inversa, podría acelerar la implantación de tecnologías sostenibles en todo el mundo.