El titular no es un elusivo deseo para el futuro. Investigadores con la ayuda de Google.org, filial filantrópica de la empresa con sede en Mountain View, han desarrollado una interpretación digital planetaria con imágenes en alta resolución a lo largo del tiempo que puede aplicarse al simulador Google Earth y, así, monitorizar la deforestación del planeta prácticamente en tiempo real.
Si no te gustó la tala del simbólico árbol del poblado Na’vi en Avatar, la última película de James Cameron, el esfuerzo en “cloud computing” de Google.org puede interesarte; intentará parar la tala indiscriminada, arrojando luz a donde no llegan los medios de comunicación tradicionales.
Geoingeniería para el presente
La geoingeniería, entendida como métodos aplicados a gran escala para paliar el calentamiento del planeta, no es un sueño vago situado en un futuro distante.
Con respecto a la Cumbre del Clima de Copenhague de diciembre de 2009 se ha hablado, sobre todo, de la falta de acuerdo en cómo se reducirán las emisiones para mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2 grados centígrados, o en cómo se compensará a los países han contribuido en menor medida al cambio climático y que, sin embargo, padecerán sus peores consecuencias.
Pero COP15 también ha servido para que varios proyectos de geoingeniería sean aprobados por la ONU y respaldados por varios países. Entre estas iniciativas, destaca el acuerdo previo alcanzado para impulsar la iniciativa REDD (Reducción de Emisiones de la Deforestación y Degradación de Bosques, en sus siglas en inglés).
El objetivo último de REDD, aunque no mencionado explícitamente en Copenhague, consiste en reducir la deforestación en el mundo hasta cero, a través de la compensación de talas y la explotación responsable de bosques y selvas.
No olvidemos la agricultura
El marco de actuaciones contra la deforestación en el mundo, REDD, sienta las bases del primer proyecto global de geoingeniería para monitorizar la deforestación en todo el mundo y la adopción de medidas para responder en consecuencia. Y REDD afecta tanto a la gestión de los bosques como a la agricultura practicada en todo el mundo, debido a que la agricultura es uno de los principales motivos por los cuales se produce la deforestación.
Desde su nacimiento, la agricultura está relacionada con la gestión forestal y todavía se recurre a la tala indiscriminada para destinar su superficie al cultivo, ya sea de subsistencia o esté relacionado con las grandes explotaciones de agricultura intensiva, dependientes de la mecanización y el uso de fertilizantes químicos.
La agricultura es una de las actividades humanas que más gases con efecto invernadero emite (hasta un 14%). Sin embargo, la actividad agraria también contribuye a disipar gases ya que incrementa el contenido de carbono de los suelos trabajados, que de lo contrario acabarían también en la atmósfera.
Las emisiones provocadas por la deforestación tropical equivalen a las emisiones producidas por toda la UE, y mayores que las producidas por el transporte mundial (incluyendo a todos los automóviles, camiones, aviones, barcos y trenes, entre otros medios de transporte motorizado).
Desde la iniciativa REDD se pretende tanto monitorizar los bosques del mundo con herramientas que permitirán realizar estas pesquisas prácticamente en tiempo real, como garantizar que la agricultura se convierte en aliada para reducir las emisiones.
Ya se trate de adaptar las prácticas agrarias menos sostenibles, o de ayudar a aquellas con riesgo de desaparición por el aumento de los fenómenos meteorológicos adversos, como las sequías o la desertización, REDD garantiza la investigación para que las prácticas agracias menos sostenibles, o las que tienen riesgo de desaparecer, se conviertan en beneficiosas para el medio ambiente.
Hay dinero; que empiecen los planes concretos
Para hacer compatibles la iniciativa contra la tala de bosques, REDD, y la investigación para reducir las emisiones de la industria agraria y, a medio plazo, aumentar su capacidad para atrapar CO2, se necesitaba un consenso entre los países desarrollados y, tanto como lo anterior, una provisión de fondos que garantice resultados, ya que no habrá segundas oportunidades para frenar el aumento de las temperaturas, a medida que pasen las décadas.
De ahí que 21 países se hayan comprometido a destinar 150.000 millones de euros para crear una agricultura sostenible que no contribuya a la deforestación, a través de la alianza global para la investigación de gases con efecto invernadero procedentes de la agricultura.
La investigación en métodos agrarios sostenibles tiene, asimismo, vocación de convertirse en un proyecto de geoingeniería tan ambicioso como el propio REDD para evitar la deforestación.
Los proyectos de investigación agraria deberán crear herramientas de medición de CO2 estándar y creíbles, que no puedan ser modificadas por ningún actor implicado en el proceso de supervisión de emisiones. Con este tipo de herramientas, se podría compensar económicamente a los países con menos industria pero que, sin embargo, cuentan con un importante sector agrario.
Con las herramientas de monitorización en desarrollo, al poder medir la cantidad de CO2 capturada por cada explotación, se incentivarían las prácticas más responsables, que tendrían un incentivo económico por su rendimiento en la captura de gases con efecto invernadero. El agricultor no sólo obtendría el rendimiento de la cosecha, sino también el de la “captura de gases con efecto invernadero”.
Implantar un proceso de monitorización e incentivos a las buenas prácticas en todo el mundo no será fácil. No sólo se necesitan las propias herramientas de monitorización y que éstas hayan sido aceptadas universalmente.
El nuevo proyecto deberá luchar contra la burocracia y la corrupción, ya que las nuevas herramientas para lograr una agricultura sostenible, de poder aplicarse, deberían ser explicadas a agricultores no alfabetizados que carecen de acceso a herramientas de comunicación avanzadas.
Cómo poner en práctica la monitorización de bosques en tiempo real
Al proponer la reducción de emisiones provocadas por la deforestación y la degradación de bosques en los países en desarrollo, a través de la iniciativa REDD, la ONU es consciente de que un proyecto de supervisión global requerirá que cada país pueda monitorizar de manera precisa e informar sobre el estado de sus bosques a través del tiempo, de un modo que pueda ser verificado con independencia.
La mayoría de los países con grandes áreas de bosque tropical carecen de recursos tecnológicos para la monitorización continuada. No obstante, científicos, centros de investigación de varios países, empresas y ONG trabajan para ayudar a cualquier país del mundo a monitorizar sus bosques.
Lidera la investigación la filial filantrópica de Google, Google.org, encargada de poner en práctica los proyectos sobre sostenibilidad y tecnologías limpias de la empresa con sede en Mountain View, California (por ejemplo, intenta producir energías limpias más baratas que el carbón e invierte en renovables, infraestructura para coches híbridos enchufales y eléctricos, etc.).
Con motivo de la celebración de COP15 en diciembre de 2009, Google.org creó un prototipo de monitorización de bosques en tiempo real, en el que la compañía empleó la arquitectura del servicio de información cartográfica Google Earth, que permite añadir distintas capas de información personalizada al conocido simulador.
Herramientas para registrar cambios en bosques y selvas
Con el prototipo de software de Google.org, las autoridades medioambientales y ONG interesadas en monitorizar bosques y selvas empiezan con imágenes actualizadas del área de su interés, obtenidas por satélite; a continuación, comprueban cómo el tamaño y forma descritos por las zonas boscosas ha cambiado a lo largo del tiempo. El software es capaz de procesar las imágenes para extraer información científica relevante, así como el tamaño y características del cambio observado.
Para realizar el análisis, el equipo de Google.org ha trabajado con Greg Asner, de la Institución para la Ciencia Carnegie, y Carlos Souza, de Imazon (Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia).
La tecnología desarrollada por Asner y Souza ya es usada en zonas de Latinoamérica para registrar los cambios de la cubierta forestal, pero la adopción del uso generalizado de estos modelos ha sido lenta, debido a la falta de acceso a imágenes de satélite en alta resolución, así como a la falta de una infraestructura informática lo suficientemente potente para llevar a cabo el análisis.
Google.org ha encontrado una solución a este problema: cede a quienes quieran usar los modelos para procesar imágenes en alta resolución creados por Asner y Souza la capacidad de proceso de su infraestructura informática, o “cloud computing”, (computación en nube, nube computacional, o proceso informático realizado en grandes centros de datos).
Explican esta iniciativa Rebecca Moore, con perfil técnico, y Amy Luers, especialista medioambiental, ambas en Google.org: “¿Por qué no obtener a la vez toda la información gráfica en alta resolución de la tierra -petabytes de información pasada, presente y futura- y hacerla disponible a través de esta plataforma?”
“Decidimos averiguar si era posible, mediante el trabajo con Greg y Carlos para reintegrar su software en Internet, encima de una plataforma en fase de prueba que hemos construido y que ofrece acceso a terabytes de imágenes de satélite, procesadas remotamente por miles de ordenadores de nuestros centros de datos”.
La llamada “cloud computing” (nube computacional) se ha convertido en uno de los segmentos más innovadores del sector tecnológico en los últimos años.
Empresas como Amazon, con su oferta a la carta de servicios de proceso remoto (Amazon Web Services, AWS), la propia Google, con la plataforma App Engine, o Microsoft, con Azure, entre otras, han desarrollado con éxito servicios de cloud computing.
Según el paradigma de estos servicios, en lugar de instalar en una localización determinada una costosa infraestructura, el proceso de datos se lleva a cabo remotamente y se accede a él a través de un navegador de Internet, permitiendo el desarrollo de las economías de escala.
La idea de utilizar la capacidad de proceso libre existente en centros de datos de la propia Google no es una idea nueva; la propia plataforma App Engine funciona del mismo modo, mientras AWS surgió como método para aprovechar la capacidad de proceso y ancho de banda inutilizados en los centros de datos de Amazon que no estaban siendo empleados por los servicios relacionados con la tienda on-line.
Google.org ha conseguido que responsables de organizaciones como la filial estadounidense WWF alaben la iniciativa. Colby Loucks, director del programa científico para la conservación de WWF: “Un enfoque fectivo en los costes y transparente para monotorizar la deforestación es necesario para así allanar el camino al programa mundial REDD”.
“Si el sistema de Google puede ser ampliado para cubrir los bosques globalmente y acceder a imágenes en alta resolución actualizadas casi en tiempo real -dice Colby Loucks-, puede ser potencialmente una herramienta de ayuda poderosa que ayudaría a los países tropicales a controlar la pérdida de bosques”.
Ventajas del uso de “cloud computing” para vigilar la deforestación
Según Rebecca Moore y Amy Luers, responsables del proyecto de monitorización de Google.org, combinar los modelos científicos de Greg Asner y Carlos Souza con recursos masivos para el proceso de datos cuenta con varias ventajas:
- Velocidad: en un ordenador o estación de trabajo, por potente que sea, puede tardarse desde días hasta semanas en estudiar la deforestación de la Amazonia. Con el uso de la capacidad de proceso de la nube computacional, este intervalo se reduce a segundos.
- Facilidad de uso y reducción de costes: una plataforma a la que el usuario interesado accede desde un navegador reduce los costes en ambos extremos, ya que el proceso se lleva a cabo usando la potencia marginal de miles de servidores en red.
- Seguridad, privacidad y transparencia: según Google.org, la plataforma garantiza al usuario el control y la privacidad de la información a la que se accede. Obviamente, Google.org es la filial filantrópica de una empresa privada con sede en Estados Unidos, aunque Google garantiza que no accederá a la información procesada, lo que podría calmar a los gobiernos e investigadores más celosos con su trabajo. No obstante, en última instancia, lo que REDD pretende es evitar la deforestación a través de la supervisión de los bosques del mundo, con lo que la ocultación de información carece de sentido en este contexto. Pese a ello, será respetada.
- Impacto para frenar el cambio climático: Google.org cree que esta plataforma es una herramienta prometedora no sólo para controlar los bosques, sino también como sistema de verificación (MRV, “medible, comunicable y verificable”) para respaldar los objetivos de REDD.
Deseos de quien esto escribe, un mero servidor de Gaia
Pronto, quizá los agricultores de todo el mundo compartirán una herramienta de trabajo con los especialistas que trabajarán en el proyecto REDD para monitorizar la deforestación mundial, que tendrá un precio asequible, será de fácil uso y servirá de puerta de entrada a servicios servidos por el proceso de ordenadores remotos trabajando en red, o “cloud computing”.
Quizá sea sólo una quimera, pero bastaría sólo un teléfono inteligente, similar al iPhone o el Google Nexus One, para informar en tiempo real sobre cuánto CO2 ha absorbido en un período de tiempo determinado nuestro trabajo en el campo; o para denunciar la tala ilegal, ofreciendo imágenes y coordenadas en tiempo real que a continuación podrían ser verificadas por satélite, a través de la herramienta desarrollada por Google.org a partir del simulador Google Earth.
La tecnología ya está lista. Ahora falta que políticos y altos funcionarios empiecen a leerse los nuevos dossieres que se acumulan en sus buzones de correo, reciclen su credo y muestren su capacidad para aprender nuevas técnicas.
Porque sería mucho mejor para el mundo que el dinero empleado en subvenciones a grupos de presión formados por campesinos europeos y estadounidenses desinformados fuera empleado para salvar el mundo.