Todo empezó con un libro llamado Cradle to Cradle (De la cuna a la cuna). En él se explicaba que es necesario repensar el modo en que hacemos las cosas, empezando por los productos que fabricamos. Hay que olvidar la máxima “reduce, reutiliza, recicla” y abrazar la “eco-efectividad”. Razones: sigue leyendo.
“Si el ser humano realmente quiere prosperar, tendremos que aprender a imitar el altamente efectivo sistema ‘de la cuna a la cuna’ que emplea la naturaleza en el flujo de nutrientes de su metabolismo, en el cual el concepto de desecho ni siquiera existe”.
Para el químico alemán Michael Braungart y el arquitecto estadounidense William McDonough, autores del libro Cradle to Cradle: Remaking The Way We Make Things, ningún bien de consumo debería producirse si al final de su vida efectiva se convierte en chatarra inservible y potencialmente contaminante.
Si, tras la lectura de estas primeras líneas, crees que Cradle to Cradle no puede interesar a las empresas de la sociedad globalizada actual, decir que a sus autores no les va nada mal.
Han creado una empresa de consultoría que ayuda a grandes empresas de todo el mundo a mejorar el modo en que desarrollan sus productos. Tanto McDonough como Braungart han sido entrevistados por Time y Newsweek, entre otras publicaciones. Y, claro, su libro es recomendado en las escuelas de negocio.
La idea de los productos que siguen la estela de-la-cuna-a-la-cuna representa, según los autores de este libro y quienes defienden los postulados de esta nueva corriente del diseño y la producción industrial para el siglo XXI, una superación de la máxima ecologista “reducir, reutilizar, reciclar”.
Como recoge la entrada del libro en Wikipedia, se trata de “un manifiesto que llama a la transformación de la industria humana a través del diseño ecológicamente inteligente.”
En la reseña que Daffyd Roderick firmaba para la revista Time en mayo de 2002, “en lugar de fustigar a la raza humana por su condición de bestias contaminantes, (los autores del libro Cradle to Cradle) celebran nuestra prosperidad consumista, e insisten en que hay caminos para convertir este impulso en una parte sana de un ecosistema dinámico (…). ¿Por qué unas zapatillas de deporte no pueden ser diseñadas para fertilizar posteriormente nuestros tomates, o transformarse íntegramente en un nuevo par de zapatos?
La respuesta cínica consiste en afirmar que los crecientes costes de nuestro profundamente arraigado sentido de la moda nos prevendrá de llevar los mismos zapatos demasiado tiempo, pero los autores predican con el ejemplo: Cradle to Cradle está impreso con tinta no tóxica en material hecho a partir de resinas resistentes al agua. Cuando te quedes sin espacio en tu librería, puedes emplearlo como abono para las plantas.”
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El inmovilismo industrial que ha llevado a que, por ejemplo, el motor de explosión del automóvil sera prácticamente idéntico al ensamblado por Ford en su primer modelo para las masas, el Ford T -el primer coche con ventas multimillonarias, producido entre 1908 y 1927-, es uno de tantos ejemplos que ilustran una realidad amenamente explicada en este libro: la eco-eficiencia, entendida como la posibilidad de crear bienes cada vez más eficientes, reciclables, duraderos y poco contaminantes, no ha sido tenido en cuenta hasta la década de los noventa.
Si el mundo sobrevive con diseños que son destructivos y poco inteligentes, quizá el problema se encuentre en los propios valores de nuestra sociedad. Bajando a la tierra y manteniendo el discurso simple: los productos ecológicamente más efectivos no parten de la necesidad de poner parches al mundo contaminado, sino que han sido desarrollados para lograr el máximo valor como bien de consumo y como elemento capaz de volver a la tierra sin incidir negativamente sobre ella.
Una fábrica podría hacer mucho más por nuestra sociedad si, en lugar de comprar derechos para emitir dióxido de carbono a la atmósfera -posibilidad comprendida en el tratado de derechos de emisión creado por la UE para cumplir con los mandatos del Protocolo de Kioto-, cambiara radicalmente su cultura empresarial y redujese efectivamente los gases contaminantes que emite.
Del mismo modo, una vivienda con poca iluminación natural y mal orientada que emplee bombillas de bajo consumo puede necesitar más recursos energéticos que una casa diseñada para aprovechar los beneficios de la orientación, la luz natural, las corrientes de aire y métodos básicos de construcción ya aplicados en las villas del Imperio Romano.
Si un edificio gasta mucha energía con el aire acondicionado y la iluminación, según la eco-eficiencia existe una mejor solución a efectos de sostenibilidad que optimizar el rendimiento de la maquinaria e instalar paneles fotovoltaicos. La solución no es otra que concebir el edificio desde su inicio para que no necesite malgastar energía a fin de alcanzar unos resultados y confort que pueden obtenerse a partir del diseño ecológicamente más efectivo.
La eco-eficiencia, o eficiencia ecológica, es sintetizada en Cradle to Cradle del siguiente modo:
- Las construcciones deben ser concebidas imitando a los árboles, seres vivos que han perfeccionado técnicas de cobijo, refrigeración y regeneración durante millones de años: es decir, produciendo más energía de la que consumen y depurando las aguas residuales que generan.
- Las fábricas deberían producir agua potable como efluente.
- Una vez finalizada su vida útil, los productos no deben convertirse en basura inútil, sino que deben ser devueltos al suelo para que se descompongan y conviertan en alimentos para plantas y animales y en nutrientes para la tierra.
- Los materiales generados con mayor asiduidad por la industria deben ser recuperados periódicamente para usos humanos y naturales.
- Los medios de transporte pueden mejorar la calidad de vida y, a la vez, distribuir productos y servicios. Una aseveración de este calibre suena a broma, en la primavera de 2007, en el área metropolitana de Barcelona -por poner un ejemplo de negligencia relacionada con el transporte público-, donde el servicio de trenes de cercanía del Estado, Cercanías RENFE, sufre problemas estructurales que causan retrasos, problemas económicos y daños personales entre los usuarios.
Lo menos malo no es bueno y la basura equivale a alimento
El Protocolo de Kioto, ratificado por todos los países ricos menos el gran ausente en la lucha oficial contra el cambio climático, Estados Unidos, y Australia, sólo ofrece reducir las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, cuyas partículas retienen el calor del sol y provocan el calentamiento de la atmósfera.
Este pacto entre países para reducir las emisiones es un ejemplo de buenas intenciones y poco cambio real. Kioto propone reducir las emisiones, aunque no luchar con todos los recursos económicos y tecnológicos al alcance para transformar realmente la industria y lograr que deje de contaminar.
Según Braungart y McDonough, reducir el impacto sobre el medio ambiente provocaría una ralentización del mismo pero, más rápido o más despacio, estaríamos llegando al mismo final.
La eficiencia ecológica propone ir a la raíz: en vez de reducir los consumos de energía, es posible emplear el mayor número de recursos al alcance para que un producto o servicio sea concebido como un bien que evite la contaminación, el consumo energético e incluso sea capaz de aportar al entorno. Sumar en lugar de restar.
Los autores creen que, para lograr productos con atributos acordes con la filosofía “de la cuna a la cuna”, deben tenerse en cuenta todas las fases de desarrollo del producto: extracción, procesamiento, utilización, reutilización, reciclaje, etcétera.
McDonough Braungart Design Chemistry (MBDC)
MBDC es una firma de diseño industrial de productos y procesos dedicada, según la definición de la propia empresa, “a transformar el diseño de productos, procesos y servicios en todo el mundo.”
Con sede en Charlottesville (Virginia, Estados Unidos), MBDC fue fundada por los propios William McDonough y Michael Braungart para ayudar a cualquier empresa que les sugiera su participación a usar estrategias de diseño de productos y sistemas basados en la eco-eficiencia, idea que desarrollan en Cradle to Cradle.
La empresa norteamericana divide su actividad en distintos ámbitos: consultoría para el diseño de productos basados en la eco-eficiencia; educación y entrenamiento en las ideas desarrolladas en esta filosofía; y acciones de consultoría estratégica sobre medio ambiente para grandes empresas.
Lejos de lo que pudiera parecer, dada la radicalidad de la renovación propuesta por la eco-eficiencia, McDonough y Braungart no parecen tener problemas para encontrar clientes o proyectos de gran calado en los que dedicar sus esfuerzos.
MBDC ha trabajado, desde su nacimiento en 1995, en la integración de las ideas regeneradoras de Cradle to Cradle en proyectos de BASF, BP, S.C. Johnson, Nike, Ford Motor Company, Visteon, Volvo, Herman Miller, Victor Innovatex, Designtex, Rohner Textil, Pendleton y Miliken & Co.
La certificación C2C
MBDC ha creado un sistema de certificación, C2C Certification (certificación Cradle to Cradle) al que se pueden acoger productos que cumplan con los criterios establecidos por esta consultora relacionados con el diseño “ecológicamente-inteligente”.
Asimismo, la certificación, que se incorpora a los productos aceptados mediante el uso de un logotipo C2C en su etiqueta, pretende “ayudar a los consumidores a comprar productos que persiguen una definición de calidad más exhaustiva.”
Para obtener la certificación C2C, los productos interesados deben:
- Usar materiales inocuos y saludables para el medio ambiente.
- Diseñar teniendo en cuenta la reutilización del material a través del reciclaje (capacidad de emplear todo el material para producir un nuevo producto) o el compostaje (capacidad para volver a la tierra o incluso ser empleado como abono para las plantas).
- Realizar un uso eficiente del agua y promover una máxima calidad del agua asociada a la producción.
- Instituir estrategias para la responsabilidad social.
Según MBDC, “si un producto candidato cumple con los criterios necesarios, es certificado como producto Plata, Oro o Platino o como un Nutriente Técnico/Biológico (clasificación disponible para materiales homogéneos y productos menos complejos), y puede ser etiquetado como Cradle to Cradle.”
Productos Cradle to Cradle
Una lista completa de los productos que han conseguido adoptar la certificación C2C está disponible en este enlace.
Entre los productos etiquetados como Cradle to Cradle, destacan los pañales gDiapers, catalogados con la clasificación de Nutriente Biológico: se trata de los primeros pañales diseñados para ser totalmente reciclados; eso sí, una vez hemos tirado el contenido del pañal al lavabo.
Parece, si se quiere, una pequeñez, aunque quizá nuestro punto de vista cambie tras leer que un pañal convencional tarda hasta 500 años en biodegradarse en el campo. Como puede leerse en la página web de gDiapers, “justo a tiempo para el nacimiento de los nietos de tus tataranietos”.
Si este es el problema que tenemos con los pañales convencionales, uno de los ejercicios más saludables que podemos llevar a cabo como consumidores es pensar en qué ocurre con los productos que nos acompañan en nuestra vida cotidiana cuando se acaba su vida útil.
De ahí que grandes compañías confíen en rediseñar profundamente su estrategia con ideas como la propuesta por la filosofía Cradle to Cradle. La eco-eficiencia no puede ser tildada de idea trasnochada.