¿Cuántos productos usas a diario que hayan sido fabricados por Foxconn, KYE, Gokaldas, Pou Chen? La respuesta es, más que probablemente, muy superior a cero, aunque no conozcas a fondo -o ni siquiera te suenen- las empresas mencionadas.
Quizá no nos lo hayamos planteado por dejadez personal o, por el contrario, las principales marcas tienen especial celo en que los nombres de quienes manufacturan sus productos permanezcan anónimos. Parecen existir razones de peso para mantener una política de ocultación, o al menos omisión pública.
Las fábricas del mundo
Foxconn, una división de la compañía taiwanesa Hon Hai Precision Industry, tiene sus mayores factorías en la China continental, aunque dispone también de centros de desarrollo en Estados Unidos y el Reino Unido, así como empresas subsidiarias en la República Checa, Hungría, México, Brasil, India y Vietnam.
Pese a su escala global y producir varios de los dispositivos informáticos más populares del mundo, incluidos el iPod, el iPhone y el iPad, Foxconn ha evitado invertir en su imagen corporativa y su marca es prácticamente desconocida en los mercados occidentales, donde los compradores no se han planteado que esta subsidiaria de Hon Hai trabaja con Apple, Amazon, Nokia, Motorola, Sony Ericsson y Palm.
La gama iPod de Apple, el Apple iPhone, el Apple iPad, el Amazon Kindle, el Motorola Droid, el HTC-Google Nexus One, así como otros aparatos cuya imagen es reconocida en todo el mundo, son producidos por Foxconn.
Otro gigante industria taiwanés desconocido, KYE Systems, fabrica igualmente decenas de los dispositivos que vemos en las tiendas de cualquier centro comercial del mundo. Productos de, entre otras compañías, Microsoft, Hewlett-Packard, Samsung o Acer.
Si la taiwanesa con producción en China Foxconn forma parte del secreto del éxito de Apple y KYE es crucial para algunos productos de Microsoft o HP, la empresa India Gokaldas se encarga de fabricar el grueso de las prendas de la compañía de distribución textil norteamericana de The Gap, rival de las europeas Zara y H&M.
Piensa en una marca “prestigiosa” y acertarás: está en la lista de clientes
Además de Foxconn-Hon Hai, KYE y Gokaldas, otras empresas que mantienen su imagen en la sombra resultan cruciales para proporcionarnos buena parte de los bienes de consumo que podemos adquirir en las tiendas de cualquier centro comercial del mundo.
Por ejemplo, la taiwanesa Pou Chen, con líneas de producción en China, Indonesia, México y Vietnam, es la responsable de producir calzado para Nike, Adidas, Puma, New Balance, Merrell, Asics, Salomon, Timberland, Converse, Reebok, Polo, Champion, Lockport, Columbia y Winson, entre otras firmas. Si decidiera cerrar, Pou Chen condicionaría literalmente nuestro calzado para los próximos años.
Curiosamente, pese a la crucial importancia de Foxconn, KYE, Gokaldas y Pou Chen, estos gigantes industriales, entre los mayores productores mundiales en sus respectivos sectores, pasan desapercibidos ante la opinión pública de los mercados donde las empresas que les encargan la manufactura venden sus productos: Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y los propios países emergentes, donde estos proveedores estratégicos tienen sus plantas y, a menudo, su sede.
Reputación corporativa, secretismo, condiciones laborales y “negocios de escala”
Hace décadas que el poder legislativo, ejecutivo y judicial, todavía encorsetados en los Estados-nación surgidos de la ordenación promovida por la Europa moderna y adoptada por sus antiguas colonias (prácticamente el resto del mundo), van muy por detrás de los cambios económicos y empresariales.
Hace tiempo que tanto los mercados financieros como los productivos abarcan todo el mundo. Durante las últimas dos décadas, sin embargo, se ha acelerado el fenómeno de la deslocalización, coincidiendo con la imparable emergencia de China y, en menor medida, el resto de países que conforman las siglas BRIC y sus “ampliaciones” (además de Brasil, Rusia, India y China, deberían formar parte de esta expresión potencias como México, Turquía, Sudáfrica o Indonesia).
Internet y la innovación asociada a la informática personal han acelerado el éxito de un modelo productivo en donde fabricantes tradicionales conservan el desarrollo intelectual y la marca de los productos, a la vez que ceden totalmente su producción a proveedores que, en un mercado muy competitivo y sin regulaciones tan estrictas como las existentes en Estados Unidos y la UE, hacen frente a los pedidos a precios muy reducidos y en un tiempo récord.
Si bien el desarrollo tecnológico, la salvaguarda de la propiedad intelectual y la inversión en imagen de marca siguen estando en manos de las empresas tradicionales que han sabido adaptarse a la nueva situación productiva, su reputación corporativa es sensible a las polémicas, mala praxis y violación de los derechos fundamentales de los trabajadores en los que se vean envueltos sus poderosos proveedores.
La responsabilidad empresarial no es un mero invento de marketing, como ya hemos recogido con anterioridad en faircompanies (incluyendo definiciones y listados de recursos); las empresas se apresuran a controlar su reputación, conscientes de que pueden condicionar su imagen y ventas.
¿A quién se atribuyen los escándalos de los proveedores?
Si los éxitos protagonizados por productos de las principales marcas, tales como Apple, Microft, Amazon o HTC, son atribuidos casi exclusivamente a las marcas que promueven su desarrollo, pero no los producen, ¿a quién debe atribuirse las irregularidades cometidas por los mismos proveedores que se mantienen alejados de los focos mediáticos?
Dicho de otra manera, si el iPhone es un éxito de Apple y el Nexus One lo es de Google, ¿por qué estas marcas no se implican del mismo modo cuando Foxconn -que fabrica ambos productos- se ve envuelta en graves acusaciones sobre el trato a sus trabajadores?
La propia Foxconn y uno de sus principales rivales, la china KYE, son acusadas en las últimas semanas de irregularidades e incluso crímenes (no sólo de acuerdo con los baremos occidentales, sino también de acuerdo con la legislación oficial china) contra sus trabajadores.
“Ellos tienen un estatus especial aquí”
Michael Arrington, fundador y cabeza visible del blog tecnológico con sede en Silicon Valley TechCrunch, se hacía eco a mediados de febrero de un reportaje sobre Foxconn firmado por Reuters, en el que se describe cómo dos guardias de seguridad de una fábrica de la filian de Hon Hai en China atacaron a un periodista de la agencia que, según su versión, tomaba fotos de la factoría desde una calle pública.
“En China, un reportero de Reuters aprendió del modo más crudo la seriedad con que algunos proveedores de Apple se toman la seguridad”.
El periodista de Reuters decidió acercarse en taxi a la planta de la empresa en Guanlan. El corresponsal fue increpado por los guardas al tomar imágenes desde la carretera, insistiendo que estaba trabajando y en su derecho de tomar fotos desde un lugar público.
Uno de los guardas le agarró del brazo, mientras un segundo vigilante corría desde una de las puertas de la factoría, en la que había trabajadores de Foxconn mirando, para intentar, con la ayuda de su compañero, introducir al periodista en el recinto.
Al negarse a entrar, el reportero fue tomado por la fuerza y se negó a entrar en un coche de seguridad que se había presentado en el lugar. Tras llamar a la policía, los agentes intentaron mediar.
Las palabras del policía mediador al periodista muestran hasta qué punto las normas y derechos fundamentales son difíciles de interpretar en sociedades no democráticas: “Eres libre para hacer lo que quieras”, explicó el policía, “pero esto es Foxconn y ellos tienen un estatus especial aquí. Por favor, entiéndalo”.
El secretismo y prácticas mafiosas de la fábrica de todos
Michael Arrington recuerda que plantas como la de Guanlan producen dispositivos para Apple, Sony, HP, Amazon, Nokia, Motorola, Nintendo, Microsoft, Dell o Cisco, entre otros.
Pese al celo de Hon Hai Precision Industry por silenciar cualquier polémica en torno a Foxconn, a su política de comunicación, seguridad y trato a los trabajadores en las plantas chinas, la corporación taiwanesa no ha podido evitar que se publiquen informaciones sobre presuntas irregularidades, que van también en contra de las normas chinas: desde las difíciles condiciones laborales hasta el presunto suicidio (se habla de asesinato) de un trabajador que se atrevió a filtrar a la prensa un prototipo del Apple iPhone.
El espionaje industrial o los conflictos relacionados con contratos de confidencialidad o ética laboral pueden llevar, en Europa o Estados Unidos, a cualquier ciudadano a los tribunales. En China, ese mismo trabajador puede “suicidarse”.
Pero Foxconn difícilmente caiga en desgracia, debido a su posición estratégica, relacionada con la aristocracia de la informática, la electrónica de consumo y la telefonía. Se estima que las factorías chinas de la compañías exportan hasta 100.000 millones de dólares anuales en bienes de consumo electrónicos e informáticos, equivalente a la mitad del PIB anual de Irlanda o Finlandia.
Arrington reflexiona sobre la agresión al periodista de Reuters por parte de Foxconn: “atacar a un peridista, o en su caso a cualquier otra persona, va demasiado lejos. Foxconn no rendirá cuenta de lo que ha ocurrido. Pero quizá haya llegado el momento de que empecemos a exigir explicaciones a aquellas empresas que hacen negocios con Foxconn: Apple, Sony, HP, Amazon, Nokia, Motorola, Nintendo, Microsoft, Dell, Cisco y otras”.
Foxconn no sólo debe hacer frente a las críticas que llegan desde sus plantas chinas, sino también desde subsidiarias tan cercanas a Estados Unidos como la planta Foxconn Juárez Santa Teresa, en México.
Exigencias laborales “de otra época” a cambio de salarios decentes
Foxconn exige a los trabajadores de sus “ciudades” industriales en China por encima de los baremos tolerables de cualquier sociedad occidental, incluyendo jornadas laborales de hasta 12 horas diarias.
A cambio, la empresa ofrece un salario competitivo para los estándares chinos, que a menudo permite a sus trabajadores, según Thomas Ricker de Engadget, mantener a sus parientes rurales.
El diario británico The Telegraph explica que, desde el pasado 11 de marzo de 2010, hasta 5 trabajadores de la planta de Foxconn en Longhua, habrían intentado suicidarse. Los trabajadores de la planta, que produce, entre otros dispositivos, el nuevo iPad de Apple, podrían estar sometidos a una presión muy superior a la tolerable, si se lee la traducción al inglés del artículo sobre los extraños acontecimientos en Longhua.
Escándalo tras publicarse las condiciones laborales en KYE
El proveedor especializado en fabricar dispositivos informáticos periféricos para terceros KYE Systems, sigue el modelo industrial de Hon Hai Precision Industry: tiene su sede en Taiwán, pero sus principales plantas se encuentran en la China continental.
KYE ha sido recientemente denunciada en un informe de The National Labor Committee (TNLC), donde se detallan prácticas de la empresa con sus jóvenes obreros próximas a la esclavitud, de acuerdo con los estándares de la propia legislación china, la información ha provocado que el principal cliente de la planta, Microsoft, cuyos ratones suponen el 30% del negocio de la subsidiaria taiwanesa, “investigue” lo sucedido.
Microsoft investiga las condiciones laborales de su proveedor KYE, que también fabrica componentes y periféricos para Hewlett Packard, Best Buy, Samsung o Acer, una vez la denuncia ha salido a la luz pública, nunca antes, de modo que ninguna supervisión de la empresa con sede en Redmond habría provocado alarma a la compañía hasta ahora, lo que implica una moral corporativa claramente relacionada con la repercusión mediática de un escándalo, en lugar de partir de una estrategia de responsabilidad empresarial y gestión de la reputación.
Como revela el informe de TNLC y muestran gráficamente las fotografías difundidas por la misma organización a través de Flickr y que también ilustran este reportaje, la planta de KYE en Dongguan contrata a adolescentes que trabajan una media de 80,5 horas a la semana por salarios inferiores a los de Foxconn.
Los trabajadores deben producir 2.000 ratones en 12 horas, en las que sólo pueden beber agua o ir al servicio durante los descansos, que no están pagados, de 10 minutos. Según el informe de TNLC, los trabajadores de KYE son humillados, castigados y controlados durante todo el día.
Entre los datos compilados por el informe:
- KYE contrata a cientos de “trabajadores estudiantes” de 16 y 17 años, que trabajan en turnos de hasta 15 horas, 6 y 7 días a la semana. En 2007, se comprobó que decenas de estos trabajadores tenían 14 y 15 años. Una jornada típica empieza a las 7:45 y acabaría a las 10:55.
- Además de los trabajadores estudiantes “en período de pruebas”, que están en la factoría durante 3 meses, aunque algunos permanecen 6 meses, KYE prefiere contratar a mujeres de entre 18 y 25 años.
- Los trabajadores reciben el equivalente a 65 céntimos por hora, que queda en 52 céntimos por hora tras descontar el coste de la comida.
- Se prohibe hablar, escuchar música o acudir libremente al servicio. Como represalia, quienes se saltan las normas son obligados a limpiar los lavabos.
- Cada dormitorio es compartido por hasta 14 trabajadores, que duermen en estrechas literas. Para asearse, los trabajadores emplean esponja y barreño.
- Los trabajadores pueden dejar el complejo sólo en horas reguladas.
El informe cita a uno de los trabajadores, que asegura que viven “como prisioneros“.
Microsoft se ha apresurado a declarar públicamente que “está comprometida con el trato justo y la seguridad de los trabajadores” contratados por sus proveedores. Hasta la publicación del informe de TNLC, Microsoft (ni el resto de compañías que trabajan con KYE) parecía desvinculada de la seguridad de esos mismos trabajadores.
Foxconn, KYE, Gokaldas y Pou Chen
Los consumidores de todo el mundo han permanecido hasta ahora ajenos a una realidad: los bienes de consumo más apetecibles son fabricados el lugares donde, en ocasiones, no se cumplen con normas básicas relacionadas con la dignidad de las personas o el respeto de los derechos humanos. Foxconn, KYE, Gokaldas y Pou Chen permanecen en la sombra, pero son el iPad, el Kindle, el Nexus One, el ratón de Microsoft, las zapatillas Adidas, el móvil Nokia, el iPhone, la sudadera de The Gap.
Las principales marcas parecen más preocupadas en que hechos como los que afectan a Foxconn y KYE no lleguen a la opinión pública de los principales mercados, que en presionar a sus principales proveedores, que fabrican todos los aparatos, prendas de vestir o electrodomésticos más apetecibles, a que introduzcan mejoras laborales.
Claro, vigilar a los “stakeholders”, incluidos a los proveedores, para evitar la violación de derechos fundamentales, resulta más caro que practicar una responsabilidad empresarial basada exclusivamente en el marketing y la comunicación corporativa de guante blanco. “Greenwash“. Es más caro ser justo y practicar la auténtica “accountability“.
Al fin y al cabo, la culpa parece ser de Foxconn, KYE, Gokaldas y Pou Chen. ¿O debería ser de Apple, Microsoft, Nokia, Google y quienes compran los cacareados últimos dispositivos? ¿Tienen culpa los compradores, que no exigen a las empresas ni a la clase política mecanismos para que un producto “explique” que cumple con unas mínimas normas éticas?
Pese a la presión infernal vivida en períodos de entrega de pedidos en Foxconn, que provoca un aumento de suicidios entre sus trabajadores, el iPad seguirá siendo guai.
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