Las dos tecnologías preferidas de Gandhi eran la máquina de coser, “porque fue inventada por amor”, y la bicicleta, porque no requiere combustibles externos y mantiene a su conductor con los pies cerca del suelo.
La tecnología apropiada aboga desde la crisis del petróleo del 73 por tecnologías adaptadas a las necesidades locales, sencillas, que no dependan de mercados centralizados ni de un modelo basado en la extracción y el movimiento constante de mercancías para las que a menudo existen alternativas locales, en ocasiones tradicionales y no contaminantes.
La tecnología apropiada genera puestos de trabajo especializados y mantiene técnicas y oficios donde las tecnologías son aplicadas. Muchos de sus preceptos pueden ser aplicados para crear los ansiados puestos de trabajo de la denominada economía sostenible.
Cómo la percepción del mundo influye sobre el modelo productivo
“Un economista budista consideraría este modelo [economía extractiva] excesivamente irracional: debido a que el consumo no es más que un medio para el bienestar humano, el objetivo debería consistir en obtener el máximo de bienestar con el mínimo de consumo… A menor trabajo, mayor tiempo y energía pueden dedicarse a la actividad artística. La economía moderna, en cambio, considera que el consumo es el único fin y propósito de toda actividad económica” (E.F. Schumacher, de Small is Beautiful).
En un momento en que el consumo de los hogares se ha frenado por la incertidumbre ante el futuro y la necesidad de afrontar el pago mensual de deudas contraídas en los últimos años, se recuperan discursos como el de Mohandas Gandhi acerca de las ventajas de la vida sencilla.
Producción controlada versus producción descentralizada
Inspirado por los escritos sobre naturaleza, desobediencia civil, el sentido de la existencia y las virtudes de adoptar un estilo de vida simple formulados por el escritor y pensador norteamericano del XIX Henry David Thoreau, autor de Walden y considerado el primer ecologista moderno, “Mahatma” Gandhi podía contar sus posesiones materiales con las dos manos.
Las posesiones que Gandhi consideraba necesarias en su cotidianeidad: sus anteojos, su dhoti (vestimenta tradicional bengalí), un reloj de mano y un par de sandalias.
Gandhi exhortó a sus compatriotas a confeccionar sus ropas en la rueca de casa, para así colapsar el sistema industrial textil inglés. El movimiento de independencia indio (movimiento Swadeshi) ya tenía un símbolo: los indios se confeccionarían su ropa a partir de tejidos propios hindúes, lo que, a su vez, renovaría la dignidad de la vestimenta tradicional de las clases populares, o khadi.
No obstante, su movimiento de desobediencia civil ante el Imperio inglés no fue el único motivo por el que Gandhi promovió el uso de la tradicional rueca de hilar entre sus compatriotas más desfavorecidos.
Entre otras ventajas, el torno de hilar impulsaba una industria doméstica informal y descentralizada, capaz de ocupar y dar una primera oportunidad a personas privadas de necesidades básicas. También creaba un incipiente comercio local, no controlado por una industria centralizada que enviaba materias primas a Gran Bretaña, para retornar productos textiles manufacturados.
Enseñar a pescar
Ofrecer un conocimiento práctico, un oficio artesano, era un comienzo mucho más prometedor para un país, según Gandhi, que órdenes dogmáticas, odio y armas. Gandhi creía que la producción industrial centralizada era capaz de subyugar pueblos enteros, como habían demostrado los países europeos más poderosos a lo largo de los siglos.
Crear una industria local, adecuada a la idiosincrasia de las gentes, capaz de lograr productores y especialistas que pudieran alcanzar la prosperidad y, a partir de una estructura flexible y descentralizada, vender su excedente, debía construir un mejor futuro: a propósito de sustituir el modelo industrial centralizado de principios del siglo XX por otro descentralizado, más adecuado a la realidad social de su país, Gandhi creía que “no se trata de deshacerse del tigre para quedarse con su naturaleza”.
Tecnología adecuada
Con la misma intención de Gandhi, al promover las técnicas que generaran riqueza entre las familias y se adaptaran a la idiosincrasia de los pueblos, los conceptos tecnología adecuada, apropiada o intermedia, surgidos a partir de la toma de conciencia ecológica que generó la crisis del petróleo de 1973, promueven las tecnologías y diseños que tienen en cuenta aspectos ecológicos, culturales, sociales, económicos y éticos de la comunidad a la que se dirigen.
El modelo textil centralizado inglés de inicios del siglo XX, sobre el cual el Reino Unido había construido su Imperio, basaba su fuerza en la acaparación de materias primas al coste más bajo posible y, a través de una producción centralizada en factorías británicas, se obtenían productos textiles posteriormente exportados a todo el mundo, incluyendo lugares remotos que habían abandonado sus técnicas textiles tradicionales para especializarse en producir materias primas con las que propulsar este modelo industrial, sobre el que se basa todavía el modelo productivo de muchas grandes empresas.
Lo pequeño es hermoso
Quienes han teorizado sobre la tecnología adecuada o apropiada, basan buena parte de su trabajo sobre una reflexión formulada por Mohandas Gandhi: el desarrollo tecnológico no está inherentemente relacionado con el progreso. Para lograr progreso en todas las sociedades, las tecnologías deben poder ser aplicadas de manera descentralizada y poder ser adaptadas al tempo de cada realidad social y cultural.
Profundamente influenciado por el líder indio, el intelectual y economista E.F. “Fritz” Schumacher, describió en 1973 la tecnología adecuada como aquella que entiende que lo pequeño es hermoso (“small is beautiful“), una visión de la industria mundial que no se correspondió con la posterior evolución del tamaño de los automóviles y viviendas en países como Estados Unidos, donde una gran parte de la población ha seguido, tras los ensayos de Schumacher de 1973 sobre tecnología apropiada, creyendo en mitos de la sociedad industrial como el “cuanto más grande, mejor” (“bigger is better”).
La crisis climática y económica, así como el aumento de los precios del petróleo (similares a los acaecidos en 1973) y una mayor concienciación ecológica en todo el mundo, han recuperado el valor de los ensayos del británico E.F. Schumacher, que muchos ven como los fundamentos no sólo para desarrollar tecnologías prácticas y económicas para los países pobres, sino como paradigma de desarrollo de un nuevo modelo productivo: ecológico, descentralizado como Internet, basado en el “código abierto” (“open source hardware” o hardware libre) o ideas que pueden aprenderse y transmitirse fácilmente, y capaz de lograr en las próximas décadas los tan ansiados trabajos de la economía verde, o “green collar jobs” (trabajos de cuello verde).
En su libro Small is beautiful, Schumacher arguye que la economía moderna es insostenible. Los recursos naturales (tales como los combustibles fósiles) son tratados como un ingreso disponible para su gasto infinito, cuando deberían ser tratados como capital, debido a que no son renovables y pueden agotarse. Del mismo modo, la resistencia de la naturaleza a la contaminación es también limitada.
Cómo trata la historia a Jimmy Carter y a Ronald Reagan
Schumacher concluye ya en 1973 que, para superar con éxito una economía basada en el consumo de recursos contaminantes, el esfuerzo de gobiernos y empresas debe concentrarse en el desarrollo sostenible, debido a que mejoras relativamente menores no resolverían el problema subyacente de la “economía insostenible”.
El entonces presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y su equipo parecieron entender que la crisis del petróleo podía aprovecharse para realizar un cambio profundo del modelo productivo. Carter consiguió pequeñas victorias que, con el descenso de los precios del petróleo antes del cambio de década y la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca, pronto fueron olvidados: ventajas fiscales a la investigación y la instalación residencial de renovables, incentivos a la industria del automóvil para crear vehículos más eficientes, fomento del uso de la bicicleta y el ahorro de recursos en quehaceres productivos y cotidianos, etc.
En la actualidad, el imaginario colectivo estadounidense continía recordando a Carter como un presidente fallido que no supo lidiar con la crisis de los reenes en Irán y fue incapaz de remontar la crisis económica de los setenta. Ronald Reagan es, en cambio, recordado como uno de los presidentes más influyentes desde la II Guerra Mundial.
Quizá este matiz relacionado con la evolución de la opinión pública en Estados Unidos ayude a entender por qué, hasta la última crisis, el tamaño de los coches y las casas no habían parado de aumentar en Estados Unidos. El “cuanto más grande, mejor”, se había impuesto por K.O. a las tesis de Gandhi recuperadas en los setenta por E.F. Schumacher.
Ahora, el discurso de Thoreau, Gandhi, Schumacher y Amory Lovins vuelve a ser respetado y llaman a las puertas de departamentos gubernamentales, despachos universitarios, think tanks de distinto signo y, sí, el “small is beautiful” también llama a las puertas de la cultura popular estadounidense, todavía la más influyente en todo el mundo.
Un estudio de la economía como si la gente importara
Según sus defensores (Chamal Lal Gupta, Sen Kapadia, Buckminster Fuller, Anil K. Rajvanshi, Sanoussi Diakité, Victor Papanek, Johan Van Lengen o el propio Amory Lovins, entre otros), la tecnología apropiada promueve la ecología, la salud, la belleza y la permanencia. El diseño “de la cuna a la cuna” (cradle to cradle, C2C) propuesto por William McDonough y Michael Braungart está también próximo a los preceptos de la tecnología apropiada, al promover tecnologías que actúen como un árbol y realimenten al final de su vida útil o bien la tierra, o bien puedan ser transformados sin usar energía en otros productos.
En lugar de promover la mecanización como fin en sí mismo, incluso si ésta genera desplazamientos humanos, priva a la población de conocimientos y especializaciones locales y artísticas, y agota los recursos naturales mientras contamina, la tecnología apropiada promueve soluciones intensivas en trabajo y conocimientos peculiares por encima de otros modelos intensivos en capital.
Paradójicamente, la deslocalización industrial vivida en las últimas décadas por Norteamérica, Europa y Japón, a favor de las grandes economías emergentes, con China e India en cabeza, es instigada por el mismo modelo intensivo en capital que Gandhi criticara cuando la India era una mera colonia gigantesca británica, dócil proveedora de materias primas y compradora de productos homogéneos manufacturados en la metrópolis.
La tecnología adecuada (o intermedia, tal y como fue bautizada por Schumacher en Small is beautiful) incorpora características que relacionamos a menudo con el bajo coste, pero no deberían confundirse con la baja calidad. No existe un único paradigma de tecnología adecuada, aunque ésta suele ser ventajosa para el medio ambiente, es capaz de producirse en entornos locales y de acuerdo con tradiciones y materiales locales y, en ocasiones, representa avances tecnológicos, más que simplificaciones de tecnologías más costosas ya existentes.
Algunos ejemplos de tecnología apropiada:
- En las tecnologías de la información, las propias redes sociales pueden ser consideradas tecnología apropiada. Una herramienta de comunicación como Twitter, sencilla de usar, accesible desde un móvil y con vocación adaptable a las realidades locales, cuenta con varias características defendidas por la tecnología apropiada. Google Earth, Google Maps o su versión de código abierto OpenStreetMap (el Wikipedia cartográfico, con más de 200.000 voluntarios de todo el mundo y con una actualización sobre el terreno del desastre sobre Haití más valioso para las organizaciones que allí trabajan que las opciones de Google) son otros ejemplos de tecnología apropiada, susceptibles de ser empleados en todo el mundo, por todo el mundo, desde todo tipo de soportes.
- Hardware informático: en este campo, el primero de los netbooks, o pequeños portátiles más económicos y simples que los ordenadores portátiles convencionales, el OLPC XO-1, ha sido a menudo tratado como paradigma de la tecnología apropiada.
- En la construcción, materiales como el adobe, el ladrillo holandés, la pizarra, el cemento natural (como el usado por los romanos) o los preceptos básicos de la arquitectura tradicional mediterránea (orientación, aislamiento, materiales locales, “edificios que respiran”) son considerados tecnología apropiada.
- Energía: las energías renovables, así como su aplicación a pequeña escala (pequeña eólica, solar, micro-hidrológica, solar térmica, etc.) son los ejemplos con mayor seguimiento.
- Alumbrado: la tecnología LED ya es viable para su uso en la iluminación doméstica e industrial, como explico en una entrada reciente de mi blog personal. A diferencia de su principal alternativa de bajo consumo, las lámparas CFL, la tecnología LED tiene una mayor duración potencial y, sobre todo, no suponen un riesgo para la salud humana ni para el medio ambiente, al carecer de mercurio.
Además de este puñado de ejemplos, varias empresas, diseñadores, organizaciones sin ánimo de lucro, etc., trabajan en soluciones basadas en los preceptos establecidos por Gandhi y Schumacher para la tecnología adecuada, para aplicarlos tanto en zonas pobres como para lograr avances disruptores lo más rápidamente posible que contribuyan al cambio de modelo productivo que no sólo necesita España, sino el resto del mundo.
Si la cultura popular occidental ha logrado que las crecientes clases medias de China e India interioricen el sueño “material” de la búsqueda de la felicidad, basado en tener una casa cada vez más grande y más equipada con “tecnología” deslocalizada, y en lograr un coche cada vez más grande, el trabajo será más duro.
Habrá que lograr que la tecnología apropiada, la vida sencilla, los coches compactos y eléctricos, las casas pequeñas y bioclimáticas, nuestra ropa o nuestra comida respondan más al modelo industrial promovido por Mohandas Gandhi y E.F. Schumacher que al consumo conspicuo e indiscriminado del “cuanto más grande, mejor”.
Al fin y al cabo, hemos interiorizado más teorías económicas y conceptos filosóficos sobre el mundo y la propia existencia humana de lo que pensamos. Apoyamos una u otra escuela a diario, cuando ejercemos nuestro poder de compra o tratamos de influir sobre nuestros iguales.