Se consumen 1 millón por minuto. Acaban bloqueando desagües y matando animales. Varios países las prohiben, aunque sus productores contraatacan, mientras vuelven las bolsas reutilizables.
¿Necesitamos una cesta de la compra sin bolsa?
La bolsa de la compra de plástico tiene una relativamente corta historia. Fue adoptada por las tiendas de comestibles y la distribución en general en Estados Unidos y el Reino Unido en 1977, aunque rápidamente se volvió omnipresente.
El 90% de las bolsas de la compra son de plástico en la actualidad y, de media, tomamos prácticamente una nueva bolsa a diario, 365 días al año: en Estados Unidos, cualquier ciudadano acepta una media de 330 bolsas de plástico al año y, en otros países, los datos son muy similares (en Australia, por ejemplo, se consumen 326 por persona y año).
Aunque sus impulsores argumentan que fueron implantadas por su conveniencia y como alternativa a las bolsas de plástico, relacionadas con el consumo de papel e, indirectamente, con la deforestación, en las 4 últimas décadas, las bolsas de plástico han dejado su inconfundible huella en paisajes de todo el mundo -ganándose apelativos como “bragas de bruja” (Reino Unido), “contaminación blanca” (China), “margaritas de carretera” o la “flor nacional” (Sudáfrica)-, y son una fuente no sólo de basura, sino de graves problemas medioambientales.
Actualmente, países como Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Italia, Francia, Bangladesh, Bután, Sudráfica, la India, China, Taiwán, Tanzania, Ruanda, Kenia y Uganda gravan con algún tipo de impuesto o prohiben en algún grado el uso de bolsas de plástico, mientras otros países (es el caso de Australia, el Reino Unido o España), consideran tomar algún tipo de medida.
La percepción sobre el uso de bolsas de plástico ha cambiado tanto en los últimos tiempos que, en marzo de 2007, cuando un cargo público de San Francisco, Ross Mirkarimi, propuso su prohibición en la ciudad californiana, se refirió a éstas como una “reliquia del pasado”.
La prohibición entró en vigor en noviembre de 2007, mes en que San Francisco se convirtió en la primera ciudad estadounidense en prohibir su uso, aunque el comentario de este miembro del consistorio de la ciudad californiana resulta un tanto prematuro: los datos aclaran que el uso de bolsas de plástico sigue vigente.
Los grupos de presión de la industria
Mientras Australia decide si imponer una prohibición en todo el país o gravar su uso con impuestos en 2008, las tres principales patronales de la distribución alimentaria -Asociación Australiana de la Distribución (ARA en sus siglas en inglés), la Asociación Nacional del Comercio Minorista Alimentario y Asociación Nacional de Minoristas-, han empezado a luchar contra la propuesta.
El director ejecutivo de ARA, Richard Evans, ha declarado que “esta iniciativa causa confusión, incrementa los costes y añade un requisito más a los distribuidores.”
Este tipo de presión ha funcionado en algunos lugares. En Los Ángeles, la presión por parte de la asociación patronal Plastics FoodService Packaging Group (PFPG; entre sus miembros, Chevron Philips Chemical Company, Dow Chemical Company y Total Petrochemicals USA), provocó un cambio de opinión de última hora en el consistorio de la ciudad del sur de California, que se retractó de sus intenciones de prohibir su uso y, a cambio, introdujo una normativa para promover un programa voluntario, más acorde con los postulados de las empresas.
La Coalición de Apoyo al Reciclaje de Bolsas de Plástico interpuso una demanda judicial a la ciudad de Fairfax, una pequeña población de Silicon Valley reconocida por sus valores progresistas que, ante las perspectivas de un largo y costoso juicio, decidió anular la prohibición sobre el uso de bolsas de plástico instaurada en el término municipal desde julio de 2007.
En cambio, Oakland, también en la Bahía de San Francisco, al encontrarse ante una demanda similar, ha decidido pelear.
A la luz de las actuaciones de países y consistorios locales, así como las airadas reacciones con que se topan, en la mayoría de los casos orquestadas por compañías con presencia en todo el mundo (por no hablar de comentarios de algunos lobistas, que aseguran que “el impacto medioambiental de las bolsas de plástico es insignificante”), hemos creído oportuno echar un vistazo a la evolución de las leyes sobre el uso de algo aparentemente tan inocuo como las bolsas de plástico, y analizar por qué tantos gobiernos y ayuntamientos prohiben sin más su uso.
Advertencia: las bolsas de plástico pueden causar inundaciones y dolencias
El primer país en prohibir las bolsas de plástico fue Bangladesh, tras descubrir que su uso fue el principal causante de las devastadoras inundaciones de 1988 y 1998. Las bolsas desechadas habían bloqueado los desagües y, como consecuencia, se inundaron dos terceras partes del país. En 2002, todas las bolsas de la compra de plástico fueron prohibidas.
Las bolsas de plástico han causado tantos problemas en la vecina India -inundaciones, concentración de basura e incluso la muerte de vacas (que, al intentar comerlas, mueren asfixiadas o de problemas gastrointestinales)-, que la ciudad de Bombay ha prohibido su uso.
El profesor Rashmi Mayur, asesor de las Naciones Unidas, explicaba a la BBC en 2001 que el problema de los desechos había traspasado en la ciudad todos los límites soportables, con efectos a largo plazo sobre la salud humana todavía por determinar.
“Paulatinamente, todo el terreno de las granjas está saturado de bolsas de plástico, y la gente no sabe qué ocurre con el plástico cuando se empieza a descomponer. Y los granjeros plantan verduras y hortalizas, plantan grano y todos estos productos se mezclan con las sustancias químicas, que se transmiten a la sangre y causan una enorme cantidad de problemas neurológicos, y así sucesivamente.”
La flor nacional
En 2002, el gobierno irlandés declaró a las bolsas como culpables de constituir uno de los mayores generadores de basura en el país. En abril del mismo año, la administración del país instituyó un impuesto sobre su uso, o “plastax” (acrónimo creado con las palabras “plástico” e “impuesto” en inglés), establecido en 15 céntimos por bolsa.
Cinco meses después, el ministro de Medio Ambiente, Martin Cullen, reivindicaba el éxito de la iniciativa y sus efectos sobre el paisaje, que tildó de “claramente visibles“. En 2008, el uso de bolsas de plástico ha descendido en un 90%; anualmente, los irlandeses usan ahora 1.000 millones de bolsas de plástico menos.
En 2003, había tantas bolsas de plástico en el paisaje de Sudáfrica que la gente las había apodado “margaritas de carretera” y “la flor nacional”.
Ese año, el gobierno del país africano aprobó una de las restricciones sobre su uso más estrictas hasta el momento: los vendedores que repartan bolsas de plástico de menos de 30 micras de espesor se enfrentan a multas de hasta 100.000 rands (cerca de 9.000 euros) o a sentencias de prisión de hasta 10 años. Las bolsas con más de 30 micras de espesor están exentas, al ser más fáciles de reciclar.
En enero de 2008, China prohibió el uso de bolsas ultra-finas (con un espesor de 0,025 milímetros o menos) -sólo 15 años después de la introducción de las mismas en los supermercados-, en un intento de proteger el medio ambiente y ahorrar energía. El sitio oficial del Estado chino proclamaba: “las bolsas ultra-finas son la principal fuente de ‘contaminación blanca’ debido a que pueden romperse fácilmente y acabar como basura.”
En defensa de los animales
Las preocupaciones acerca de la contaminación por bolsas de plástico no son sólo estéticas: la polución provocada por plástico, así como su ingestión o enredo en el cuerpo de numerosos animales es responsable de la muerte de más de un millón de aves y 100.000 animales mamíferos marinos y tortugas cada año.
Los residentes de Coles Bay, en Tasmania (Australia), prohibieron el uso de bolsas de plástico en 2003, en parte debido a la proximidad de esta localidad costera de un parque nacional, así como de una ruta marina que utilizan anualmente las ballenas que migran hacia la costa (ver vídeo -en inglés- grabado en esta localidad en el que los comerciantes y los turistas hablan sobre la prohibición).
Para los residentes de Modbury, Inglaterra, las aves acuáticas que llevaron al consistorio de la población a prohibir las bolsas de plástico se encontraban en la otra punta del mundo. Cuando la fotógrafa especializada en naturaleza y oriunda de Modbury Rebecca Hosking tomó imágenes de crías muertas de albatros Laysan “con sus cuerpos envueltos en plástico”, en la isla hawaiana de Midway, regresó a su pueblo a enseñar las fotografías y filmaciones a sus convecinos, quienes acto seguido acordaron prohibir las bolsas de plástico en la localidad.
El costo de la limpieza
Preocuparse por el efecto de las bolsas de plástico en una pequeña localidad del interior del Reino Unido puede sonar a curiosidad académica, pero las bolsas de plástico tiradas en cualquier lugar y a merced de las corrientes de aire suponen un gran problema.
Australia ha luchado contra el problema desde 2002, cuando el gobierno intentó frenar su uso mediante la introducción de medidas voluntarias, como constatación de que alrededor de 50 millones de bolsas de plástico (49.600.000, según el Departamento de Medio Ambiente australiano), acaban poblando las calles y playas del país cada año.
John Dee, fundador de la organización ecologista australiana Planet Ark, estima que, en un día ventoso, hasta 25.000 bolsas de plástico pueden volar más allá de los vertederos.
Dee explica que los vertederos suelen emplear de dos a cuatro personas dedicadas exclusivamente a detener las bolsas que salen volando. “La mayoría de los administradores de vertedero con los que he hablado han comentado que las bolsas de plástico son el peor problema concreto que deben afrontar. Odian las bolsas de plástico hasta el delirio.”
El fenómeno de las bolsas de plástico que se desplazan con el aire también se traduce en costes de limpieza para las ciudades. Jared Blumenfeld, jefe del departamento de Medio Ambiente del Ayuntamiento de San Francisco, explicaba a The Economist, antes de que su prohibición recortara los gastos derivados de su limpieza, que enviar a un trabajador a retirar las bolsas de un árbol asciende a 150 dólares por salida.
Quién hay detrás de la defensa del plástico
Cuando el ayuntamiento de Fairfax, California, votó a favor de prohibir el uso de bolsas de plástico en la localidad, con 8.075 habitantes censados (ver vídeo -en inglés- sobre los esfuerzos medioambientales de esta población), los fabricantes de bolsas y envases de plástico, entre ellos Emerald Packaging Co. y Fresh Pak Corp., acusaron a la ciudad de no haber realizado una evaluación medioambiental completa, en cumplimiento con la Ley de Calidad Ambiental de California, antes de prohibir el uso de las bolsas.
Donne Dempsey, director del grupo de presión de la industria del plástico Progressive Bag Alliance, sostuvo que una correcta evaluación es importante para determinar el impacto medioambiental de las alternativas. Afirmó que “un mayor uso de papel -como alternativa a la prohibición de las bolsas de plástico en la localidad- contribuiría a la deforestación.”
La misma cuestión le fue planteada al gobierno australiano, tras la propuesta de prohibición llevada a cabo por el gobierno laborista de Kevin Rudd. El portavoz de Medio Ambiente de la oposición conservadora, Greg Hunt, se manifestó en contra de cualquier decisión rápida: “vamos a asegurarnos de que no estamos incrementando la tala de árboles para hacer bolsas de papel con el fin de sustituir las bolsas de plástico.”
Papel o plástico
La preocupación por una sustitución del plástico por papel es justificada. El papel no es necesariamente una alternativa más sostenible. Según la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos, la fabricación de bolsas de papel genera significativamente más contaminación en el aire y el agua que la producción de bolsas de plástico convencionales. También ocupan más espacio en los vertederos.
Según la Film and Bag Federation (federación de film y bolsas de plástico) -una parte de la Sociedad de la Industria del Plástico, con sede en Washington DC-, en comparación con las de papel, las bolsas de plástico consumen un 40% menos de energía, generan un 80% menos de residuos sólidos, producen un 70% menos de emisiones atmosféricas, y liberan un 94% menos de desechos líquidos.
Elegir entre papel y plástico convencional parece consistir en seleccionar qué tipo de recurso contaminante consumir. Según el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, las bolsas de plástico usadas anualmente en Estados Unidos requieren alrededor de 12 millones de barriles de petróleo para su producción. El coste relacionado con la fabricación de la alternativa de papel: 14 millones de árboles.
Ni papel ni plástico
Aunque las bolsas de papel no suponen un riesgo para la vida animal ni se acumulan en el campo del mismo modo que el plástico, no son una solución a largo plazo, al aportar tantos problemas como ventajas.
La mayoría de las prohibiciones establecidas por gobiernos estatales y locales excluyen las bolsas de papel de la normativa, aunque también aceptan el uso de bolsas de plástico biodegradables.
Las bolsas de plástico biodegradables requieren la creación de una infraestructura de compostaje (no pueden ser recicladas con el resto de las bolsas de plástico, confeccionadas con derivados del petróleo, sino que se descomponen con el resto de la basura orgánica, siempre que ésta sea tratada convenientemente y de forma separada del resto de los residuos), pero a medida que las ciudades crean centros de recogida de basura orgánica, las nuevas bolsas son usadas para desechar los restos de comida. En Estados Unidos, Seattle y San Francisco ya tienen centros de tratamiento de residuos orgánicos.
El responsable de Medio Ambiente del Ayuntamiento de San Francisco, Jared Blumenfled, explicaba a The Economist que la gente haría más compostaje si tuvieran al alcance bolsas de la compra biodegradables, que podrían usar para tirar la basura orgánica sin necesidad de comprar bolsas adicionales.
Incluso las bolsas compostables no son ideales. No sólo son más caras -cuestan a los minoristas 10 céntimos por pieza por 1 céntimo de la alternativa de plástico convencional, o 5 céntimos de bolsas de papel-, sino que también requieren recursos para su producción (Aseem Das, de la empresa de contenedores de comida para llevar biodegradables World Centric, con sede en Silicon Valley y con clientes como Google o Apple, nos explicaba en un vídeo -en inglés- las ventajas e inconvenientes del plástico biodegradable).
Una bolsa más verde
Pero la bolsa que se ha ganado el apoyo de la mayoría como una alternativa viable al papel y al plástico no es obtenida a partir de maíz, patata, soja o cualquier nueva tecnología que permita extraer un plástico vegetal, sino algo más retro: la bolsa reutilizable. La bolsa de la compra de toda la vida; hasta la llegada de la bolsa de plástico a finales de los 70 del siglo pasado.
El gobierno chino lo explicaba en una declaración que anunciaba la prohibición del uso de bolsas de plástico: “Tenemos que animar a la gente a que vuelva a llevar bolsas de tela y cestas para llevar la compra.”
Nancy Nadel, del Ayuntamiento de Oakland, junto a San Francisco, enaltecía esta misma opción mientras defendía la prohibición de la localidad impuesta sobre la alternativa de plástico: “Tengo confianza en que la gente de Oakland podrá pasarse a las bolsas reutilizables.”
Millones de australianos ya se han decidido por esta opción, durable y menos contaminante, desde que el gobierno presionara en 2002 a los supermercados para que redujeran voluntariamente el uso de bolsas de plástico.
A un precio de tan sólo 99 céntimos cada una, las bolsas reutilizables ya forman parte de prácticamente cada hogar australiano; en un país con 20 millones de habitantes, actualmente existen entre 10 y 15 millones de bolsas (datos de 2005).
Aunque las bolsas usadas en Australia están hechas de un plástico -polipropileno-, el presidente de la campaña Limpiemos Australia, Ian Kiernan, ha reivindicado que las bolsas pueden ser recicladas una vez ha acabado su vida útil (la estimación habla de 104 compras), y que “cada bolsa verde equivale a 1,2 bolsas de plástico convencionales. La estimación habla de 8,3 bolsas de plástico por persona y semana, o 431 bolsas al año.”
Una bolsa para toda la vida
En el Reino Unido, Marks & Spencer mantuvo una campaña en la que regalaba bolsas reutilizables “para toda la vida“, antes de empezar a cobrar a los clientes 5 peniques por ellas (6 céntimos de euro) en las tiendas de Irlanda del Norte.
La tasa funcionó para lograr un cambio de comportamiento en el consumidor: con el plan, el uso de bolsas de plástico se ha reducido en un 66%, y Marks & Spencer empezará en 2008 a cobrar por el uso de bolsas en sus tiendas del suroeste de Inglaterra.
Otros mercados británicos han reconocido la necesidad de cambiar. Tesco ofrece la entrega de comestibles “al desnudo” (una opción que no emplea bolsa de plástico), mientras Sainsbury’s ha instaurado días sin bolsas de plástico y Waitrose prueba distintas iniciativas para que los usuarios traigan sus propias bolsas.
La cadena de supermercados estadounidense Whole Foods encontró resistencia a la opción del empleo de bolsas reutilizables, hasta que situaron su precio en 99 centavos.
Tras comprobar que la mayoría de sus clientes hizo el cambio hacia la opción reutilizable, en detrimento del papel (cuyo uso sólo se incrementó en las tiendas de San Francisco, desde que la ciudad ha prohibido las bolsas de plástico), la cadena ha anunciado que prescinde de la opción de plástico en las 270 tiendas que tiene internacionalmente.
Disturbios para conseguir una bolsa reutilizable: “I’m not a plastic bag”
Si bien las tasas impuestas sobre las bolsas de un solo uso han contribuido a crear un mercado de bolsas reutilizables, también lo han hecho Madonna y Keira Knightley.
Después de que varias celebridades hayan sido vistas llevando las bolsas de la compra de algodón diseñadas por Anya Hindmarch, en las que puede leerse un contundente “I’m not a plastic bag” (no soy una bolsa de plástico), este modelo se ha convertido en un preciado artículo que traspasa la frontera de lo útil y se convierte en moda.
Cuando salieron a la venta en el Reino Unido, 80.000 personas hicieron cola para comprar una bolsa. En Estados Unidos, se agotaron en las tiendas del supermercado Whole Foods en cuestión de horas, mientras en Taiwán y Hong Kong su venta generó una avalancha que provocó la intervención de la policía antidisturbios.
Esta bolsa reutilizable es tan popular que ha llegado a cotizarse a 400 dólares (275 euros) en eBay. La diseñadora, Anya Hindmarch, ve este curioso frenesí como un fenómeno positivo para la protección del medio ambiente.
“Para generar concienciación, tienes que jugar con la escasez de un producto que se convierte en objeto de moda, a través de la producción de una edición limitada. Odio la idea de hacer del medio ambiente una moda, pero necesitas hacerlo ‘cool’ y atractivo para que después se convierta en hábito.”
Es un hábito que gana terreno, tanto mediante las prohibiciones como por la simple sensibilización de la opinión pública. Como explica Bridget McCosker, una minorista australiana con su propia tienda y perteneciente a Snowy Camping World, las bolsas no han sido prohibidas de momento en su país, aunque la posición de sus clientes con respecto a su uso está cambiando.
“He comprobado que, si pregunto a mis clientes si quieren una bolsa, muchos de ellos dicen ‘no’ -respuesta que me ahorra tiempo y dinero.”