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Viajeros frugales: objetos esenciales de nómadas ocasionales

¿Cuáles son los enseres materiales esenciales para viajar? ¿Podemos simplificar nuestra cotidianeidad integrando los principios del viajero frugal, más centrado en la experiencia que en las posesiones?

Los viajeros más experimentados perfeccionaron el arte de viajar, aconsejándonos a disfrutar del camino en lugar de obsesionarnos con la meta, o a llevar con nosotros lo preciso y esencial para no dedicar la mejor energía a acarrear bultos simbólicos.

Sobre el arte de viajar

La diferencia entre el viajero frugal y el no experimentado se observa a primera vista:

  • el primero apenas lleva consigo lo que usa, difícilmente nada nuevo;
  • mientras el segundo emula, como un Sísifo con pasaporte acarreando un enorme pedrusco en una pendiente, las comodidades de casa en el trayecto.

Es difícil renunciar a objetos innecesarios, en casa o de viaje, si ni siquiera hemos cuestionado su valía.

Caminante experimentado vs. caminante con la casa a cuestas

El distingo entre el viajero frugal y el esporádico que sale de casa con todo cuanto cabe en las maletas o el medio de transporte elegido salta a la vista en rutas con cierta exigencia.

En un trayecto de varias jornadas a pie, como el Camino de Santiago, este contraste es todavía más radical: quienes caminan con calzado cómodo y usado, además de empaquetar en la mochila sólo lo que usarán, suelen ser los únicos en concluir la experiencia.

Por el contrario, los caminantes primerizos castigan sus pies con calzado nuevo e inadaptado, y acumulan cosas insustanciales en la mochila que, después de la primera jornada, parecen aumentar en peso.

El explorador que quiso adaptar todo un continente a su trayecto

Ocurre algo similar en los grandes viajes exploratorios, o los movimientos de tropas en las grandes guerras: Robert Falcon Scott trató de alcanzar el Polo Sur viajando por la Antártida con pesado equipaje, caballos y rudimentarios vehículos a motor.

La tecnología moderna no sirvió a Scott en un viaje tan exigente como el antártico y causó su muerte.

La comparación entre las expediciones de Roald Admunsen (la primera en llegar al Polo Sur) y la de Robert Scott expone con crudeza la diferencia entre el viajero frugal y que ha realizado el esfuerzo de adaptarse al medio y aquél que añade todos los medios posibles para “forzar” el propio medio por el que viaja.

Admunsen se adaptó, en definitiva, a las circunstancias de la Antártida, mientras Scott trató de adaptar la Antártida a las necesidades de su expedición.

Roald Admunsen, noruego, había dedicado su vida a viajar con la máxima eficiencia y ligereza en uno de los medios más inhóspitos de la tierra: los círculos polares. Lo logró integrando tecnología (tejidos, telas, calzado, herramientas de navegación, materiales ligeros, uso de esquíes e ingeniería aeronáutica) y conocimientos viajeros ancestrales, como el desplazamiento con trineos con perros de tiro adaptados al medio.

Orígenes de nuestro modo de viajar

Ambos tipos de viajero, el ilustrado que trata de adaptar el medio a sí mismo y el que viaja ligero conociendo tanto el medio como los usos de los viajeros que le han precedido, se forjaron en los países europeos y sus colonias en la Era de los Descubrimientos.

Durante la Ilustración, los mejores viajeros fueron aquellos que integraron avances tecnológicos, pero no olvidaron estudiar el medio y traer consigo sólo lo esencial, como rememorando un pasado nómada compartido.

Viajeros de Frontera: utensilios para un nuevo continente

En la Norteamérica que partía de la mentalidad europea de las Trece Colonias y se convertía, avanzando hacia el Oeste, en Estados Undos, la tecnología de la Era de los descubrimientos y la Ilustración convivió y se reforzó con la dureza de la vida en la Frontera y la convivencia con los pueblos nómadas de nativos americanos.

Animales de tiro, tejidos, vehículos, equipaje y material de acampada lograron un nuevo nivel tecnológico en la Frontera estadounidense.

Los orígenes de esta vocación de perfeccionamiento del viajero frugal se encuentran en textos autobiográficos y literarios, a menudo de personalidades de renombre en la historia de Estados Unidos.

Benjamin Franklin y Henry David Thoreau son dos claros exponentes de la nueva mentalidad del viajero busvavidas.

En la Norteamérica de Ben Franklin

El polímata Benjamin Franklin escribió una autobiografía tan accesible como su ensayo “superventas” antes de la era de los superventas, The Way to Wealth, un compendio sobre autosuficiencia e industriosidad.

La autobiografía supera también en vocación intergeneracional a la otra obra de Franklin que influyó sobre el estilo de vida de sus coetáneos en las Trece Colonias (posteriormente Estados Unidos): al almanaque que publicó entre 1732 y 1758.

A diferencia de las otras dos obras, su autobiografía no ha perdido vigencia; lega consejos y detalles personales remarcables, desde sus orígenes humildes o las relaciones tempestuosas con su hermano mayor y su padre, o cómo suplió con ingenio y tolerancia hacia el riesgo la falta de un mentor claro.

El modo de viajar como proyección de una filosofía de vida

Más que charlatanería, Franklin aplicó en su vida todo lo que aspiraba a observar en otros. Dejó Boston muy joven en busca de oportunidades editoriales, hasta conseguirlo en Filadelfia, lo que le permitió explorar sus ideas en otros campos. 

Cuando ya era una personalidad notable, prestó dinero a varios emprendedores y financió de su propio bolsillo las tropas que luchaban contra los británicos, sin intención de enriquecerse él mismo, como observó a menudo.

La autobiografía de Franklin no oculta ni minimiza los errores cometidos, sino que los remarca: el dinero que dejó a un amigo y nunca volvió; las inversiones que no funcionaron; la falta de medios para evitar la muerte por enfermedad de uno de sus hijos; las dificultades para impulsar empresas promovidas por uno mismo; etc.

Los detalles más cotidianos interesan tanto como los grandes acontecimientos en esta corta y deshilachada autobiografía, que se lee con la facilidad de los libros con información de primera mano, útil y sin pretensiones de un “self-made man”, editor, escritor o inventor, además de personalidad pública y uno de los fundadores de Estados Unidos (y co-autor de su Declaración de Independencia).

Rememorar experiencias

Al inicio de su autobiografía, Franklin apunta que “la cosa más parecida a vivir de nuevo la vida propia parece ser una remembranza de esa vida”. Y a ello dedicó algunos ratos de su vida adulta, en ocasiones separados durante décadas.

Sorprende la consistencia de las decisiones tomadas desde los primeros años de la edad adulta, que mantendría el resto de su vida. A los 20 años, desarrolló un “plan” con 13 virtudes que se dispuso a integrar en su vida, inspirado en las filosofías de vida clásicas y el protestantismo.

Franklin refrendó en sus últimos años la importancia en su trayectoria vital de la filosofía de vida que había adaptado para sí mismo durante su juventud.

Franklin incluyó en sus 13 virtudes la frugalidad y el aborrecimiento de lo superficial, como los lujos cotidianos y la acumulación de bienes que requieren mantenimiento, criados, atención ritual, etc.

Viviendo (y viajando) con lo esencial

Pese a haberse casado y fundado una familia en Filadelfia, Franklin rehuyó la pomposidad, incluso cuando su propia prosperidad y la de sus vecinos invitaban a emular las costumbres urbanas y refinadas de otras ciudades y de Europa.

Su manera de viajar era consistente con su vida en la ciudad: sólo consideraba lo esencial, sin tiempo para detalles superfluos, ropa o artilugios en exceso que, más que ayudar, complicaran el desplazamiento.

En esencia, Benjamin Franklin se comportó en su vida adulta como un estatista de alcance mundial, pero siguió viajando con la ligereza y sencillez de los primeros buhoneros del río Ohio o la vocación nómada de los nativos americanos.

Tras la estela de buhoneros y buscavidas

Viajó, en definitiva, con la ligereza, la filosofía sencilla y panteísta, y el interés por la naturaleza y los nativos norteamericanos del pionero buscavidas Johnny Appleseed, rememorado por la literatura estadounidense en personajes como Huckleberry Finn.

Influenciado por su trabajo periodístico, tanto la filosofía de vida como el lenguaje de Benjamin Franklin eran directos y concisos, siempre atentos a las enseñanzas que él mismo había extraído del método socrático.

Otro de los grandes ensayistas y forjadores del carácter y aspiraciones estadounidenses, el trascendentalista Henry David Thoreau, compartió con su amigo y coetáneo Ralph Waldo Emerson una escritura más imaginativa y proclive a los recursos literarios.

De Franklin a Thoreau

Mientras el lenguaje usado por Franklin exponía lo conseguido en términos sociales y económicos cuantificables (éxito como progresión individual y logro de metas precisas), Thoreau y Emerson se centraron el la autosuficiencia, la introspección, el descubrimiento de lo propio y su proyección hacia el exterior.

Cuando Thoreau se comprometió por la sociedad de su época, asumió a menudo el rol de Benjamin Franklin, como si siguiera, de manera libre e intuitiva, las 13 virtudes a las que Franklin aspiraba para sí.

En su ensayo Walden, sobre su retiro introspectivo en una cabaña construida por él mismo junto al lago del mismo nombre, Thoreau evoca la vida sencilla y la no posesión (rodearse por los artilugios materiales esenciales y apreciar lo esencial), como ideales para vivir y viajar.

Vivir y viajar

Ni Franklin ni Thoreau distinguían entre las comodidades de “vivir” (en casa, rodeados por lo cotidiano) y “viajar”. Ambos estados se guiaban por los mismos principios: renunciar a objetos innecesarios y su carácter superfluo.

Thoreau, en Walden: “Cuídate de todas las empresas que requieran ropa nueva, en lugar de solicitar un individuo nuevo que lleve ropa. Si no hay un nuevo personaje, ¿cómo puede hacerse ropa nueva adecuada? Si tienes una nueva aventura ante ti, prueba a afrontarla con tu ropa vieja”.

Más de medio siglo antes, Franklin había escrito en sus memorias, acerca de la frugalidad en su vida cotidiana y cómo ésta influía otras facetas (viajar, etc.), incluso después de lograr notoriedad y estabilidad económica.

Franklin: “No manteníamos criados desocupados, nuestra mesa era normal y corriente, nuestros muebles de los más baratos. Por ejemplo, durante mucho tiempo mi desayuno fue pan y leche (sin té), y lo comía en una escudilla de barro de dos peniques, usando una cuchara de peltre”.

El modo de viajar de los pioneros estadounidenses, alimentado por la cultura de una Frontera en perpetuo movimiento hacia un Oeste imaginario, influyó sobre los viajeros románticos que redescubrirían la belleza de la Europa olvidada, desde Stendhal al estadounidense Washington Irving.

Retorno al presente: nuestro viaje por el “Pacific Northwest”

¿Cómo aplicar los principios de la vida sencilla y la frugalidad en un viaje familiar? Es lo que nos hemos preguntado Kirsten, yo mismo y nuestros 3 hijos (6 años, 4 y 1) durante nuestro periplo de 15 días por el Pacífico Noroeste de Estados Unidos:

  • inicio de la experiencia (artículo y galería fotográfica);
  • historias que hemos encontrado en el camino a bordo de una autocaravana VW Vanagon L Westfalia de 1981 (artículo);
  • recorrido en (Google Maps) de las jornadas realizadas: 2.046 millas (3.292 kilómetros) en 3 estados: California, Oregón y Washington.

Vivir-viajar-trabajar en una vieja “campervan” Vanagon Westfalia

Por de pronto, vivir, trabajar y viajar durante más de 2 semanas en el habitáculo de una pequeña autocaravana (al fin y al cabo, la Volkswagen Vanagon “campervan” es una furgoneta acondicionada para acampar con elementos de Westfalia), requiere una predisposición a la frugalidad, la convivencia y el trabajo en equipo, sobre todo tratándose de una familia con 5 miembros.

Como esperábamos, la aventura ha funcionado y, tras finalizarla, podemos refrendar que hemos aprendido más sobre los lugares visitados y sobre nosotros mismos. 

También hemos podido medir al milímetro qué elementos que considerábamos esenciales para viajar al inicio del trayecto han resultado útiles, y cuáles otros se convirtieron en un bulto o estorbo.

Sobre lo esencial

En esencia, tal y como comentaba con Kirsten hace unos días, después de salir a correr en torno al lago Crescent (Península Olímpica, Washington) y cocinar el desayuno mientras veíamos cómo las primeras barcas salían a navegar en este refugio natural, ahora comprendemos el valor de elementos en apariencia tan anodinos como:

  • cazuela (pequeña, versátil, fácil de lavar y guardar);
  • sartén tan pequeña y versátil como la cazuela (aunque nos hubiera gustado un recipiente que se hubiera integrado en la cazuela al estilo de las muñecas rusas, para ocupar el mínimo espacio posible);
  • navaja suiza;
  • juego de platos y cubiertos;
  • pequeño botiquín de primeros auxilios con lo esencial (tratar cortes, picaduras, pequeñas infecciones, resfriados, etc.);
  • cuidado personal esencial (nosotros optamos por 1 pastilla de jabón de Castilla, al perder nuestra botella de jabón de Castilla líquido Dr. Bronner);
  • protección personal esencial (crema solar para toda la familia, gafas de sol, sombrero para el bebé);
  • cafetera que era a la vez taza para beber; termo personal para mantenerlo caliente durante horas;
  • recipientes durables y resistentes para agua (varias botellas de acero, en nuestro caso);
  • dispositivo de navegación y comunicación (en nuestro caso, una tableta electrónica con navegador GPS y acceso a redes móviles 3G);
  • ropa esencial para distintas temperaturas (sobre todo en viajes con fluctuaciones acusadas, como sucedió en nuestro periplo por el Noroeste del Pacífico de Estados Unidos).

Optimizando el uso del espacio

Nuestro objetivo era usar la “camper” como vehículo, hogar y despacho mientras nos movíamos entre localizaciones y Kirsten se escabullía para grabar alguna entrevista concertada en distintos lugares del interior y la costa del norte de California, Oregón y Washington.

La “camper” VW Vanagon Westfalia, asimismo, facilitó los desplazamientos y el aparcamiento en entornos urbanos, al tener un exterior y dimensiones de vehículo convencional en lugar de la voluminosidad de caravanas y autocaravanas.

Pese a su aspecto y carácter compacto, la “Westy” de 1981 incluía nevera para almacenar perecederos, cocina, despensa para alimentos no perecederos y armarios cuyo contenido fluctuaba según el horario (sacos de dormir de día, cuando no eran usados; mochilas de ropa de noche, mientras dormíamos y el espacio del maletero se convertía en la cabecera de la cama inferior).

En 2 o 3 días, habíamos establecido rutinas para acelerar los procesos y usos del vehículo-casa-oficina:

  • desplazamientos: en la carretera, las mochilas iban en el maletero, o espacio posterior al asiento abatible trasero;
  • cocinar y comer: al contar con cocina de 2 fuegos y nevera, comprábamos y cocinábamos nuestros alimentos (desayuno, comida, merienda, cena); mientras cocinábamos, uno de los adultos paseaba o atendía a los niños hasta que la comida estaba lista;
  • descanso: el maletero y el asiento trasero se convertían en cama y guardábamos el escaso equipaje (una mochila por miembro de la familia) en el armario ropero de la furgoneta, una vez extraídos los sacos de dormir que ocupaban el mismo espacio durante el desplazamiento.

Garantizando las comodidades esenciales

En definitiva, el vehículo-casa-oficina proporcionaba varios de los elementos esenciales en un viaje largo y complejo (niños, diferentes localizaciones, clima distinto, etc.): desplazamiento, cobijo, almacenamiento y comidas.

No hay fórmulas universales para viajar, ni una lista inequívoca y estándar que funcione de manera infalible. No es lo mismo viajar solo o acompañado, con adultos o con niños y ancianos, con tiempo por delante o las horas contadas, etc.

Las exigencias también varían en función de la estación, el entorno o los objetivos del viaje.

Sobre el excursionismo

Nuestro viaje por el Noroeste del Pacífico fue una oportunidad para charlar con algunos amigos y recién conocidos sobre los orígenes del excursionismo, el montañismo y el disfrute de la naturaleza modernos.

Visitamos varios parques naturales, entre ellos algunos de los más antiguos de Estados Unidos y el mundo, y escuchamos historias sobre la presión ejercida por determinadas poblaciones locales del Noroeste del Pacífico al gobierno estadounidense para que se protegieran áreas prístinas de la Península Olímpica (Washington), entre otras localizaciones.

Por ejemplo, en junio de 1938, durante una visita de Franklin Delano Roosevelt a Port Angeles (Olympic Peninsula, Washington), se logró un pacto con los intereses madereros de la zona para proteger buena parte del interior montañoso de la península (Olympic National Park, con 648.000 acres -262.000 hectáreas- de extensión).

La Gran Depresión contribuyó al desarrollo y mantenimiento de parques naturales en Estados Unidos, hasta que la II Guerra Mundial acabó con el desempleo y los problemas estructurales más acuciantes de la economía estadounidense.

Los “Ten Essentials” del excursionismo

Todavía en los años 30, un grupo montañista con sede en Seattle, The Mountaineers, publicó una lista de necesidades que todo caminante, escalador, aficionado a acampar o aventurero en general debía tener en cuenta mientras visitara entornos naturales despoblados.

Los conocidos como “Ten Essentials” no han variado de manera dramática desde entonces:

  • mapa,
  • brújula,
  • gafas de sol y crema solar,
  • alimentos y agua de reserva,
  • ropa de abrigo y repuesto,
  • linterna,
  • botiquín,
  • mechero de emergencia,
  • cerillas,
  • y cuchillo.

En 2003, 70 años después de la publicación de este listado de esenciales de supervivencia en entornos naturales, The Mountaineers actualizó su contenido, adaptándolo a las necesidades y tecnologías actuales.

Nuevos “10 esenciales”

Permanece la esencia, pero nuestro trayecto, y el de otros tantos viajeros, se acerca más al último listado:

  • navegación y comunicación (teléfono inteligente, etc.),
  • protección solar,
  • aislamiento térmico (ropa, sacos de dormir, etc.),
  • iluminación,
  • botiquín, 
  • fuego,
  • kit de reparación y herramientas esenciales,
  • nutrición,
  • hidratación,
  • cobijo de emergencia.

En cuanto al contenido del botiquín de primeros auxilios, un viaje de varios días con niños por distintos entornos exigentes demuestra la importancia de incluir lo esencial.

Nosotros hicimos frente a una pequeña infección en el dedo índice izquierdo de nuestra hija mayor. No contábamos con ningún antibiótico, pero nos aseguramos de mantener la herida limpia y evitar el empeoramiento de la infección.

El botiquín de primeros auxilios, debidamente planeado de antemano, fue crucial. En los últimos días del viaje por el Noroeste del Pacífico, una mejora notable de la infección nos ahorró el viaje al médico antes de volar a Barcelona.

Lo esencial de cada uno

Durante el último trayecto de nuestro periplo, que nos condujo desde el pintoresco pueblo costero de Mendocino, California, siempre envuelto en una romántica gasa de neblina, pensé en cuáles habían sido nuestros 10 esenciales en el trayecto.

Me quedo con los siguientes, más allá de la versatilidad y posibilidades del vehículo usado, a la vez medio de desplazamiento, abrigo, lugar de juego y descanso y oficina:

  • cazuela para cocinar, calentar leche y agua;
  • cafetera de émbolo con taza incluida (todo en uno);
  • botellas de agua de acero;
  • juego básico de platos y cubiertos;
  • pastilla de jabón de Castilla e higiene básica (cepillos de dientes, etc.);
  • tableta electrónica con acceso a redes móviles (comunicación, orientación, lectura);
  • ropa y sacos térmicos;
  • navaja suiza;

Utilizamos estos elementos cada día, a menudo en varias ocasiones. Aprendimos que un pequeño detalle en el diseño, la calidad o naturaleza de un material, afectan el humor o la calidad de un viaje.

Imaginando nuevos usos y productos

Un viaje tan exigente, en el que 5 viajeros con edades comprendidas entre 1 y 43 años comparten espacio y experiencias, es una oportunidad para observar el uso de microespacios, sus posibilidades y versatilidad.

También para disfrutar, echar de menos o incluso concebir nuevos productos con versión económica, resistente, reparable, imperecedera, capaz de envejecer con elegancia.

Algo más de 2 semanas y 2.046 millas (3.292 kilómetros) después, evocamos el viaje y disfrutamos, con conocimiento de causa, de la abundancia de la vida convencional: viviendas espaciosas, abundancia de energía, recursos y objetos concebidos para cualquier tarea imaginable y más.

Experiencia(s)

Después de (con)vivir en una furgoneta durante más de medio mes, es más sencillo identificar lo esencial, así como detectar las limitaciones de una cotidianeidad basada en la abundancia.

Entendemos un poco más el arte de editar. Nuestra manera de viajar también se ha enriquecido.