¿Cómo hacer de un secarral un lugar apacible para vivir, con bulevares donde los vecinos puedan cobijarse del calor del estío? Ese era el reto del estudio [ecosistema urbano] arquitectos, aunque había una limitación: existía el bulevar arbolado que oxigenaba el nuevo barrio, junto a Puente de Vallecas, pero los árboles serían recién plantados.
Es decir: veinte años, como poco, para que los vecinos puedan disfrutar de su sombra y frescura. A falta de robles centenarios, esta firma construyó sus propios árboles artificiales: tres estructuras cilíndricas que absorben aire por su cúpula y lo envían a su interior, donde se sentarán los vecinos.