El periodismo, y su imagen de contrapeso vigilante tanto del poder como de quienes reivindican representarse a más que a ellos mismos, mantiene su perenne atractivo entre la sociedad, aunque el interés no repercuta en la cuenta de resultados de nuevos y viejos medios.
Lo demuestra, por ejemplo, la expectación suscitada por el último filme sobre el gremio, Spotlight -Thomas McCarthy, 2015-.
Spotlight narra la investigación de The Boston Globe sobre un escándalo ocultado de abusos a menores en el seno de la iglesia católica de Massachusetts. El trabajo de los reporteros les valió el Premio Pulitzer en 2003.
La primera portada del escándalo se convirtió en una apuesta no sólo de los propietarios del Globe, sino de su director y redactores, que padecieron innumerables presiones antes de publicar la información, en una dialéctica con la sociedad y las instituciones arquetípicas de lo que cualquier ciudadano reconoce como “periodismo”.
Orígenes, ideales y servicio
Muchos quieren ver en Spotlight uno de los últimos grandes ejemplos de periodismo de investigación a la antigua: uno o varios reporteros con vocación y oficio se topan con lo que, según su olfato analítico (según la tradición de razonamiento científico -lógica deductiva e inductiva- ejemplificada en el imaginario colectivo con Sherlock Holmes), o su olfato más alguna filtración, es un escándalo potencial con una sofisticada tapadera.
Un escándalo no es tal a ojos de la opinión pública hasta que un artículo periodístico ofrece un relato que le otorga la credibilidad que cualquier hipótesis en el campo de las ciencias sociales requiere para convertirse en “verídica” y verificable. Siempre hay una interpretación editorial, más o menos explícita, en un gran trabajo periodístico, pero la hipótesis debe ser comprobable.
(Fotograma de Spotlight)
Es en ese momento cuando empieza el periodismo sin red, pues los firmantes de una historia que relaciona acciones y presuntos delitos con personas y organizaciones, son a menudo acusados de difamación. O eso es al menos lo ocurrido en los países con libertad de prensa efectiva y un sistema de libertades garantista.
Entre el viejo periodismo y el periodismo-repositorio
El periodismo de investigación mal entendido, o ejecutado de manera torticera, conduce a menudo al sensacionalismo y al periodismo con deficiencias por: falta de oficio; medios para no depender de terceros; capacidad de ejecución; puesta en escena; credibilidad, etc.
Paradójicamente, cuando muchos medios electrónicos de nueva hornada (que se adaptan a los gustos de sus lectores sin sopesar el papel vigilante que la sociedad otorga al oficio de periodismo), auguran la muerte -por inanición económica y caída de audiencia- de las cabeceras tradicionales, el público todavía otorga la pátina de “credibilidad” a los grandes periódicos históricos.
Spotlight también recuerda la diferencia entre un tipo de periodismo que depende del oficio y empatía de reporteros para el análisis y la investigación en un mundo cada vez más interconectado, y una nueva generación de periodismo-repositorio, que confunde la herramienta (ejemplo: un lugar en Internet donde cualquiera pueda dar pistas de un escándalo de manera anónima, como Wikileaks), con la labor periodística de analizar información, dar credibilidad a unos datos, desarrollarlos, aportar una narrativa y, finalmente, dar por buena una historia con todos estos elementos.
Evolución del punto de vista
Por mucho que Silicon Valley afirme que el periodismo elaborado por algoritmos es ya una realidad o está próximo, cuesta creer que los artículos de periodístico que la sociedad usa para medir su pulso, cambiar leyes o elegir representantes políticos e institucionales, pueda recaer en algoritmos.
El periodismo sigue requiriendo formación en humanidades para, por ejemplo, sopesar el punto de vista de una información (situar la narración, combinar “objetividad” en hechos y subjetividad “editorial” -responsable, “legitimizada”- en experiencia e interpretación), así como interpretar sus implicaciones éticas y legales: por ejemplo, no se puede tratar igual una información sobre menores que otra sobre adultos.
¿Cómo respondería un algoritmo ante acusaciones de plagio, fabricación de contenido, manipulación de pruebas gráficas o introducción de elementos ficticios para “edulcorar” o tergiversar una información periodística?
Convertir el trabajo hecho en información reutilizable
Un periodismo elaborado íntegramente por algoritmos tampoco podría destapar los principales escándalos que, recuerda Brookings Institution, no habrían salido a la luz pública sin un periodismo de investigación responsable, ético y de calidad.
Lo que sí puede hacer la tecnología es reforzar el contexto de la información y favorecer la evolución de formatos y tipos de información, una vez superadas las limitaciones físicas y temporales de la prensa escrita:
- combinar datos (“big data”);
- organizar información ya existente para recuperar su valía con rapidez cuando sea necesario (“web semántica”);
- etc.
Hay pistas sobre el futuro del periodismo y la evolución tanto de las noticias como del modo de producirlas y consumirlas diseminadas en posts de diferente longitud, que comparten una predicción: “contenido” y “tecnología” harán la información más flexible y contextual.
Entre la objetividad a la narración en primera persona
Queda claro que las noticias ya no representan “todo lo que merece ser impreso”, pero todavía no han asumido nuevas formas del todo separadas de anteriores realidades como la era de los tabloides, la evolución desde la aspiración positivista de una “objetividad” de las cosas hacia un periodismo más fenomenológico (basado en la experiencia personal) con el Nuevo Periodismo, y el reporterismo de investigación previo a Internet.
Hay quienes ya ven una nueva edad dorada del periodismo (por ejemplo, Henry Blodget en Business Insider y Frank Rose en Wired), aduciendo que ahora es más barato hacer buen periodismo independiente y distribuirlo al público deseado en cualquier pantalla.
(Video: escena de Ace in the Hole –El gran carnaval, 1951-, clásico cinematográfico de Billy Wilder con el periodismo como trasfondo y Kirk Douglas como periodista-buscavidas de Nueva York en Nuevo México dirimiendo entre lo que es noticiable y lo que no)
Pero el periodismo como negocio y servicio público no vive una edad dorada sólo porque un puñado de nuevas cabeceras mezcle información y espectáculo combinando seriedad, irreverencia y bajo presupuesto; ni tampoco por beneficiarse de la madurez del concepto de adaptabilidad (interfaces de usuario que se adaptan a cada pantalla en función del tamaño y características de cada aparato).
Un sector con realidades (y energías) superpuestas
Los medios son el “contenido”: sufren para adaptarse a una realidad sin ingresos tradicionales ni nuevas fuentes de financiación sólidas, pero mantienen puntos fuertes -todavía- no sustituidos por algoritmos: crean el contenido y acumulan conocimiento/experiencia sobre periodismo. Las principales cabeceras tienen ya sus propios “laboratorios” tecnológicos para no ser barridas del mapa mediático.
Los principales actores de Internet son la “tecnología”: Internet ha transformado la distribución de contenidos periodísticos, pero el contenido todavía no se ha adaptado a una realidad que no tiene las limitaciones espaciales y temporales de la imprenta, la televisión o la radio; el contenido puede actualizarse, contextualizarse y personalizarse de maneras todavía no inventadas.
El laboratorio de The New York Times compartía en 2015 algo de futurología sobre el sector periodístico, quizá con la intención de que estas ideas se conviertan en una profecía autocumplida, pero con un enfoque valiente de la situación conceptual y tecnológica del periodismo actual, aportando soluciones que pueden adaptarse en el tiempo.
¿Fin del reinado del artículo?
En un artículo que, paradójicamente, titula El futuro de la información no es un artículo, Alexis Lloyd sitúa el contexto: poderes fácticos del mundo tecnológico (Facebook, Apple) anuncian métodos para posibilitar avances como información personalizada y en tiempo real para las masas, pero estos intentos son técnicos y no entran en la producción periodística.
Y, claro, The New York Times es ante todo una organización experta en producción periodística, aunque hasta ahora no haya usado la información sobre producción periodística para “reinventar” formatos.
“La forma y estructura de cómo las noticias se distribuyen no se han cuestionado, incluso cuando su formato se desarrolló sobre todo como respuesta a las limitaciones de los medios impresos y de la primera Internet”, expone Alexis Lloyd.
Métodos y formatos surgidos de realidades superadas
Para olvidar patrones basados en preconcepciones que respondían a limitaciones superadas, el departamento de I+D de The New York Times considera que las noticias deben modernizarse “reconsiderando las escalas temporales de nuestra información de maneras mucho más innovadoras”:
- hay información que aporta contexto y debería “acumularse sobre sí misma” (un “objeto” en lugar de varias “entradas”, una por cada “novedad” sobre la temática ya tratada);
- los documentos “deberían tener maneras de reaccionar a las novedades de una información;
- cambiar la consideración del consumo informativo como un evento “diario” (de nuevo, una preconcepción de la era de la imprenta), ya que “el comportamiento del consumo tiene lugar en todas las cadencias”.
Estos cambios conceptuales de inicio dependen de lo que el lector no ve: el modo de facilitar la búsqueda y extracción de la información publicada depende del concepto de “granulación”, o proceso de datos con algoritmos que “aprenden” sobre la marcha y capaces de acumular instrucciones bajo demanda.
La atomización semántica del contenido periodístico
Esta granulación puede combinarse con la “atomización” semántica de piezas periodísticas, para poder reusar citas, explicaciones, interpretaciones, etc. cuando sea necesario.
NYT Labs llama a estas unidades “partículas”, pero el concepto lleva años fraguándose en distintos departamentos “de medios”, como el de Thomson Reuters.
Los medios tratan de evitar su dependencia conceptual de empresas tecnológicas en una era periodística en que la semántica de los contenidos se estratificará desde porciones inferiores a los actuales artículos hasta agrupaciones de contenido que jugarán un papel similar a “ensayos a la carta”, o informes bajo demanda sobre cualquier temática imaginable.
(Imagen: viñeta de The New Yorker que ilustra la situación de la prensa tradicional, arrinconada entre viejos y nuevos modelos del oficio y el negocio periodísticos)
¿Cuáles son las herramientas que permitirían a los medios mantener valor en un contenido que las empresas tecnológicas quieren convertir en una mercancía con coste marginal 0?
Herramientas ágiles, agrupación a la carta y contenido adaptable desde su creación
La respuesta no depende únicamente de inversión en tecnología, sino en un cambio de paradigma que depende tanto de la manera de hacer periodismo como de su distribución:
- herramientas para que los periodistas creen información contextual más allá de hiperenlaces a fuentes y conceptos clave, etiquetas sobre temáticas o piezas relacionadas, que pasan por hacer manejables esas piezas de significado inferiores al artículo (“partículas”): por ejemplo, declaraciones fuera de tono del candidato Donald Trump que puedan incluirse posteriormente en un documento incremental sobre todas sus salidas de tono en campaña (en este caso, centenares de ellas sobre decenas de personas);
- sumarización o “síntesis” más flexibles para crear conjuntos de información estructurada, con un valor superior a la mera búsqueda por palabra clave, etiqueta o similar; el objetivo es acumular conocimiento preciso sobre cualquier contenido;
- adaptabilidad: “identificar y etiquetar Partículas dentro de una pieza a medida que es creada permitiría un flujo de trabajo dinámico y menor carga de tareas”; en otras palabras, más tiempo para interpretar e investigar, y menos para realizar tareas asumibles por algoritmos con una mínima asistencia humana.
Acabar con el poco valioso eterno retorno de lo mismo
Según este análisis de The New York Times, los algoritmos, serán más aliados con potencial para “aprender” en su asistencia a los periodista, pero no para sustituirlo.
Para que se materialice lo que algunos llaman “nueva edad dorada” del periodismo, el contenido deberá ser “inteligente” (para encontrar significado en agrupaciones de menor y tamaño que la “unidad”) y adaptativo, además de asumir las nuevas características de un soporte que mantiene lo publicado, por lo que la fecha de caducidad de un contenido se relativiza.
La dialéctica entre contenido efímero e información intemporal requeriría también una revisión. Explicado por Alexis Lloyd: “un artículo contendrá una narrativa sobre el evento que ocurre en ese momento pero también incluirá más información sin fecha de caducidad como información de contexto, personas clave, etc.”
El objetivo es revertir la práctica extendida en redacciones cotidianas que no trabajan sobre un conocimiento adquirido, sino publicando a diario con centenares de pequeños artículos sin contexto, para empezar de nuevo el proceso al día siguiente. Como consecuencia, el esfuerzo del equipo humano se disipa en procesos que los algoritmos pueden contribuir a evitar.
Autonomía económica y planificación a la larga
No basta con reivindicar el papel del periodista, sino que esta figura tiene que demostrar la superioridad de su papel; de lo contrario, cualquier agregador de noticias conectado a las principales agencias tiene el potencial de ser superior a un periodismo esclerótico de “secretarios” expertos en el corta/pega y en copiar a la competencia (además de en sindicar información que ni siquiera elabora: ésta sí es mercancía con coste marginal 0).
Redundancia y enfoque equivocado de informaciones relacionadas con un contexto demandan una solución, y nuevos medios sin redacción escrita tratan de evitar el fenómeno sin necesidad de optar por el equivalente a un formato de análisis tradicional (que distingue, por ejemplo, a semanarios “serios” como The Economist o Der Spiegel de la prensa diaria).
Pero, como recuerda el veterano periodista británico Peter Preston en una de sus habituales columnas para The Guardian, para conocer el futuro de la información hay que seguir también el dinero.
¿A pagar?
Porque, de momento, la prensa no ha diversificado sus ingresos, a la par que desciende la audiencia en soporte tradicional, mientras no hay un aumento proporcional de ingresos en línea.
Otro periodista británico, John Lanchester, analiza en profundidad la situación con un reportaje para The London Review of Books, una publicación que hasta hace poco dependía de las tradicionales listas de correo y ahora multiplica su audiencia (que no sus ingresos) a través de Internet.
Lanchester no aporta demasiadas novedades con respecto a análisis anteriores (por ejemplo, el artículo de The Economist en 2006 titulado ¿Quién mató al periódico?. Entonces, Internet no había superado ni mucho menos en ingresos publicitarios a otros medios de masas en el Reino Unido, como ahora sí es el caso, pero tanto los retos como los dilemas técnicos no han variado mucho.
En su reportaje del London Review of Books, John Lanchester divide el panorama informativo actual en el Reino Unido (aunque hace una extensión a Estados Unidos) en tres categorías:
- la prensa tradicional con un pie en inercias del pasado y otro en Internet;
- los grandes medios de masas (televisión y, añadimos por extensión, la gran radio generalista);
- y los nuevos medios surgidos en Internet.
Periodismo serio en la era “meme”
Sea con subvenciones y ligazones con el sector público (televisión tradicional pública) o ahorrando en contenido y optando por una oferta comercial y/o nicho (televisión privada), los grandes medios sostienen a duras penas un negocio que empieza a depender de la popularidad de fenómenos de reverberación en Internet (“memes” con momentos populares, etc.).
Los nuevos medios se comportan como empresas de Internet convencionales, optando a menudo por inversión externa para experimentar con mayor libertad, si bien mantienen la información en abierto.
La transformación de los medios se nota sobre todo en la prensa tradicional, al haber perdido buena parte de su negocio de clasificados (tendencia ya clara en el artículo de The Economist de 2006) y su audiencia tradicional, fenómenos que, unidos al ascenso de la cultura de lo gratuito en Internet y la crisis publicitaria a partir de 2008, ha situado en números rojos a toda la industria.
Con ayuda económica de magnates (viejos -Carlos Slim invirtió en The New York Times– y nuevos -Jeff Bezos adquirió The Washington Post-) y esfuerzos por contrarrestar el bajón en ingresos tradicionales (clasificados, venta, publicidad) en cabeceras como The Guardian, estos y otros medios de referencia tratan de mantener su audiencia y prestigio.
Qué recuperar del Nuevo Periodismo
El último análisis de medios de Pew Research (Estados Unidos) muestra que la población sigue valorando la credibilidad de grandes cabeceras tradicionales (el semanario británico The Economist es el medio de mayor prestigio para la audiencia estadounidense que participó en la encuesta).
La fragilidad económica de la prensa tradicional contrasta con datos más positivos de cabeceras nacidas en Internet (aunque organizaciones como Vice News parecen más centradas en ofrecer información que interese que en realizar un servicio público de calidad, o jugar el papel de los grandes diarios en la segunda mitad del siglo XX).
Vice quiere situarse entre el tono irreverente y el periodismo investigador de los reportajes de cabeceras históricas como The Rolling Stone durante el Nuevo Periodismo, o incluso de la versión estadounidense de Playboy, donde cabían tanto las entrevistas en profundidad como los reportajes más irredentos que The New Republic (otra cabecera histórica con problemas conceptuales y económicos) o similares cabeceras con un pie en Washington se negaban a publicar.
El riesgo de la estrategia de nuevos medios como Vice es su tendencia al periodismo popular e ideologizado, al estilo Sean Penn.
Fin de la vieja infraestructura
Pero esta falta de ingresos produce, sobre todo, dos tensiones que se resolverán o agravarán a medio plazo:
- menos ingresos implica menos plantilla y menos periodismo de investigación que no dependa de agencias u otras fuentes indirectas, tales como la cada vez más habitual e interesada sindicación de contenidos;
- y, a la vez, el aumento de la audiencia de Internet en los grandes medios de prestigio no atrajo ingresos publicitarios crecientes. Como consecuencia, las cabeceras generalistas se suman a las económicas (Financial Times, Wall Street Journal) integrando el acceso de pago para financiarse: de momento, lo han hecho The New York Times en Estados Unidos; y The Daily Telegraph y The Times en el Reino Unido; The Guardian, defensora hasta ahora del modelo gratuito, sufre la presión de pérdidas millonarias y ha reducido su plantilla drásticamente.
La precariedad del mundo periodístico ni es nueva, ni agarra a nadie por sorpresa. La diferencia en la actualidad es su claro origen estructural, que afecta tanto a The New York Times como a cualquier cabecera prestigiosa de los países desarrollados (en contraste con un estado más saludable en países emergentes, que incorporan audiencia a medida que mejoran condiciones socioeconómicas y alfabetización).
¿Un equipo “exprés” en The New York Times?
Jim Tankersley, periodista económico en The Washington Post, explica en una entrevista a Quartz que hay que distinguir entre la tradicional esclerosis profesional de un oficio célebre por su carácter exigente y a la vez precario, con un entorno actual que ha creado fenómenos más allá del estrés.
Este y otros periodistas se refieren a la hipercompetitivad entre periodistas y blogueros de innumerables cabeceras, en busca de contenido memorable que les haga destacar, lanzándose a cubrir cualquier temática que gane tracción en Internet.
Un ejemplo de este fenómeno es la experimentación de The New York Times con procesos propios de los nuevos medios: el nuevo equipo de periodistas-exprés, conformado por ocho periodistas y editores, desarrolla artículos con rapidez cuando un se populariza en las redes. Incluso el Times prueba la medicina de Buzzfeed y Vice.
Margaret Sullivan expone en qué consiste el Express Team y sus atribuciones en un artículo para The New York Times; entre los comentarios, muchos lectores se preguntan si la iniciativa encuadra en un medio que pretende profundizar en el análisis y la originalidad de su contenido, evitando fenómenos como la repetitiva agenda diaria de los medios tradicionales.
Responsabilidad y viabilidad
Uno de los comentarios del artículo: “Hay infinidad de medios que cubren persecuciones e infortunios de celebridades, ricos en titulares danzarines y anuncios chillones. Había solo un New York Times.”
Lo que olvida el lector en su comentario es la realidad económica de la cabecera, que trata de mantener una relativa independencia en función de los ingresos, que en buena medida dependen de la capacidad de The New York Times para competir en un panorama donde los nuevos medios usan conceptos que atraen a parte de la audiencia.
La tensión entre periodismo interesante desde el punto de vista de la agenda setting tradicional y el contenido susceptible de lograr popularidad afecta a todo el sector, consciente de que los titulares y artículos más populares son a menudo sensacionalistas y verborreicos, pero la gente hace clic sobre ellos.
Sólo los titulares de Buzzfeed y su competencia son más risibles que su parodia, pero se llevan a una parte de la audiencia (quizá menos interesada en pagar por un artículo del Financial Times o The Economist que en echarse unas risas; ¿periodismo? ¿”nuevos medios” o versión electrónica de la salsa ya experimentada en Bild Zeitung?).
Licencia para experimentar
Mientras los medios tradicionales despiden a miembros “no estratégicos” de su plantilla (en síntesis, todo lo que pueda ser sindicado y automatizado) y se orientan hacia el análisis y el contenido de prestigio -investigación, análisis, firmas y expertos-, los nuevos medios atraen a jóvenes talentosos con espacio, libertad y proyección para expresarse entre las nuevas audiencias, lo que compensa el escaso -o, en ocasiones, nulo- salario.
¿Hasta qué punto la debilidad de los viejos medios repercute sobre el tono de una información que, a la vez, se alimenta y contribuye a crear un clima de opinión?
(Vídeo: el desaparecido periodista de The New York Times David Carr relata su primer gran caso de investigación periodística, cuando ni siquiera tenía credencial de reportero en su localidad natal del Medio Oeste estadounidense)
Nuevos medios y redes sociales contribuyen a una conversación en que los usuarios tienen cada vez más peso, a menudo polarizando grandes temáticas hasta niveles no recordados.
La información por Internet explica, por ejemplo, que candidatos políticos que se proclaman anti-establishment en las primarias demócratas y republicanas para las próximas elecciones estadounidenses (Bernie Sanders, Donald Trump), logren una mayor presencia mediática que quienes lograron un apoyo financiero muy superior.
Cambios en los hábitos de consumo de información
Con fenómenos como la viralidad y la depreciación del contenido de las cabeceras tradicionales -más allá de un prestigio que se mantiene, al menos nominalmente-, que compiten en Internet con nuevos medios y memes sociales (donde cabe el tono estilo Nuevo Periodismo de Rolling Stone, pero también el amarillismo amateur más tóxico y contrainformativo o la agitación propagandística que recuerda a otras épocas), cabe preguntarse si el periodismo actual mantiene la labor social de vigilante no amarillista de las instituciones.
¿Existe el equivalente actual a artículos como el J’accuse de Émile Zola, que en 1898 obligara a repetir un juicio injusto a Alfred Dreyfus?
Lo que sí queda claro es que medios, consumo y formatos cambian con rapidez. En una clase con 20 alumnos de periodismo, el periodista tecnológico Mathew Ingram preguntó cuántas leían las noticias en papel o a través de una aplicación dedicada: 2 manos levantadas. “¿Facebook?”: alrededor del 85%, “¿Reddit?” Casi el 100%.
¿Un Spotify/Netflix para reportajes y cabeceras?
La popularidad de agregadores y redes sociales con herramientas de moderación avanzadas, desde Facebook a Twitter, Reddit o, en la especialización, Hacker News y Slashdot, ofrecen pistas sobre el futuro de la información.
Desde Silicon Valley, los fundadores de Twitter experimentan con el futuro de la plataforma, a la vez de idear con Medium un híbrido entre plataforma periodística en abierto y ecléctica plataforma de bitácoras cuyos filtros no han encontrado todavía un equilibrio satisfactorio más allá del público objetivo “early adopter”.
Medium es, sobre todo, un repositorio que pretende atraer contenido de calidad sin pagar por ello ni ofrecer alternativas de ingreso a sus usuarios-colaboradores. Si optara por ofrecer opciones de ingresos a quienes escriben en la plataforma (en función de popularidad, etc., a través de publicidad contextual o métodos integrados de micromecenazgo), Medium podría crecer más allá de su acertada tecnología carente de contenido.
De momento, no hay fórmulas que contenten a las partes interesadas: contenidos -periodismo tradicional y nuevos medios-; tecnología -empresas que proporcionan algoritmos e infraestructura-; y audiencia.
Los medios, conscientes de elaborar el contenido, apoyan ideas como la del emprendedor holandés Alexander Klöpping, que quiere crear una especie de Spotify o Netflix para medios y relatos periodísticos, donde uno pueda pagar por contenidos determinados o por un acceso menos limitado.
La idea de Klöpping se enfrenta al reto tecnológico de unificar formatos y “unidades” de producto en un sector tan ecléctico y diseminado como inconsistente, donde predomina la redundancia debido a la cobertura de información idéntica o similar, o al depender de agencias y contenido sindicado, etc.
Silicon Valley y su “torrente de Twitter monumental”
El creador del navegador de Internet moderno y actual inversor de capital riesgo, Marc Andreessen, tiene una opinión sobre el futuro de los medios menos encorsetada en viejos modelos. La presenta en un artículo-análisis muy difundido en el sector desde su publicación hace 2 años.
Su punto de vista parte, eso sí, desde el sector tecnológico, menos interesado en crear contenidos que en distribuirlos con efectividad.
Para empezar, Andreessen es optimista con respecto al futuro del periodismo y la industria informativa, que en 20 años multiplicará de 10 a 100 veces su tamaño actual (!); si estábamos preocupados por el ruido y la redundancia…
Esta influyente personalidad de Silicon Valley coincide con el laboratorio de The New York Times en que las piezas de información del futuro aprenderán a acumular conocimiento y novedades sobre sí mismas, evolucionando con el tiempo y evitando, de paso, reverberaciones innecesarias.
Más competencia, mayor convergencia tecnológica, más audiencia… ¿menos dinero?
Con respecto a la calidad de la información, su punto de vista es coherente con respecto a una visión abierta y desregulada de Internet: que quien quiera produzca información, y aquella con mejor calidad y mayor consistencia prevalecerá.
Como inversor de capital riesgo, Andreessen no se olvida de la vertiente económica, recordando que los medios, pese a su función en la sociedad, deberían funcionar como negocios bien gestionados, y entender 3 tendencias en la Red:
- la información tiende a abrirse desde modelos cerrados (dice, aunque hemos comprobado la opinión de las cabeceras tradicionales de renombre);
- industrias antiguamente separadas (TV, TV por cable, prensa, radio, prensa no diaria, prensa especializada y/o técnica) convergen en Internet;
- el mercado aumenta su tamaño con rapidez (más audiencia, que a su vez consume más información).
Andreessen no tiene una varita mágica ni presume de ello, si bien cree que ganarán quienes entiendan al detalle cómo segmentar mercados: en mercados maduros, habrá mucha competición y poco valor en el medio, mientras las oportunidades para innovar se localizarán en modelos de máxima generalización y los de máxima especificidad.
Los mejor adaptados (de momento)
Hay terreno para explorar híbridos entre publicidad, micromecenazgo de contenido, pago por suscripción o por contenido “premium”, así como oportunidades de ingresos en lo valioso y escaso como las actividades presenciales con expertos (conferencias, eventos).
Sea como fuere, Marc Andreessen nos recuerda que hay necesidad y demanda de periodismo, y que el sector multiplicará su tamaño, si bien habrá organizaciones y profesionales que padecerán la transformación y la competencia cruzada de nuevos medios, blogueros, agencias, nuevos métodos de sindicación de contenidos, etc.
Entre las empresas que han sabido adaptarse y crecer en el nuevo entorno, el inversor de capital riesgo destaca:
- Buzzfeed (abundan las críticas a este modelo de periodismo chillón con titulares acaramelados);
- The Guardian (pese a presentar pérdidas históricas y despedir a parte de la plantilla en enero de 2016);
- Politico (cabecera de la hornada de Internet con problemas aireados en cabeceras de la vieja escuela, como The New York Times);
- Search Engine Land;
- The Verge;
- Vice;
- Wirecutter;
- Wired.
Dar cuenta de lo que sucede en el siglo XXI
Andreessen aclara que es uno de los inversores tras Talking Points Memo (Josh Marshall), Business Insider (Henry Blodget) y PandoDaily (Sarah Lacy).
También menciona la nueva dirección de The Washington Post (tras la compra por Jeff Bezos) y The New York Times.
El análisis de Andreessen gana enteros al referirse al modelo de información surgido de la II Guerra Mundial, cuando el ideal de “objetividad” y el contraste de las aparentes 2 vertientes de una información tratada ofrecería una visión equilibrada y “objetiva” de lo que se contaba.
Este modelo ha perdido su sentido con Internet. “El modelo de la objetividad es una manera de explicar historias para lograr una veracidad. Muchas historias no tienen ‘dos versiones’. De hecho, presentar un evento o un problema con un punto de vista puede tener incluso mayor impacto, y alcanzar una audiencia que de otro modo permanecería ajena a la conversación”.
El Nuevo Periodismo representó este reconocimiento de la experiencia personal como un modo de aproximarse a la realidad más acorde con determinados tonos y temáticas periodísticas.
Consejos del periodismo perenne
Ello explicaría por qué tantos jóvenes redactores parecen querer imitar a Hunter S. Thompson desde Vice, a menudo quedándose en una caricatura políticamente correcta (y poniendo toda la irreverencia en la pose, más que en la profundidad de lo tratado).
Sea buscando una elusiva objetividad más propia del positivismo científico del XIX que del mundo actual, u optando por el tono en primera persona (fenomenología, Nuevo Periodismo), el periodista sigue siendo imprescindible y los algoritmos asisten.
De ahí la necesidad de repasar algunos consejos de estilo de vigencia perenne:
- desde las reglas elementales de George Orwell;
- a la teoría del iceberg de Hemingway (su propia aproximación “modernista” a la robótica pirámide invertida que enseñan las escuelas de periodismo);
- teniendo en cuenta que escribir para una pantalla no es lo mismo que hacerlo en papel.
El elefante en la plaza pública
La popularidad de consejos como los de Gary Provost demuestra el interés entre audiencia y redactores (amateurs, profesionales) por elevar su capacidad de elocuencia.
Al final, tras el titular chillón à la Buzzfeed o las tres líneas que atraen al lector, una información debe aportar algo más que una promesa elusiva sin contenido real.
De lo contrario, los medios corren el riesgo de convertirse a la larga en el elefante de feria que el domador muestra en la plaza pública sin que nadie muestre el más mínimo interés en acercarse.
Como consejos, Marc Andreessen se centra en las directrices que quizá más valore él mismo cuando hace una inversión: visión, inventiva, experimentación, adaptabilidad, enfoque, capacidad para aplazar la gratificación… y la mentalidad adecuada.
Películas como Spotlight nos seguirán mostrando cuál es el potencial del periodismo, y por qué lo primero que hacen los gobiernos más “idealistas” (los que enarbolan objetivos nacionalistas o marxistas como objetivo, que pasan siempre por vender un relato) es tratar de controlar a medios públicos y líderes de opinión clave.
En el mejor de los casos, Internet ayudaría a los que sean tratados con injusticia, para que así sea posible pensar que Robert Dreyfus también habría sido defendido en el mundo de hoy por una pluma debidamente influyente, afilada y responsable como para separarse del rebaño pese al frío que hace fuera de él.