Un puente supera obstáculos, es estratégico y representa la ingenuidad de la ingeniería humana; mientras las guerras se obcecan en destruirlos.
Varios arquitectos usan este concepto arquitectónico para diseñar viviendas modernas que respetan el curso de la naturaleza, en lugar de cambiarlo o adaptarlo.
El significado de “puente”
Puente: “Construcción de piedra, ladrillo, madera, hierro, hormigón, etc., que se construye y forma sobre los ríos, fosos y otros sitios, para poder pasarlos.”
Su tecnología simboliza mejor que cualquier obra de ingeniería la evolución de las sociedades humanas desde grupos de cazadores y recolectores hasta la sociedad contemporánea: desde las piedras o el tronco para superar el riachuelo (ecos románticos) a las mayores obras arquitectónica de cada era.
Un puente une dos riberas, salva un accidente geográfico, ayudar a cruzar un río o relativiza la dureza de fronteras naturales, desde cañones profundos a la entrada de una extensa bahía.
Del puente romano al puente de la era industrial
La ingeniería romana perfeccionó la arquitectura abovedada de la cultura etrusca y convirtió al arco de medio punto en la base de puentes majestuosos sobre grandes desniveles y ríos caudalosos.
La Edad Media se sirvió de la tecnología probada por los romanos, y entre los siglos XII y XVI, varios burgos comerciales promovieron puentes menestrales flanqueados por casas, tiendas y talleres, la mayoría de ellos desaparecidos a inicios de la Ilustración, cuando se derruían murallas y se recuperaban las tramas urbanísticas euclidianas de la Época Clásica.
Las nuevas técnicas y materiales de la Revolución Industrial superaron por primera vez el arco de medio punto romano: la madera tratada, el hierro colado, el acero y el cemento alargaron, ensancharon y aumentaron la capacidad de muchos puentes.
(Vídeo de Kirsten Dirksen sobre nuestra visita a la casa del arquitecto Michael P. Johnson, afincado en Arizona)
Leonardo da Vinci se adelantó varios siglos a los materiales y técnicas que posibilitarían grandes puentes sin muros de contención y estructuras abovedadas que actuaran como contrapeso.
Entre sus dibujos, sobrevive un puente de madera que distribuye la presión de su superficie se distribuye a la manera de los puentes contemporáneos más espectaculares.
Tecnologías para erigir puentes: compresión, flexión, tracción
Prehistoria, antigüedad y modernidad: las tres épocas han usado tres tipos esenciales de tecnología; curiosamente, los primeros puentes colgantes se asemejan conceptualmente más a los puentes colgantes de última generación que a los grandes puentes romanos y medievales con arcos de medio punto:
- tecnología de compresión: usada en la prehistoria (arcilla: tapial, adobe y ladrillo), la Época Clásica (piedra), el siglo XIX (fundición), inicios del siglo XX (hormigón en masa y acero laminado) y finalmente en la II mitad del siglo XX (hormigones especiales y acero laminado);
- tecnología de flexión: en la prehistoria se optó por la madera no tratada de determinadas especies, la Época Clásica mejoró el tratamiento de la madera, que dio un salto en el siglo XIX con sierras mecánicas, cola y prensado (materiales como el contrachapado), pasando al hormigón armado y el acero laminado a inicios del siglo XX, si bien en las últimas décadas se vuelve a maderas laminadas, hormigón pretensado, acero laminado y aleaciones ligeras;
- la tecnología de tracción despierta la ingenuidad humana desde tiempos inmemoriales: durante la prehistoria las cuerdas salvaron grandes accidentes (la tecnología se mantiene viva en zonas indígenas); la Época Clásica usó estructuras de tracción de madera, grapas metálicas y cuerdas para sortear accidentes geográficos durante batallas e invasiones que todavía resuenan la Antigüedad; los puentes colgantes perdieron su carácter efímero gracias al uso de cadenas de hierro, ya en el siglo XIX; pero la tecnología recibe su impulso definitivo con las necesidades de la ingeniería civil en el siglo XX (como sortear elevadas extensiones en emplazamientos con fuertes corrientes de agua y viento, tales como la entrada a la bahía de San Francisco -Golden Gate Bridge-), para las que se emplean cables de acero de gran resistencia y elasticidad, así como escasa distensión.
Elogio de la ingenuidad de los puentes
A pequeña escala, los puentes colgantes habían sido usados por culturas dispares de la América precolombina, Asia y África, pero su versión rígida moderna, precursora de los grandes puentes colgantes del siglo XX, tendría que esperar a que materiales como el acero hicieran posible la distribución idónea del peso.
Se trate de un puente colgante sobre un precipicio en medio de los Andes o en el interior de China, de un boceto de Leonardo da Vinci, de un puente medieval habitado con decenas de casas a un lado y otro, o de los grandes viaductos contemporáneos, la capacidad de sugestión de los puentes estimula la imaginación de quienes los divisan en medio del paisaje o los cruzan como ninguna otra obra de ingeniería.
Ello explicaría por qué una concesionaria de autopistas noruega hizo realidad con ayuda del artista Vebjørn Sand, el puente dibujado por Leonardo da Vinci (el puente es uno de tantos cambios de sentido en la ruta E18 a su paso por Noruega), usando la madera imaginada por el propio creador.
De Øresund a Millau
O por qué las ciudades y fronteras recuerdan, a menudo dolorosamente, los puentes derruidos por riadas, terremotos y guerras. Por eso muchos de ellos son construidos y reconstruidos, mientras otros permanecen derruidos, como recuerdo de un acontecimiento doloroso.
En ocasiones, la destrucción y reconstrucción son oportunidades que afectan a la historia de los pueblos: el puente de Ajuda entre las Extremaduras de Portugal y España hace siglos, el puente de Móstar durante las guerras yugoslavas.
En los últimos meses, Kirsten y yo hemos tenido oportunidad de usar algunos de los puentes contemporáneos más emblemáticos, empezando por el padre conceptual de muchos de ellos, el Golden Gate de San Francisco y, cruzando el Atlántico:
- el puente de Øresund, que conecta el extremo sur de la Península Escandinava (Malmö, Suecia) con la costa oriental de Selandia (Copenhague Dinamarca), que cruzamos en nuestro viaje por el norte europeo;
- o el viaducto de Millau, que acelera el tránsito por el sudeste de Francia al elevarse de manera inverosímil sobre el valle del río Tarn: en concreto, el nivel de la autopista se eleva 245 metros sobre el nivel del suelo cuando un automóvil cruza el pilote número 2 de un total de 7 (la altura total de este pilote, el más alto del viaducto, es de 336 metros); cruzamos a menudo este paraje, al encontrarse en la A75, o ruta que une París y Barcelona.
El interés humano por los puentes
Otros datos técnicos del viaducto de Millau, que aportan profundidad a la apreciación de quien cruza en coche sus 2.460 metros de longitud: tiene 32 metros de anchura, pesa 290.000 toneladas, soporta entre 10.000 y 25.000 vehículos diarios, y ha sido diseñado para resistir sin problemas rachas de viento de hasta 250 kilómetros por hora.
Los dos pilotes más altos, el mencionado de 245 metros al nivel de la autopista y el siguiente en altura (223 metros al nivel de los vehículos) son más altos que la Torre Eiffel.
Los puentes pueden, por tanto, evocar la historia humana con una capacidad de sugestión que atrapa incluso el interés elusivo del gran público. Como una buena historia, una obra de arte o una vivienda básica (la “casa primitiva” de la que habla Marco Vitruvio en el primer tratado arquitectónico), un puente nos devuelve la capacidad para soñar.
Un puente que no existe es, en los bocetos de Leonardo da Vinci, una criatura mitológica con la belleza de las máquinas de volar esbozadas por el artista.
Los puentes de la Ilustración
Los primeros puentes colgantes se remontan a la prehistoria, los grandes puentes abovedados coinciden con el dominio romano, los puentes habitados (conformando una calle abigarrada más de la próspera ciudad menestral y burguesa) marcan el tránsito de la Edad Media al Renacimiento, mientras el primer puente de hierro (1779) coincide cronológicamente con los dos hitos políticos de la Ilustración: la redacción de la Constitución estadounidense y la Revolución Francesa.
(Vídeo de Kirsten Dirksen sobre su visita al parque erigido sobre el paso elevado neoyorquino en desuso High Line)
La evolución conceptual de los puentes va a la par que la ambición y cultura de los promotores, pero todos ellos responden a tipologías reconocibles por cualquier aficionado, sin importar su edad: un puente es algo comprensible, tan esencial y moldeable como una casa (permitiendo desde la estructura más básica a la más compleja).
Los materiales usados en puentes emulan igualmente el esencialismo de los abrigos humanos: desde piedras y troncos de las estructuras más básicas a complejas urdimbres de fibras vegetales, piedras labradas, ladrillos de arcilla cocida y cemento puzolánico (generalizados desde Roma), así como complejas estructuras mixtas de madera y piedra en las obras de ingeniería en distintos puntos de Eurasia; hasta el hierro, acero y hormigón que inician la ingeniería moderna, dominada ahora por el hormigón armado, el aluminio y los materiales mixtos.
Ciudades medievales (y sus puentes habitados) en retirada
Cuando, en 1857, el poeta francés Charles Baudelaire publicaba Les fleurs du mal, las grandes ciudades medievales perdían sus últimos referentes y tramas irregulares para dar paso a avenidas rectilíneas y edificios uniformes que debían combatir la marginación y la insalubridad.
Para Baudelaire, el París que Napoleón III había encargado a Georges-Eugène Haussmann enterraba la ciudad verdadera y alienaba a los nuevos moradores; el París que hoy el mundo celebra era para Baudelaire una urbe esterilizada, donde los antihéroes cantados en sus poemas ya no pueden esconderse: pedigüeños, ciegos, trabajadores industriales, trileros, prostitutas, veteranos de guerras olvidadas y recién llegados eran las víctimas visibles, pero también los ciudadanos que se habían criado en el París anterior.
El poema de Baudelaire fue considerado un “insulto a la decencia pública”, mientras el autor y el editor fueron multados con 300 francos cada uno. La censura sobre la obra no fue levantada hasta 1949.
Sobre el puente de Londres medieval
La vieja ciudad medieval, presente en las carreras e intrigas de novelas de la época como “Los tres mosqueteros”, daba paso a una urbe burguesa que empujaba a sus incomprendidos y buscavidas hacia sus arrabales, mientras desaparecían por insalubres emblemas del bullicio de otros tiempos.
En el siglo XVI, la Ile de la Cité, en el corazón de París, se conectaba con las dos márgenes separadas por el Sena por hasta tres puentes habitadas. Uno de ellos, el puente Notre-Dame, estaba flanqueado por 60 casas, 30 a cada lado, hasta que la primera versión habitada se colapsó en 1499.
Un nuevo puente también habitado, más ancho y robusto, fue erigido en su lugar, aunque las 60 casas se derruyeron en 1786, en nombre de la modernización y la salubridad.
Las ideas ilustradas también se llevaron por delante el puente de Londres, una estructura habitada durante 600 años (en el período Tudor, se habían contado hasta 200 casas), hasta que la congestión del tráfico de viandantes y carretas, así como la inseguridad, produjeron la demolición de todos los edificios del puente entre 1758 y 1762, mientras la propia estructura fue derruida en el siglo XIX y sustituida por el actual.
Día a día en un puente habitado
Los abarrotados puentes habitados de las grandes urbes medievales sucumbieron con el nuevo urbanismo. Cruzar el actual puente de Londres, con sus anodinos seis arcos de medio punto, no evoca ni el bullicio de las tiendas ni los pillos escurriéndose entre carretas, ni mucho menos el espectáculo de su entrada sur, donde las cabezas empaladas de famosos “traidores” daban la bienvenida a quienes lo cruzaban.
La modernidad de la poesía de Charles Baudelaire contrastaba con su defensa del antiguo París, pero no hubo grandes autores que salieran a la salvaguarda de los puentes habitados más emblemáticos.
Los que permanecen lo hacen en pequeñas ciudades europeas que han mantenido buena parte de su trama medieval, alejadas de los grandes conflictos que, en los últimos siglos, se han llevado por delante a incontables puentes europeos.
El flujo natural
En Eurasia, desde las ciudades italianas y flamencas hasta los barrios de funcionarios de la aislacionista China imperial, los puentes habitados llegaron a la modernidad como supervivientes de otro tiempo, estructuras olvidadas en ciudades ajenas a las grandes batallas.
Pero la apreciación por sistemas estéticos (tanto ancestrales como contemporáneos) de inspiración panteísta, así como materiales más elásticos y resistentes, revivieron una vieja idea: ¿por qué divertir el curso de un riachuelo, si puedo construir una casa elevada sobre él?
La filosofía oriental tiene especial apreciación por lo que llama el flujo de las cosas (“tao”) y su respeto (por ejemplo, a través del “wu wei” o “no acción”), así como la atención al curso de las distintas fuerzas de la naturaleza: los sistemas estéticos feng shui (China), wabi-sabi (Japón) o Vastu (India), entre otros, ahondan en la conexión entre persona, hogar y entorno.
Los últimos puentes medievales habitados
Los puentes habitados actuales tienen poco que ver con los céntricos puentes medievales supervivientes, tales como el de Pulteney Bridge (Bath, Inglaterra), el Ponte Vecchio de Florencia o el Krämerbrücke (Erfurt, Alemania), y son a menudo viviendas de inspiración moderna-orgánica, erigidas sobre pequeños riachuelos y depresiones en terrenos privados.
Dos de los ejemplos más citados aportan una interpretación particular de la arquitectura moderna: la Casa sobre el Arroyo (también Casa del Puente) en Mar del Plata (Argentina), de mediados del siglo pasado; y la Sullivan Residence, una vivienda minimalista más reciente erigida por el arquitecto estadounidense Michael P. Johnson en Massena, Nueva York.
La Casa sobre el Arroyo (1943-1945), del arquitecto argentino Amancio Willians, un vivienda de hormigón que combina con equilibrio los ángulos rectos del plano de la vivienda con la circunferencia del arco de medio punto que la sustenta; la intemporalidad de la vivienda la aproximan al atrevimiento de algunos trabajos de Frank Lloyd Wright (sobre todo, la residencia Kaufmann en Pensilvania (Estados Unidos), más conocida como Fallingwater o Casa de la Cascada (que el arquitecto diseñó entre 1936 y 1939).
Arquitectura contemporánea y puentes habitados
Y de un admirador de Frank Lloyd Wright a uno de sus alumnos, aunque crítico con el eclecticismo mostrado por Lloyd Wright a lo largo de su carrera, el arquitecto afincado en Arizona (no lejos de Taliesin West, la escuela de arquitectura fundada por su mentor) Michael P. Johnson (al que Kirsten y yo visitamos en su casa): la Residencia Sullivan comparte el plano luminoso, diáfano y alargado de las viviendas de Johnson, elevándose sobre un pequeño y boscoso horcajo del interior del Estado de Nueva York (Massena es una localidad fronteriza con Canadá).
Los puentes habitados no se resignan del todo a su nuevo estatus residencial y orgánico; a medida que las ciudades respetan su pasado industrial y adecentan riberas fluviales, antiguas fábricas y pasos elevados cortados al tráfico automovilístico o ferroviario, originando nuevos paseos elevados (como el High Line de Nueva York –vídeo de Kirsten Dirksen-), parques y zonas comerciales.
En Tokio, las numerosas autopistas elevadas cobijan bajo sus pilares innumerables equipamientos, desde restaurantes a galerías comerciales, oficinas, talleres artesanales e incluso alguna que otra vivienda.
Puede que los puentes habitados sean fruto de otras épocas, pero el respeto por la naturaleza y los accidentes naturales, así como materiales más ligeros, resistentes y flexibles, invita a solar en una nueva época dorada de las casas sobre puentes.
10 casas-puente contemporáneas
1. Casa de la Cascada (Fallingwater) por Frank Lloyd Wright (Fayette, Pensilvania, Estados Unidos)
2. Casa del Puente (también Casa sobre el Arroyo) por Amancio Williams (Mar del Plata, Argentina)
3. Sullivan Residence por Michael P. Johnson (Massena, Nueva York, Estados Unidos)
4. Bridge House: vivienda prefabricada con estructura de metal corrugado sobre un riachuelo (Adelaida, Australia)
5. Bridge House por Stanley Saitowitz (condado de Marin, bahía de San Francisco, California, Estados Unidos)
6. Kelso House por Byron Woodward Franklin (1961, New Bern, Carolina del Norte, Estados Unidos)
7. Casa sobre un riachuelo Bridge House por Chris Larson (Black Mountain, Carolina del Norte)
8. Artist Bridge Studio: estudio artístico moderno con estructura metálica por Safdie Rabines Architects (San Diego, California, Estados Unidos)
9. Casa Puente sobre el río por John Johansen (New Canaan, Connecticut, Estados Unidos)
10. Casa en Lo Curro por Schmidt Arquitectos Asociados (Lo Curro, Vitacura, Santiago, Chile)