La arquitectura vietnamita ha sorprendido por su personalidad, combinando elementos locales con materiales reutilizados y de escaso impacto, así como estancias permeables a la frondosidad de un clima húmedo influido por los monzones.
Vietnam ocupa la ribera oriental de la península Indochina, abriéndose a la zona marítima más transitada del mundo, el mar de la China Meridional, a través del cual circula un tercio del volumen comercial mundial. Este dinamismo parece haberse trasladado a su fresca, ingenua y atrevida arquitectura.
La economía del país crece al elevado ritmo del comercio de la región, mientras la población lo hace un 3,4% anualmente, impulsando la demanda de vivienda y la migración desde el interior rural a los centros costeros del norte (Hanói) y el sur (Ho Chi Minh —Saigón—).
Al menos una parte de la construcción impulsada por este fenómeno trata de ofrecer habitación asequible y, a la vez, indagar en el carácter climático y cultural de la región.
Después de la arquitectura planificada comunista
Hace tiempo que la arquitectura de Vietnam ha abandonado la planificación centralizada de viviendas según el modelo comunista importado de las universidades del extinto Bloque del Este, y los nuevos modelos combinan el ritmo y las técnicas contemporáneas con acervo, materiales y sensibilidad vernaculares.
Su proximidad a los centros comerciales y económicos de Asia ha integrado al país en el desarrollo de la región, y paisajes hasta hace poco relacionados con plantaciones francesas y excesos de la Guerra de Vietnam recuperan su interés para la propia región y para el mundo, esta vez partiendo de una perspectiva local que quiere alejarse de la percepción condicionada por el pasado traumático colonial y el conflicto con Estados Unidos.
El país asiático ha seguido el modelo chino de desarrollo económico y apertura controlada por un Partido Único nominalmente comunista, pese al dinamismo y relativa liberalización iniciada en 1986, cuando el régimen empezó su transición desde la economía planificada a la economía de mercado.
Estados Unidos, China, Japón y Corea del Sur son, por este orden, los principales socios comerciales de Vietnam; los excesos de la guerra y los pogromos del régimen comunista establecido en todo el territorio tras el cese del fuego de 1973 y la retirada de Estados Unidos de Vietnam del Sur en 1975, originaron una diáspora asentada sobre todo en Estados Unidos, Francia (antigua metrópolis colonial), Australia, Japón y Canadá, así como en viejos socios del bloque comunista, tales como —en este orden— Camboya, República Checa, Polonia, Rusia y Bulgaria.
Indagando en el carácter propio
Las relaciones comerciales con China y el resto de socios de peso en la región del mar de la China Meridional (los viejos enclaves autónomos hoy integrados en China, Hong Kong y Macao; Singapur, Taiwán, Malasia, Indonesia, Filipinas y las potencias militares y comerciales con intereses en la zona, como Estados Unidos y Australia), y el dinamismo de la diáspora en Norteamérica y Europa, han contribuido al florecimiento artístico y arquitectónico del país.
Como el resto de países orientados históricamente al comercio con China a través del mar de la China meridional, la relación con el gigante asiático es tan ambivalente como esencial: tras el nacimiento de la civilización que daría pie a Vietnam en los tres siglos anteriores a nuestra era, la región permanecería bajo domino Chino durante el siguiente milenio, combinando después períodos de vasallaje (incursiones chinas, invasiones mongolas) con el surgimiento de un reino que extendería sus dominios hasta el delta del río Mekong, en el extremo sur de Indochina.
Con la invasión francesa de las mitades sur y oriental de Indochina a mediados del siglo XIX, las culturas milenarias en torno al norte (Tonkin), el centro (Annam) y el sur (Camboya, Cochinchina) perduraron en el interior rural y budista, mientras que los ideales urbanísticos y de explotación del territorio europeos se establecieron en torno a Hanói (en el norte, capital de la colonia) y Saigón (Ho Chi Minh, en el sur, a las puertas del delta del Mekong y del mar de la China Meridional).
Se impone el punto de vista extractivo y desarraigado propios del desarrollo colonial europeo, que Francis Ford Coppola plasmará en el cine inspirándose en la narrativa de los “lugares oscuros”, esas tierras remotas y comidas por la fiebre tropical donde el visitante occidental atraviesa los últimos tentáculos de su cultura supuestamente civilizadora y se adentra a solas en lo brutal, instintivo y desconocido: los conquistadores españoles Francisco de Orellana y Lope de Aguirre en busca de su Eldorado navegando por los tributarios del Amazonas (Werner Herzog y Klaus Kinski se inspiran en la historia de este último en su filme Aguirre, la ira de Dios —1972—).
O, en la literatura, el viaje de Marlow por el río Congo en busca del misterioso Kurtz en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad (1899), historia en la que se inspira Coppola; las poco heroicas andanzas de un Ferdinand Bardamu —desquiciado por la Gran Guerra— hacia el mismo corazón africano en Viaje al fin de la noche (Louis-Ferdinand Céline, 1932); etc.
Salir del poso dirigista de colonialismo y comunismo
En Apocalypse Now (1979), un capitán de operaciones especiales estadounidenses durante la Guerra de Vietnam, Benjamin L. Willard (Martin Sheen) asume el papel de Charles Marlow en El corazón de las tinieblas, ascendiendo por el río Mekong en un estado cada vez más alejado de la disciplina y la claridad de conciencia a medida que la selva se hace más frondosa en ambas riberas.
El objetivo, como en la novela corta de Conrad, es deshacerse de Kurtz (Marlon Brando), coronel que se ha desecho de toda impostura burocrática en el corazón de la selva y, narcotizado por la ausencia de contexto civilizador, se ha convertido en un semidiós de renegados y locales. En el filme de Coppola, el interior de Indochina es el corazón de las tinieblas: absorbente, irracional, aletargado por la fiebre y la fuerza de instintos y dioses misteriosos.
Han pasado las décadas y, gracias a tecnologías como Internet y a la pujanza de la región del mar de la China Meridional, Vietnam se integra en el mundo más allá de filmes sobre Vietnam y el sesgo del punto de vista de viajeros mal informados procedentes de Norteamérica o Europa.
Un estilo desprovisto de postizos importados
Ya no necesitamos, al fin, a un representante de potencias geopolíticas para conocer Vietnam, a la vez que aprendemos (gracias a la indagación por Internet, a la pujanza de miembros de la diáspora vietnamita, al propio desarrollo industrial y comercial, pero también cultural, del país), para poder viajar a la vibrante urbe del norte subtropical (Hanói) o a metrópolis tropical en el delta del Mekong, Ho Chi Minh.
Gracias a la interpretación moderna del conocimiento local a cargo de arquitectos hoy celebrados como los jóvenes Vo Trong Nghia (1976, fundador del estudio emergente VTN, y educado en el Instituto Tecnológico de Nagoya y en la Universidad de Tokio, Japón; (Premio Príncipe Claus 2016) y Hoang Thuc Hao (1971, formado en la Universidad de Hanói y en la Universidad Politécnica de Turín), el visitante curioso puede apreciar en el Vietnam contemporáneo la estética, el acervo, las técnicas y la energía locales en ámbitos como la arquitectura, sin la necesidad de hacerlo desde una mentalidad carente de la condescendencia y prepotencia de la cultura colonizadora.
Ningún país emergente de la zona de influencia del mar de la China Meridional ha reivindicado con tanta clarividencia su aportación vernacular a la arquitectura contemporánea como Vietnam: el uso de espacios de transición, de formas orgánicas, volumetrías imposibles, materiales que representan a la vez lo ancestral y lo futurista como el bambú, son algunos de los puntos en común de los proyectos más atrevidos.
Ajardinando una jungla de cemento con arquitectura
La recuperación de espacios verdes en ciudades que crecieron sin tenerlos en cuenta se ha convertido en uno de los objetivos de la nueva generación de arquitectos.
Uno de los proyectos emblemáticos de los últimos años, House for Trees (una residencia fragmentada compuesta por varios volúmenes rectilíneos con árboles en la azotea, dispuestos de manera aleatoria en torno a un exterior también ajardinado), dio a conocer internacionalmente a Vo Trong Nghia.
La razón: en una ciudad, Ho Chi Minh, donde apenas el 0,25% del terreno está cubierto de vegetación y los edificios han seguido durante décadas una uniformidad rectilínea para aprovechar al máximo el espacio disponible, esta vivienda de cinco estancias independientes —cada una en forma de prisma rectangular de distinto tamaño—, cubre de vegetación tanto el espacio entre estancias como los cinco terrados, donde crecen árboles de la zona.
La influencia de culturas constructivas más eclécticas, imaginativas y desprovistas de rigideces culturales y regulatorias, como las existentes en las principales economías de la región, ha contribuido a que clientes y ciudades vietnamitas acepten proyectos con tejados arbolados, paredes con texturas orgánicas generadas por algoritmos, celosías de ladrillo o jardines de inspiración budista sobre azoteas de edificios contemporáneos, viviendas cónicas con techumbre vegetal que se integran en un paisaje de tupidas colinas con la misma forma…
La memoria de viejos errores y la frescura del recomienzo
El trabajo de los jóvenes arquitectos vietnamitas con mayor proyección ha sido comparado con la obra ecléctica, ligera y propensa a la experimentación de los japoneses Kengo Kuma (con su propio laboratorio de experimentación, Kuma Lab, si bien muchas de sus obras exploran la herencia ancestral japonesa y el gusto de ésta por las estructuras translúcidas), y Shigeru Ban (conocido por sus obras de cartón reciclado).
Gracias a la popularidad de sus propuestas en Internet y a cada vez más encargos y galardones internacionales, las firmas a21studio, H&P Architects y el mencionado VTN Architects, han convertido a Hanoi y Ho Chi Mihn en nuevos enclaves obligados del turismo arquitectónico.
En una entrevista concedida a CNN, Vo Trong Nghia, el pequeño de una humilde familia rural de 7 hermanos, evoca su infancia en Quang Binh, un pueblo severamente castigado por los bombardeos de la II Guerra Mundial, de nuevo azotado por la guerra unas décadas más tarde.
“Mi pueblo está en el bosque. Me acuerdo de cuando íbamos al bosque a cortar árboles para vender la madera. Habíamos destrozado todo ese bosque cuando yo estaba en la escuela secundaria. Cuando tenía 20 años, toda la zona boscosa de la región había sido destruida por la localidad.”
Cuando empezó a estudiar su oficio, el joven arquitecto reconoce que apenas quería hacerse rico, pero su periplo internacional como estudiante y el interés genuino por el oficio le permitieron regresar a Vietnam con un punto de vista maduro y matizado sobre los problemas medioambientales de nuestra era y las consecuencias del desarrollo a ultranza en países emergentes como Vietnam.
Los materiales de la arquitectura vietnamita
La arquitectura, dice el fundador de VTN, debe contribuir a la naturaleza y no acelerar el proceso opuesto: tala de bosques, contaminación de acuíferos, aumento de la escorrentía y la desertificación, empobrecimiento de la calidad del aire, acorralamiento de la biodiversidad de zonas tropicales y semitropicales, etc.
“La ciudad es como una jungla urbana, y necesitamos estar más conectados con la tierra y los árboles.”
Vo Trong Nghia no tiene reparos en combinar materiales contemporáneos con materiales locales de escaso impacto, como el bambú: a diferencia de los bosques tropicales diezmados en el Vietnam rural, fenómeno del que se siente corresponsable, el arquitecto celebra tanto las prestaciones del bambú (resistencia, durabilidad, fácil sustitución, ahorro, escaso impacto) como su propia naturaleza: es abundante y de rápido crecimiento.
Las culturas asiáticas han usado el bambú desde tiempos inmemoriales, tanto como material para edificios y andamios (estos últimos todavía en uso, presentes incluso en obras de edificios contemporáneos en ciudades de alta tecnología), como para confeccionar tela, papel, pasta alimentaria, remedios medicinales, juguetes e instrumentos musicales, etc.
El bambú ha irrumpido, asimismo, en el diseño industrial, con fabricantes de electrónica y automóviles, entre otros, integrando el material como sustituto resistente y sostenible de determinados duroplásticos, embellecedores de madera y otros elementos.
Abriéndose paso sin una mirada prestada
Nadie parece querer ir tan lejos con el bambú como los arquitectos vietnamitas. En proyectos con abundante uso de madera y presencia de formas orgánicas que requieren un material resistente y con prestaciones flexibles, estudios chinos, vietnamitas y del resto de Asia dan prioridad al bambú por encima de las más rígidas y caras maderas nobles, cuya tala produce un impacto a largo plazo en la región.
La carrera por evitar que el crecimiento de Hanói y Ho Chi Minh empeore la calidad del aire y endurezca todavía más un urbanismo que no ha tenido en cuenta hasta ahora el rendimiento climático de los edificios, requiere pedagogía a cargo de los nuevos arquitectos: la tentación de construir rápidamente y sin vegetación, apostándolo todo al aire acondicionado, es todavía demasiado grande.
Pero Vo Trong Nghia y los otros arquitectos de su generación contrarrestan la inercia del desarrollo rápido y descontextualizado con edificios que muestran el carácter local y a la vez ingenio contemporáneo: memorables, baratos, con formas que evocan la naturaleza exuberante de la zona y áreas intermedias diseñadas favorecer el encuentro.
En estas zonas de civilidad, siempre hay árboles y plantas en el campo de visión.
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