La arquitectura académica se inspira más que nunca en las construcciones tradicionales; un ejemplo de ello son los edificios contemporáneos con tejado de turba similar al de viviendas ancestrales en el norte europeo, desde Gran Bretaña a Escandinavia, pasando por Alemania.
En el Reino Unido y Alemania, las casas semienterradas con techumbre vegetal a dos aguas (“grubhuts” o “grubhouses” en el Reino Unido; “Grubenhäuser” en Alemania) vivieron su apogeo durante la alta Edad Media, desde el siglo V hasta el siglo XII.
Materiales locales adaptados al entorno
Entonces, estos pequeños edificios camuflados en entornos verdes y húmedos alojaban a familias y animales domésticos: su interior permanecía cálido en invierno y fresco en verano gracias a la inercia térmica procedente del subsuelo y de la turba de paredes y tejado.
Con las mejoras tecnológicas en el campo y la incorporación de frutos con mayor potencial calórico, muchos de ellos procedentes de América (patata, maíz), la prosperidad rural en el norte europeo favoreció el uso de técnicas de construcción urbanas.
(Imagen: cobijo tradicional con tejado de turba y paredes de troncos y musgo Kolarbyn, 2 horas al noroeste de Estocolmo, Suecia)
Poco a poco, las viviendas con cimientos de piedra, suelo semienterrado y tejado vegetal se destinaron exclusivamente a corrales y cuadras en las zonas más frías de Europa, desde las zonas rurales próximas a las ciudades de la Liga Hanseática al interior de Escandinavia.
El retorno de las cubiertas de turba en Escandinavia
Habíamos explorado la última tecnología en tejados verdes, usados en edificios de la envergadura del de la Academia de las Ciencias de California en San Francisco (vídeo), concebido por Renzo Piano.
Ahora, un viaje a Escandinavia nos ha permitido explorar la tecnología original: tejados de turba con superficie vegetal en perfecto estado, luciendo en cubiertas tanto de viviendas tradicionales como de casas modernas que han optado por los beneficios térmicos, energéticos y paisajísticos de esta técnica.
Conocidas popularmente como “cubiertas de turba” (“torvtak” en noruego y sueco, “torfpak” en islandés), las techumbres verdes de Escandinavia y su zona de influencia ancestral (Islandia, islas Feroe) incluyen una base de corteza de abedul, que posteriormente es prensada sobre las vigas de madera por retales de pesada turba recubierta de una hierba silvestre con aspecto similar al césped.
Aprendiendo a apreciar lo que se percibía como retraso
La vegetación de los tejados de turba no sólo integra a las casas de campo escandinavas (en sueco, “Fäbodvallar”) en el paisaje circundamte, sino que absorbe la lluvia y la humedad, previniendo filtraciones y contribuyendo al mantenimiento de la inercia térmica.
El uso del tejado de turba se corresponde con la distribución de las cabañas de troncos en Finlandia y la península escandinava.
(Imagen: en Lærdal, en el interior de Noruega, se han reconstruido casas de campo con estructura de troncos y cubierta de abedul, prensada con gruesa y tupida turba)
En Islandia, una nueva generación de arquitectos y propietarios trata de recuperar la tradición de los tejados de turba importada de Escandinavia por sus ancestros vikingos.
Como curiosidad, los inmigrantes de estos países introdujeron tanto la arquitectura de troncos como los tejados de vegetación en Norteamérica a partir del siglo XVII (empezando por la colonia de Nueva Suecia, en el actual Maine).
El salto a Norteamérica (y simbiosis) de casas de troncos y tejados verdes
Eso sí, ya existían construcciones nativas americanas semienterradas con estructura y cubierta vegetales, desde las “wetu” de los wampanoag (Massachusetts: vídeo) a las “casas-hoyo” transportables de los pueblos itinerantes de las Grandes Llanuras.
La construcción vernacular de tejados vegetales se nutrió en Norteamérica de distintas tradiciones, entre ellas:
- la propia técnica de construcciones de troncos con cubierta de turba de Escandinavia;
- las variadas -y adaptadas a la localidad- edificaciones vernaculares de nativos americanos (muy similares a las edificaciones de los sami, pueblo nómada de Laponia, las a menudo cónicas goahti);
- las viviendas de lamas de madera y tejado de paja y juncos secos introducidas por los “padres peregrinos” ingleses desde el establecimiento de la Colonia de Plymouth (la técnica se puede observar al detalle en la reconstrucción de esta villa en Massachusetts (vídeo de nuestra visita a Plimoth Plantation).
La vegetación vernacular ha evolucionado con el clima local
Los tejados de turba tuvieron menos éxito en Norteamérica que la construcción de troncos por motivos sobre todo climáticos; en los últimos años se ha producido una eclosión de este tipo de cubiertas, usando vegetación vernacular (xeriscape en tejados), más resistente a los patrones climáticos ajenos al norte europeo.
En la actualidad, con sistemas de aislamiento y climatización modernos, las ventajas de los tejados de turba siguen estando presentes, tal y como pudimos comprobar en nuestras entrevistas en distintos emplazamientos rurales del interior de los fiordos noruegos y el interior lapón noruego y sueco.
(Imagen: viviendas y edificios anejos en Lærdal, distrito de Sogn; no muy lejos de Lærdal el filósofo austro-británico Ludwig Wittgenstein se construyó una parca cabaña de retiro y estudio)
Las nuevas casas de campo y edificaciones con cubierta de turba sustituyen a menudo el aislante tradicional (corteza de abedul) por aislantes modernos derivados del petróleo; quienes se atreven por la técnica ancestral, no obstante, dicen no haberse arrepentido, ya que las lamas de corteza de abedul favorecen el intercambio térmico del interior con la turba, absorbiendo la humedad y el frío en invierno, así como los rayos del sol en verano.
Prensando corteza de abedul con parches de turba
Pudimos comprobar, asimismo, la capacidad aislante de la corteza de abedul escandinavo: sus características hidrófugas han evolucionado durante millones de años en el entorno húmedo y extremadamente frío donde se edifican las viviendas que lo usan como aislante.
El peso de los parches de turba (hasta 250 kilogramos por metro cuadrado, aunque el peso puede aumentar hasta los 400 o 500 kilogramos por metro cuadrado con la nieve acumulada en el invierno) prensa el abedul sobre las vigas de troncos, aumentando el aislamiento y facilitando la reparación interior de cualquier fuga detectada.
En los edificios públicos y de envergadura, tales como iglesias de madera, la cubierta aumentaba su inclinación y se sustituía la turba por tejuelas de madera, para así reducir el peso de la estructura y evitar la acumulación de nieve.
El trabajo y mantenimiento derivados de estas construcciones -tanto establos como casas y edificios públicos- se remontan a aisladas economías rurales y preindustriales que dependieron del intercambio de bienes hasta el siglo XIX.
Renacen los “dugnad”, o alojamientos rurales de libre uso
El trabajo de construcción se concentraba en los meses cálidos, lo que unido a la intensidad del trabajo convertía la tarea en comunal, tal y como ocurría en la construcción de establos y el apilamiento de pajares en diversas zonas de Europa y Norteamérica (“barn raising”).
En Noruega, tuvimos oportunidad de dormir en una cabaña con cubierta de abedul y turba, además de preguntar a nuestros anfitriones, Sivert Eliassen y Siri Hårklau, sobre la tradición del “dugnad”, que ha inspirado el mantenimiento de alojamientos rurales gratuitos restaurados y mantenidos por voluntarios en el área de Trondheim.
La cabaña donde pernoctamos, conocida como Vekvessætra, fue erigida en el siglo XIX pero abandonada durante 50 años hasta su recuperación.
La generosa edificación de troncos donde nos alojamos, con cocina en su centro y comedor con estufa y dormitorio de acampada en sus dos extremos, había sido restaurada en dos semanas de intenso trabajo comunal desde la práctica ruina hasta su actual estado.
A cambio del trabajo y el mantenimiento de la casa, el grupo de voluntarios obtiene el derecho usufructuario sobre el edificio (a menudo una cabaña abandonada en una zona rural).
Viviendas adaptadas a la dureza (y belleza) del paisaje
Los materiales son tan locales y adaptados a las condiciones climáticas extremas de la región como económicos: en la actualidad, varias compañías se han especializado en proporcionar e instalar cubiertas de turba, pero hasta hace unos años la tarea era realizada por los propios constructores y transmitida entre generaciones.
Como si se tratara de Isak, el campesino de la novela de Knut Hamsun La bendición de la tierra, un individuo, familia o vecindario usaría las semanas de verano para convertir los troncos, cortezas de abedul y parches de turba apilados con antelación en un humilde corral, una pequeña vivienda unipersonal o una gran casa familiar.
Las viviendas de verano tradicionales de los pastores de renos sami, en la zona más septentrional e inhóspita de Escandinavia, son una versión humilde de las casas de turba; lo pudimos comprobar en nuestro viaje, ya que tuvimos oportunidad de alojarnos en goahti, o cabañas cónicas sami recubiertas de madera y turba en dos ocasiones.
Cuando los edificios escandinavos eran protegidos con alquitrán
En un entorno con poca densidad de población, abundantes coníferas, abedules, turba y musgo, la principal inversión realizada en el edificio eran las horas dedicadas a su edificación (tarea a menudo comunal), acondicionamiento interior y mantenimiento (a cargo del propietario).
Cada emplazamiento adaptaría la construcción de troncos y techumbre de turba a la idiosincrasia local. Por ejemplo, en las remotas villas montañosas del interior de los fiordos noruegos, los lugareños recubrían el espacio entre troncos con musgo viviente.
(Imagen: edificios con cubierta de turba en un hostal junto a Skjolden, en el extremo interior del fiordo de Sogn, el más largo de Noruega; a media hora a pie de este lugar Ludwig Wittgenstein escribió en su cabaña su “Tractatus”)
De nuevo, un material adaptado a las condiciones locales se adaptaba mejor que otras técnicas más “refinadas” procedentes del continente europeo. El musgo no se pudría, además de contribuir al aislamiento térmico, que era finalmente reforzado con capas anuales de turba alquitranada (lo que otorgaba a las edificaciones y pueblos enteros -incluyendo la iglesia o catedral- una característica tonalidad negruzca).
Estas y otras razones convierten a los tejados verdes en una solución paisajística y ambiental apetecible en las regiones frías y montañosas; así lo demuestran algunos estudios.
Hijos de las turberas
El alquitrán natural de los suelos esponjosos y ricos en carbono del norte europeo es responsable de la extraordinaria longevidad de algunos edificios de madera en Escandinavia, tales como las Stavkirke, o iglesias de madera.
En nuestro paso por Lærdal, en el interior del fiordo de Sogn (el más largo de Noruega), visitamos la iglesia de madera de Borgund, que permanece en buen estado 800 años después de ser construida.
Las temperaturas gélidas y aire seco del emplazamiento han contribuido a su longevidad como barrera natural contra parásitos, si bien los expertos de la zona (hablamos con Joakim Breist, que ha realizado visitas guiadas al templo y vive junto al museo de Borgund) destacan la importancia del mantenimiento periódico de la madera con incontables capas de alquitrán de turba de la zona.
(Imagen: un grupo de voluntarios de la Universidad de Trondheim -norte de Noruega- que restaura casas rurales para su uso comunal nos invitó a visitar esta “Fäbodvallar” en el interior noruego, llamada Vekvessætra, construcción original del siglo XIX restaurada)
Incontables individuos de innumerables generaciones recubrieron de turba negruzca la madera de templos y edificios públicos para favorecer su longevidad. 800 años después, cualquiera puede observar el resultado de su trabajo.
(Imagen: *faircompanies de visita en la Fäbodvallar de Oppdal, Sør-Trøndelag, Noruega, gentileza de nuestros anfitriones de la Universidad de Trondheim, Sivert Eliassen y Siri Hårklau)
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