Anatomista, arquitecto, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta, urbanista… Los estudiosos de Leonardo Da Vinci, probablemente la persona con más talentos de disciplinas dispares que jamás haya existido, le achacan una única debilidad: su crónica inconstancia, que sin embargo contribuyó a que legara diseños, ideas e industrias florecidas siglos más tarde, como la aeronáutica.
Su mente diletante, capaz de interesarse por la anatomía y, a la vez, la ingeniería civil, la poesía y la pintura en una sola jornada, le llevaron, por ejemplo, a pintar y dibujar menos de lo que la posteridad hubiera deseado: si bien La Gioconda y La Última Cena son dos obras cumbre de la pintura universal, sólo se conservan una quincena de sus obras pictóricas.
El individuo que precedió a la Ilustración
Si Da Vinci hubiera experimentado menos con técnicas pictóricas, proporcionalidades en busca del número áureo, planos de perspectiva o juegos de símbolos y distintos focos de luz en un mismo lienzo, su obra habría sido más prolífica. Por el contrario, su influencia se habría reducido a muchas menos disciplinas.
Si hubiera dedicado más tiempo a sus apuntes, sus brillantes, aunque a menudo inconexas o poco desarrolladas, apreciaciones sobre distintas disciplinas habrían dado pie a algunos de los tratados (los modernos ensayos) más importantes de su época; quizá de todos los tiempos. Se puede decir lo mismo del resto de las disciplinas que Da Vinci indagó.
El precio del polímata
Como manido arquetipo de hombre del Renacimiento, Leonardo representó como ningún otro polímata el florecimiento de las artes y las ciencias. Su gran limitación fue acaso su brillante curiosidad, representando en una misma persona todas las inquietudes de los sabios más avanzados de su época. En él había un poco de Brunelleschi, Miguel Ángel, Colón, Maquiavelo, Miguel Servet, Johannes Kepler, Giordano Bruno.
Pudo desarrollar los talentos innatos en múltiples especialidades, pero a menudo indagó sólo hasta comprender cómo mejorar disciplinas enteras o apenas esbozar técnicas y artilugios que nunca desarrolló.
Sí tuvo tiempo para mejorar, con su inventiva, las grúas y andamios para construir edificios con técnicas hasta entonces inverosímiles, como la grúa usada en la Catedral de Florencia, de Brunelleschi, para rematar el tejado cónico de la cúpula, diseñada específicamente por Da Vinci para que su maestro Verrocchio aplicara una capa de cobre e instalara una cruz en 1469.
Si su escasa obra pictórica muestra que, de haberse centrado en ella, habría rivalizado con la de Miguel Ángel, sus aportaciones en arquitectura, anatomía, matemáticas, técnicas de guerra, hidráulica o ingeniería, avanzaron las mejoras que llegarían dos siglos después, con el inicio de la Ilustración y la Revolución Industrial.
El Leonardo inventor
Uno de los aspectos que más ha fascinado en la posteridad es la vertiente inventora de Leonardo, presente en todas las disciplinas que practicó. Sin embargo, el niño creativo de todo ser humano despierta su mayor capacidad de empatía con tres de las “locuras” más deliciosas del maestro: sus ensoñadores inventos.
Entre ellos, sus máquinas de ingeniería (precursoras de las grúas modernas); sus máquinas voladoras (ornitópteros, así como diseños precursores del avión moderno, el vuelo sin motor y el helicóptero); y sus máquinas (mecanismos de ruedas dentadas, poleas, árboles, tornillos, cadenas, levas, juntas, engranajes de embalaje, tornillos sin fin, etc.).
Hablamos de un hombre capaz de rivalizar, con su pintura La última cena, la obra igualmente cumbre La creación de Adán, de Miguel Ángel.
Igualmente capaz de conversar sobre aspectos científicos a la altura de Giordano Bruno, Miguel Servet o Isaac Newton; preparado para asistir los retos arquitectónicos de Brunelleschi; y, además, con inventiva y tiempo suficientes para esbozar precursores del helicóptero, el tanque, un concentrador de energía solar, una calculadora, navíos de doble casco; así como intuir fenómenos como la teoría de la tectónica de placas.
También estudió la luz y la óptica, la balística, la química y la alquimia, además de analizar en distintas ocasiones el reto matemático-geométrico de la cuadratura del círculo.
La naturaleza
El niño zurdo y físicamente agraciado Leonardo da Vinci nació en el momento oportuno, en el lugar oportuno, con las cualidades necesarias, y con un entorno suficientemente receptivo como para acicatear su potencial.
El hijo primogénito de un notario de la localidad próxima a Florencia de Vinci y de una campesina que trabajaba para la familia, fue reconocido, aunque su origen fuera del matrimonio provocó la expulsión de su madre Catalina de la casa paterna.
Con la ausencia de su madre y los viajes frecuentes de su padre y abuelo para atender sus asuntos en Florencia, el joven y ecléctico tío Francesco fue la principal autoridad educativa de los primeros 15 años de la vida de Leonardo, que transcurrieron en la casa familiar de Vinci.
Su tío Francesco tendrá la formación y, sobre todo, la paciencia para iniciar a Leonardo en el estudio de la naturaleza y realizar los primeros ejercicios de dibujo.
El interés posterior de Leonardo por la proporción áurea y su presencia en la naturaleza le llevó a aplicar el cálculo de las proporciones presentes en diseños naturales; el icónico dibujo posterior de el Hombre de Vitruvio es la consecuencia de la sólida observación y práctica de sus primeros años, con la naturaleza como sujeto.
Máquinas de ingeniería
Tomando notas con escritura especular (escribiendo de derecha a izquierda, de modo que el texto sólo puede leerse según la convención situándolo ante un espejo), empezó a aplicar técnicas artesanales y patrones que había observado en la naturaleza a los primeros esbozos de máquinas de ingeniería.
Al entrar en la escuela del pintor florentino Verrocchio, conoce las últimas técnicas de ingeniería civil, como los enormes armazones de madera erigidos sobre la cúpula de la Catedral de Florencia, con una grúa giratoria de brazo con poleas sin precedentes, similar a las usadas actualmente, para elevar la enorme esfera de cobre, obra del propio Verrocchio, para coronar el Duomo.
Además de perfeccionar sus conocimientos sobre pintura, su presencia junto a Verrocchio le dio acceso a los grandes centros de ciencia tecnológica de la época: la construcción de grandes catedrales, donde se podía conversar con maestros de distintas disciplinas y aprender de ellos: arquitectos, carpinteros, ingenieros, herreros, mecánicos.
Las máquinas que algunos de estos maestros ideaban eran especialmente ingeniosas, y constituyen la base formativa del genio de Da Vinci.
“Impedimento non mi piega”
Los conductores de clases magistrales suelen relatar la biografía de los grandes maestros del pasado como un proceso lineal y predecible, que suele comenzar con un período de formación, al que le siguen los trabajos menores de la juventud, normalmente más alocados y transgresores (cosas de la edad, añadirán), para avanzar con mayor gravedad en las obras del genio de turno, ya maduro y formado, curado de la enfermedad de la infancia y juventud.
En muchos casos, el patrón simplemente no se sostiene. Es el caso de Leonardo da Vinci. Como otra persona capaz de destacar con soltura en distintas disciplinas, Benjamin Franklin, Leonardo concibió parte de su trabajo como un medio para lograr suficientes medios económicos y así poder dedicar su tiempo al estudio científico, la invención, la contemplación, la conversación con el puñado de hombres de Estado y maestros de distintas disciplinas con quien trató.
La huella de Da Vinci en otros polímatas brillantes
Como posteriormente haría Franklin, Da Vinci dedicó sus últimos años a sus proyectos más utópicos, algunos de ellos grandes anhelos humanos, como el deseo de volar.
En los años de madurez, Leonardo hizo valer más que nunca la inscripción especular (invertida) que incluyó en su emblema, consistente en un arado dibujado dentro de un óvalo. En la inscripción se lee: “Impedimento non mi piega” (“ningún obstáculo me dobla”).
(Imagen: emblema de Leonardo: un arado en un óvalo donde se lee en italiano: “ningún obstáculo me dobla”)
A partir de 1470, Leonardo se ocupó de un anhelo personal y compartido por otras mentes aventureras de todos los tiempos, entonces inconcebible: el sueño de volar sirviéndose de una máquina.
Máquinas voladoras
Superando ya la treintena, y tras abandonar trabajos previos, el toscano conjuga la pintura, la ingeniería y los encargos en distintas ciudades con retos y estudios científicos previamente arrinconados por falta de tiempo.
Es de esta época su proyecto más fantástico e “infantil”, por ilusionante e irreal: la máquina de volar. El maduro Leonardo aplica a este reto quimérico la prospección metódica propia del método empírico.
Sus esbozos de distintas máquinas voladoras partieron del estudio metódico del vuelo de los pájaros, que le había fascinado desde la infancia. Estudió la anatomía del ala y la disposición de las plumas en distintas aves, como se observa en su Códice sobre el vuelo de los pájaros, de 1505.
Alrededor de 1485, Leonardo bosquejó detalladamente un ornitóptero propulsado por el hombre, que debía batir las alas a imagen y semejanza de las aves.
Hombre pájaro
Pronto comprobó que la musculatura y complexión humanas no era suficientemente poderosa para imitar el vuelo de las aves; no obstante, diseñó varias alas y dispositivos mecánicos para lograr su anhelo, sin que se haya certificado nunca si se construyeron, o si el propio Da Vinci intentó volar.
Tras reconocer la limitación de la musculatura humana, recurre a sistemas de propulsión mecánica de resorte, pero el disparo del resorte no permitía una autonomía de vuelo para considerarlo como tal.
Recuperando el estudio de las aves, que no abandonó hasta sus últimos años, se centró acertadamente en analizar las grandes rapaces: debido a su mayor tamaño y envergadura, estas aves, observó, aprovechaban la aerodinámica y fenómenos como corrientes de aire, inversión térmica, viento, etc.
La frustración de adelantarse a los tiempos
Él mismo intuyó en sus trabajos mecánicos la llegada de engranajes mucho más potentes que los que él concibió y prevía viables para su época. La falta del equivalente a la fuerza mecánica, intuyó, relegaban el vuelo humano a una única posibilidad en su época: el planeo “sin batir las alas”, como escribió en sus cuartillas.
Ello le hizo decantarse por diseños similares al ala delta, tecnología con un precursor exitoso en Al-Ándalus: Abbás Ibn Firnás, precursor de la aviación nacido en Ronda, Málaga, en 810, y fallecido en Córdoba 77 años después.
Firnás, considerado por Philip Hitti en Historia de los árabes “el primer hombre de la historia que realizó intentos científicos de volar”, se sirvió de un artilugio similar a un ala delta moderno, con el que se lanzó desde una torre y logró volar durante 10 segundos, aunque se fracturó las dos piernas en el aterrizaje.
5 máquinas voladoras de Leonardo da Vinci
Leonardo mantuvo durante toda su vida la fascinación por el vuelo y se esforzó meticulosamente, aunque sin resultados comprobables, para crear un apéndice mecánico que permitiera al ser humano alzar el vuelo, superando así la fábula de Ícaro y Dédalo.
Además de sus detallados dibujos anatómicos de distintas aves, Leonardo diseñó, al menos sobre el papel, distintas máquinas voladoras, entre ellas artilugios similares a un helicóptero, un ala delta, un paracaídas o el utópico ornitóptero (un armazón imitando el diseño de las aves, que el individuo debía maniobrar batiendo las alas).
El canal televisivo británico Channel Four emitió en 2003 la serie documental Leonardo’s Dream Machines, partiendo de un interesante punto de vista: los conductores de la serie construyeron y probaron los diseños originales de máquinas voladoras de Da Vinci.
Algunos de los diseños volaron con éxito, mientras otros no lo lograron.
He aquí un pequeño compendio de las máquinas voladoras de Leonardo Da Vinci:
1. Helicóptero
En 1490, Da Vinci ideó una máquina con el diseño aerodinámico de un tornillo helicoidal que, según calculó, podría elevarse usando un rotor accionado por cuatro hombres que lograra la suficiente velocidad e inercia.
El diseño tenía un error de base que él mismo habría subsanado realizando modelos a pequeña escala: el diseño de la hélice habría ofrecido resistencia de penetración, y no de sustentación.
2. Planeador (precursor del ala delta)
Observando las grandes aves rapaces, concluyó acertadamente que, a falta de motor, el vuelo tecnológicamente más viable residía en el planeo “sin batir las alas”.
Concibió artilugios muy similares al ala delta moderno: una ligera estructura similar a la de un ala desplegada, con ligeros nervios de sustento, emulando la estructura de huesos y cartílagos en las extremidades de las aves de mayores dimensiones.
3. Paracaídas
Tras analizar la importancia de la resistencia del aire, las corrientes y la situación atmosférica, Leonardo esbozó el precursor de un paracaídas; aunque de estructura cónica, su diseño habría funcionado del modo planeado.
4. Ornitóptero
En 1485, dibujó un ornitóptero que debía ser propulsado por el conductor y único pasajero, que se introducía en un armazón y accionaba, con sus brazos, dos extensiones laterales a modo de alas, de un modo similar al uso de remos en una pequeña embarcación.
La musculatura humana, comprobó, no era lo suficientemente potente y versátil, en relación a la masa y envergadura del cuerpo humano (cuya anatomía conocía con profundidad).
5. Diseño biomimético de alas (fija, articulada, con ventanillas, etc.)
Partiendo del estudio anatómico pormenorizado de distintas aves y murciélagos, Leonardo dibujó alas articuladas, emulando a las aves, para finalmente decantarse por las menos sofisticadas alas fijas, al comprobar que la musculatura humana sería incapaz de batir las alas de un modo viable.
En sus alas de una pieza, perfeccionó los materiales usados, livianos y resistentes como los empleados en la navegación, a sabiendas que la ligereza y eficiente resistencia al viento eran los aspectos cruciales del vuelo viable en su época: el planeo “sin batir las alas”, como él mismo apuntó.