El reaprovechamiento de aguas pluviales acumula siglos de experiencia en el Mediterráneo. Aunque, con la canalización y la llegada del suministro de agua centralizado, a principios del siglo XX, la captación de aguas pluviales y reciclado de aguas grises cayeron en desuso. Ahora, los baremos y certificaciones sostenibles priorizan la mejora de la gestión del agua.
Por ejemplo, el U.S. Green Building Council es una organización que desarrolló los criterios energéticos y medioambientales de la certificación LEED, sistema de puntuación para medir la sostenibilidad de cualquier edificio, en función de 6 baremos, entre los que se incluye la eficiencia en la gestión del agua.
Diseñar y educar en el ahorro de agua
En Europa Occidental, se consumen entre 150 y 300 litros de agua por persona y día, aunque la mayor parte del agua potable no es usada en las actividades básicas: beber, cocinar y mantener una higiene corporal. Esta cifra se llega a triplicar en las grandes urbes de Norteamérica.
En algunas ciudades europeas, el ahorro de agua ha aumentado en los últimos tiempos y se consume por persona y día una cantidad muy inferior a la de la media. Destaca el caso de Barcelona, donde se consume por debajo de los 120 litros por persona y día, muy lejos de los 162 litros por persona y día de París, los 172 de Nueva Delhi, los 320 litros de Tokio o los 503 litros de Nueva York. Otros estudios integrales también destacan Barcelona como una de las urbes con menor huella ecológica en relación con su población y baremos elevados de calidad de vida.
El consumo relativamente bajo de la capital catalana se explica por la cultura del ahorro de agua, fomentado en los últimos años debido a la severidad de las sequías en el clima mediterráneo, así como por la alta densidad de población, la eficiencia de la gestión y uso del espacio público y el relativo buen estado de las infraestructuras de agua, en manos de Aguas de Barcelona (Agbar), una empresa controlada por La Caixa y la francesa Suez.
Independientemente del nivel de consumo de agua por persona y día, su uso varía en función de criterios culturales y relacionados con el estilo de vida. Por ejemplo, los países con un mayor número de suburbios residenciales tienden a incrementar su consumo de agua en comparación de otras zonas con similar poder adquisitivo y mayor densidad urbana.
Dos terceras partes del agua potable consumida por los hogares se usan en el baño, mientras el tercio restante es acaparado por la cocina, la limpieza de la casa y la lavadora. De nuevo, los suburbios residenciales muestran un patrón distinto, con mayor uso de agua potable en actividades como el riego, la limpieza e incluso su uso en piscinas.
La gestión del agua en la bioconstrucción
La construcción sostenible invita, a través de la informaciónón ofrecida por distintos organismos, a que arquitectos, constructores, proveedores de servicios y, también, usuarios, recuperen las mejores prácticas de la construcción tradicional, que en lugares como el Mediterráneo cuentan con milenios de evolución tecnológica, adaptada a la idiosincrasia climática si socio-cultural de lugares como la Península Ibérica.
Ya se trate de permacultura, arquitectura verde, bioconstrucción o cualquier otro calificativo con connotaciones ecológicas, la construcción sostenible recupera materiales y energías saludables para sus habitantes y el entorno, capaces de reducir el impacto ecológico del edificio.
La construcción o reforma de una casa o edificio residencial debe gestionar tres tipos de agua:
- Agua potable, preparada para el consumo humano y generalmente transportada por las redes de suministro. Está controlada, carece de contaminación biológica y química, por lo que se evitan enfermedades derivadas de la contaminación bacteriológica, muy extendidas en las concentraciones urbanas de los países pobres.
- Aguas grises: razonablemente limpias, aunque no aptas para el consumo humano. Proceden de duchas, bañeras, lavamanos, cocina, etcétera. Varios expertos e instituciones independientes propugnan la reutilización de aguas grises en tareas como el riego, la limpieza e incluso, a través de la purificación controlada, el consumo humano. Es el caso de la organización Greywater Guerrillas (literalmente, “guerrilla de las aguas grises”) de Oakland, California, cuyos miembros tuvimos oportunidad de visitar (vídeo, entrevista y galería fotográfica).
- Aguas negras: contienen contaminación fecal y no son aptas para el consumo humano. Presentan un claro riesgo para la salud. Especialistas y organizaciones -como las ya mencionadas Greywater Guerrillas-, creen que los residuos fecales controlados pueden ser compostados y usados como fertilizante en jardines y huertos. Laura Allen, miembro de Greywater Guerrillas, explica que, sólo en el área de San Francisco, hay más de 2.000 instalaciones de tratamiento sostenible de aguas grises, la mayoría de las cuales no están oficialmente registradas, ya que, como Allen explicaba a *faircompanies, “California tiene un código de instalación de cañerías muy rígido. La normativa es tan estricta y burocrática que estoy empezando a pensar que es mejor dejar que todo el mundo lo haga de manera informal”.
Laura Allen ha publicado el libro Dam Nation: Dispatches from the Water Underground, sobre la reutilización de aguas grises en entornos residenciales unifamiliares, que predominan en zonas como en la propia Bahía de San Francisco. Allen, como el resto de miembros de Greywater Guerrillas, cree que una inversión inferior a 200 dólares permite a cualquiera reutilizar sus aguas grises, usando un simple sistema de desviación.
Cuando se tiene en cuenta la gestión sostenible del agua desde el propio diseño del edificio, tanto el ahorro de agua como el impacto económico de estas medidas justifican su planificación de antemano, en lugar de realizar adaptaciones de sistemas convencionales que no tienen en cuenta los distintos métodos de uso y aprovechamiento de aguas.
Aprovechamiento de aguas pluviales
Hasta principios del siglo XX, cuando las canalizaciones de agua irrumpieron masivamente en ciudades y poblaciones medias, el agua de lluvia desempeñó un papel importante.
En el siglo XXI, el cambio climático amenaza con acelerar la sequía y aumentar la erosión y desertización del sur de Europa y normativas como el español Código Técnico de la Edificación hacen hincapié en la seguridad (estructural, ante incendios, de uso) y la habitabilidad (higiene y protección del medio ambiente, protección contra el ruido y ahorro de energía), deberán incorporar la gestión del agua, ahora un simple apéndice, entre sus prioridades.
Más allá de la normativa de obligado cumplimiento, la mayor concienciación de arquitectos y usuarios garantiza una mayor demanda de sistemas de recogida de aguas pluviales. Iniciativas para la reutilización de aguas grises e incluso aguas negras, como la que nos explicaba Laura Allen de Greywater Guerrillas, tienen mayor posibilidad de prosperar en entornos rurales y residenciales con menor densidad, así como en comunidades que hayan priorizado la gestión sostenible de los recursos.
Un tejado de 100 m2 podría abastecer de agua a un barcelonés
En un país con régimen pluvial mediterráneo como España, la media de lluvia anual puede superar los 600 litros por metro cuadrado. Un edificio con un tejado de 100 metros cuadrados preparados capaz de aprovechar el 80% del agua de lluvia captada por su superficie, lograría almacenar 48.000 litros de agua al año.
El ciudadano de Barcelona, que consume menos de 120 litros de agua por persona y día, necesita 42.500 litros de agua potable al año. Las aguas pluviales recogidas por un tejado de 100 metros cuadrados servirían para abastecer a este ciudadano tipo, y sobraría agua para otras tareas.
El australiano Michael Mobbs, abogado medioambiental australiano, propugna, a través de la sencilla adaptación de los sistemas de captación de energía y agua de su casa, situada en el barrio de Chippendale, Sídney, la adaptación sostenible de cualquier hogar.
Durante nuestra visita a su casa (vídeo, entrevista y galería fotográfica), Mobbs nos mostró el sencillo sistema de captación de aguas pluviales que ha instalado en el tejado de su casa, un edificio unifamiliar de estilo victoriano, tan común en los suburbios de las urbes australianas.
Un estanque para refrescar el jardín y potabilizar aguas grises
Los desagües envían las aguas pluviales a un depósito conectado a una canalización que acaba en un pequeño estanque que Mobbs ha instalado en el patio trasero de su casa. Las plantas del pequeño estanque filtran las impurezas de las aguas grises y pluviales; tras este proceso, el agua filtrada, tal y como Mobbs comprueba mediante análisis periódicos, es apta para el consumo humano. No sólo eso, sino que sabe mejor que el agua del grifo, según Mobbs.
Este abogado, ahora en tareas de asesoramiento sobre construcción sostenible, emplea el agua resultante recolectada del tejado y de su uso en el hogar (aguas grises) para alimentar su huerto urbano, que le proporciona, gracias al clima subtropical de Sídney, una cosecha de verduras, hortalizas y especias para todo el año.
Michael Mobbs no puede entender cómo, en pleno siglo XXI, habitantes de todo el mundo desaprovechan las aguas pluviales que podrían almacenar fácilmente y prácticamente sin coste económico, mientras aumenta la desertización en las zonas templadas del planeta.
El agua de lluvia tiene varias características ventajosas:
- Suele ser mucho más limpia, en comparación con las otras fuentes de agua dulce.
- Aunque intermitente y en ocasiones impredecible, es un recurso gratuito y que no depende de un suministro centralizado.
- En lugares con regímenes pluviales regulares, el agua de lluvia puede reducir drásticamente el consumo de agua corriente y, a través de sistemas de potabilización homologados, puede incluso garantizar el autoabastecimiento de agua.
- Se requiere una infraestructura sencilla y poco costosa para captar, almacenar y distribuir aguas pluviales. Durante siglos, culturas como la mediterránea lograron aprovechar este recurso, ahora olvidado.
Michael Mobbs demuestra que un circuito abierto por el que fluya el agua, con un estanque que incluya vegetación y microorganismos que aceleren el proceso de filtrado natural, permite convertir aguas grises y aguas pluviales en agua potable, apta para el consumo humano.
No obstante, no es necesario siquiera construir un estanque conectado al depósito colector de aguas pluviales y al desagüe de aguas grises. No es siquiera necesario convertir las aguas pluviales en agua potable si se pretende usar este excedente para emplear en la lavadora, el lavavajillas, la limpieza del hogar, la cisterna del váter, o el riego y cuidado general del jardín.
Es importante planificar correctamente el lugar de la instalación de la cisterna y elegir bien los materiales. Por ejemplo, el polietileno reciclado, con menor impacto que el polietileno convencional, puede ser una alternativa asequible para las tuberías de desagüe y la cisterna que actúe de depósito, ya sea de pequeña capacidad e instalada a la vista, o de gran capacidad y enterrada bajo el nivel de la casa. El agua de lluvia favorece la corrosión, por lo que es recomendable evitar el uso de cañerías y cisternas de metal.
Como medida de seguridad, se recomienda instalar un sistema de desinfección por rayos ultravioleta.
Los elementos básicos para construir un sistema eficiente de recogida de aguas pluviales consta de los siguientes elementos básicos:
- Canalón: recolecta el agua y la conduce al depósito (cisterna). Es aconsejable instalar un sistema que evite el bloqueo del conducto con la entrada de hojas o cualquier objeto que pueda ser arrastrado desde el tejado.
- Filtro: un primer filtro elimina la suciedad acumulada en la superficie del edificio y evita que ésta entre en la cisterna.
- Cisterna: el depósito que almacena el agua ya filtrada. Incluye rebosadero y sifón de descarga, con lo que se evitan derrames. Los depósitos de gran capacidad suelen enterrarse o emplazarse en el sótano de la casa, para evitar la luz (que fomentaría el cultivo de algas) y una temperatura elevada (fomentaría el cultivo bacteriológico). Se recomienda que el tubo que alimenta la cisterna se adentre en ésta desde la base en forma de letra “J”; de este modo, el agua de entrada no remueve el fondo de la cisterna.
- Bomba: motor que distribuye el agua a toda la casa.
Este equipo básico puede ampliarse, en función de los objetivos y necesidades de cada proyecto. Es posible instalar un sistema de realimentación con agua procedente de la red para abastecer la cisterna en caso de sequía. Un mero interruptor accionaría la válvula necesaria cuando fuera pertienente.
Asimismo se pueden orientar las aguas que rebosen al lugar elegido, así como un sistema manual o automático que deseche los primeros litros recogidos en cada lluvia, donde se acumulan los restos de polvo y barro de lavado de la cubierta. Michael Mobbs, por ejemplo, opta por un sistema manual que simplemente orienta la canalización que conduce el agua a la cisterna hacia el jardín del patio trasero durante los primeros momentos de cada lluvia.
La reutilización de aguas grises
El agua corriente es controlada por autoridades sanitarias y apta para el consumo humano. No obstante, del consumo diario por persona, sólo una pequeña parte es destinada al consumo humano, normalmente menos del 10% usado (entre 10 y 15 litros, de un total de 150-300 litros de consumo por persona y día).
El resto se emplea para fregar los platos, limpiar, ducharse, regar, etc. Laura Allen, de Greywater Guerrillas, nos mostró en su casa de Oakland lo sencillo que es captar las aguas grises de los distintos puntos de consumo repartidos por la casa y, tras un pequeño filtrado, revertir el agua excedentaria en el jardín y otras actividades.
Michael Mobbs, por el contrario, empleaba el pequeño estanque para que tanto las aguas grises procedentes del consumo de la casa como las aguas pluviales se potabilizaran de nuevo.
Para reutilizar las aguas grises, no es necesario que este tipo de agua sea apta para el consumo humano, excepto en el aseo personal de los niños, si existe riesgo de que puedan ingerir una cantidad significativa de agua.
Un agua gris razonablemente limpia podría ser reutilizada para la limpieza y riego, sin que una previa potabilización sea necesaria. Se trata de aguas sin contaminación fecal, por lo que el riesgo de transmisión de enfermedades o contaminación del entorno es prácticamente nulo.
Se calcula que el 60% del agua empleada en el hogar medio se convierte en aguas grises, que pueden ser reutilizadas sin tratamiento posterior y sin necesidad de tener conocimientos sobre potabilización.
El 30% restante del consumo total de agua procedente de las redes de suministro es empleado en inodoro, para eliminar orina y heces. Este agua (aguas negras) tiene una elevada contaminación bacteriológica y es patológica para el ser humano y el medio ambiente.
Especialistas y organizaciones, como los propios Greywater Guerrilas, se atreven incluso a gestionar los residuos fecales, que son debidamente compostados.
En el caso de la casa de Oakland habitada por Laura Allen, un ejemplo para Greywater Guerrillas, los inodoros no incorporan agua, sino que son tapados y cuidadosamenta vaciados para evitar molestias, malos olores, insectos, etcétera.
Como estuvimos allí entrevistando a Laura Allen y elaborando varios vídeos sobre la gestión y reutilización de aguas residuales, podemos confirmar, desde nuestra propia experiencia, que es posible evitar el uso de agua en la gestión de recursos fecales y que éstos pueden ser incluso tratados, en entornos rurales y poco densos, como cualquier tipo de compostaje, siguiendo las buenas prácticas y medidas de higiene relacionadas con la gestión de cualquier tipo de residuo fecal junto al hogar.
Planificación previa
En función de los objetivos, necesidades y entorno de cada vivienda, Michael Mobbs, por ejemplo, recomienda estudiar la instalación de aprovechamiento de agua:
- Conociendo la captación de agua aproximada por unidad de tiempo, es posible calcular el tamaño óptimo del depósito de almacenaje.
- Estudio de la cantidad de aguas grises reaprovechadas a diario.
- Elección del sistema de aprovechamiento de agua más adecuado: recirculación de aguas grises (como llevan a cabo los Greywater Guerrillas), captación y utilización de agua de lluvia o integración de ambos sistemas (con la casa de Michael Mobbs en Chippendale, Sídney, como ejemplo).
Además de la reutilización de las aguas pluviales, aguas grises e incluso (con el necesario conocimiento y entorno adecuado) las aguas fecales, también es posible reducir dramáticamente el consumo de agua por persona y día, como ha demostrado la ciudad de Barcelona en los últimos años, al convertirse en la gran urbe europea con un menor consumo de agua potable por persona.
Entre las acciones cotidianas que reducen dramáticamente el consumo de agua potable, destacan:
- Cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes.
- Introducir una botella u objeto similar en la cisterna del inodoro, para reducir la cantidad de agua usada cuando se tira de la cadena.
- Mantener en buen estado tanto tuberías como grifos, del interior y el exterior de la casa. Un grifo con una gotera persistente malgasta miles de litros al año.
- Llenar la lavadora cada vez que se utiliza.
- Usar la ducha, en lugar del baño.
- Lavar platos e incluso frutas y verduras en un recipiente lleno de agua o en la pica, en lugar de bajo un grifo abierto.
- Utilizar mangueras o regaderas con dosificador.
- Usar cubo y esponja para lavar el coche, en lugar de una manguera (sobre todo si ésta carece de dosificador).
La gestión del agua será uno de los retos más desafiantes de los territorios densamente poblados en los próximos años, como ha advertido la ONU.
Los conflictos permanentes entre territorios, partidos políticos e intereses sociales y económicos, en torno a la gestión del agua, no son una cuestión exótica, propia de zonas áridas e inestables, como bien sabe la Península Ibérica.
Pese a que pueda sonar a pseudo-eslógan, la gestión responsable del agua empieza por uno mismo, como demuestran Laura Allen y Michael Mobbs, dos personas normales y poco sospechosas de practicar el hippismo beligerante que, sin embargo, han optado por reducir tanto como puedan su impacto, en este caso en el consumo de agua.