Poco a poco, al principio sin siquiera proponérmelo, he abandonado el uso papel, tanto en mi vida personal como en el trabajo.
Todavía uso las funciones de escaneo e impresión (blanco y negro) de un aparato multifunción únicamente para atender las gestiones fiscales relacionadas con la empresa; por motivos ajenos a mi limitado conocimiento de los tejemanejes de la Agencia Tributaria española, varias gestiones y reclamaciones todavía deben realizarse en papel.
Cuando la Administración te obliga a comprar una impresora-escáner
Incluso la maquinaria administrativa de países como España se adapta a los tiempos e intenta sustituir el papel por la tramitación electrónica. Numerosos trámites ya son íntegramente digitales.
De hecho, mi intención era evitar la compra de una impresora multifunción, tras pasar los últimos 3 años sin imprimir en casa, pero el constante requerimiento de instancias y documentos impresos relacionados con la empresa han podido con mis serias reticencias.
De modo que mi uso de papel se limita a los documentos que imprimo y escaneo por mandato de la agencia estatal de turno, para así evitar los desorbitados precios de las copisterías del centro de Barcelona; a imprimir fotos para así facilitar su acceso a familiares que no usan Internet, ya que los amigos y familiares que sí usan ordenador pueden acceder a ellas a través de Flickr, YouTube, Picasa, Smug Smug, etc.; al empleo de papel ya usado hace tiempo por una cara para tomar notas, realizar diagramas, etc.; y al papel higiénico.
Más allá, me gusta pensar que vivo y trabajo sin papel, pese a que los libros se acumulan todavía en mi pequeña librería y hay revistas desperdigadas por distintos lugares de la oficina-hogar, u hogar-oficina, en función del momento.
Asimismo, mantengo la suscripción de un semanario británico y una revista mensual española. Compro el diario los domingos, aunque no con la religiosidad de tiempos pretéritos, debido a lo fácil y eficiente que resulta consultar información la información que quiero y cuando quiero por Internet.
Dime cómo consumes la información y te diré cuánto papel gastas
En mi caso, la Internet inalámbrica, teléfonos como el iPhone y, sobre todo, el uso del portátil como herramienta de comunicación primordial han contribuido más que cualquier otro factor al abandono del papel como soporte informativo cotidiano. Una tendencia que se reproduce en hogares de todo el mundo.
Con la llegada de libros electrónicos con mejor diseño y experiencia de uso, además de acceso a un amplio catálogo editorial (Amazon Kindle y Kindle DX, Sony Reader y dispositivos competidores), el libro tradicional -un prodigio del diseño humano, pese a su dependencia del papel- podría convivir en los próximos años con una todavía incipiente, aunque cada vez más viable, oferta editorial transmitida inalámbricamente, en forma de bits.
Amazon ha imitado con el Kindle el modelo de exclusividad creado por
Apple entre la tienda iTunes y los dispositivos iPhone e iPod, lo que obliga a sus usuarios a comprar únicamente libros de Amazon y a seguir religiosamente los mandatos legales de la empresa con sede en Seattle.
Existen modelos menos intrusivos con las preferencias de los lectores potenciales. Google permite desde el 26 de agosto de 2009 descargar gratuitamente más de 1 millón de libros en formato EPUB.
Como el formato EPUB es un estándar abierto de la industria editorial, los títulos descargados de Google Books pueden ser leídos en Stanza (iPhone u ordenador) y libros electrónicos compatibles, con el Sony Reader en cabeza.
Acceder gratuitamente a libros clásicos y de divulgación en todos los idiomas imaginables, tanto desde iPhone o Android como desde un ordenador convencional o tableta electrónica, supone una buena noticia sin paliativos.
De momento, leo algún libro a través de la aplicación Stanza, en el iPhone, pero no he usado ningún libro electrónico hasta el momento. Sigo con detenimiento los avances en este campo, tras la nueva oferta de libros EPUB de Google Books.
Como periodista y profesional de Internet, el acceso a información a través de un lector o agregador (como Google Reader) y el consumo reportajes y noticias radiofónicas a través del teléfono (tanto en directo como en diferido, mediante la descarga de podcasts), han facilitado hasta lo absurdo el modo en que consumo información. La radio tradicional sigue estando presente en casa, en la cocina y en el baño. No tenemos televisor, pese a que Kirsten es una profesional del medio.
La información en papel, un retazo de la realidad con espacio limitado y sin posibilidad de ser actualizado, debe convivir con la ubicuidad e inmediatez de Internet.
El acceso a cualquier información es tan sencillo e instantáneo que blogueros y profesionales de Internet hablan del fenómeno de la sobrecarga de información (“infomation overload“) y los riesgos de realizar varias tareas al mismo tiempo (“atención parcial continua“, fenómeno estudiado por Linda Stone).
Reducir el consumo de papel… ¿Incrementar el uso de energía?
Tras aumentar significativamente en los 80 y 90 del siglo pasado, el consumo de papel se ha estabilizado y desciende ligeramente entre sus mayores consumidores. El uso de papel descendió un 6% entre 2000 y 2005 en los países más ricos, y empresas como Fujitsu y Hewlett Packard prestan atención a la tendencia.
Un descenso en el consumo de papel puede dañar a largo plazo las ventas de sus divisiones de impresión, pero abre a la vez nuevas posibilidades: un mayor esfuerzo de individuos y empresas por transformar su flujo de documentos desde el formato impreso al digital facilita la venta de escáneres planos, impresoras láser multifunción y tecnologías de reconocimiento de caracteres (software OCR) para convertir texto impreso a formato digital editable.
Asimismo, no sólo la industria papelera argumenta que un mundo menos dependiente del papel no implica automáticamente una mejora del medio ambiente. Un descenso drástico en el uso de papel contrarrestado con un aumento proporcional de dispositivos electrónicos de todo tipo (ordenadores portátiles, de sobremesa, nettops, netbooks, teléfonos inteligentes, tabletas electrónicas, libros electrónicos) reduce la dependencia con respecto del papel, pero aumenta la dependencia energética. Y la energía sigue siendo producida mayoritariamente a partir de combustibles fósiles como el carbón y el gas natural.
Aumentar la eficiencia energética de estos dispositivos, así como introducir cargadores capaces de evitar el consumo fantasma (consumo cuando el dispositivo ya ha sido recargado, o incluso cuando el dispositivo no está siquiera conectado al cargador), constituye uno de los retos tecnológicos de los próximos años.
El viejo sueño de la oficina sin papel
La oficina sin papel, el libro electrónico, la agenda electrónica o incluso las gestiones burocráticas por vía electrónica, inspiran la creación de metodologías más eficientes para acceder, gestionar y compartir contenidos históricamente ligados al uso de papel.
No obstante, y pese a la crisis que viven sectores como el de la prensa escrita, la mayoría de nosotros sigue imprimiendo fotografías, comprando libros impresos, consumiendo información escrita y gestionando la contabilidad y los flujos de comunicación formales en las empresas e instituciones a través del papel.
Al fin y al cabo, imprimir nunca había sido tan fácil, cómodo y barato. Tanto, que el consumo mundial de papel emerge como un problema relacionado con la gestión de residuos y la deforestación.
Como periodista especializado en el mundo tecnológico, recuerdo cómo trabajaban en realidad las pequeñas redacciones especializadas en Internet a principios de esta década (me gusta pensar que este modus operandi forma parte del pasado): los mismos profesionales que elaboraban información para un portal de Internet en el que entonces trabajaba como editor trabajaban en sus artículos a partir de documentación que, fundamentalmente, buscaban en Internet e imprimían.
Enviar varias noticias y documentos a imprimir era “trabajar” de veras; una vez los documentos se acumulaban en la mesa del periodista, una rápida lectura vertical permitía localizar los dos párrafos de turno, que serían artísticamente tergiversados para así evitar el más rudimentario y abiertamente plagiario famoso método del “cortar y pegar”. La mayor parte de la información que había sido impresa no era ya descartada, sino ni siquiera consultada. Papel que acababa al final de la jornada en la papelera.
Pese al intento de personas y organizaciones por acabar anónimamente con el uso indiscriminado de papel y fomentar su uso responsable, nuestras reticencias culturales a acabar con esta práctica son profundas y están relacionadas con lo que percibimos como acción inocua, que no tiene consecuencia catastrófica alguna, o incluso vemos como un derecho. Nuestro derecho a usar la impresora, en la oficina y en casa, tanto como nos apetezca.
El uso indiscriminado de papel
Atendiendo al consumo de papel per cápita en las últimas décadas en países con alto nivel de vida; en países con nivel de vida e ingresos medios; y en países con los ingresos más bajos; el consumo de papel por persona ha sido más alto en las últimas décadas entre los países con un nivel de vida más elevado.
Según el think tank World Resources Institute, Europa consume 132 kilogramos de papel por persona y año, Norteamérica alcanza los 291 kilos, por 36 kilos por persona y año consumidos en Latinoamérica, o 32 kilos en Asia. Los países con un nivel de vida más alto (Europa Occidental, Norteamérica, Japón, Oceanía) consumen 227 kilos de papel por persona y año, una cifra algo más elevada que la de los países desarrollados (172 kilos).
La diferencia entre el consumo de papel por persona y el registrado en los países en desarrollo (23,55 kilos por persona y año) y los países con ingresos más bajos (4,11 kilos) es abismal.
Sin papel en casa
Un artículo del New York Times explicaba hace más de un año el periplo de Chris Uhlik -ingeniero informático empleado en Google- y su familia, tras abandonar prácticamente por completo el uso de papel en casa.
La familia Uhlik no tuvo que realizar un esfuerzo sobrehumano para evitar el uso de papel: mientras algunas tareas realizadas anteriormente en papel -listados, cartas, calendarios- pasaron a formato digital, también ayudo el hecho de que los niños reciben clases telemáticamente, cada uno de ellos con un portátil conectado a Internet.
Otros pequeños avances, tales como la compra de tickets de espectáculos o billetes de avión electrónicos son usados por un creciente número de familias, la mía inclusive.
Pese a que las incursiones del libro electrónico, la administración electrónica o las publicaciones y catálogos en línea, la presencia del papel en nuestras vidas sigue siendo elevada, incluso si se pretende optar por una reducción activa de su uso.
Existen, no obstante, prácticas tan sencillas como poco sacrificadas que reducen drásticamente nuestra pila de papel y cartón reciclado:
1. Reducir el correo postal tanto como sea posible:
Hablar con bancos, entidades a las que estamos asociados, propietarios de catálogos y otras afiliaciones relacionadas con toda la familia. Optar activamente por recibir recibos, facturas, notificaciones, catálogos y otras informaciones electrónicamente.
En ocasiones, esta tarea requiere ponerse en contacto con la compañía o entidad emisora, hablar con varios departamentos y averiguar con detalle cómo es posible obtener la información de nuestro interés.
Si bien bancos y empresas de telecomunicaciones suelen ofrecer información y facturación electrónica, resulta más complicado con empresas pequeñas y colegios profesionales; no está de más animar a las empresas y entidades que siguen dependiendo del papel a que ofrezcan una modalidad electrónica.
2. Usar métodos para evitar el correo comercial y marketing directo:
El método más eficaz, aunque el que requiere mayor esfuerzo, para evitar ser víctima del buzoneo comercial indiscriminado, es ponerse en contacto con los responsables del buzoneo comercial en un área determinada.
En ocasiones, lo que puede parecer una tarea sencilla no lo es tanto, ya que el distribuidor de este tipo de correo podría no facilitar un método de contacto viable. En este tipo de casos, los servicios de exclusión publicitaria facilitan la tarea.
El Servicio de Lista Robinson (en España y otros países como Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Bélgica), permite bloquear el envío de publicidad no solicitada a una persona, empresa, dirección postal, dirección de correo electrónico o número de teléfono.
También en Estados Unidos, el servicio DMAchoice funciona de un modo similar y evita la recepción de ofertas de marketing directo, mientras la información para consumidores de la Federal Trade Commission ofrece información sobre cómo evitar la recepción de correo postal y llamadas de teléfono comerciales no solicitadas.
Si lo que se pretende es prescindir de las ofertas por correo no solicitadas de entidades bancarias, compañías de seguros y de crédito, los estadounidenses pueden solicitar su ausencia temporal o permanente de las listas de correo en Optoutprescreen.com.
Pese al éxito en Estados Unidos de tiendas electrónicas como eBay o Amazon, la extensión del país y la dispersión de su población favorecieron el surgimiento de la cultura de la compra por catálogo.
El envío de catálogos comerciales impresos sigue siendo una realidad. De ahí que servicios como Mailstopper se hayan especializado en borrar a cualquier interesado, por 20 dólares al año, de todas las listas de correo de esta modalidad de venta; asimismo, el servicio planta árboles en nombre de los usuarios del servicio.
En un artículo donde ofrece consejos para reducir drásticamente el uso personal de papel, la bloguera Gina Trapani cita una entrada de la bitácora personal de Matt Cutts, trabajador de Google, donde éste explica cómo evitar el correo basura (en este caso, no a través del correo electrónico, sino postal).
Cutts cita 4 servicios especializados en reducir el correo comercial no solicitado: GreenDimes (para declinar la recepción de catálogos); ProQuo, especializado en la reducción de todo tipo de correo basura; Catalog Choice, sólo para optar por no recibir catálogos por correo; y 41pounds.org, servicio que cobra 41 dólares por 5 años de servicio y asegura eliminar 41 libras (18,5 kilos) del buzón de correo de cada uno de sus clientes.
Asimismo, en España y otros países europeos, tanto empresas como comunidades de vecinos optan por instalar carteles en los que aclaran no permitir la publicidad comercial no solicitada.
3. Imprimir y escanear en PDF, en lugar de papel:
En lugar de imprimir en papel la información electrónica que nos interesa, es sencillo optar por imprimir cualquier documento en formato PDF.
Los usuarios de Microsoft Windows deben instalar alguna de las numerosas aplicaciones disponibles para “imprimir en PDF”, en lugar de hacerlo en papel, tales como CutePDF Writer o doPDF.
Los usuarios de Mac OS X tienen la opción de guardar cualquier documento como PDF, en las opciones de impresión; esta misma opción existe en cualquier distribución de Linux, incluida la más popular, Ubuntu.
Es sencillo guardar una copia de seguridad de toda la documentación generada en PDF, para facilitar así su posterior acceso. Si uno usa títulos descriptivos y consistentes, resulta fácil encontrar rápidamente cualquier información, si ésta ha sido guardada en formatos como el estándar de facto PDF.
Google Apps, el paquete de aplicaciones ofimáticas web de la empresa de Mountain View, permite guardar una copia digital remota de todos los documentos PDF de un usuario o grupo de usuarios. Los documentos pueden ser a continuación buscados y compartidos de un modo sencillo. Zoho Viewer, del competidor de Google Apps Zoho, permite guardar una copia, visualizar y compartir cualquier documento que hayamos guardado en un formato convencional.
Slideshare y Docstoc son aplicaciones web especializadas en el intercambio de todo tipo de documentos (una especie de servicios YouTube para documentos), de modo que también pueden ser empleados para almacenar documentos, que pueden ser mantenidos como privados o bien ser compartidos con un grupo reducido de usuarios, o sin restricciones.
Otras aplicaciones web, como Drop.io y Dropbox, facilitan no sólo el almacenamiento remoto de todo tipo de documentos, sino el trabajo en grupo y la colaboración a partir de los documentos que el usuario decide compartir.
Asimismo, existen soluciones para guardar una copia de seguridad de todos los documentos digitalizados, tanto en Internet, como en un soporte óptico (disco DVD, etc.), un disco duro externo, memora USB (“pendrive”), etc.
4. Usar el correo electrónico en lugar del fax:
Es algo que no alcanzo a entender, pero empresas, instituciones públicas y privadas e incluso modernos y dinámicos pequeños negocios se empecinan en seguir ofreciendo un número de fax como opción formal para el envío remoto de documentos, el inicio o cancelación de contratos por servicios prestados y un largo etcétera de circunstancias.
Ocurre que emplear un fax no sólo es caro, lento, ineficiente y obliga a dispone de fax. Enviar un fax también implica elaborar un documento que más tarde debe ser impreso. Este documento, en papel, genera a su vez una confirmación, en papel, de que el fax ha sido enviado correctamente.
Afortunadamente, cada vez más profesionales y empresas, si bien siguen insistiendo en el jurásico y poco eficiente fax, ofrecen al menos la opción de enviar documentación por correo electrónico. Cuando se trata del envío de contratos, instancias y otros documentos que requieren nuestra firma, este escollo puede solucionarse con un simple escaneo de nuestra firma.
Cuando no existe la opción de enviar por correo electrónico, existen aplicaciones para enviar faxes directamente desde un ordenador con Microsoft Windows, Mac OS X o cualquier distribución Linux.
Si guardamos una copia de nuestra firma en algún formato de imagen fácilmente manipulable por cualquier editor gráfico, como GIMP o Photoshop, podremos incluirla en cualquier documento que queramos enviar adjunto a un correo electrónico, en formato PDF o similar.
Acostumbrarse a esta práctica no sólo no es traumático, sino que tiene ventajas añadidas: resulta mucho más sencillo localizar copias de documentos enviados, tanto en nuestro correo electrónico como en el repositorio que utilicemos para guardar una copia de todo nuestro flujo de trabajo.
5. Evitar por completo el uso de papel:
Qué duda cabe: los cuadernos Moleskine o su equivalente local preferido por el lector son atractivos y, en ocasiones, no hay nada que parezca superar la fuerza evocadora de un rápido diagrama garabateado en una hoja de apuntes.
Acciones cotidianas como elaborar listas de tareas, listas de la compra, recordatorios, calendarios, etc., pueden ser realizadas con una facilidad y eficiencia pasmosa en cualquier teléfono avanzado.
Es sencillo tomar notas con aplicaciones especialmente diseñadas para ello o, simplemente, en un borrador de mensaje, a través de nuestra cuenta de correo. Sin olvidar la conveniencia de las aplicaciones para dictar mensajes.
Servicios como Google Voice, todavía en estado de beta cerrada sólo disponible en Estados Unidos, van todavía más allá y transcriben a texto cualquier discurso (¿el sueño de cualquier periodista para transcribir entrevistas?).
Sea como fuere, nunca ha sido tan fácil y conveniente evitar el uso de papel en nuestra cotidianeidad. Cuesta lo mismo que decir “no” en el supermercado cuando alguien nos ofrece gratis una bolsa de plástico. Como ocurre con las bolsas de plástico, las hojas de papel tienen un impacto sobre nuestro entorno. Se trata, de nuevo, de sumar o restar.