Es cada vez más difícil esconder la basura electrónica debajo de la alfombra. Emerge un dilema: crear productos más ecológicos, más reciclables o con un ciclo de vida superior.
Varios ejemplos corroboran que no sólo los gobiernos, con regulaciones más exigentes sobre el tratamiento de residuos, sino los propios usuarios, exigen productos con un diseño más ecológico y preparados para ser parcial o íntegramente recuperados al final de su vida útil.
Greenpeace publica una guía (Guide to Greener Electronics) que clasifica periódicamente a los principales fabricantes de informática, electrónica y telefonía móvil de acuerdo con el nivel de sostenibilidad de cada firma. Para elaborar el listado, la organización puntúa 3 parámetros:
- Políticas sobre el uso de materiales tóxicos (completa supresión, uso restringido, uso descontrolado).
- Reciclaje (envoltorios livianos o aparatosos, diseño de aparatos para facilitar su total o parcial reutilización, programas propios de reciclaje).
- Cambio climático (mejora en los procesos de producción, políticas activas para disminuir la huella ecológica de la firma).
La propia Apple, que sigue contando con el ferviente favor de muchos de quienes compran, anhelan o hacen conjeturas sobre sus productos antes de que la secretista maquinaria de marketing de la compañía los desvele durante las presentaciones de Steve Jobs, afrontó duras críticas tras aparecer mal situada en los primeros listados de Greenpeace.
Consciente de lo que se jugaba, la marca, especialmente respetada en círculos educativos y liberales, publicó una declaración de principios (no una “memo”, siguiendo la broma del filme Jerry Maguire), A Greener Apple (por una Apple más verde).
El texto, firmado por el propio Jobs, explicaba los logros de la firma en reciclaje y en el uso de cada vez menos materiales peligrosos, tales como el cadmio o el plomo.
Apple ha mejorado su puntuación sobre sostenibilidad en los últimos ranquing y la marca incluye ahora, entre las especificaciones de sus productos, un apartado titulado “Informe de política medioambiental“, donde se lee (en el caso del iPhone 3G, por ejemplo):
“iPhone 3G incorpora los constantes progresos en materia ambiental de Apple. Ha sido diseñado con las siguientes prestaciones para reducir su impacto medioambiental: equipo principal sin PVC, auriculares sin PVC, cable USB sin PVC, circuitos impresos sin bromo, pantalla LCD sin mercurio, la mayoría del embalaje está fabricado con cartones reciclados y biomateriales, adaptador de corriente de rendimiento superior al exigido por las normas mundiales de eficiencia energética.”
Quizá el “Informe de política medioambiental” de Apple no exponga información revolucionaria, pero su aparición como apartado destacado entre los detalles del producto de hardware más en boga de los últimos tiempos denota la creciente importancia de la sostenibilidad entre los usuarios y las propias marcas.
Apple, por cierto, sigue por detrás de fabricantes como Sony Ericsson, Nokia, Samsung, Dell, Toshiba o Acer, entre otros, en el ranquing de Greenpeace de junio de 2008.
Sería interesante que Greenpeace desarrollara una aplicación que midiera la sostenibilidad de las empresas, en función de los mismos criterios que emplea para sus guías, y que la distribuyera gratuitamente en la App Store.
Siempre y cuando Apple, que se reserva el derecho de retirar aquellas aplicaciones que no cumplan con su visto bueno, supiera aceptar semejante crítica.
Nuestra creciente huella electrónica
Millones de usuarios en todo el mundo empiezan a perder la cuenta cuando deben recordar todos los modelos de ordenador que han empleado en casa y en el trabajo.
Ocurre lo mismo con el teléfono móvil y, para un creciente número de personas, con reproductores multimedia, cámaras de fotos y videoconsolas.
Para llevar la cuenta, uno debe recordar todos los ordenadores que han realizado un recorrido todavía poco definido e informal: de la tienda a la mesa del escritorio de casa o al despacho.
Una vez acaba su vida útil, el ordenador pasa en ocasiones a la habitación de los más pequeños (una evolución también seguida por medios más tradicionales, como la televisión); de ahí, al desván, ya sea propio o en casa de los abuelos.
En algunos lugares donde existe una cierta tradición a vaciar el cuarto de los trastos y vender todo lo posible frente a casa (es el caso de las “garage sales” o ventas de garage estadounidenses), el ordenador, ya sea portátil o de sobremesa, puede ser vendido por una ínfima fracción de su precio original.
Aunque, en este caso, uno se lleva la satisfacción de haber aumentado el ciclo de vida útil de un aparato que, de otro modo, habría languidecido en algún cuarto oscuro o, peor aún, en algún vertedero, sin que sus materiales (a veces recuperables, habitualmente tóxicos) hayan sido debidamente controlados.
Reminiscencias de La Bola de Cristal
En la era del iPhone 3G, los netbook y la Internet de las aplicaciones y la ubicuidad, el tratamiento de residuos electrónicos sigue viviendo en una era menos pulcra, más parecida al decorado recorrido por los electroduendes, con la Bruja Avería al frente, en La Bola de Cristal: tubos de rayos catódicos emitiendo tóxico polvo, fuerte olor a plástico y circuitería recalentada, mercurio por doquier.
El ascenso de los dispositivos electrónicos e informáticos de uso personal, tales como el ordenador portátil, el teléfono móvil, los dispositivos musicales y multimedia, o las cámaras y videocámaras digitales, se producen y emplean más componentes que nunca antes y, paralelamente, su ciclo de vida útil se ha reducido de varios años a un puñado de meses en la actualidad.
De ahí que la basura electrónica, o “e-waste”, se haya convertido en un problema que implica a gobiernos (tratamiento de residuos, incidencia sobre la salud y el medio ambiente) y los usuarios (falta de directivas claras y sencillas para deshacerse de los aparatos, falta de dispositivos diseñados para durar más tiempo o con especificaciones más sostenibles).
Flirteando con la sostenibilidad: ¿qué significa ser verde?
Los grandes fabricantes, que siguen obteniendo costosos y fiables informes periódicos sobre la predilección de los consumidores, así como tendencias que pueden convertirse en auténticos cambios estructurales, saben que el consumo ético va en serio.
Ya nadie se acuerda de que, antes del omnipresente iPod, la marca “Walkman” no tenía parangón en el mundo de los reproductores de música portátiles que la propia Sony inventó a finales de los 70.
Varios fabricantes informáticos aseguran, con productos y con campañas publicitarias, haber apostado decididamente por la sostenibilidad.
Como explica la periodista Ana Campoy en el Wall Street Journal, empresas como Lenovo y Dell fabrican ordenadores energéticamente mucho más eficientes que sus predecesores, emplean materiales reciclados o con un impacto muy inferior a los tradicionales, como carcasas fabricadas con bambú, fibra vegetal más resistente que algunos metales.
Aunque Jeffrey Ball arguye, también en el Wall Street Journal y a propósito del artículo de Campoy, que quizá la política más sostenible que podrían emprender los fabricantes es la fabricación de productos con un tiempo de vida útil muy superior al actual, cuando los años se han convertido prácticamente en meses, para la mayoría de los productos.
Alargar el ciclo de vida de un ordenador puede ser a la larga, según Ball, más efectivo que crear equipos con materiales sofisticados, sobre todo en un contexto de crecimiento imparable de la basura electrónica.
¿Cuál es la auténtica política medioambiental?
Como explicamos en El Imperio de la basura: de la montaña de tinajas de Roma al vertedero de Staten Island, la sociedad mundial actual es la que más basura produce de la historia.
Lo explica The Economist en el artículo de septiembre What a waste (“menudo gasto”).
Los datos aportados por el semanario británico constatan un descenso en el crecimiento de la producción de basura por persona y día en los países ricos, mientras ha eclosionado como nunca antes entre los países emergentes, que cuentan a su vez con las mayores poblaciones del mundo (China, India, Brasil, Indonesia).
No sólo Jeffrey Ball cree que el tratamiento de la basura electrónica generada es uno de los grandes retos de la sociedad en el siglo XXI. Cualquiera que haga predicciones con los números actuales puede llegar a una conclusión similar.
El número de ordenadores obsoletos aumentó a más del doble en 2007, tomando los 20 millones de equipos que tuvieron que retirarse en 1998, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, EPA.
Y la mayoría de estos equipos fueron a parar en 2007, como lo habían hecho en todos los años precedentes, en un vertederos, sin que nadie aprovechara sus materiales ni, peor aún, extrajera los materiales peligrosos de su interior, exponiéndolos al suelo.
Sólo en 2007, hubo 205,5 millones de piezas descartadas de equipamiento informático, de las que únicamente 48,2 millones, o el 18%, fueron recicladas, según la última información de la EPA.
Casi dos millones de toneladas de ordenadores usados, televisores, móviles y otros aparatos acabaron en la basura sin ser tratados, generando, según Jeffrey Ball, “ingentes cantidades de plástico y metal desechados, y liberando en el entorno potenciales contaminantes como el plomo y el cromo.”
Si bien aumenta la oferta de equipos con componentes más eficientes y materiales reciclables, resistentes y más sostenibles, el esfuerzo de Asus, Dell, Nokia, Sony o Lenovo, entre otros, no hace frente a lo que todavía es tabú en la industria: ¿conviene crear productos ideados para durar más tiempo?
¿Productos más verdes, más reciclables, o más duraderos?
Ya en mayo de 2008, hablábamos, en una entrada de blog, de tres iniciativas destinadas a hacer frente a la creciente huella ecológica de los productos informáticos y electrónicos.
Cada iniciativa suponía una distinta aproximación a la solución de un mismo problema:
- Crear productos más verdes. Poníamos el ejemplo de un prototipo de Nokia (Remade).
- Compartir tecnologías para que los productos sean más fácilmente reciclables, más eficientes, etcétera. Hablábamos de la iniciativa para compartir patentes industriales Eco-Patents Commons.
- Generar un nuevo modelo de producción que permita alargar el ciclo de vida de los dispositivos, o dé con modelos de producción y distribución más racionales. Nos hacíamos eco del dispositivo Linc, un prototipo de móvil muy similar al iPhone que no se vendería, sino que se “prestaría” (como el leasing de un coche). La misma marca retiraría el producto cuando éste fuera obsoleto y lo reemplazaría por un nuevo modelo, confeccionado sobre la base del anterior.
La gama de prototipos móviles ecológicos de Nokia, bautizada como Remade, supone la primera aproximación a cómo solucionar el problema medioambiental. Varios productos comerciales aseguran ser mucho más eficientes y contar con materiales reciclados o sostenibles.
La segunda aproximación al mismo problema: Eco-Patents Commons. Se trata de una iniciativa industrial de libre adhesión en la que un grupo de empresas (Nokia, Sony, IBM, Xerox y otras) que asegura que ofrecerá patentes tecnológicas desarrolladas para proteger directa o indirectamente el medio ambiente, y las pondrá a disposición de quien quiera consultarlas y usarlas.
Los detalles de la iniciativa reconocen el secreto industrial y sólo garantizan la colaboración entre las empresas participantes cuando se trata de tecnologías que pueden “ayudar a otros a ser más ecoeficientes y operar en una manera más sostenible”. Un vídeo explica el proyecto.
La tercera aproximación de la que hablábamos en el blog de mayo de 2008 era Linc.
Este móvil conceptual es proporcionado en concepto de préstamo, de modo que el propio fabricante se hace responsable de su distribución, recogida y reemplazamiento por nuevos modelos, en tanto que propietario.
- Según Linc, el usuario mantiene el dispositivo adquirido durante un año y, cuando llega la siguiente generación de componentes, el usuario recibe por correo un nuevo aparato.
- El viejo aparato, al corriente de que el usuario renueva su dispositivo, transfiere inalámbricamente toda la información sobre el usuario y los contenidos almacenados al nuevo dispositivo.
- Una vez el usuario a acabado, es informado de que el viejo aparato debe ser enviado al centro de distribución del producto más cercado (el dispositivo incluye valiosos materiales como aluminio, cristal y componentes electrónicos, que son totalmente reutilizados por el fabricante).
- Linc ha sido diseñado para ser desemsamblado sin esfuerzo, de un modo automático y sin dañar ningún componente, para garantizar su reutilización.
El estudio de diseño y publicidad estadounidense Kaleidoscope, que creó el proyecto The Greener Grass para dar salida a conceptos como Linc, cree que este prototipo “cambia por completo el paradigma de los actuales modelos de producción y consumo. Si fuera adoptado, un diseño con estas características reduciría enormemente los residuos peligrosos y mejoraría la salud medioambiental, al evitar la creación de basura tecnológica.”
Ninguna de estas tres aparentes soluciones al problema de la basura electrónica podrían ser aplicadas (productos más ecológicos, diseñados para su posterior reutilización o más duraderos -perennes-) excluye el uso de las otras.
Cualquier fabricante podría aplicar políticas industriales que explorasen imaginativamente estos caminos, o generar soluciones propias.
Crecen los productos “verdes” para todos los públicos
El reportero Joseph de Ávila explica en el Wall Street Journal que los fabricantes de ordenadores, de procesadores y de software desarrollan productos “más verdes” para consumidores concienciados con el medio ambiente.
Mientras algunas firmas desarrollan líneas de producto energéticamente más eficientes, otras lanzan productos de software para que los actuales equipos consuman menos.
Mientras tanto, explica De Ávila, “los fabricantes de electrónica investigan maneras de hacer nuevos ordenadores a partir de materiales reciclados, además de animar a los usuarios a que reciclen sus viejos aparatos.”
Ejemplos (facilitados por Joseph de Ávila en el Wall Street Journal) de aparatos informáticos para el consumo masivo diseñados para “clientes respetuosos con el medio ambiente”:
- SimpleTech [re]drive: disco duro externo fabricado con aluminio reciclado y bambú. Se enciende y apaga automáticamente al unísono con el ordenador, para evitar un sólo vatio adicional de consumo.
- Apple MacBook Air: ha recibido la certificación de plata por parte de Epeat, programa que examina las políticas de producción y los esfuerzos de reciclaje realizados por las marcas. También aprueba con nota los requerimientos de consumo de Energy Star. Es el Mac que menos consume de los diseñados hasta el momento.
- HP Deskjet D2545: impresora de inyección de tinta fabricada con un 83% de plástico reciclado y un consumo adaptado a los estándares de Energy Star.
- Dell Studio Hybrid: el ordenador de sobremesa más pequeño de Dell (alrededor de un 80% más pequeño que los equipos estándar). Cumple con los requerimientos de Energy Star y recibió una buena puntuación del programa Epeat.
- Lenovo ThinkPad X300: la mejor puntuación posible de Epeat (certificación de oro). También cumple los requerimientos de Energy Star.
El papel de los usuarios
Varios factores impulsan a las empresas a desarrollar productos más sostenibles.
Muchas firmas quieren adelantarse a una tendencia inequívoca en todo el mundo hacia legislaciones medioambientales cada vez más exigentes, muchas de las cuales manan desde la UE, o para ganarse el favor de los inversores que tienen en cuenta criterios éticos y medioambientales, según el analista Christopher Mines, de Forrester Research.
Son los consumidores quienes han acabado de decidir a las principales compañías.
Forrester, por ejemplo, llevó a cabo una encuesta entre 5.000 adultos estadounidenses y constató que el 12% está dispuesto a pagar más por aparatos que usan menos energía o han sido fabricados por una firma respetuosa con el medio ambiente.
Las compañías creen que este 12% (quienes crean que es una cifra baja, se trata de un porcentaje muy superior a la cuota de mercado de Apple en el mercado de ordenadores, por ejemplo) crecerá rápidamente.
Existen muestras en todo el mundo de que la sostenibilidad ya no es patrimonio de las ONG y de los más informados y fervientes defensores de la naturaleza.
En su blog para el Wall Street Journal (publicación que no puede ser tachada de ecologista radical), Jeffrey Ball ilustra con un ejemplo cómo cambia el comportamiento de algunos usuarios informáticos.
Ball explica que en Berkeley, California, los usuarios informáticos se han convertido en celosos guardianes del ciclo de vida de sus ordenadores, y han creado el Alameda County Computer Resource Center.
En este almacén, hileras de viejos monitores, ratones y piezas informáticas sirven a trabajadores voluntarios para transformar lo que es considerado basura electrónica en ordenadores que más tarde donan a escuelas y ONG.
El lema de este centro de recursos informáticos (ver el centro en acción): “la obsolescencia es sólo falta de imaginación.”