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Lo que economistas estrella omiten de riqueza y desigualdad

Hay una desigualdad sobre la que ni economistas ni medios han profundizado, quizá por miedo a pagar un precio en su cuota de popularidad: la abrumadora diferencia entre ingresos (de cualquier tipo, no sólo los del trabajo) y nivel de vida de jóvenes y mayores, así como la omisión de datos económicos no oficiales.

Hay fenómenos que no aparecen en los grandes análisis y estadísticas. Pero esta invisibilidad en los ensayos económicos de moda no les resta importancia real.

Por ejemplo, el rendimiento económico de la economía informal o el registro de activos de particulares, empresas y organismos es tan importante como ninguneado en los estudios, y ocurre lo mismo con la disparidad económica entre generaciones, que se aventura más allá de la pegadiza dicotomía 1%-100%.

En casa de los padres

Esta diferencia en aumento explicaría por qué hay tantos “millennials” que viven todavía con sus padres (según Pew Research: deuda, precariedad), o por qué  llegan soluciones “creativas” a problemas como la disparidad entre salarios de jóvenes y la vivienda de alquiler o venta en las ciudades más apetecibles:

  • alojamientos comunales para millennials en Nueva York (Ronda Kaysen lo explica en The New York Times), Tokyo (casas para compartir entre jóvenes con actividades afines, expone el Japan Times), o Berlín (informa The New York Times), inspirados en las comunas utópicas del pasado, pero también en la economía colaborativa (P2P) actual;
  • o el progresivo abandono de ciudades demasiado caras para recién graduados (Nueva York, San Francisco, etc.) por antiguas ciudades industriales con apetecibles y económicos centros históricos, donde los nuevos propietarios e inquilinos abren negocios y consolidan los intangibles que decantan el atractivo de una ciudad (creatividad, empleo, vida cultural, ocio). Buffalo en detrimento de Williamsburg, ciudades del cinturón industrial y ciudades medianas amables, etc., en detrimento de la prohibitiva Bahía de San Francisco.

Cuando los padres son más acomodados que los hijos

Ana Swanson dedica un artículo al fenómeno en The Washington Post; la situación es parecida en Estados Unidos y Europa. Edad, educación y raza separan a los más y menos afectados por la incierta economía actual.

El artículo menciona un estudio cuyos economistas sentencian: “la gente nacida en la primera mitad del siglo XX simplemente habría estado en el lugar y el momento adecuados, al ser elevados por una marea creciente”. 

Con los “millenials” ocurre lo contrario que con los “baby boomers”.

No todos los males vienen de una determinada política económica

Economistas y editoriales relacionan desigualdad con políticas económicas demasiado austeras que impedirían mayor “confianza” (ese término relacionado con consumo, producción industrial e ingredientes similares para preparar una supuesta pócima mágica de prosperidad, sin explicar nunca quién empieza pagando la inversión a crédito de una política expansiva), pero estas explicaciones destacan lo que interesa en cada caso, obviando lo que no interesa.

Fenómenos como la pérdida de innovación industrial en sectores ajenos al tecnológico y la desigualdad intergeneracional son menos mencionados que la supuesta fuente de todos los males: una política fiscal conservadora en la zona euro desde el inicio de la Gran Recesión.

Otros autores ajenos a las tesis que culpan a Angela Merkel de todos los males de la galaxia se esfuerzan por explicar que hay retos anteriores a las políticas de austeridad, así como pruebas de que una política expansiva no ofrecería una cura a todos los retos de los países ricos, como demuestran la propia desigualdad y precariedad laboral en Estados Unidos, pese a haber seguido en los últimos años unas recetas más keynesianas que la Unión Europea.

El fondo de la polarización

No es una pelea entre John Maynard Keynes y sus antagonistas (no hay que perderse la parodia rapeada sobre el asunto), con Friedrich Hayek en cabeza, sino la proyección en los medios de políticas públicas defendidas por supuestos progresistas y supuestos conservadores.

Algunos comentarios parecen referirse a un partido de tenis entre la izquierda y la derecha tradicionales que a los problemas acuciantes de muchos ciudadanos en las sociedades avanzadas, lo que alimenta una huida del voto hacia los extremos (desde las salidas de tono de Donald Trump en Estados Unidos, en el extremo conservador, a las no menos inquietantes actuaciones de los nuevos partidos de la izquierda europea).

No hay pócima mágica para problemas estructurales que a duras penas se comentan en profundidad en los medios: economistas y comentaristas estrella prefieren interpretar políticamente lo que ocurre en Grecia a diseccionar las consecuencias de cambios profundos que afectan a nuestras vidas y lo seguirán haciendo (ascenso de los países emergentes, nuevas herramientas y servicios tecnológicos, caída de empresas y oficios obsoletos debido a algoritmos y deslocalización), etc.

Cuando la economía va cargada de agenda política

A Andrew McAfee profesor de gestión empresarial y coautor de los ensayos sobre el impacto de la tecnología en nuestra vida y trabajo Race Against the Machine y The Second Machine Age, le preocupa que nadie divulgue con seriedad qué ocurre realmente con la economía.

En un artículo para Financial Times, Andrew McAfee explica su experiencia personal en un reciente simposio al que acudieron renombrados economistas, legisladores e innovadores. Su conclusión: nadie tiene demasiada idea de lo que ocurre con la economía:

“No importa lo que pienses sobre lo que ocurre: hay algunos hechos -importantes- que no encajan bien en absoluto en tu teoría, y/o algunas cosas importantes que se dejan sin explicar”. 

Cada uno, en fin, destaca lo que le interesa, como se puede observar en las colaboraciones de, por ejemplo, los economistas progresistas de cabecera de The New York Times, que desprestigian su premio Nobel con el sesgo ideológico que promueven.

Incongruencias

Andrew McAfee expone los siguientes ejemplos de incongruencia:

  • los expertos que creen que el progreso tecnológico está transformando la economía (el propio Andew McAfee), pero no saben cómo explicar entonces el escaso crecimiento de la productividad en los últimos años;
  • quienes creen que el progreso tecnológico no ha sido tan importante (Robert Gordon, Tyler Cowen -autor de The Great Stagnation-), deben entonces argumentar -dice McAfee- por qué las ganancias del trabajo (salarios ajustados al coste de la vida) retroceden en todo el mundo (difícil de explicar si no se habla de tecnologías cada vez más baratas y efectivas.

Otro apunte inquietante, del que se han ocupado el inversor de capital riesgo Peter Thiel (Zero to One) y el mencionado economista Tyler Cowen (además de The Great StagnationAverage is Over) es el retroceso del dinamismo y la fluidez social y geográfica: históricamente, los nuevos empleos proceden de pequeñas empresas y autoempleados, pero tanto el número de emprendedores como la creación de empresas han retrocedido en economías como la estadounidense.

Cuando el riesgo no sale en la teoría económica

Incluso en Estados Unidos, Silicon Valley es la excepción, no la regla. Y hay repercusiones tanto en la clase media como en la movilidad social.

Los economistas más renombrados y citados en la actualidad, tales como el francés Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI, exponen que los réditos del trabajo han crecido menos que los del capital (r > g, donde “r” equivale a ganancias de capital y “g” a salarios).

El problema con este análisis es la simplificación que realiza de la riqueza (activos menos deuda), hasta el punto de confundir, por ejemplo, los ingresos especulativos de fondos de inversión con el riesgo asumido por pequeños empresarios y emprendedores que, jugándoselo todo y a menudo perdiéndolo, son vilipendiados por la nueva ecuación y deben “devolver” buena parte de lo ganado a la sociedad.

Enemigos de la responsabilidad fiscal

En el fondo de la discusión, se sugieren dos visiones de la economía y la sociedad: más regulación para garantizar que la riqueza existente se redistribuya con más equidad; o mayor flexibilidad para que sea más fácil crear más riqueza (favoreciendo tanto a grandes empresas como al autoempleo, según esta tesis).

Pocos comentaristas y economistas conjugan ambas tendencias o tesis, movidas casi siempre por la ideología, en fórmulas para, por ejemplo, medir mejor la riqueza y así poder diseñar una fiscalidad más justa.

Ello implicaría no sólo -como ya se ocupan de recordar los comentaristas más populares- auditar a las grandes fortunas y obligar a tributar a las corporaciones en el lugar donde hacen negocio (y no donde sitúan su sede regional ficticia), sino también evaluar la auténtica riqueza de toda la población, teniendo en cuenta tanto el porcentaje de economía sumergida como el valor (y no sólo el rendimiento) de bienes (viviendas en propiedad, etc.).

Hernando de Soto recuerda el peso de la economía informal

En un ejercicio sano por su carácter racional, argumentado y, sobre todo, minoritario, el economista peruano Hernando de Soto, reconocido experto en economía informal, disecciona en The Miami Herald la supuesta visión apocalíptica sobre la economía mundial de su colega Thomas Piketty.

Hernando de Soto ha dedicado su carrera a explicar la importancia de la seguridad jurídica y los derechos sobre la propiedad privada de los más desfavorecidos para aflorar desde la economía informal la riqueza real de la ciudadanía de países en desarrollo (al existir jurídicamente una empresa o una vivienda en propiedad, hay fiscalidad -beneficio para los países- y capacidad de acceso a crédito y servicios -beneficio para los que registran sus casas y empleos-).

Así que el economista peruano sabe de lo que habla cuando contesta a la tesis de Piketty de que el capital “produce mecánicamente desigualdades arbitrarias, insostenibles”. 

Sobre la facilidad de acceso al capital

Lo que encontró un equipo liderado por Hernando de Soto al estudiar países con niveles elevados de miseria, violencia y guerra, es que la población “quiere más en vez de menos capital, y quiere que su capital sea real, y no ficticio”. 

El problema del análisis de Piketty, dice De Soto, es que toma indicadores y fenómenos europeos y los extrapola a los países en desarrollo para extraer conclusiones globales. “Esto ignora el hecho de que el 90% de la población mundial vive en países en desarrollo y países anteriormente soviéticos, cuyos habitantes producen y mantienen su capital en el sector informal, o lo que es lo mismo, más allá de las estadísticas oficiales”.

Y tanto las evaluaciones como las conclusiones de Piketty se centran en datos oficiales; ya sabemos cuál es la credibilidad de indicadores oficiales como la inflación en Venezuela o Argentina, con “adaptaciones” rampantes en los últimos años.

El valor de estudios de campo vs. el aséptico análisis de números oficiales

Hernando de Soto expone a continuación el ejemplo de un país afectado por las consecuencias de la Primavera Árabe: Egipto. La visión eurocéntrica de este conflicto tiene en cuenta los datos oficiales existentes, sino que realiza un análisis de campo para realizar una estimación realista de la auténtica riqueza de la ciudadanía.

Con el estudio, “descubrimos que casi 22,5 millones de trabajadores en Egipto ganaban no sólo un total de 20.000 millones de dólares en salarios, sino que obtenían adicionalmente un retorno de 18.000 millones de dólares a partir de su capital no registrado”.

El mismo estudio del equipo de Hernando de Soto descubrió que los trabajadores egipcios no registrados poseen 360.000 millones de dólares de patrimonio inmobiliario, “8 veces más que toda la inversión directa en Egipto desde la invasión de Napoleón”. Poco más que añadir.

Piketty toma casos como el de la rebelión egipcia (según él, causada por la desigualdad de fondo) y la extrapola a Europa, considerando que habrá rebeliones contra estas diferencias de capital.

¿Contar el dinero ficticio o hacer un catastro de dinero real?

Según Hernando de Soto, Europa no debería equivocarse al creer que las rebeliones en África y Oriente Próximo son contra el capital, sino “a favor” del capital. “El capital no está en la raíz de la miseria y la violencia, sino la falta de éste. La peor desigualdad es no tener capital”.

Un análisis, el de Hernando de Soto, cuanto menos valiente en estos tiempos de estudios económicos ligados a percepciones ideológica, con conclusiones elaboradas antes de recabar datos (para así recabar los que interesan).

Hernando de Soto coincide con Thomas Piketty al afirmar en que la falta de transparencia se encuentra en el núcleo de la crisis europea desde 2008. La solución de ambos es muy distinta:

  • Piketty quiere crear el equivalente a un “catastro financiero” paneuropeo que incluya todo el capital financiero;
  • para Hernando de Soto, esta propuesta no tiene sentido, ya que el capital registrado no se corresponde con el valor real, ni con la riqueza real de los ciudadanos europeos (hay deuda refinanciada, oscuros productos derivados que contarían el mismo dinero varias ocasiones, etc.).

Un caso histórico: la fiscalidad surgida de la Revolución Francesa

Qué mejor manera de conocer la verdadera riqueza europea, dice el economista peruano, que desempolvar la metodología usada en Francia tras la Revolución Francesa, cuando los registros feudales eran incapaces de asignar valor real a los mercados en expansión, con lo que se crearon nuevos métodos para estudiar la realidad, no lo ficticio.

Los registros de la propiedad, a diferencia de los financieros, están anotados en “registros públicamente accesibles” y aporta pistas detalladas de la auténtica riqueza de la población y las empresas, al describir detalladamente los activos (siempre bien registrados, pues de otro modo los propietarios correrían el riesgo de perderlos).

Hernando de Soto sentencia: “Piketty tiene su corazón en el lugar adecuado pero sus papeles en los archivos equivocados. El problema en el siglo XXI en Occidente es papel sin activos, mientras en el resto del mundo es activos sin papel [o reconocimiento jurídico]”.

Sobre la importancia del escepticismo cuando abunda agenda política

Los activos financieros (derivativos y demás productos oscuros) y el interés de los gobiernos y organismos internacionales por tomarlos como vara de medir, repercuten sobre la marcha de las economías desarrolladas.

A la larga, la disparidad entre realidad y ficción provoca el aumento de las desigualdades de las que nadie habla, como la existente entre mayores y jóvenes.

Para revertir la situación en los países desarrollados quizá se requiera un análisis más realista e imparcial de los activos de la población, las empresas, los países, teniendo en cuenta los activos registrados y estimando con la mayor exactitud posible los no registrados.

Cultivar el escepticismo es crucial en estos tiempos, sobre todo en el caso de los más jóvenes, quienes más padecen la falta de oportunidades y el estancamiento de la economía. 

Evitando que la gente crea en recetas-milagro

Ocurre que la opinión reinante entre los partidos en quienes los jóvenes más confían ofrecen soluciones tan alejadas de la realidad como algunos análisis económicos. 

A falta de economistas e intelectuales de referencia que actúen con responsabilidad y no expliquen a los más débiles y desesperados que lo que se necesita es una receta-milagro (ya sabemos cómo acaban las recetas-milagro en Europa), Internet puede acercar puntos de vista distintos, información no cocinada por medios locales -o al menos cocinada en pucheros lejanos-, etc.

Siempre nos queda el consuelo de los optimistas. Andrew McAfee acaba su artículo afirmando que los grandes problemas “atraen a gente inteligente, tenaz e innovadora” en busca de una solución.

Empatía

Eso sí, dice McAfee que, para solucionar los retos de lo que llama “la segunda era de las máquinas”, hay que saber qué ocurre. Añado yo, hay que saber qué ocurre más allá de Silicon Valley.

Y ponerse manos a la obra para que los jóvenes, tan dependientes de una economía de bolos, puedan trabajar para otros y/o autoemplearse del mejor modo posible.