A primeros de agosto de 2014, entrevistamos a Ben Berto, director de planificación urbanística del condado de Marín, al norte de San Francisco. Queríamos conocer más a fondo su oficina.
No es una broma: uno no se topa todos los días con funcionarios accesibles, con cosas que decir y oficina sita en un edificio emblemático del siglo XX.
(Vídeo por Kirsten Dirksen sobre nuestra visita al edificio)
Nuestro entrevistado trabaja en el monumental centro cívico diseñado por Frank Lloyd Wright en la zona, y queríamos saber de primera mano si el arquitecto había logrado su objetivo: un edificio sin rangos, accesible y familiar para todos, además de cómodo y luminoso.
Acompañar a la naturaleza, en lugar de ir contra ella
De paso, con la visita seguimos las trazas arquitectónicas sugeridas entre maestros y alumnos que integraron la naturaleza circundante en sus obras, en lugar de adaptarla.
No hay otro edificio comarcal comparable al Marin Civic Center, un complejo proyectado sin injerencias por Frank Lloyd Wright, concebido para que los máximos responsables del condado estuvieran a la misma altura jerárquica que cualquier ciudadano que entrara por la puerta, y otorgando un papel preponderante a un servicio: la biblioteca, central, luminosa, accesible, familiar, próxima.
Las decisiones de Lloyd Wright no fueron casuales. El edificio estuvo a punto de no ser construido nunca, al estar supeditado al corto plazo del ciclo electoral en el condado, pero la perseverancia del arquitecto y de una política local sin miedo a perder la popularidad en las encuestas y con la mirada puesta en los beneficios a largo plazo que supondría el edificio encargado: Vera Schultz.
Su maestro, Louis Sullivan, acuñó la máxima reivindicada por la arquitectura moderna: “la forma sigue a la función”, para referirse a un tipo de arquitectura desprovista de superficialidades o que supeditara a sus usuarios y moradores a convenciones de otros lugares y épocas.
Construir “de” la naturaleza, y no “en” ella
Sullivan reivindicaba la honestidad e hizo suyas las tres cualidades que, según Marco Vitruvio, primer teorizador de la arquitectura occidental, debe contener un edificio para cumplir con su cometido: “firmitas”, “utilitas”, “venustas”. Solidez, utilidad, belleza.
Esta belleza desnuda, más sugerida que exhibida, en la que se intuyera la naturaleza, fue el germen de lo que su alumno Frank Lloyd Wright llamó arquitectura orgánica. A su vez, la evolución de esta idea deriva en edificios-civilización a la vez futuristas y ancestrales, autosuficientes y participantes de la naturaleza donde se emplazan: las arcologías del italiano Paolo Soleri, discípulo de Lloyd Wright.
(Imagen: Vera Schultz, defensora local del proyecto, y Frank Lloyd Wright)
Arcosanti, el edificio-ciudad erigido por Soleri en el desierto de Arizona, es una evolución -con reminiscencias de distintas culturas clásicas superpuestas- de lo más parecido a un edificio-ciudad que concibió Frank Lloyd Wright: el Marin County Civic Center, media hora al norte de San Francisco.
Un edificio con sentido cuando el Golden Gate conectó San Francisco con Marin
El edificio de Wright, tumbado al sol como un reptil californiano, forma parte del paisaje cotidiano de los miles de vehículos que circulan por las arterias septentrionales de la zona de influencia de San Francisco.
Nosotros mismos usamos la autopista 101 en dirección al norte para acudir a Cloverdale desde San Francisco, pues entre ambas localidades y su zona de influencia pasamos los meses de verano, con escapadas ocasionales de mayor distancia.
El Golden Gate cambió para siempre la vida de los valles en el brazo norte de la bahía de San Francisco. Marin County, el condado de Marín, se desperezó y se acercó a la ciudad, atrayendo a residentes en busca de espacio, tranquilidad y algo menos de niebla oceánica.
Desde entonces, Sausalito, Tiburón, Belvedere y, más allá, Mill Valley y las localidades aledañas, con el monte Tamalpaís siempre presente como un monte Fuji en miniatura para la zona -también simbólicamente-, pasaron de comunidades rurales aisladas a localidades residenciales para trabajadores de San Francisco.
Un edificio que no atiende a estilos ni épocas
Su clima es fresco y apacible todo el año, menos caluroso que en Sonoma, al norte, y algo más previsible que la fresca San Francisco, a menudo envuelta en la fría niebla, incluso en pleno verano.
En Marín, industrias tradicionales como la maderera o la agroalimentaria crecieron a la vez que la población del área de influencia de San Francisco, mientras los valles más cercanos a Sonoma y Napa desarrollaron también la industria vitivinícola.
Después de la II Guerra Mundial, el condado afrontó el aluvión de residentes y negocios en el sector terciario con una actualización de su infraestructura y algunos proyectos de calado.
El más importante e icónico es quizá el Marin Civic Center, un edificio proyectado por Frank Lloyd Wright que ha sido calificado como futurista y ancestral a la vez, representando a todas y a ninguna de las civilizaciones humanas.
Un “rascacielos apaisado” que juega con circunferencias
El Centro Cívico de Marín es un juego geométrico que el ojo humano descifra de manera instintiva, percibiendo que, si hubiera fórmula o juego matemático, encaja.
Su proporción áurea está compuesta por un diseño horizontal asentado sobre una suave colina que no fue modificada para erigir la mole, mientras las enormes dimensiones del complejo, escondido entre la vegetación, permiten a cualquiera recrearse en el juego de semicircunferencias y circunferencias de distinto tamaño que componen las aperturas al exterior.
Desde hace años, al viajar desde San Francisco hacia el norte y descender al valle de San Rafael por la Redwood Highway (autopista 101 en dirección a Eureka), se divisa a poca distancia hacia el naciente la característica silueta apaisada de un edificio cuyos arcos describen circunferencias inacabadas que conformarían una fractal.
El Marin Center Civic Center ha sido descrito como un rascacielos tumbado, aunque sus suaves formas culturales evocan más bien el edificio-ciudad de una civilización perdida -ni mediterránea, ni nativa americana ni oriental, pero con estos aspectos presentes-; o acaso parece un edificio del futuro, en la tierra u otro planeta.
Cohabitación entre arquitectura a gran escala y naturaleza
El complejo del Centro Cívico de Marín destaca por sus dimensiones y monumentalidad, que contrastan con su humilde servicio: apenas centro burocrático sito en San Rafael para dar servicio a los habitantes de uno de entre los muchos condados que circundan San Francisco.
La principal estructura consiste en un alargado edificio administrativo de 180 metros (580 pies) de longitud, y un edificio de igual forma, cuatro plantas y 270 metros de longitud (880 pies), sede de los juzgados del condado.
Ambos edificios se unen entre sí por un edificio circular de 24 metros de diámetro (80 pies) que sirve de bisagra geométrica entre ambos; el vértice entre ambos edificios describe un ángulo de 120 grados que se adapta con suavidad a la forma original de la colina que lo alberga.
Junto a la rotonda, se eleva una torre cónica que no desentonaría en una saga mitológica griega o de alguna civilización olvidada del Creciente Fértil, ni tampoco en una ciudad futurista creada por humanos u otros seres en cualquier astro habitable.
El lenguaje de la naturaleza en construcciones humanas: fractales
El edificio se abre al exterior a través de suaves arcos en tamaño decreciente desde la base: los más grandes sirven como túneles que permiten el tráfico rodado de manera perpendicular a la planta, además de albergar las entradas en sus laterales.
Los arcos no son estructurales, lo que permitió a Lloyd Wright jugar con su tamaño y emplazamiento. En el tejado, los arcos semicirculares cambian la verticalidad por la horizontalidad en el voladizo, con esferas doradas ribeteando la cubierta.
El aspecto mitológico, ancestral-futurista del complejo habría aumentado más, si cabe, de haber incluido el primer color planeado para las cubiertas: dorado, a juego con los acabados metálicos -barandas y postes- de fachada, en el exterior; así como cristaleras, señalética, tipografía y otros elementos, en el interior.
(Imagen: entrevistamos a Ben Berto, director de planificación urbanística del condado de Marín)
Los arcos inferiores son más grandes que los inmediatamente superiores, y éstos son a su vez mayores en la misma proporción a los inmediatamente superiores, para acabar con pequeñas circunferencias que ornamentan el voladizo de la cubierta azul, asentada suavemente sobre la planta describiendo el mismo arco suave presente en todas las aperturas.
Edificio burocrático y plató de ciencia ficción
Parece que el edificio de Frank Lloyd Wright en Marín haya estado siempre sobre la colina donde se asienta, como un animal mitológico acostado de aspecto peculiar pero amable, inteligible. Difícil de encasillar, al evitar la copia de elementos y corrientes ajenas al lugar.
Al conducir hacia él con la luz del atardecer, es difícil no evocar Gattaca, la película de ciencia ficción de Andrew Niccol parcialmente rodada en el edificio. Al visitar el Centro Cívico, uno entiende por qué el edificio fue elegido como contexto de la mencionada distopía transhumanista con Ethan Hawke, Uma Thurman y Jude Law como protagonistas.
Niccol no fue el primero en recurrir al edificio de Lloyd Wright en Sonoma para ambientar una historia en el futuro. George Lucas, oriundo de Modesto (4 horas en coche hacia el interior, al este de la bahía de San Francisco), rodó allí su primer largometraje, Electronic Labyrinth THX 1138 (1969), una distopía subterránea que le acercó a Marin hasta el punto de erigir allí su residencia, el Rancho Skywalker.
Explorando la esencia de un sentido común universal
Quizá la mejor manera de explicar la impresión que causa el edificio que alberga el Marin Civic Center es atender a la definición que el propio Frank Lloyd Wright hace del concepto de “arquitectura orgánica”, para distinguir a los edificios modernos que “entienden” su contexto y se adaptan a éste de las obras modernas que pretenden que el entorno circundante se adapte a ellas.
“Así que aquí me hallo ante vosotros predicando sobre arquitectura orgánica -escribía Frank Lloyd Wright en su ensayo The Natural House, 1954-: declarando que ésta es el ideal moderno y la enseñanza tan necesitada si somos capaces de ver la totalidad de la vida, y servir ahora a toda la vida, sin sostener más tradiciones que la gran TRADICIÓN.
“Ni alabando -prosigue Lloyd Wright- ninguna forma preconcebida fijada entre nosotros, sea pasada, presente o futura, sino exaltando en cambio las sencillas leyes del sentido común o de un ‘super-sentido’ si se prefiere, para determinar la forma por medio de la naturaleza de los materiales”.
El arquitecto que no quiso construir si no se respetaba su trabajo
Frank Lloyd Wright, que inspiró el héroe randiano Howard Roark, arquitecto de principios propios incorruptibles de El manantial, se refería a la arquitectura orgánica como el marco flexible y adaptable a cada situación, en cada momento y lugar, al partir de modelos y patrones de la naturaleza y no sentirse encorsetado en leyes o proporciones de ideales ajenos (ni siquiera hay supeditación al sacrosanto canon clásico occidental).
Así, todos los elementos de cada edificio siguen un principio que se repite en materiales, motivos, principios de orden y distribución, señalética, tipografía u ornamentos. En el caso del Marin County Civic Center es la circunferencia, sea completa o sugerida, y su relación proporcional en forma de fractal, diseño de la naturaleza relacionado con la proporción áurea.
En Gattaca se observan el tejado y los luminosos interiores del Marin County Civic Center, con pasillos perimetrales que permiten la luz cenital de la cubierta penetrar hasta la planta baja, a lo largo de cuyo centro crecen sanas jardineras.
Aprovechar lo mejor de cada lugar, en vez de anularlo
Las reminiscencias a la idea de no seguir más tradiciones canónicas que la propia naturaleza y las necesidades de emplazamiento y usuarios están presentes.
Quizá por eso el edificio tiene sentido como centro cívico y administrativo en el presente, pero también lo tendría como lugar de reunión de alguna civilización perdida hace milenios; o como centro de entrenamiento espacial para transhumanos, como imagina Andrew Niccol en Gattaca.
La intención de la arquitectura orgánica, variante de la corriente moderna que profesaba Lloyd Wright en múltiples etapas vitales y variantes, es integrar un edificio en su entorno adaptándose a las condiciones circundantes (luz, vegetación, orografía, clima, materiales y cultura locales) y no a la inversa, como ha ocurrido en la arquitectura de ahorro de costes y aumento de espacio de las últimas décadas, sin que las mayores dimensiones hayan logrado mayor habitabilidad.
La proporción fractal sugerida en la relación entre el tamaño de las semicircunferencias de cada planta del Marin Civic Center, así como el color del complejo -arcilla clara para la fachada, azul claro para la cubierta-, lo integran con la vegetación de las suaves colinas circundantes con la sabiduría de los edificios mediterráneos, sean de hace milenios o del futuro.
Tensiones entre el corto y el largo plazo en arquitectura
La terracotta y el metal forjado constituyen para la arquitectura orgánica estadounidense una evocación presente en distintas culturas, desde los estilos célticos a, a menudo en permanente mestizaje con los influjos europeos del último medio milenio.
Johan van Lengen, autor de El arquitecto descalzo, ensayo sobre construcción alternativa con información detallada sobre cómo erigir de acuerdo con el clima, cultura, materiales y entorno natural en un emplazamiento dado, empieza su compendio citando un proverbio chino que también se aplica a la arquitectura orgánica, más ambiciosa a simple vista que la construcción “básica” de Van Lengen, pero con muchas similitudes.
El proverbio se refiere a la importancia de planificar a largo plazo y a la dificultad que urbanistas y arquitectos afrontan cuando deben someter sus planes y estructuras a códigos de edificación draconianos que fueron diseñados para situaciones de hace décadas, o al corto plazo de los comicios electorales.
Dice así (traduzco de la edición en inglés, impresa y distribuida por Shelter Publications, la editorial de Lloyd Kahn): “Haciendo planes para un año, plantamos arroz. Haciendo planes para diez años, plantamos árboles. Haciendo planes para cien años, preparamos a la gente”.
Sobre códigos de edificación e integridad profesional
Pocos representantes públicos y empresariales están dispuestos a arriesgarse a perder el favor del público o a bajar en las encuestas por defender la integridad y coherencia de un edificio, o por flexibilizar códigos de edificación más interesados en decidir sobre costumbres aleatorias -como el tamaño de una vivienda- que en cumplir con su cometido originario, garantizar la seguridad y consistencia de la construcción y el urbanismo.
2 anécdotas relacionadas con este proverbio describen por qué fueron posibles edificios como el Marin Civic Center: pese a ser fruto de la decisión de la población, que a través de sus representantes encargaron la obra a Frank Lloyd Wright, sólo la determinación del arquitecto para no amoldarse a los cambios y modas impuestas lograron que la idea original se hiciera realidad.
Durante un tiempo, el edificio no iba a ser construido, al haber perdido el favor de la población y, debido a ello, de los representantes públicos. La responsabilidad de algunos de ellos -sobre todo, de Vera Schultz- permitió seguir adelante.
Edificios “de” colinas, y no “en colinas”
El cortoplacismo de la política no fue el único escollo. El terreno que había comprado el condado para erigir el edificio en San Rafael, junto a Santa Venetia, debía ser nivelado, según algunos ingenieros, para albergar el complejo.
La oposición de Lloyd Wright, que moriría en 1959 a los 92 años, supervisando la exitosa ejecución de la primera fase de la construcción, fue imprescindible para evitar que una decisión político-técnica modificara por completo el emplazamiento, derribando por completo las colinas que Wright respetó, sobre las que descansa el “rascacielos tumbado”.
Más de dos décadas atrás, en 1932, Frank Lloyd Wright había escrito en su autobiografía: “Ninguna casa debería estar jamás en una colina o en lo que fuere. Debería ‘ser de’ la colina. Pertenecer a ella. Colina y vivienda deberían cohabitar sacando partido la una de la otra”.
Un arquitecto de raigambre libertaria
Con la finalización del ala de los juzgados de Marín en diciembre de 1969, 10 años después de la muerte del arquitecto, se daba la obra por acabada.
El espíritu democrático del edificio contrasta con la integridad profesional e individualismo militante del arquitecto que lo concibió, tan celoso de sus proyectos como el héroe randiano Howard Roark.
El propio arquitecto se referiría a esta contradicción, contestando a quienes le habían confundido por persona de consensos: “En mis años mozos tuve que elegir entre honesta arrogancia e hipócrita humildad. Elegí honesta arrogancia y no he hallado motivos para cambiar”.
Abandonamos el edificio bañados en la luz de sus pasillos a primera hora de la tarde, la “golden hour” para fotógrafos y cámaras. Es difícil plasmar en palabras, o traducir en píxeles, las texturas que una iluminación y ventilación determinadas infieren a una superficie.
Abrigo humano y naturaleza
El Marin Civic Center quizá no sea el edificio público más fácil de vigilar del mundo ante posibles ataques -fue asaltado, por ejemplo, por el grupo Panteras Negras en 1970-, pero en él cualquiera se siente tan protagonista y con acceso como el dirigente de departamento más celoso de su trabajo.
Medio siglo después, su biblioteca sigue invitando al forastero a avanzar en el conocimiento, siguiendo la máxima vitruviana que Frank Lloyd Wright (como también hicieran su maestro Louis Sullivan y su alumno Paolo Soleri) comprendió sin necesidad de demostrarlo con palabras, sino con su trabajo:
“El arquitecto debería también tener conocimientos de medicina para afrontar cuestiones como el clima, el aire, la salubridad e insalubridad de localizaciones , y el uso de distintas aguas.
“…Porque sin estas consideraciones no se puede asegurar la salud de un edificio”.
O, en palabras del propio Frank Lloyd Wright a sus alumnos en Taliesin West, la escuela de verano que emplazó en otro edificio emblemático, en esta ocasión en el desierto de Arizona: “Estudia la naturaleza, ama la naturaleza, mantente cerca de la naturaleza. Jamás te defraudará.”