Nos encontramos en la era del dinero en efectivo, el ahorro y el gasto concienzudo. Es una tendencia de comportamiento en las familias de alcance global, la mayor y más consistente observada desde la II Guerra Mundial.
Pero, ¿cuánto tiene de provisional o permanente lo que hasta ahora se define como un cambio de los hábitos de consumo?
¿Volver al pasado o recuperación con un gasto más reflexivo?
La recuperación de las principales economías derivará en el próximo lustro en una de estas dos evoluciones:
- el consumo doméstico se recupera hasta alcanzar niveles y comportamientos similares a los años anteriores a la crisis;
- o el cambio de patrones de consumo es en realidad un cambio de valores y visión existencial, con familias e individuos más proclives a mantener dentro de lo posible su autonomía económica evitando préstamos, alquilando bienes y vivienda en lugar de comprar, etc.
Se recupera la economía, pero con pocos cambios a pie de calle
Han pasado 5 años desde que el colapso de Lehman Brothers destapara los excesos de unos años en los que se relajaron los mecanismos de control sobre el riesgo; los países más afectados por la Gran Recesión (2008-2013) dejan atrás los momentos más críticos, pero la población mundial ha cambiado sus pautas de comportamiento a largo plazo, escribe Bernard Condon (Associated Press).
Familias y clases medias -sobre las que se ha depositado buena parte de la presión fiscal para evitar el colapso de bancos y estados incapaces de financiarse a precios más elevados-, siguen desconfiando de los mercados bursátiles y han trasladado sus inversiones desde valores bursátiles a cuentas de ahorro y bonos que garanticen, como mínimo, que su dinero no se esfumará ante cualquier nueva coyuntura.
Cuando no se confía en las instituciones: dinero en efectivo y poco riesgo
La falta de confianza en instituciones y mercados financieros internacionales es, por primera vez, transversal, y afecta tanto a las clases medias de los países ricos -empobrecidas, presionadas con impuestos- como a las nuevas clases medias en los países emergentes.
Hablan distintos lenguajes, viven en países con rentas altas y bajas, con mercados laborales saludables o totalmente deprimidos, pero cuentan con un denominador común, según un análisis de Associated Press en los hogares en las 10 mayores economías del mundo: 5 años después, permanece la aversión al riesgo.
Cuando la incertidumbre, pese a haber disminuido, se mantiene elevada, dicen los expertos, los hogares se comportan de manera similar en todo el mundo:
- priorizan el dinero en efectivo, al pesar más el miedo a perder el estatus actual que el deseo de mejorarlo;
- retiran su dinero de las posiciones más arriesgadas y lo depositan en distintas cuentas corrientes (en función del límite garantizado en cada país o región por cuenta corriente), lo invierten en bonos del tesoro, compran oro o incluso deciden depositar una parte en casa;
- el consumo percibido como más superfluo se retrae.
La confianza se recupera mucho más lentamente de lo que se destruye
Ian Bright, economista de ING, el banco global holandés que también registró fuertes pérdidas con la crisis, como la gran mayoría de bancos internacionales, explica que “no se necesita demasiado para destruir la confianza, pero se requiere muchísimo para reconstruirla”, debido a que “la actitud hacia el riesgo se reinicia de manera permanente”.
Esta reacción ante el riesgo después de los acontecimientos de 2008 y sus consecuencias es similar a la acontecida después del Crash del 29. La diferencia estriba en la mayor interconexión actual entre la economía productiva, la economía financiera y los ahorros de empresas y ciudadanos.
Las implicaciones son distintas cuando un comportamiento se registra en apenas un puñado de países que cuando el fenómeno ocurre en todas las economías relevantes.
Las familias expuestas al riesgo reaccionan de manera similar: hay un esfuerzo por reducir su nivel de deuda, por lo que se gasta menos y se opta por la autosuficiencia y una actitud vital frugal; pero esta reacción individual podría derivar en inconveniencia global si millones de hogares de todo el mundo siguen la misma senda.
Evitar que la cautela se convierta en bloqueo
No preocupa sólo el paro elevado en zonas como el sur de Europa, o el porcentaje de población activa en Estados Unidos -en mínimos históricos-, lo que implica menos sueldos que revierten en la economía y, por el contrario, más ayuda social.
Los expertos están más sorprendidos con el comportamiento de los que permanecen con su trabajo y poder adquisitivo intacto, la mayoría de los cuales gozan de mejores tipos de interés en sus préstamos y, por tanto, mantienen o incluso mejoran su capacidad adquisitiva que antes de la crisis.
Contagiados por la atonía general y el tono de la prensa y la política, las clases medias supervivientes emulan a los más perjudicados por la crisis: priorizan el repago de préstamos, ahorran en lugar de invertir y evitan el consumo considerado más superfluo.
Las familias hacen como las mejores compañías: ahorran y se lo piensan
AP analizó el comportamiento de los consumidores en los 5 años anteriores al inicio de la Gran Recesión en 2007, así como en los 5 años posteriores, hasta finales de 2012, en Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Brasil, Rusia, Italia e India (la mitad de la población mundial y el 65% del PIB).
Los patrones de comportamiento hallados, a mayor detalle:
- retirada en tropel de la bolsa y vuelta a inversiones tradicionales, con menores réditos pero capaces de asegurar el dinero en situaciones de incertidumbre -grandes turbulencias internacionales, períodos de guerra-;
- aversión a contraer nuevas deudas: no sólo hay mayores dificultades para acceder créditos en condiciones razonables, debido al aumento de exigencias por los bancos, sino que existe la voluntad premeditada de los consumidores de no pedir préstamos salvo en casos extremos;
- el dinero en efectivo es el rey: desde que los economistas repitieran en los inicios de la crisis la manida frase “cash is King”, el axioma no ha sido refutado y continúa como uno de los comportamientos más observados en la población de las mayores economías del mundo;
- menos gastos: ajustado a la inflación, el gasto de los consumidores creció el 1,6% anual en estas 10 economías durante los 5 años posteriores al inicio de la crisis, la mitad del crecimiento anterior a la crisis y poco más que el crecimiento poblacional en el período.
Ventajas del ahorro y repago de deudas: menos grasa, más oxígeno en el músculo
Ya no se crece como antes. La parte más irreflexiva del gasto privado y empresarial en los años anteriores a la crisis había aumentado artificialmente este crecimiento, de modo que un descenso del consumo más superfluo no sería sólo lógico, sino saludable sobre el papel.
Pero la macroeconomía no entiende de situaciones personales ni de economías familiares. Ahora sabemos con certeza que no volverá el crecimiento superfluo, aunque los profundos cambios de comportamiento en la población ponen en entredicho la características y rapidez de la propia recuperación, que ya empieza a producirse.
AP apunta uno de los motivos de un cambio de comportamiento en los patrones de ahorro, consumo y percepción del riesgo entre la población. En los años anteriores a 2007, las clases medias habían contraído de media mayores niveles de deuda que nunca antes, así que primero se están dedicando todos los esfuerzos a saldarla.
Después de sanear las cuentas privadas y públicas
Una vez pagada una parte razonable de la deuda privada, el saneamiento de la deuda pública se debería aliar con la mayor disposición de gasto de los hogares e impulsar la economía con más negocios, contrataciones, gasto privado.
La economía global se habría resentido menos de la desaceleración generalizada del consumo si los países emergentes hubieran acelerado su consumo. No ha ocurrido. China, Rusia, India y Brasil, a menudo contabilizados en un bloque emergente homogéneo bajo las siglas BRIC, carecen de situaciones políticas, sociales y económicas homogéneas.
China, poco menos que la fábrica de los países ricos, ha contrarrestado el descenso del mercado de bienes de consumo en Occidente con un mayor consumo interno y en terceros países; la economía rusa sigue dependiendo de la buena marcha de los hidrocarburos y de la estabilidad política, lograda en los últimos años; India y Brasil cuentan con situaciones políticas y sociales en ebullición en los últimos meses.
El consumo superfluo recula también entre los más ricos
Los más ricos de las 10 principales economías también se han contagiado con el comportamiento generalizado en sus respectivas sociedades. AP recalca que el 1% más rico de los hogares de Estados Unidos ahorran en la actualidad el 30% de sus ingresos, el triple de lo que ahorraban en 2008, según un informe de American Express Publishing y Harrison Group publicado en julio.
El lado positivo de los datos: después de un lustro priorizando el repago de deudas y evitando inversiones consideradas arriesgadas o superfluas, aumenta el porcentaje de familias con autonomía financiera, el primer paso para recomponer su percepción del futuro… y su consumo.
Las deudas de tarjetas de crédito de los estadounidenses, por ejemplo, han vuelto a niveles de 2002, mientras los préstamos personales en el Reino Unido se encuentran en niveles de 1999.
Se recuperan paulatinamente los precios inmobiliarios en varias de las principales economías, mientras países donde el sector de la construcción había apalancado más inversión, como Irlanda o España, venden su excedente, con precio rebajado, a ciudadanos y a inversores extranjeros.
¿Reacción a una crisis coyuntural o cambio de visión existencial?
El informe de Associated Press se centra en la economía y las consecuencias de la percepción de ésta por los hogares de las 10 principales economías durante los 5 años anteriores y posteriores a la crisis.
Otros artículos y estudios aportan una vertiente más centrada en las ciencias sociales y en la psicología del comportamiento, argumentando que el interés de las familias por retener dinero en efectivo y evitar préstamos esconde una transformación más profunda, centrada en los valores.
La desconfianza en las élites no sólo se cuantifica en el número e intensidad de las manifestaciones, o en el nivel de caos e inseguridad jurídica de un país. En los últimos tiempos, y gracias al mantenimiento de una cierta prosperidad y paz social básicas, los países ricos y la mayoría de los emergentes han evitado que se cumplieran las previsiones más alarmistas de disturbios, impagos masivos de funcionarios y colapso de sectores públicos, etc.
Evitado el caos, la situación se enfría incluso en el epicentro de la crisis de la deuda: Grecia y el resto de la periferia del euro. Pero las perspectivas para jóvenes y desempleados peor educados en la Unión Europea, Norteamérica y Japón no han mejorado.
La economía real todavía no percibe las tímidas mejoras macroeconómicas en los países.
Recetas para una vida más autosuficiente (y sus consecuencias)
En esta situación paradójica y sin precedentes, muchos ciudadanos demandan estímulos públicos sin intención de contribuir más en impuestos y experimentando un cambio de comportamiento que algunos ven como existencial: en lugar de derrochar, pagar las deudas, gastar en lo necesario y ahorrar en productos seguros cuando es posible.
Quienes abogan por una existencia más sencilla, con menos deudas y mayor control sobre las propias decisiones al disponer de mayor independencia financiera, redefinen antiguos mercados y encuentran nuevas idea para aplicar en casa o abrir nuevos negocios:
- movimiento DIY (aficionados al “hazlo tú mismo”), creadores o “makers”, que aprovechan Internet y el abaratamiento del conocimiento y herramientas tecnológicas para fabricar sus propios productos;
- movimiento de las casas pequeñas: estudiantes y profesionales jóvenes, pero también familias y retirados de toda condición socioeconómica analizan ventajas e inconvenientes de la compra de vivienda en lugar de su alquiler; y se plantean alternativas a la espaciosa casa suburbial atada a un préstamo hipotecario, como por ejemplo las viviendas más compactas y sencillas, sean prefabricadas o erigidas por uno mismo;
- acceso flexible al bienestar, usando bajo demanda lo que es necesario para tener una existencia satisfactoria y evitando la compra de objetos de consumo que a menudo requieren financiación, como coche privado, segunda residencia, etc;
- compra, uso y reivindicación de productos bien diseñados, durables, memorables, fácilmente reparables, que se pueden legar a familiares o descendientes (productos que se pueden heredar, como los valores y las actitudes);
- renunciar a objetos innecesarios significa, para los críticos con el consumismo impulsivo y sus principales logros (exceso de bienes baratos, cultura del usar y tirar, “fast fashion”, etc.), una existencia más plena con menos “ruido” y obligaciones alrededor;
- celebración de lo esencial de la existencia: cultivo del bienestar a largo plazo (educación, deporte, lectura, tiempo con la pareja y la familia, aficiones que aportan réditos, priorización de las experiencias por encima de la acumulación de productos, etc.);
¿Cómo cuantificamos nuestra existencia?
Medios y expertos perciben, asimismo, mayor interés por cuantificar nuestra existencia del modo más racional posible: cuánto gastamos, en qué y por qué; cómo evoluciona nuestro currículo; cómo nos educamos y qué medios influyen en ella; qué comenos, cuánto pesamos y cuál es nuestra salud; cuál es la distancia, tiempo, ritmo cardíaco y calorías consumidas de cada rutina de deporte, etc.
Todo lo tangible e intangible de la existencia, cuantificable o no, depende de un propósito vital, un plan más allá del “sentirse bien”, el “salud, dinero y amor” tradicional o las máximas que echan todo a suertes o casualidades.
Como las filosofías de vida clásicas (la materia sobre “saber vivir que impartían todas las escuelas de la Antigüedad, además de las materias convencionales que han llegado con pocos cambios a la modernidad), la psicología positiva y humanista antepone la voluntad y el propósito humanos a una preconcepción predeterminista y derrotista de la existencia, a merced de los caprichos de una supuesta providencia.
Influir sobre lo que está en nuestras manos y asumir lo que nos trasciende
Según los clásicos y la psicología moderna, uno puede tomar riendas de lo que puede controlar de su existencia, y, a la vez, relajarse ante aquellas cuestiones que van más allá de su poder.
Asimismo, la autorrealización es posible cuando se reconoce que la mayor batalla en la existencia es librada en el interior del propio individuo, con sus prejuicios, aspiraciones, acciones que minan su libertad (contraer deudas elevadas, o dejar de estudiar, o no esforzarse lo suficiente para hacer algo lo mejor posible, o mostrar impasibilidad o indiferencia ante el devenir de los días, etc.).
Para muchos individuos y familias, el camino hacia la reducción de su deuda es también una aspiración existencial, un interés genuino depender menos de lo exterior y lograr un bienestar duradero cultivando lo interior: buena alimentación, estudio, deporte, lectura, relaciones, proyectos a largo plazo.
Vidas anónimas (con deuda y sin ella)
Abundan las historias que relacionan la pequeña hazaña de acabar con deudas cotidianas y el inicio de relaciones más equilibradas con uno mismo y/o la familia.
Asimismo, artículos y libros aconsejan sobre cómo aprender a consumir; consumir mejor más que dejar de hacerlo, en definitiva.
El movimiento tectónico relacionado con el comportamiento, ahorro y consumo de los ahorros mundiales modifica, como mínimo, su manera de comprar, más consciente en el largo plazo y la sostenibilidad económica que en cualquier otro momento de la historia reciente.
Consejos para consumir mejor
La bitácora del servicio de contabilidad en línea Mint recopilaba recientemente 10 consejos para consumir de un modo más responsable, sin minar las posibilidades de recuperación de la economía en su conjunto (consumir mejor, más que evitar el consumo a toda ultranza):
- cuidado con las gangas o los chollos: gente que nos promete ganancias fáciles en proyectos sombríos, etc.;
- sobre el riesgo de comprar relucientes y atractivas baratijas: los objetos con poca utilidad y peor calidad apelan, como las golosinas, a la parte más primitiva e instintiva de nuestro cerebro;
- frugalidad: parte del presupuesto no se va sólo en nuevas compras, sino en malgastar, tirar objetos y alimentos todavía en buen estado, comprar en exceso y otros comportamientos carentes de una actitud más reflexiva que priorice el largo plazo por encima del impulso de la gratificación instantánea;
- ahorrar, y hacerlo de manera intencionada, gastando en lo que es necesario, pero evitando compras que carecen de sentido o no aportan nada a nuestra existencia;
- se puede ahorrar incluso cuando todavía queda deuda: es posible ahorrar con un salario bajo y un préstamo o alquiler por pagar; variará el importe, pero no la actitud;
- evitar el masoquismo: todos necesitamos cierta confortabilidad y agradecemos alguna que otra indulgencia, sea una marca de café, una ropa determinada, etc.
- racionalizar las finanzas, llevando una contabilidad seria y fiable, aunque flexible;
- evitar la dejación en los números con excusas poco sólidas;
- pensar en el futuro (incluso el lejano); dónde queremos vivir en unos años, qué queremos lograr, etc.;
- comportarse con racionalidad incluso cuando aumenta el dinero disponible: es fácil gastar más sin percibir una mejora en nuestra existencia.
Tener un plan
Cada vez más personas se plantean de manera racional cómo quieren vivir y qué quieren hacer, gastando o invirtiendo en consecuencia.
Al fin y al cabo, hemos sabido con experimentos recientes difundidos por The Economist, no asociamos el tiempo al dinero tanto como se pensaba.
Si el tiempo no es dinero, o no sólo dinero, ello se debe a que el bienestar duradero, la mirada a largo plazo, depende menos de las urgencias del dinero fresco que una vida centrada en el gasto fácil con dinero prestado.