Los que no vemos la televisión y hemos optado por consumir productos audiovisuales a través del ordenador, pagamos el peaje de quedar fuera de conversaciones sobre el tal Duque y otras estrellas televisivas, aunque la televisión da paso a Internet incluso en la creación de figuras de relevancia.
Unas regalías que muchos apoquinamos gustosamente. Los jóvenes españoles de 16 a 24 años usan más Internet que la televisión, un fenómeno todavía más generalizado en países como Estados Unidos. Pese a la imparable tendencia, tanto las clases políticas como empresariales se fijan todavía en la foto fija de hace unos años, cuando la rentabilidad de la prensa escrita todavía crecía y el negocio televisivo se retroalimentaba con la fidelidad de distintas generaciones de televidentes
¿Qué ocurriría si un porcentaje cada vez mayor de jóvenes leyera la prensa en el móvil e Internet y desechara la televisión en favor de Internet? No hace falta hacer prospectiva: está ocurriendo. El resto de esta entrada muestra algunos interesantes datos sobre este fenómeno.
Un oficio poco valorado, quizá con razón
“A GOOD newspaper, I suppose, is a nation talking to itself.” Arthur Miller, 1961.
Si la prensa ha desbancado a la televisión como el medio más prestigioso para consultar información, la credibilidad de Internet se acerca a la registrada por prensa (medio más creíble), la radio y la propia televisión.
Todavía en España, la televisión, el medio mimado de las administraciones públicas (ayuntamientos, gobiernos autonómicos y Estado subvencionan canales locales, autonómicos y TVE), es donde tanto anunciantes como ciudadanos quieren “aparecer”.
Si las administraciones mantienen gigantescos conglomerados audiovisuales, la mayor parte de la inversión se dedica a la tele.
A menudo, sin que a nadie sorprenda, son inversiones a fondo perdido: apelando al interés general, se realizan inversiones que ya querrían los gigantes de Internet para producir una programación que, a diferencia del modelo británico -la BBC-, castiga con publicidad a los ciudadanos.
Estas inversiones no tienen un mandato de retorno, ni se trata de aplicar una supervisión demasiado estricta.
La “accountability“, como en el caso Madoff, ha dejado de ser importante, ya que la inercia y la importancia de los conglomerados creados los hace demasiado grandes como para caer. No es que exista una estafa piramidal en los medios públicos hacia los ciudadanos.
Pero se paga y se sufren maratones de publicidad, algo que sería impensable en la BBC, o en las pequeñas pero excelentes NPR (National Public Radio) y PBS (Public Broadcasting Service, televisión) en Estados Unidos.
Los que no vemos la televisión y hemos optado por consumir productos audiovisuales a través del ordenador, pagamos el peaje de quedar fuera de conversaciones sobre el tal Duque y otras estrellas televisivas, aunque la televisión da paso a Internet incluso en la creación de figuras de relevancia. Unas regalías que muchos apoquinamos gustosamente.
Los jóvenes españoles de 16 a 24 años usan más Internet que la televisión, un fenómeno todavía más generalizado en países como Estados Unidos.
Lo usamos para pasarnos unos a otros vídeos como el del ya famoso semen español (que viva el semen español, dicen los púberes de Carabanchel), pero también para comunicarnos, divertirnos y, cada vez más, informarnos.
¿Para qué quedarse con la agenda informativa de uno o dos medios, si Internet permite contrastar información en tiempo real?
Si la prensa escrita quiere permanecer relevante y sobrevivir en las próximas décadas, deberá adaptarse a Internet con más pericia que como lo ha hecho hasta ahora.
De la radio a la tele, de la tele a Internet
Las elecciones presidenciales ganadas por Obama serán recordadas como las primeras en que Internet fue el medio crucial y YouTube se erigió en altavoz de la impecable campaña del partido demócrata, así como en catalizador del apoyo popular, eminentemente joven, urbano y profesional, hacia el presidente electo, una máquina de la oratoria.
Internet coge el relevo de los medios tradicionales, incluso en las campañas políticas. John Fitzgerald Kennedy se sirvió en 1960 de un discurso fresco, positivo y esperanzador, así como de su atractivo físico y elegancia natural, para ganar ante Richard Nixon el primer debate televisivo que decantó unas elecciones en Estados Unidos.
En los años 30, un joven Franklin D. Roosevelt entendió el poder de sugestión de la Radio (también lo entendió de manera perversa la Alemania Nazi) para hacer lo mismo: urdió un atractivo discurso que decantó la presidencia a su favor.
Roosevelt, JFK, Obama. Radio (Roosevelt), televisión (Kennedy) e Internet (Obama).
En los momentos históricos de Roosevelt y Kennedy, la prensa escrita mantenía, no obstante, un colosal poder sobre la opinión pública. En la era de Obama, o la prensa se adapta, o pequeñas organizaciones, capaces de ofrecer noticias al instante y con un filtro local o personal (blogs influyentes, medios nacidos en Internet, etcétera), se impondrán a The New York Times, Le Monde o El País.
Ya está ocurriendo.
La prensa escrita en la era de Internet
El otro día cenaba con algunos compañeros de promoción. Uno de ellos comentaba que, una vez más, la cíclica crisis publicitaria que afecta a una industria tan dependiente de esta fuente de ingresos como la prensa escrita, se llevaría por delante varios puestos de trabajo. Nada nuevo.
Pesimismo, incertidumbre laboral y crisis cíclica son términos tan comunes en el periodismo como crónica, noticia o entradilla. De ahí que pasáramos a comentar la situación económica actual y, finalmente, nos desviáramos del tema.
La mención del bajón publicitario que viven las grandes cabeceras catalanas me hizo recordar la retahíla de informaciones que he leído en los últimos tiempos sobre un profundo cambio en el periodismo que sólo parecemos ver quienes nos dedicamos a escribir para Internet.
La crisis está acelerando el decline del modelo publicitario en que se sustenta la prensa tradicional en las economías maduras.
Los diarios de referencia no sólo luchan contra el celo de los anunciantes, que en tiempos de crisis reducen su inversión en comunicación, a la espera de tiempos mejores.
La competencia de Internet por el presupuesto publicitario de empresas pequeñas y grandes, locales y globales, afectará más a la prensa escrita que nunca antes, durante esta crisis, si hacemos caso de los números que llegan desde Estados Unidos.
Mientras se reducen drásticamente los ingresos publicitarios de televisión, radio y prensa, Google ha mantenido hasta ahora sus ingresos publicitarios y buena parte de su ritmo de crecimiento, a juicio de los resultados presentados en el último trimestre.
El próximo trimestre podría no ser tan halagüeño para Google, aunque algunos analistas creen que el gasto publicitario por Internet, más cuantificable y diseñado para proporcionar ventas u objetivos, se mantendrá o incluso aumentará, en detrimento del gasto en los medios tradicionales.
No sólo Google parece mantener el tipo en una situación especialmente problemática para la prensa escrita: pequeñas empresas y organizaciones empiezan a beneficiarse de una mayor inversión publicitaria global en medios on-line.
OpenX, proveedor de una aplicación de código abierto que permite ofrecer anuncios a cualquier blog o página web de un modo independiente y sin necesidad de depender de Google, Yahoo!, Microsoft o Federated Media, está creciendo a un ritmo imparable: es usado por 35.000 anunciantes y 150.000 sitios web.
Los próximos resultados trimestrales de Google, que ahora controla DoubleClick, no pudo mantener un acuerdo publicitario para el buscador de Yahoo! y ahora experimenta con anuncios en YouTube, Google Finance o Google Reader (a través de la compra de Feerburner y su mutación en Google Adsense for Feeds), mostrarán la tendencia publicitaria en Internet durante la recesión.
Yahoo!, Federated Media, Microsoft, Glam Media y otras firmas con sus propias infraestructuras publicitarias se verán afectada por los vientos que muestre la veleta de Google, cuyo control sobre el dominio de la publicidad contextual en búsquedas ha crecido durante la crisis.
El renqueante pastel publicitario
Como en Europa, la industria automovilística es uno de los principales anunciantes de Estados Unidos. Dada la precaria situación de los Big Three, los ya tradicionales anuncios de General Motors, Ford y Chrysler durante la Super Bowl desaparecerán en 2009.
Analistas de BMO citados por The Economist creen que el pastel publicitario no sólo afectará la televisión en 2009, con una caída del 9%: la prensa escrita sufrirá una peor situación, perdiendo un 12% de inversión.
A excepción de las economías emergentes, donde ha eclosionado la prensa periódica y todavía existe un ritmo de crecimiento publicitario sostenido, las cabeceras tradicionales no podrán depender a largo plazo de los ingresos publicitarios y el negocio de los anuncios clasificados, que tiende a desaparecer por la competencia de, otra vez, Internet.
El decline de los diarios estadounidenses
El número de anuncios en la prensa tradicional descendió en Estados Unidos un 35,2% durante la primera mitad de 2008.
Apunta el bloguero australiano Duncan Riley que quienes sobrevivan a la crisis a largo plazo serán compañías con pocos cargos directivos y sin la lenta, jerárquica y burocratizada superestructura de los medios tradicionales.
Son los nuevos medios, según Riley, aquellos con menos lazos con el anterior savoir faire, los que se aprovecharán de la situación: mientras la prensa tradicional sigue tirando de teletipos e información poco documentada, sin análisis personal de calidad, en sus versiones en Internet, miles de blogueros crean equipos de profesionales que escriben desde sus casas.
Menospreciar su fuerza disruptora será la perdición de los diarios que sólo mantienen en Internet una versión ligera de la versión impresa, la “verdadera”, la que gusta a las grandes firmas de la redacción. La que se cae a trozos.
Michael Arrington, antiguo jefe de Duncan Riley en TechCrunch, también escribe sobre el acelerado decline de los diarios estadounidenses.
Nerviosismo en la cúpula
Para quien no se haya entedado:
- Los responsables del prestigioso Premio Pulitzer se han visto obligados a adaptarse a los tiempos y el galardón puede ser ahora ganado por periodistas electrónicos (¡sacrilegio!, gritarán los puristas).
- El Christian Science Monitor (pese a su nombre, que podría ser malintepretado por cualquiera ajeno a Estados Unidos, se trata de una respetada cabecera (7 premios Pulitzer), con información independiente de calidad, una historia centenaria y una escrupulosa independencia institucional) se convertía en el primer periódico nacional en suprimir su versión impresa para centrarse exclusivamente en la edición de Internet.
- El mal momento de la prensa tradicional se resume también en bancarrotas (Tribune, propietaria de Los Angeles Times y Chicago Tribune) y problemas económicos (el millonario mexicano Carlos Slim acudió en ayuda de The New York Times comprando acciones sobre la compañía, devaluada en bolsa y eterna candidata a perder su independencia, garantizada por la misma familia que fundó el diario).
- Tribune, propietaria de dos de las cabeceras con más solera periodística de Estados Unidos, Los Angeles Times y Chicago Tribune, podría declararse en bancarrota.
- Debido a sus problemas económicos, The Wall Street Journal fue adquirido en 2007 por News Corporation, una firma que ha apostado decididamente por reforzar la edición electrónica de la cabecera.
- Más cerca de nosotros: en Francia, Le Monde, entre cuyo accionariado se encuentra Grupo Prisa, se pregunta por qué el número de diarios comprados ha bajado de 360 por mil habitantes en 1946 a 140 hoy. ¿Internet? ¿Cultura audiovisual? Han pasado varias cosas desde el fin de la II Guerra Mundial, y no, no ha aumentado la tasa de analfabetismo en Francia, ni tampoco se dispone de menos dinero para comprar diarios. Las sociedades evolucionan y sus medios de comunicación deberían seguir la estela.
Internet ha afectado a la prensa escrita de un modo profundo e irreversible, sí, pero también existen ilustres ejemplos de cabeceras tradicionales que no sólo se han adaptado a los tiempos, sino que lideran las numerosas e interesantes tendencias del periodismo electrónico.
Un caso paradigmático: el británico The Guardian. No sólo abandonó, en su versión impresa, el insufrible y muy anglosajón formato sábana por el moderno tabloide, implantado en España desde hace décadas, sino que la edición responde al gusto de los jóvenes profesionales británicos, y no al de sus abuelos.
En Internet, The Guardian es una delicia. Es el único gran diario europeo que tiene tantos lectores en su país de origen como en Estados Unidos, y la causa no debe buscarse en el idioma:
- The Guardian realiza lo que el periodista tecnológico canadiense Mathew Ingram resume en “filtrado, interpretación, contexto“. Información de calidad, interpretada, mezclada con sólidas argumentaciones de profesionales que saben en qué consiste el reto de Internet.
- The Guardian cuenta con su propia API, o entorno tecnológico para que otras empresas e individuos puedan construir sus productos y aplicaciones de Internet usando contenidos y tecnologías desarrolladas por la propia cabecera.
Claro que, para ello, The Guardian tuvo que entender primero que un sitio de Internet no es una cabecera tradicional en versión electrónica. Se requieren periodistas, sí, pero también profesionales de la arquitectura de la información, expertos en usabilidad, editores que conocen cómo se lee en Internet y programadores estrella.
La información sobre medio ambiente, tecnologías verdes y estilo de vida “ético” es, en The Guardian, la más avanzada entre todas las cabeceras europeas.
La prensa escrita ha realizado progresos en los últimos tiempos para adaptarse a un mundo que usa Internet pero, como explica The Economist, éstos son todavía demasiado tímidos, defensivos o poco sensibles con la realidad.
Si, en unos años, nos preguntamos quién o qué mató a la prensa tradicional tal y como hoy la conocemos, seguramente tendremos que reconocer que se trató más bien de un suicidio asistido.
Mientras tanto, en países como España, las distintas administraciones alimentan la maquinaria de la comunicación pública.
Para muchos de nosotros, dada la calidad de lo que se presenta, se trata de algo tan grave como la estafa piramidal del tal Bernard Maddoff.