Llevo un tiempo sin impresora. No ya sin usarla; simplemente, he prescindido de ella. Como suele ocurrir cuando tengo algún aparato que no uso en casa y no quiero deshacerme de él, el artilugio en cuestión acaba en casa de mis padres.
Un camino que han seguido dos ordenadores (el primero de los cuales fue usado por unos primos, así que no fue tan mal la cosa; el segundo, bien, sigue con sus posaderas de plástico de color azul en el sitio donde lo dejé), un televisor nuevo y en perfectas condiciones y la mencionada impresora.
Conservo en casa, sin intención de usar aunque con la convicción de que podré regalar a algún familiar o amigo en apuros, un teléfono de 1998 con funda rojo chillón, un teléfono que nunca pude usar porque el servicio de correo estaba bloqueado (me habían vendido, supuse, un móvil usurpado), y un iPod. El primer modelo, con 5 GB y mayores dimensiones que el mayor modelo actual. Todo un bodegón.
Para completar esta confesión, doy fe gráfica de ello: Nokia 3210, Blackberry 9200 e iPod original de 5 GB. Muestro la obsoleta tríada en este bodegón posmoderno. El recorrido vital de los utensilios que empleamos en la vida diaria, incluso aquellos que consideramos más útiles o con un diseño industrial más acertado, se acorta cada vez más.
Hace dos generaciones, uno se compraba una chaqueta, o una radio, que le acompañaría durante casi toda su vida adulta.
Oficina sin impresora
La impresora, compatible y a juego con el ordenador, imprime sin problemas. No recuerdo la calidad de la impresión, aunque sí el precio de los cartuchos de tinta. Como el ordenador y el televisor, ha pasado a engrosar el mobiliario tecnológico de la casa de mis padres.
Si el móvil, los ordenadores y el reproductor de música mencionados han sido sustituidos por un móvil que incluye reproductor de música y radio, así como un ordenador portátil (que llevo de viaje para plantar la oficina en cualquier sitio, con permiso de quienes me rodean). Ni el televisor ni la impresora han sido sustituidos por nuevos aparatos.
Prescindir de la impresora no ha sido traumático. Todo lo que uno ve en faircompanies, para bien o para mal, está confeccionado sin necesidad de ese “imprescindible” periférico informático llamado impresora.
Cuando colaboro con otros proyectos de Internet o medios de comunicación, todo el trabajo de documentación como la elaboración del escrito -normalmente el encargo es texto- vive electrónicamente.
Existe la salvedad de las pequeñas libretas de apuntes, de esas que caben en el bolsillo de la chaqueta. Si puedo aprovechar alguna libreta descarriada que no compro, sino que recupero del ostracismo, me sirve de cajón de sastre gráfico durante un tiempo, un dibujo aquí, un teléfono allá y un par de ideas para un artículo en la siguiente página.
El valor de la información que no se imprime
Tanto la información que elaboramos para faircompanies como los cambios, añadidos y mejoras en su estructura, la confección de noticias y blogs, etcétera, nacen y viven en formato electrónico.
Trabajar en documentos que nunca alcanzan el estado físico, así como documentarse por Internet, tiene la ventaja de poder recuperar la información, una vez ha sido consultada, de un modo prácticamente instantáneo.
Algunas empresas se han preocupado de que podamos tomar notas fácilmente mientras uno navega (Google Notebook), leer noticias de varios sitios y blog en una sola aplicación (lectores RSS como Google Reader, My Yahoo o Bloglines), crear y compartir documentos en Internet (Zoho Office Suite, Google Docs), guardar y compartir páginas y recursos que uno encuentra en la Red (del.icio.us, Reddit, StumbleUpon), etcétera.
Encontrar algún dato que haya sido consultado, al menos, una vez, suele ser instantáneo (Google Desktop Search, Windows Desktop Search, Yahoo Desktop Search, esta última opción, que pocos usan, de momento desligada de la de Microsoft, pese a la oferta de compra de Microsoft sobre Yahoo).
De modo que el proceso de documentación y elaboración de una idea -se trate de un artículo, un informe o de los trabajos preliminares y en abstracto de cualquier proyecto, independientemente de su naturaleza- ofrece un seguimiento más sencillo si se mantiene electrónicamente.
La colaboración a través de Internet permite viajar siempre con los deberes, hechos o a medio hacer, al alcance de una conexión de Internet.
No hace falta siquiera tener un ordenador o un móvil en todo momento. Simplemente, uno se documenta o trabaja en algo en Barcelona y puede compartir lo realizado o acabarlo en cualquier otra localización, siempre que se pueda poner un rato ante un ordenador. Los más cómodos con la telefonía móvil argumentarían que ello es posible con un simple celular.
¿Quién imprime correos electrónicos?
Intento responder desde la experiencia personal. Mientras trabajaba en los orígenes de faircompanies, cuando el dominio “faircompanies” ni siquiera había sido registrado (hablo de antes de septiembre de… 2005, fecha en que lo adquirí), trabajaba en una empresa de prensa técnica barcelonesa.
Como en cualquier otra oficina en la que se distribuye información con métodos más o menos tradicionales, la impresión de documentos de todo tipo, correos electrónicos incluidos, no sólo era corriente, sino que imprimir era parte del trabajo.
Un documento llegaba por correo: nota de prensa, documento, estudio, texto deshilachado con algún dato que llamara la atención. Era impreso sin dilación. La competencia por imprimir era tal que, cuando había problemas con el tóner de la impresora compartida, había nervios.
La mayoría de la información impresa, sobre todo la relacionada con los documentos adjuntos -notas de prensa, estudios, documentos sesudos- y el cuerpo de texto de los correos electrónicos, se acumulaba en la bandeja -no la del correo electrónico, sino la física- para, a continuación, acabar enterrada por nuevos documentos, alguna revista o dossier de prensa que llegara por correo, etcétera. Al cabo de unas semanas, a veces sin siquiera haber sido leída, esta información era destruida.
Cuando se había impreso por una cara, los más concienciados situaban el papel, todavía con una cara libre, en el cajón de la impresora. A veces, ni eso. Es algo que he visto desde los tiempos de la Facultad, cuando comprábamos documentación impresa en enormes fotocopiadoras industriales, a petición de los profesores.
Eran los noventa, y ni las conexiones a Internet ni los ordenadores personales permitían, como ahora, realizar muchas tareas sin necesidad de acordarse del formato físico.
Con anterioridad a faircompanies, he trabajado y colaborado con un puñado de empresas. Deduzco que no soy el único que ha visto la cantidad de papel impreso empleada en cualquier oficina con más de una decena de trabajadores.
Mi biografía, impresa
Me confieso. Yo también he sido un gran impresor. Impresor de papeleo y nota de prensa mal hecha, de esas que se refieren a la marca en cuestión con la coletilla “la marca tal, líder en el mundo” o “la marca tal(TM)” -con un ‘Trademark’ bien grandote-, y no editor, se entiende.
Aunque actualmente se pueden conjugar ambos oficios, el de impresor de material prescindible en forma de texto que nunca debió ser escrito, mucho menos impreso una sola vez; y el de editor, gracias a servicios de impresión y encuadernación profesional bajo demanda y para todo el mundo, tales como Lulu, Blurb, Createspace y sus rivales.
Un invento loable, el de la auto-publicación. No tan loable el hecho de que, como el resto de la industria de la impresión (no sólo el negocio bajo demanda, sino el tradicional), Lulu, por ejemplo, no ofrece como una opción a sus clientes el papel reciclado. Basta con hablar con su departamento de ventas para comprobarlo.
Muchos de nosotros hemo impreso páginas web o documentos que no se han impreso bien. Resultado, decenas de hojas malgastadas; o impresas por una cara con material que nunca va a ser siquiera hojeado. Me incluyo.
“Por favor, no imprimas este correo a menos que sea necesario”
Trabajar en un proyecto como faircompanies suponía actuar en consecuencia desde el principio, de modo que no sólo prescindí de la impresora, sino que intenté que mis comunicaciones -profesionales y personales- con otras personas tampoco generaran un gasto innecesario en papel.
Había visto durante años cómo cada vez se imprimía sin ton ni son. Pensé que era un gasto innecesario, como también pienso que la cantidad de papel incluida en los suplementos dominicales es de escándalo (ver entrada en la que hablo sobre el tamaño de la edición dominical de los diarios que acostumbro a leer: Buenas intenciones dominicales: periódico, comer y limpiar).
Volviendo al período en que trabajaba 40 horas semanales para un empleador, recibí, creo que a principios de 2006, un correo electrónico donde, tras una nota de prensa y la firma del remitente, aparecía un mensaje en inglés, con tipografía verde y precedido por un icono donde aparecía un árbol. Era la primera ocasión que veía la -ahora más extendida- firma “Plese don’t print this e-mail unless you really need to. Thank you.”
Me gustó; pedí permiso al remitente y la añadí a la firma de mi correo electrónico personal, que más tarde, y ya con el dominio “faircompanies.com”, se convirtió en la dirección que empleo para todo. Tantos los amigos y familiares como los colegas periodistas, conocidos de agencias y demás personas que padecen mis mensajes de correo pueden dar fe de la firma que he incluido desde principios de 2006.
A nadie ha parecido molestarle. O, al menos, nadie me ha comentado que le moleste un pie de firma donde se leía (en catalán, castellano e inglés; ahora sólo en inglés) “Gracias por respetar tu planeta. – Por favor, no imprimas este correo a menos que sea necesario”.
Ahora la incluyo sólo en inglés, con intención de acortar las dimensiones de la firma, que también incluyen mi nombre y un par de direcciones electrónicas relacionadas con faircompanies: mi blog y la portada.
A qué viene todo esto
Michael Arrington, creador y principal firma del blog sobre información relacionada con la Web 2.0 más visitado, (biografía), decidió darse el gusto de escribir el viernes 2 de febrero de 2008 el artículo “Hey, You Condescending Jerk, No One Prints Emails Anyway” (tono guasón y despectivo, gracias a términos como “condescendiente”, que denota poca personalidad y seguidismo, e “idiota”, que todos sabemos lo que denota).
Arrington describe esta entrada de blog como algo desenfadado para preparar a sus lectores de cara al fin de semana, algo así como un tentempié para blogueros, el equivalente a una tira cómica de la prensa tradicional.
En ella, se dedica a despotricar sin miramientos contra quienes han incluido en la firma de su correo electrónica la mencionada frase: “Please don’t print this e-mail unless you really need to. Thank you.”
Algunas perlas de la entrada:
- “Estaba bien cuando la frase era incluida en la firma de un puñado de personas (era un punto en contra de la nueva empresa que enviaba el correo, pero no nos hacía necesariamente matar una historia), pero ahora un porcentaje significativo de correos que nos llegan a diario tienen alguna de las variaciones de la firma “no imprimas este correo”. No todo el mundo la inclute, sólo los tipos condescendientes más-concienciados-que-tú. Pero resulta que sucede tan a menudo que se ha convertido en una seria molestia.”
- “¿Sabes qué? No necesito que me expliques qué necesito ser un buen ciudadano de la Tierra. No imprimo correos (nadie lo imprime, idiotas), pero si alguien quiere hacerlo yo no tengo ningún problema con ello. Quizá quieran imprimir un mapa o similar. No creo que esta acción les convierta en malas personas.”
- “La misma gente que insiste en llevar brazaletes coloreados de goma para mostrar su apoyo a la causa que esté de moda pone estas basura al final de sus correos electrónicos. Mi sospecha es que a ellos no les importa particularmente el asunto, sino que simplemente quieren que el resto de la gente de crédito de que son seres humanos protectores y concienciados.”
Arrington también cita un artículo de The Seattle Times, donde se explica cómo las firmas con alguna variación del “no imprimas este correo a menos que sea necesario” se han extendido y son empleadas por millones de personas.
Merece la pena leer el texto de Arrington. Parece realmente dolido. Incluye, además, una foto del episodio de South Park en que se parodia a los conductores del híbrido de Toyota Prius, modelo al que se llama en esta conocida serie “Toyota Pius” (Toyota Pío). Más que mostrarse irónico con el respeto por el medio ambiente, parece tener un problema con cualquier muestra de éste.
Los lectores de TechCrunch son fieles y respetuosos con las historias y visiones de Arrington. Las nuevas empresas nacidas en los úlitmos años, conocidas como Web 2.0, han recibido en este blog la cobertura más extensa.
Su tono de “insider” también es apreciado, de modo que si hay alguien en Estados Unidos -y el resto del mundo- que quiere estar atento a las ideas que se cuecen en Silicon Valley, usan TechCrunch como el puñado de fuentes informativas necesarias para estar al día.
De ahí que no sea habitual que, entre las decenas, en ocasiones centenares, de comentarios que los lectores escriben en cada entrada, encontrar opiniones realmente encontradas con las que expresa Arrington.
Simplemente, nadie quiere ser grosero en un sitio tan popular, donde los comentarios permanecen relacionados con cada entrada y hay incluso quienes se suscriben por RSS para recibir permanentemente los comentarios relacionados con cada entrada.
Su artículo sobre los “condescending jerks” tiene comentarios bastante contrarios al tono empleado por Arrington. También hay bromas, aprendices de Woody Allen, alguien que firma como John Muir (legendario fundador del Sierra Club) y alguna que otra buena -y contundente- respuesta.
Reacciones
Personalmente (yo mismo escribí un comentario el día de la publicación), me quedo con un puñado de ellas: las de Rallins (a diferencia de Arrington, este lector aporta datos sobre la industria papelera y de la impresión; el comentario es más “artículo” que el propio artículo), Russell Rodney (pregunta a quien firma el artículo si ha bebido, para recordarle que TechCrunch era un sitio donde antes “se podía leer información”), Lolita (invita a Arrington a que visite la selva brasileña, que es un modo bastante contemporáneo de mandar por ahí a alguien), Dave Hune (recuerda que en su oficina todo quisque con más de 40 años imprime sistemáticamente sus documentos y correos electrónicos) y Harshal Vaidya (explica que el comentario parece del tipo “ningún blanco puede jugar al baloncesto”).
Me quedo con la respuesta de Rallins a la entrada del “gurú” Michael Arrington sobre los “idiotas” que le envían correos incluyendo en la firma “no imprimas este correo”, algo que parece hacerle mucho daño:
- El consumo de papel per cápita en Estados Unidos asciende actualmente a 748 libras (339 kilogramos).
- Los países en desarrollo India y China, con sus más de 2.000 millones de habitantes entre ambas, consumen menos de 25 libras (11,3 kilogramos) de papel per cápita.
- El consumo de papel se ha multiplicado por seis en los últimos 50 años.
- Los desechos de papel y envoltorios de productos generan el 40% de la basura sólida almacenada en los vertederos estadounidenses.
- Cada libra de gasto que cualquier negocio (yo aquí también añadiría la impresión doméstica) genera, sea tóxica o no, supone un descenso en los beneficios, la productividad y el rendimiento medioambiental.
El lector que firma como Rallins en la entrada de Arrington cita la fuente de donde ha extraído la información: MDF, una empresa que se dedica precisamente a gestionar la impresión en grandes empresas. Dudo mucho que sean extremistas medioambientales.
Lo bueno -y peligroso, si no mantienes una coherencia entre lo que dices y lo que haces- del correo electrónico y de los documentos que uno publica en Internet es que uno siempre puede bucear en lo que alguien ha dicho o hecho con anterioridad.
No tengo nada en contra de este reconocido, rico y en ocasiones imprevisible bloguero, que no se corta un pelo si tiene que insultar a alguien porque lo cree necesario (él mismo lo explica en una entrada de su blog personal CrunchNotes). Sea dicho que escribe bien y sus fuentes informativas, literalmente, le persiguen. Suele contrastar lo que dice.
Aunque, de vez en cuando, escribe perlas como la descrita.
Gastar papel y la cultura de la oficina del siglo XX
Las grandes marcas de la impresión, con HP en cabeza, promueven la calidad y la rapidez de la impresión. OKI, Lexmark, Canon, Brother, IBM y las demás piensan lo mismo sobre la impresión. Se diferencian en el mercado al que dirigen sus productos (OKI, Brother e IBM se centran en la impresión corporativa; Canon, Lexmark lo hacen en el doméstico; HP juega a todo y mantiene su liderazgo en el mercado).
El tradicional modelo de negocio de la industria de la impresión es similar al sector del videojuego: el hardware es barato, mientras los consumibles incorporan un gravamen económico que genera los beneficios.
Las impresoras y videoconsolas son baratas en relación a su precio de coste, que en ocasiones es superior al precio de venta. Los cartuchos de tinta y los videojuegos son muy caros, en relación con el dispositivo con el que funcionan.
La industria de la impresión también gasta ingentes sumas de dinero en crear tecnologías de tinta (tanto cartuchos, para los modelos de inyección de tinta, como tóneres, para los modelos láser) que no sean intercambiables con los consumibles de otras marcas. Es importante mantener la tecnología controlada y no solo aconsejar, sino instar al usuario a que no compre cartuchos o tóner de marcas blancas.
En los últimos años, no ha habido cambios sustanciales en este modelo de negocio. Las impresoras siguen siendo baratas, aunque cada vez más rápidas y adecuadas para imprimir documentos y fotos, en el mercado doméstico.
La idea es proveernos a todos con una impresora fotográfica que nos permita imprimir las miles de fotos que hacemos en la actualidad, ahora que nadie se acuerda de las limitaciones del carrete fotográfico. Cuanto más se imprima, si se hace con papel y cartucho de la marca que vende la impresora, mejor.
Sin embargo, la percepción pública de la industria de la impresión no es la percepción de una industria sucia, contaminante. Cuando existe un debate mundial sobre el uso de bolsas de plástico (ver la anterior entrada de este blog, o consultar el artículo de Kirsten Dirksen sobre el tema -en inglés-), por ejemplo, a todos se nos ha olvidado que las administraciones, oficinas y pequeñas oficinas u hogares de todo el mundo imprimen basura informativa, creada para vivir sin necesidad de ser impresa.
Esas páginas con una línea de texto (dichosa URL)
A pesar de las teorías sobre la supuesta falsedad de quienes a consejan a otros no imprimir lo que envían, mientras promueven iniciartivas de Hewlett Packard que invitan a imprimir lo que se quiera y cuando se quiera, otras empresas, también estadounidenses, ven oportunidad de negocio donde otros sólo aventuran una moda falsa y pasajera.
La gente de GreenPrint, una pequeña empresa de Portland, Oregón, ha suscitado el interés de los medios norteamericanos (CNN, CNBC, CNet, The Wall Street Journal, The San Francisco Chronicle, TreeHugger) con un software que cambia la opción “imprimir” de todas las aplicaciones del ordenador en algo más cercano a la impresión responsable.
Cuando, por ejemplo, usamos el navegador de Internet y queremos imprimir algo, la opción GreenPrint aparece como impresora por defecto. GreenPrint permite eliminar las páginas -demasiado típicas- con una sola línea de texto, en ocasiones una simple e inservible dirección de Internet.
Otras opciones interesantes del software, que se mantiene en un discreto, aunque práctico, segundo plano: se pueden eliminar las imágenes de una página o grupo de páginas para ahorrar tinta, y promueve el uso del PDF como modo de almacenar y consultar documentos.
El tutorial de la aplicación. Creo que no hay nada similar en Europa. Eso sí: GreenPrint es, al fin y al cabo, una opción oportuna para quienes no renuncian a seguir imprimiendo.
La gente de esta empresa contactó con nosotros a través del canal de faircompanies en YouTube. Copio el mensaje (de mayo de 2007):
“Realmente respeto lo que habéis montado. También aprecio que incluyáis empresas con ánimo de lucro. Hay un montón de buenas empresas que no se definen como empresas sin ánimo de lucro”. También tenemos que destacar lo bueno que dicen de nosotros.
Algunos datos sobre la industria de la impresión:
- Para fabricar 1.000 kilos de papel convencional, es necesario un estanque de 100.000 litros de agua.
- En el mundo, la industria consume alrededor de 4.000 millones de árboles al año, principalmente pino y eucalipto, como muy bien sabe la gente de Galicia. Las técnicas modernas de fabricación de pastas papeleras usan especies muy específicas de estos árboles.
- 10 Principales productores mundiales de papel, de mayor a menor: Estados Unidos, China, Japón, Canadá, Alemania, Finlandia, Suecia, Corea del Sur, Francia e Italia. España ocupa el decimoquinto lugar.
Futuro
Para gente como Jeff Bezos, de Amazon, que sabe de vender libros, ha llegado el momento de reflexionar sobre el invento del señor Gutemberg.
El documento impreso, sobre todo el libro, anque también la revista o incluso el diario bien pensado (no el inmanejable y jurásico formato sábana anglosajón, que gente como The Guardian o The Times ha empezado a cambiar con modelos tabloides más manejables y modernos), son formatos extremadamente cómodos.
El texto impreso es una tecnología difícilmente mejorable en algunas de sus características: es económica, durable y el contraste de la tinta contra el papel no cansa nuestra vista.
De ahí que el lector de libros Kindle, promovido por Amazon, y los más veteranos Sony Reader, iLiad, Cybook Gen3 y el Readius empleen en sus pantallas la tecnología E Ink, que intenta imitar el contraste del papel, incluso en entornos muy luminosos.
El Kindle se vende bien, quizá por no necesitar un ordenador para descargar un libro, y por poder descargar un título en cualquier lugar. También por la amplia lista de títulos con que ha salido el aparato.
Ni su precio, ni su tecnología, basada en la telefonía móvil más avanzada, hacen del Kindle un producto que pueda ser promovido más allá de las clases medias en los países ricos. De momento.
Una versión más económica, con software de código abierto y títulos más baratos o totalmente gratuitos, podría convertirse en un gran éxito de ventas en países con altas tasas de alfabetización y menor poder adquisitivo. Y también sería la opción más atractiva para muchos usuarios del Kindle.
Imprimir nuestra vida
Las marcas de impresión han potenciado la llamada impresión fotográfica. La idea es que cada usuario imprima sus fotos (y compre tinta y papel de la marca que vende la impresora, claro).
La conveniencia de servicios como Flickr (ojo con la que pueden montar algunos usuarios de esta comunidad fotográfica si Microsoft acaba comprando Yahoo: ver las fotos del grupo “Microsoft: keep your evil grubby handsoff of our Flickr”), Fotolog o Picasa, que mantienen las fotografías de sus usuarios eminentemente en Internet, crecerá a medida que exista una mayor concienciación sobre la necesidad de ahorrar papel, sea reciclado o no.
Uno puede guardar fotos electrónicamente e ingeniárselas para verlas en el ordenador, en Internet, en la tele o en el reproductor de música, sin necesidad de imprimirlas. Los pases de diapositivas son más sencillos de preparar que nunca.
Sí que hay fotografías que deseamos compartir con personas que no están -porque no quieren, porque no pueden- alfabetizadas electrónicamente. En mi caso, mi abuela, que escribe libros en su ordenador, está más alfabetizada que mis padres, a los que imprimo fotos para que puedan disfrutar de ellas.
La perdurabilidad de una foto de familia no equivale a la soez fugacidad de un correo electrónico, ese tipo de documento que nadie edita bien (eso sí que es un problema) y que suele estar plagado de faltas de ortografía (¿por qué nadie pasa el corrector a los mensajes de correo electrónico? Es un insulto para el destinatario).
El señor Arrington no habla de esto, ni del correo basura, ni de los correos que algunos “amigos” reenvían con contenidos supuestamente “hilarantes” (también llenos de faltas y de direcciones de correo de otras personas que a lo mejor están interesadas en mantener su privacidad y en no recibir este tipo de correo basura) y que uno tiene que tirar manualmente a la papelera, porque no quiere marcar al remitente (un amigo es un amigo, al fin y al cabo), como el mayor promotor de correo basura del lugar.
Volviendo a la impresión de correos electrónicos
Imprimir un correo no se trata, como asegura Michael Arrington, de un “maldito papel” sin importancia. Se trata de la cultura ofimática de cientos de millones de personas en todo el mundo, y subiendo. Personalmente, pertenezco al gremio periodístico, y he visto cómo se trabaja en cualquier diario, revista, televisión o radio. La impresión sigue importando.
Si bien se empiezan a promover las buenas prácticas entre los usuarios (incluir en la firma del correo electrónico un respetuoso “por favor no imprimas…” no hace daño a nadie), se sigue imprimiendo papel que no sirve para nada.
Intento mantener toda la contabilidad de faircompanies (sí, cualquier empresa, incluso minúscula, requiere algo llamado “contabilidad”, y es bastante seria la cosa) aunque, en ocasiones, hay empresas que me lo ponen difícil.
Un dato que aclara el olvidado el coste del papel: si Telefónica de España imprime a doble cara, se ahorra el consumo de papel en un 40%. Son muchas toneladas de papel.
La opción ideal es recibir la factura electrónicamente, algo que permite Telefónica y la mayoría de sus sus competidores. Ah; y es un gustazo recibir todas las facturas -me gusta que sean pocas- por correo electrónico.
Para acabar con esta entrada, en parte motivada por mi lectura del texto de Arrington:
- Consejos para ahorrar papel de Consumer.
- Ideas para ahorrar papel difundidas por la Universidad de Sevilla.
- Los autores del libro Cradle to Cradle (ver reseña y reportaje) imprimieron su versión en inglés en una pasta de papel vegetal que se puede sumerger bajo el agua (literalmente, uno se da un baño con el libro y no pasa nada; palabra) y es totalmente biodegradable. Lo ha desarrollado Durabooks. Es estiércol potencial para las plantas, aunque yo prefiero mantenerlo en la estantería. Ojalá los libros malos tuvieran las mismas propiedades.
- Otras alternativas al papel tradicional: AMD y “rock paper” (impresión fotográfica que no provoca la tala de árboles).
Hablamos sobre el mismo tema algo más adelante.
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