En Vancouver, como en Seattle, uno puede ir en un solo día -alguien de a pie, sin jet privado, se entiende- a esquiar, a dar un paseo en barca y, más tarde, cenar tranquilamente en casa. A *faircompanies le ha tocado visitar ambas ciudades en un mes de julio, de manera que hemos descartado algunas de estas propuestas.
El paseo en barca, finalmente, gracias a Patrick Headstrom y Bob Archer, dos seattlelitas de pro, lo hemos disfrutado. Patrick, que trabaja en Seattle para una empresa europea, tiene un pequeño bote y nos sacó a pasear por el lago Washington al atardecer del martes 24 de julio.
- Esta entrada está relacionada con el vídeo Al volante de un vehículo de hidrógeno en Vancouver, Canadá.
Íbamos a participar en la Duck Dodge, una cómica carrera con sus propias reglas, recomendada por Fodor’s como una de “las 100 cosas que hacer en Norteamérica”. Incluso sin carrera, doy fe de que vale la pena darse un paseo a vela por el lago Washington al atardecer, observando las casas flotantes de la orilla y, a lo lejos, las Olimpic Mountains, cuya península protege Seattle del Océano Pacífico y regula su clima durante todo el año. Aquí están las fotos del paseo.
Trabajo y playa
En Barcelona también podemos decir que, cuando llega el horario de verano para muchas empresas, se puede ir a trabajar y a la playa el mismo día.
Aunque, más que disfrutar de la dicotomía que podemos observar en el metro barcelonés solemos padecerla (imagen estereotípica: un grupo de turistas con chanclas y toallas, junto a algún estudiante despistado que se escuda de los gritos con sus auriculares, junto a un ejecutivo vestido más formalmente, demasiado habituado a la escena y el calor de julio en la Ciudad Condal como para siquiera quejarse).
Con la coyuntura que leo en los diarios electrónicos, el ejecutivo también tendrá un cabreo de escándalo, ya que mientras la empresa eléctrica que tiene el monopolio del suministro en Cataluña presenta sus buenos y “saneados” resultados económicos, un apagón ha mantenido a dos velas a todo su barrio durante… Tres días.
En el caso de Vancouver, será posible esquiar, ir en barca, dar un paseo, trabajar, todo en un día, en un trasporte público con una calidad homologable a la de las ciudades europeas, debido a las mejoras que se realizan de cara la los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010.
Reminiscencias de Seattle: Vancouver sigue siendo territorio “fleece“
Como ocurre en otras tantas ciudades de EEUU y Canadá, Vancouver decidió apostar por una movilidad urbana plenamente dedicada al coche privado cuando, en los cincuenta y sesenta del siglo XX, quedó claro que cualquier trabajador canadiense podría permitirse comprarse un coche y tener una casa en los suburbios.
Vancouver desmanteló entonces su tupida línea férrea suburbana, para volver a recuperarla parcialmente ahora. El tejer y destejer de Penélope (hablo de la otra Penélope, la importante).
Al igual que en Seattle, en la ciudad canadiense es sencillo darse una vuelta por un parque natural, en bici, corriendo o de paseo. También se ve ropa cómoda. Los vancouveritas parecen sentirse igualmente en su salsa con la ropa entre casual y deportiva, dominada por el fleece -o forro polar ligero- y los pantalones más cómodos que elegantes (anchos, preferiblemente de algodón). Ambas ciudades parecen la antítesis de la emperifollada Milán, ciudad de zapatos y bufandas.
Un atuendo que sirve para cualquiera de las actividades mencionadas: esquiar, dar un paseo en barca, caminar por uno de los parques urbanos más apacibles y afamados de Norteamérica, Stanley Park. El pragmatismo anglosajón elevado a la enésima potencia.
Hace dos semanas, una vez nos hubimos instalado en Seattle, Kirsten y yo volvimos a coger el coche que hemos tomado prestado de unos familiares (Kirsten habla sobre él en la última entrada de su blog; interesante echarle un vistazo), rumbo a Vancouver.
Un viaje corto
Aunque, tras estudiar un mapa, uno se da cuenta de que no se trata de un viaje tan largo: 137 millas (220 kilómetros) que pueden realizarse -legalmente, lo que implica ir a 60 millas por hora durante la mayor parte del trayecto (100 kilómetros por hora; y, sea por la dureza de la policía o por el sentido de la ciudadanía de la gente, sorprendentemente, todo el mundo lo respeta)- en tres horas, contando la media hora de cola provoca la frontera.
En Norteamérica sí que existe una suerte de mercado común para los bienes y servicios, NAFTA, pero no un tratado que facilite la libre circulación de personas, como Schengen en la UE.
La proximidad entre ambas ciudades no es únicamente climática y geográfica. Lo más parecido a un ciudadano medio de la Columbia Británica, sobre todo el habitante de los suburbios de clase media de Vancouver, es quizá un habitante de los suburbios de Seattle.
Mi opinión personal, tras pasar unos días en Canadá y más de dos semanas en Seattle: es mayor el cambio -climático, geográfico, cultural- entre Barcelona y Zaragoza o -claro- entre Barcelona y Tolosa de Languedoc (intentando hacer símiles entre ciudades situadas a una distancia similar) que entre ambas urbes de Norteamérica.
Cuna de David Suzuki y Greenpeace
Vancouver es, también, una ciudad liberal en un país que, a diferencia de su poderoso vecino del sur, cuenta con servicios públicos homologables a los europeos, en sus virtudes y sus defectos. Destaca, como Michael Moore no se olvida de resaltar en la única película que he visto en el cine desde que estoy en Seattle (Sicko), su sistema sanitario universal como ejemplo preclaro.
La ciudad contaba, de antemano, con un cierto atractivo para faircompanies. Ya le habíamos dedicado un artículo en nuestra sección Background; aunque queríamos averiguarlo con un paseo por la ciudad.
Las razones por las que habíamos dedicado espacio a la ciudad desde el principio del proyecto:
- Vancouver es la ciudad natal de figuras de la talla del respetado profesional televisivo y conservacionista David Suzuki. Es conocido por criticar sin miedo a varios gobiernos y empresas, con datos y sin demagogia, por su permisividad ante la destrucción de la naturaleza.
- Si Seattle cuenta con empresas como REI, una cooperativa de ropa técnica con un respetado programa medioambiental, en Vancouver nació la organización ecologista Greenpeace, en 1971 (se puede acusar a Greenpeace de otras cosas, pero no de haberse apuntado a la sostenibilidad tras el documental de Al Gore). Ambos proyectos son loables (en EEUU, destaca la mezcla entre el espíritu emprendedor y el compromiso; en Canadá, la necesidad de movilizarse ante un problema medioambiental planetario que debe aplacarse cuanto antes). Hace años que Greenpeace dejó de ser una pequeña organización de la Columbia Británica para convertirse en una poderosa ONG con oficinas en 42 países. Su actual sede central se encuentra en Amsterdam.
- Según el último estudio anual sobre calidad de vida en 215 ciudades de todo el mundo que lleva a cabo Mercer Human Resource Consulting, Vancouver es la tercera ciudad del mundo en calidad de vida, sólo por detrás de las ciudades suizas de Zürich y Ginebra. Queríamos averiguar si, en una visita de cuatro días, podíamos percibir de algún modo la “calidad de vida de Vanouver”. El estudio mide hasta 39 criterios, tales como la seguridad personal o las condiciones medioambientales.
- La industria tradicional de la zona, dedicada a la explotación minera y forestal, empobreció el aire y el medio ambiente en la ciudad y su área metropolitana, por lo que desde hace años se regulan las emisiones de los vehículos. Asimismo, se han preservado varias áreas forestales, donde ahora crecen de nuevo coníferas (hasta mediados del siglo XX, el área de Vancouver tuvo el bosque templado más importante del Pacific Northwest). En el propio Stanley Park, uno de los parques urbanos más grandes de Norteamérica, los árboles son básicamente de segunda y tercera generación (tras haber sido intensivamente talados en el pasado).
- Desde los 50 y 60 del siglo XX, la ciudad se planificó teniendo en cuenta las ventajas de una mayor densidad urbana, que reduce la huella ecológica de una población y, a la vez, permite planificar con mayor efectividad un sistema de transporte público. En el caso de Vancouver, esta mayor densidad con respecto a ciudades vecinas (la comparación con Seattle, que ha crecido de un modo suburbano, es demoledora en este sentido), parece haber conseguido una convivencia entre etnias y culturas de distinto origen que es puesto como ejemplo por organismos internacionales. Tras la población de origen europeo, la principal minoría en la ciudad, con una fuerte presencia histórica en Vancouver, es la china. Los lazos con Hong Kong no son sólo étnicos y culturales, sino que el desarrollo urbanístico del centro neurálgico de la ciudad (downtown), ha sido llevado a cabo por trabajadores e ingenieros provenientes de la ciudad china.
Pero las similitudes entre Vancouver y Seattle acaban en la proximidad geográfica, el clima, la cultura -relajada en el vestir, industriosa y emprendedora en el trabajo, un cierto aire liberal- y, si se quiere, el parque automovilístico. Vancouver es, a simple vista, mucho más densa y multicultural que Seattle, sobre todo en su centro económico y comercial.
Abundan los cafés, aunque en Seattle parece haberse puesto más esfuerzo en la calidad del café, la calidad y gratuidad de la conexión a Internet inalámbrica (excepto en Starbucks, sic) y la ambientación de los locales. Los jardines y huertos de los seattlelitas de que viven en los suburbios de University o Bryant , parecen imbatibles, vistos desde la ciudad canadiense.
Y, sí, también aquí puede hacer mucho calor en verano. Los cuatro días de Vancouver son los más calurosos que hemos pasado en hasta el momento en Estados Unidos, al superar ampliamente los 30 grados durante toda la estancia.
¿Ciudad sostenible?
Vancouver no es uno de los destinos más cosmopolitas del mundo, y nunca ha gozado, pese a ser la principal ciudad de la Costa Oeste canadiense del prestigio cosechado por San Francisco o, en términos empresariales, por Seattle.
Es cierto que el transporte público será reforzado de cara a los Juegos de 2010, aunque cuatro días en la ciudad hacen que el visitante que provenga de una densa ciudad europea se pregunte por qué los autobuses parecen el único sistema realmente viable en Norteamérica. El coche privado, como en Estados Unidos, se emplea de un modo más intensivo que en Europa (ya es decir).
Si uno pregunta a un ciudadano de Vancouver por qué en su país se emplea tanto el vehículo privado y se consume tanta energía (en emisiones de CO2 per cápita a la atmósfera, Canadá contamina más que Estados Unidos), como hicimos en nuestra visita, uno obtiene respuestas coherentes, como en este vídeo, aunque no por ello justificables: como en Canadá hay muy poca densidad de población y los espacios y distancias son continentales, uno necesita moverse en coche y no es posible crear un transporte público mínimamente eficiente.
Bien, en Vancouver, ciudad que aplica políticas urbanas que favorecen el aumento de su densidad, podría empezar a cambiar esta dependencia del vehículo privado.
Pese a ello, y sin que lo sepamos en Europa, la ciudad se ha convertido en uno de los centros cinematográficos más importantes de Norteamérica (tercera ciudad en volumen de producción, tras Los Ángeles y Nueva York), debido a la proximidad geográfica con California y un cambio de moneda favorable. Vancouver es, para muchos, “Hollywood North“.
Programa de desarrollo de pilas de hidrógeno
Cuando nos documentábamos sobre la visita a la ciudad, dimos con la sede del programa de desarrollo de pilas y vehículos propulsados por hidrógeno, impulsado por la iniciativa privada y el gobierno canadiense. Se trata del Vancouver Fuel Cell Vehicle Program, cuya sede en Vancouver se encuentra junto a la Universidad.
La ingeniera Alison Setton nos dio la bienvenida y explicó las principales características del programa (puedes verlo en este vídeo, en inglés). Lo que más apreciamos de las explicaciones y aclaraciones de Setton fue la honestidad de las respuestas a preguntas no tan cómodas relacionadas con la tecnología del hidrógeno: ¿Cuándo estará lista esta tecnología? ¿Se logrará reducir el descomunal coste del desarrollo de pilas de hidrógeno? ¿Se podrá generar combustible de hidrógeno empleando fuentes de energía exclusivamente renovables? ¿Es el hidrógeno la apuesta clara de la industria automovilística de cara al futuro?
Tanto Allison Setton como el también ingeniero del programa Mark Rosetto, no tuvieron inconveniente en explicar cómo funciona la pila de hidrógeno (lo fácil) y cuáles son los inconvenientes de esta tecnología. O retos que el hidrógeno debe superar.
En este vídeo, en inglés, pueden verse la tripas del vehículo desarrollado por el Vancouver Fuel Cell Vehicle Program (VFCVP). Quizá en 2015 uno pueda repostar su coche de hidrógeno en algunas gasolineras, o al menos es lo teorizado en este otro vídeo, también en inglés.
Gracias a Mark Rossetto y al resto del equipo del VFCVP, tuve oportunidad de conducir el coche y realizar algunas preguntas a Rossetto. Puedes verlo en este otro vídeo (ahora sí, en castellano).
Conducir un vehículo con pila de hidrógeno es toda una experiencia. A uno se le olvida incluso el argumento del recomendable documental Who Killed the Electric Car? (Chris Paine, 2006), que explica detalladamente por qué podría ser conveniente empezar, mientras no haya tecnologías superiores a punto, con la producción masiva de vehículos eléctricos que puedan conectarse a la red convencional y uno pueda recargar en casa o en elgarage, por ejemplo.
En el documental pueden verse los oscuros intereses existentes en la industria automovilística, relacionados con la política y, claro, los intereses petrolíferos.
Pero, una vez al volante de un coche híbrido, uno se da cuenta de las ventajas de esta tecnología, todavía demasiado cara y en fase experimental (ver el vídeo Al volante de un vehículo de hidrógeno en Vancouver, Canadá).
Veremos qué es lo que ocurre con la industria automovilística, cuya rápida evolución hacia alternativas menos contaminantes reduciría más que cualquier otra política o acción las emisiones de gases contaminantes.
Kirsten y yo, tras despedir a la gente del programa de la pila de hidrógeno canadiense, nos alejamos de allí con un coche híbrido, que no se puede enchufar a ninguna red y todavía depende, y de qué manera, de la gasolina. Era lo menos malo que estaba a nuestro alcance.
En julio de 2007, no hay alternativas comerciales serias a los actuales modelos híbridos, que emplean una batería eléctrica para circular en ciudad, pese a los esfuerzos de algunas compañías locales e independientes por ofrecer alternativas y modificaciones personalizadas bajo demanda (es el caso de la gente de Thunderstruck Motors, en Santa Rosa, California, de los que hablaba en esta entrada y este vídeo. En el documental anteriormente citado se puede averiguar por qué.
Conversaciones con una diseñadora de moda
Los cuatro días en Vancouver dieron para bastante. Algún paseo con bebé Inés incluido, que viajó impasible en su pequeño asiento acoplado.
También tuvimos oportunidad de charlar con una diseñadora de moda que tenía su taller a las afueras de la ciudad.
Confecciona básicamente blusas y suéteres para mujer a partir de retales de tejidos de calidad; asimismo, también recicla las principales marcas y etiquetas que va encontrando entre la ropa usada y los retales que convierte en nuevas prendas de ropa.
Pronto llegará el vídeo relacionado. La conversación derivó hacia la relación entre moda y alta costura y restos de retales, el papel de las grandes marcas, etcétera. Una conversación que habría agradado a la también canadiense Naomi Klein, autora del libro No Logo (cuyo logo “No Logo” es todo un logo, muy reconocido en todo el mundo).
Al saber que éramos de Barcelona, la diseñadora en cuestión nos habló de Custo Barcelona y los inicios del diseñador catalán en Nueva York, cuando creaba camisetas a partir de retales. “Custo Barcelona es ahora una industria que se dedica a imitar la confección a base de retales y restos de tejido, que crea los retales en lugar de intentar obtenerlos.”
La imagen me sirvió para teletransportarme. Una charla a última hora de una calurosa tarde en las afueras de Vancouver que deriva en Custo Barcelona.
Dejamos Vancouver, de vuelta a Seattle, que seguirá siendo nuestro cuartel general hasta nuestra vuelta a Barcelona, a principios de agosto. Hemos encontrado nuestras notas personales sobre eco-densidad, coches de hidrógeno e incluso moda.
Faltó el largo paseo por Stanley Park.