Como ocurrirá a otros, personalmente tengo la mosca detrás de la oreja después de lo que ha salido en la prensa en los últimos meses en relación a las “anomalías contables” de Intervida y Anesvad, esas fundaciones dedicadas a recaudar dinero para que los directivos condujeran cochazos por el centro de Bilbao o pudieran financiar empresas de construcción. Más detalles, aquí.
He encontrado un listado de ONG “transparentes” en España. Es decir: entidades benéficas financiadas con dinero público o de los ciudadanos que son auditadas por sus comunidades autónomas (algo obligatorio siel presupuesto anual de la entidad supera los 2 millones de euros) y, además, se acogen al estudio externo e independiente de sus cuentas.
Como aparece en las informaciones publicadas últimamente por la prensa, existen empresas de análisis que tienen un código ético basado en los que crearon las fundaciones de control estadounidenses más prestigiosas. Al parecer, la Fundación Lealtad, de la que no sé nada, se ocupa seriamente de auditar a las ONG y de asegurarse de que todo está en orden.
Personalmente, me va a costar salir del susto y en estos momentos no creo demasiado en este modo de ayuda al desarrollo. Más que destinar el poco dinero que gano, en calidad de mileurista, a mejorar las condiciones económicas de las estructuras de ONG, prefiero esperar a que se aclare todo lo que ha ocurrido con estos casos de corrupción y más adelante quizá me anime a ayudar económicamente.
Ahora, como digo, el directivo ese del cochazo que se paseaba por Bilbao es el que me tendría que ayudar a mí. Siempre existen espabilados de este tipo, pero uno tiene la sensación de que en España hay más. Desde espabilados de altos vuelos (léase el señor Roca, que de haber tenido legalmente todo lo que en realidad tenía, habría salido en el Top 50 de la lista Forbes de personas más ricas del mundo; si declaran todo estos grandes ladrones, el PIB de España por cabeza sería más alto que el de Luxemburgo), hasta pringados de programa de sobremesa, como el Dioni o Isabel Pantoja.
Parecía que uno podía confiar al menos en las ONG, pero se ha visto que tampoco. Aunque un amigo me comenta que no pueden pagar todas el pato por dos organizaciones que realmente parece que se han dedicado a robar a base de recaudar dinero con programas lacrimógenos de adopción de niños.
Próximamente, más. Ahora vuelvo al trabajo, que aún me echan.