Facebook es la mayor red social del mundo, pero su negocio depende del mantenimiento de intangibles basados en la percepción de sus usuarios: la credibilidad y la confianza.
El efecto de red, según el cual el uso intensivo de una plataforma incrementa su utilidad entre los participantes (lo que atrae a su vez a usuarios novicios), dificulta la tarea a cualquiera que quiera postularse como contrincante de los servicios de más éxito, constituidos en monopolios de facto.
It's sheltered by a magical moat filled with permissionless, trustlessness, censorship resistance, openness and borderlessness. You know, the properties that actually give these protocols their value.
— antiprosynthesis (@antiprosynth) June 19, 2019
Hasta ahora, las principales plataformas de Internet han usado el acceso a financiación para crecer rápidamente mediante la construcción a pérdida de una infraestructura sin parangón, pues la ventaja competitiva de la escala adquirida convierte a meros servicios populares en máquinas de rentabilidad como YouTube o Instagram.
¿Cómo competir con servicios centralizados a gran escala que se convierten en los repositorios de contenido del mundo, sin un acceso equivalente a la financiación y el efecto de red?
El canario en la mina: el primer artículo sobre blockchain para el gran público
El ensayista Steven Johnson firmaba el 16 de enero de 2018 un artículo para el New York Times, sugiriendo que, quizá, una nueva infraestructura de datos para el intercambio descentralizado de valor serviría de antídoto en el futuro contra el abuso de las plataformas de Internet con la tentación de abusar de su posición dominante.
El artículo, titulado «más allá de la burbuja Bitcoin», argumentaba que el potencial de la cadena de bloques («blockchain») no residía en su uso como plataformas de dinero digital descentralizado, sino como la infraestructura que permitiría crear organizaciones cooperativas capaces de crear alternativas descentralizadas a los grandes servicios de hoy.
Facebook ha percibido el riesgo sistémico y el anuncio de Libra, su propia criptomoneda, así lo demuestra. Facebook necesitará mucho más que una cadena de bloques con permisos y con nodos centralizados (controlados por la compañía, que se convierte en «garante» del funcionamiento de la criptomoneda) para desactivar futuros negocios que tomarán formas tan distintas como dicte la voluntad de sus participantes.
Estos participantes podrán integrarse orgánicamente en proyectos autofinanciados y constituirse en modelos mutualistas de organización tales como las DAO, organizaciones autónomas descentralizadas: criptomonedas y sistemas de recompensa en aplicaciones concretas («tokenización») son la prueba contable de un modelo descentralizado con un potencial mucho más amplio, aplicable a cualquier proyecto que pretenda facilitar el intercambio de valor entre participantes sin necesidad de intermediarios que sancionen su credibilidad o legitimidad.
Todo por hacer: antes de las organizaciones autónomas descentralizadas (DAO) viables
Quizá, pronto un sistema de micromecenazgo similar a Patreon podrá ser impulsado y mantenido por los propios interesados en el uso de la plataforma de financiación de trabajadores independientes y creativos; estos servicios podrán constituirse en cooperativas capaces facilitar una asignación más eficiente de recursos entre quienes ofrecen y quienes demandan distintos tipos de bienes y servicios.
Mientras tanto, se consolida el uso de la cadena de bloques en sectores como el bancario («fintech»).
Las grandes empresas no quieren quedarse atrás y toman posiciones en la cadena de bloques, interesadas por el uso personalizado de los contratos inteligentes. IBM ofrece su propio entorno para crear smart contract, Hyperledger Fabric, en licencia de código abierto, y apuesta por el posible efecto de red de su eventual popularidad.
En tecnología financiera (fintech), BBVA, Intesa Sanpaolo, CommerzBank, Goldman Sachs, BNP Paribas, ING y Royal Bank of Canada ultiman aplicaciones de servicios financieros —tanto de contabilidad interna que evite el «doble gasto» y otras estafas, como en servicios para clientes— mediante distintas estrategias. Estas instituciones experimentan sobre todo con contratos inteligentes disponibles en Hyperledger Fabric y Ethereum.
Otras instituciones financieras (es el caso de Santander) han optado por usar la mayor plataforma blockchain con permisos (y, por tanto, con intermediación centralizada), Ripple. En Estados Unidos, American Express quiere acelerar la evolución de los programas de fidelización por puntos con un sistema integrado en blockchain que facilite transacciones, seguimiento de historiales y premios basados en el perfil de cada usuario.
La apuesta Polkadot: la piedra Rosetta de blockchain
El servicio deberá también facilitar el intercambio de tokens entre familiares, conocidos o compañeros de trabajo, y allanar el terreno para una eventual interoperabilidad de estos tokens de recompensa creados en distintas cadenas de bloques.
La empresa Polkadot (que se autodefine como «plataforma de interoperabilidad de cadenas de bloques en la Web 3.0 descentralizada») ultima su propio protocolo para que las distintas cadenas de bloques puedan hablarse entre sí de un modo seguro, gracias a una red superpuesta que supere la fragmentación y logre la comunicación entre las distintas plataformas. Se configuraría, al menos en la práctica, una blockchain global.
Eso sí, el optimismo teórico y técnico de proyectos de interoperabilidad como el de Polkadot debe demostrar su viabilidad en la práctica. Hasta el momento, empresas de intermediación de pagos en línea a cambio de comisiones por uso, como Paypal y Stripe, han experimentado sin éxito con blockchain.
Stripe inició experimentos de desarrollo de su plataforma en una infraestructura en su propia cadena de bloques, pero optó poco después por concentrar su energía en el producto actual y aguardar a que otros definan la nueva Frontera y los pilares de la madurez de la tecnología.
Patrick Collison, cofundador junto a su hermano de la firma de pagos, ha confesado su simpatía por el contenido teórico de la tecnología, si bien augura que la mayoría de los proyectos fallará.
«Consenso» en cadenas de bloques privadas: la prueba de autoridad (POA) vs. Libra HotStuff
Más allá del mundo de las aplicaciones financieras, «fintech», varias firmas de Internet, tanto los gigantes Amazon y Facebook como fabricantes de microprocesadores con arquitectura especialmente adecuada para el minado, como Nvidia, siguen con atención la evolución de la arquitectura para no perder el tren una vez el protocolo llegue al gran público.
Más de la mitad de los beneficios de Amazon proceden de sus servicios de computación en la nube Amazon Web Services, AWS, y su tienda global depende de la distribución logística automatizada y trazabilidad de un catálogo global de productos.
El caso de Facebook es, si cabe, todavía más estratégico: una de las aplicaciones de la cadena de bloques, la de servir de infraestructura descentralizada para facilitar las comunicaciones y transacciones entre usuarios sin necesidad de intermediarios, quienes retoman de paso el control de sus datos y actividad, es un riesgo potencial a la continuidad a largo plazo de los servicios de la firma de Mark Zuckerberg, cuyo modelo de negocio depende del rastreo de los datos y de la actividad de los usuarios.
En el mundo de la logística, Walmart ha integrado blockchain para comprobar el ciclo de vida de sus productos perecederos y detectar automatizar acciones instantáneas en situaciones que antes se prolongaban durante semanas.
La gestión de ayuda humanitaria podría beneficiarse también de sistemas automatizados con contratos inteligentes, y el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, a través de la iniciativa Building Blocks, que pretende otorgar ayuda efectiva a refugiados y poblaciones necesitadas sin depender de intermediarios que pudieran diluir el esfuerzo humanitario.
(Re)Construyendo bloque a bloque
Esta iniciativa se ha estrenado en Pakistán y Jordania: desde octubre de 2018, más de 100.000 refugiados sirios en campos de Jordania reciben ayudas en efectivo a través la cadena de bloques privada y con permisos Building Blocks, programada sobre Ethereum a través del cliente Parity de esta plataforma.
Este protocolo humanitario se sirve de una «prueba de autoridad» (proof-of-authority, PoA) como mecanismo de consenso de las transacciones y la actualización de la cadena de bloques: los participantes verificados son los nodos efectivos de la cadena, cuya actualización es supervisada siguiendo una arquitectura similar a la de Ripple, la mayor cadena de bloques en funcionamiento con intermediario (cuyo papel es asegurarse de que la identidad de un usuario antes de su activación en el sistema de transacciones, así como evitar ataques del 51%).
Ripple dejará de ser la mayor cadena de bloques «cerrada» una vez Facebook desembarque con Libra, plataforma que también dependerá de un sistema de permisos descentralizado e impedirá la entrada libre de participantes (principales características de las cadenas de bloques «abiertas» o descentralizadas, sistemas sin intermediarios tales como Bitcoin y Ethereum).
También en Estados Unidos, la Delaware Blockchain Initiative mantiene una infraestructura blockchain para asegurarse la propiedad de acciones a partir del seguimiento del histórico de transacciones, lo que evita fraudes como el «problema del doble gasto» (en este caso, afirmar que se poseen acciones que, en realidad, son propiedad de terceros).
Poco a poco, surgen los usos cotidianos, y distintos niveles gubernamentales de todo el mundo tratan de mejorar servicios cotidianos con proyectos de blockchain privadas cuyo historial de modificaciones elimine los errores administrativos y la pérdida de información.
Hernando de Soto, el economista peruano experto en desarrollo económico a partir del reconocimiento jurídico paulatino de economías informales (las cuales preceden en entornos de rápido desarrollo a un crecimiento institucionalizado), cree que la cadena de bloques es una oportunidad para que los emprendedores de zonas vulnerables en países en desarrollo reduzcan su exposición a estructuras burocráticas inexistentes, corruptas, inoperativas o una combinación de estos fenómenos.
Mejores registros
La cadena de bloques puede albergar registros catastrales, servicios de microcréditos y validaciones de transacciones a prueba de falsificación y sin intermediarios, y evitar de paso el problema del «doble gasto» (o la estafa).
Asimismo, las regulaciones urbanísticas de todo el mundo, que han alcanzado a lo largo de las décadas dimensiones difíciles de navegar incluso por los expertos en la materia, pueden beneficiarse de registros donde se observa el histórico de actuaciones en cada parcela de propiedad, sea pública o privada.
El condado de Cook, en Illinois, que incluye a Chicago y su zona metropolitana entre sus municipios, inició un programa piloto sobre blockchain como registro de intervenciones urbanísticas. Todas las transacciones de propiedad (pero también nuevas inscripciones de hipotecas, modificaciones relacionadas con la calificación y uso de suelo y edificios) constituyen en este sistema un hash, o registro único en la cadena.
El histórico creado, que no acepta la modificación retroactiva en calidad de blockchain, se representa gráficamente, de tal manera que tanto personal administrativo como ciudadanos interesados puedan interpretar con mayor rapidez y eficiencia la evolutiva de solares, barrios, localidades o colectividades mayores.
Ambos ejemplos —el registro descentralizado y sin intermediarios de propiedades informales en economías en desarrollo promovido por expertos como Hernando de Soto, y el registro urbanístico en Illinois— reflejan la dicotomía en la naturaleza de la nueva herramienta: pese a sus raíces cypherpunk, la cadena de bloques puede usarse como herramienta mutualista ajena a las administraciones que refuerza las transacciones anónimas entre participantes… o puede convertirse en una herramienta eficiente de registro, análisis y seguimiento de todo tipo de transacciones burocráticas y, por tanto, erigirse en arma poderosa de control estatal, y evolucionar hacia estructuras de vigilancia panóptica (como el proyecto de puntuación de ciudadanos del Gobierno chino, o «crédito social» —en la práctica, un «carnet por puntos» o karma para la vida: un mal crédito impediría acceder a determinados puestos y servicios, desde empleos estratégicos hasta la posibilidad de viajar en avión o salir del país—).
Según el caso, los smart contract pueden instituirse en contratos informales efectivos entre sociedades mutualistas ajenas al control de un Estado, o en una herramienta eficiente y automatizada para aplicar normas, procesos administrativos y leyes ya existentes dentro de un marco jurídico convencional.
Juego de espejos en el mundo cripto: ajedrez entre analistas y especuladores
Para una tecnología que, según la opinión general, todavía no ha encontrado su killer app —si restamos el éxito y estabilidad en los márgenes que ha logrado Bitcoin—, la evolución de expectativas en torno a la plataforma mueve la suerte de compañías de hardware especializadas en el componente decisivo para el «minado» de criptomonedas, los microprocesadores diseñados para el entorno gráfico.
El ejercicio 2018 mostró signos claros de enfriamiento en la demanda de procesadores DRAM; Apple, Samsung, Hynix y Micron —principales fabricantes de procesadores de alto rendimiento para teléfonos, drones, automóviles y redes 5G— se toparon con un descenso inesperado de la demanda en el mercado de teléfonos de alta gama, equipamiento de infraestructuras de computación en la nube, y un descenso radical de comandas relacionadas con instalaciones de nodos cripto, sobre todo enfocados en el proceso de prueba de trabajo, PoW.
Jim Handy, investigador de mercado en Objective Analysis, achaca el descenso en la demanda de microprocesadores de alto rendimiento al exceso de demanda.
Nvidia, la firma que se especializó en procesadores gráficos para entusiastas de los videojuegos, ha padecido como ninguna otra compañía el vaivén especulativo en mercados que concentran, de momento, más promesas que realidades de mercado: aplicaciones de inteligencia artificial para entornos domésticos, dispositivos de realidad aumentada y el mundo cripto.
La debilidad percibida en torno al fabricante de procesadores gráficos ha atraído a los especuladores bursátiles, quienes usan el descenso de ventas desde el pico pedidos de 2017 —cuando el auge en la adopción y minado de Bitcoin multiplicó las perspectivas de negocio—, para beneficiarse de los vaivenes del precio de las acciones.
Según los analistas, los mismos especuladores reconocen la valía de la estrategia de la compañía a largo plazo y confían en el futuro de blockchain. Descienden momentáneamente los pedidos de hardware más relacionados con el atractivo especulativo de invertir y minar criptomonedas y, a la vez, se consolidan proyectos que van más allá de la especulación con monedas digitales y tokens, relacionados con smart contract.
Antes del cambio profundo
Menos especulación y más valor real, pues blockchain corre el riesgo de convertirse en una de esas palabras para todo, ese comodín del que uno puede abusar para vestir una reunión, una clase magistral en una escuela de negocio o una presentación de proyecto empresarial a inversores.
Leemos de supuestos expertos que blockchain es una tecnología opaca que facilita actividades criminales como el pago anónimo de productos ilegales en mercados electrónicos como Silk Road; y, a continuación, se nos dice lo contrario, pues la estructura de la cadena de bloques es ideal para prevenir algunas de las actividades criminales que más preocupan a la ciudadanía, tales como la falsificación de derechos sobre valores asignados.
Se nos dice que blockchain permitirá a los gobiernos realizar un seguimiento exacto y distópico de las transacciones de valor entre la ciudadanía y, a la vez, que su carácter anónimo prevendrá precisamente el espionaje de Estado, pues la burocracia tradicional pierde su estatuto de intermediación.
Todo es parcialmente cierto y esta aparente contradicción subraya el punto de inflexión en que se encuentra la tecnología: demasiado popular entre perfiles técnicos, usuarios pioneros, aventureros en busca de nuevos caladeros donde el riesgo percibido multiplica las posibilidades de ganancias meteóricas, y especuladores; y, a la vez, todavía demasiado en ciernes como para mostrar una utilidad irresistible al gran público.
Ya no recordamos que la mayoría de los usuarios que se conectaron a Internet por primera vez a finales de los noventa, tras años de análisis y artículos de opinión sobre la posible deriva del nuevo medio descentralizado, no necesitaron analizar y comprender en profundidad los distintos protocolos que la hacen posible para beneficiarse de su incipiente —pero indudable— utilidad.
Y qué decir de las generaciones que se digitalizaron en edad adulta y mantuvieron sus reticencias con respecto a su utilidad hasta que alguien de quien nunca habían oído hablar, un tal Steve Jobs, creara un teléfono que podían usar con el dedo como cursor y condensaba al fin teléfono, navegador de Internet y reproductor multimedia (hoy, el teléfono inteligente es una computadora de bolsillo de pleno derecho y ordenador principal de un tercio de la población mundial).
Durante los noventa, se había sucedido la avalancha de artículos para todos los gustos sobre la que se denominaba a menudo International Network: hablaban sobre el medio detractores de Internet bien informados de las tecnologías que la habían posibilitado, como el ya mencionado astrofísico y experto informático Clifford Stoll, quien se rió públicamente de la Internet a pedales de 1995 y tuvo que afrontar el devenir de los acontecimientos.
A la cacofonía de entonces, informada y no tanto, se sumaba la voz acreditada de entusiastas sosegados, como Nicholas Negroponte, entonces director del MIT, o de académicos expertos en el efecto de red, como el entonces ampliamente citado Manuel Castells; y crecía, asimismo, el estatuto de entusiastas fanáticos, como el ciberactivista y enfant terrible de la contracultura —reconvertido luego en neoconservador— John Perry Barlow (autor de la grandilocuente Declaración de Independencia del Ciberespacio).
Las capas de blockchain: una Internet de contratos automatizados
La propia Internet compite en complejidad con blockchain, pero ambas tecnologías guardan un paralelismo esencial: conforman una arquitectura sostenida por capas de distinta función y naturaleza, que han requerido una mejoría y mantenimiento constantes a lo largo de los años, casi siempre lejos de la comprensión o preocupaciones cotidianas de una sociedad que ha evolucionado hasta el punto de equiparar la Internet ubicua con un derecho fundamental.
Lo que podemos tener claro de momento, y no es poco, es que blockchain ha confirmado su viabilidad en sistemas para transferir valor a través de redes seguras, descentralizadas y globales, eliminando la necesidad de instituciones de arbitraje.
En segundo lugar, la cadena de bloques permite crear sistemas autónomos que carecen del control oligopólico de un pequeño porcentaje de los participantes, lo que permite crear sistemas de normas entre usuarios que no se conocen ni tienen necesidad de confiar el uno del otro, a través de contratos inteligentes que establecen un marco de acción en contextos determinados (sirve como ejemplo la siguiente proposición, que recuerda los servicios para programar acciones repetitivas, al estilo de IFTTT: «si se cumplen estos requisitos, el participante A recibirá del participante B una cantidad de valor determinada, lo que a su vez accionará una cláusula adicional»).
Finalmente, blockchain es pertinente cuando se trata de armar registros resistentes a la falsificación, transparentes y con capacidad para almacenar un histórico de eventos de manera secuencial (especialmente útil para crear registros de uso público que generen confianza cuando las instituciones son demasiado inestables y carecen de una mínima legitimidad contrastable con estándares mínimos internacionales).
Podemos entender Internet como el ensamblaje precario de cinco capas interdependientes, pero muy distintas entre sí: infraestructura física (cables, enrutadores, etc.); conexión de datos (Ethernet, Wifi, etc.); arquitectura de red (Protocolo de Internet); transporte de paquetes de datos (TCP, UDP), y aplicaciones (lo que vemos como usuario: HTTP para la Web, SMTP para el correo, FTP para transferir ficheros). La cadena de bloques sigue una estructura de capas muy similar, todavía en proceso de maduración: la infraestructura física, las conexiones y la infraestructura de red equivalen a las de Internet.
Blockchain y geopolítica
El transporte de datos requiere nuevos protocolos en modelos que integran blockchain, inspirados en el espíritu abierto, descentralizado e interoperativo de la propia Internet: entre el transporte de datos, aparecen protocolos para intercambiar valor (Bitcoin), firmar contratos inteligentes entre partes y usar aplicaciones distribuidas (Ethereum).
A diferencia de las aplicaciones web tradicionales, los servicios que se sirven de la cadena de bloques sustituyen de facto unos términos de servicio heredados del derecho tradicional por una serie de normas «escritas» en la propia arquitectura de la cadena de bloques: la infraestructura es de carácter descentralizado, tiene un diseño de espíritu mutualista y desoye textos jurídicos de servicio tradicionales, al sustituirlos por un diseño anónimo y sin intermediarios institucionales, sobre el que se pueden diseñar marcos jurídicos a medida y bajo demanda, a través de la función de smart contract.
Estas «leyes de facto» que se pueden construir a la carta sobre la cadena de bloques usando contratos inteligentes, aplicaciones distribuidas e incluso organizaciones autónomas descentralizadas (DAO) con un estatuto jurídico en el limbo (algo así como un barco que permanezca en aguas internacionales y declare llevar en su mástil una bandera apátrida), generarán tensiones con las leyes jurisdiccionales del mundo físico.
A inicios de Internet, numerosos académicos sostuvieron tesis similares: una red de distribución de telecomunicaciones en forma de malla y sin epicentro, estructura piramidal o límites de acción geográficos (como las licencias de televisión o radio, por ejemplo) crearía problemas de aplicación y legitimidad de las leyes. Así al menos lo sostenían los profesores David Johnson y David Post, que estudiaron las posibles derivas del fenómeno; sus reflexiones recuperan vigencia en el terreno fiscal, cuando los grandes conglomerados tecnológicos actuales utilizan todas las artimañas fiscales a su alcance para evitar al máximo el sistema impositivo en los países donde operan.
En noviembre de 2017, Donald Trump firmó una ley, Tax Cuts and Jobs Act, que incluía una cláusula efectiva a partir del año fiscal 2018, para permitir a las empresas tecnológicas estadounidenses absorber —a un bajo interés impositivo— los beneficios de sus subsidiarias.
El futuro de los videojuegos multijugador en línea
De proliferar como tecnología que descentralice Internet y otorgue el protagonismo a los usuarios de las principales infraestructuras P2P, la cadena de bloques causará efectos en leyes circunscritas a límites geográficos.
Sin embargo, autoridades supranacionales, como la Unión Europea, han tomado la iniciativa con leyes de salvaguarda de los intereses de la ciudadanía y la libre competencia entre ofertas en nuevos mercados de la Red que han madurado como monopolios encubiertos: las multas a Microsoft, Google y Facebook en los últimos años por su posición de dominancia en los mercados donde operan demuestran la supeditación de los negocios de Internet al mundo jurídico.
La posición de la UE ante la denominada lex cryptographica podría influir sobre la evolución de la cadena de bloques, si bien esta infraestructura refuerza su carácter distribuido, anónimo y resistente tanto a intermediarios como a la manipulación retroactiva de datos. Internet, por el contrario, no cuenta con una infraestructura plenamente distribuida y que depende de empresas con miles de trabajadores que instalan centros de datos en determinados lugares, recuerdan los expertos en derecho tecnológico y neutralidad de red Jack Goldsmith y Timothy Wu.
Poco a poco, se consolidan los usos de la cadena de bloques orientados a empresas (B2B) y al público general (B2C). A medida que aumenta la presión para lograr el éxito que catalice suficiente talento y atención de usuarios pioneros para llegar a la fase de adopción masiva, inversores y nuevos proyectos definen su campo de acción: método de financiación, plataformas de smart contract donde estar presentes, tecnología que ofrecer o usar, y orientación a negocios o consumidores finales: aplicaciones para transmitir algún tipo de valor o título de derecho sobre algún bien o servicio; mecanismos de confianza basados en la valía del histórico de transacciones de un producto especialmente único o valioso; o contratos que ejecutan sus cláusulas a medida que se cumplen las condiciones estipuladas.
Durante este proceso de ensayo y error, se suceden ya problemas técnicos y, si nos atenemos a fenómenos análogos pretéritos, llegarán sus soluciones. Las soluciones llegaron en el pasado cuando el interés y utilidad percibida por un servicio o tecnología superaba con creces cualquier inconveniencia técnica irresoluble al instante.
Así lo demuestra la recuperación de servicios tras dificultades técnicas iniciales en apariencia insalvables, como Twitter, que en sus inicios se mostró incapaz de amoldar su infraestructura a los requerimientos de un uso de registros en la base de datos especialmente intensivo, lo que demandaba un nivel de refresco de la información tan elevado que imposibilitaba la dependencia de viejos modelos de caché. Esta inconveniencia al principio poco menos que irresoluble sin una transformación profunda de la empresa e inversiones monstruosas, ocasionó una legendaria intermitencia en el servicio que hoy ya nadie recuerda.
El rol acelerador de los videojuegos
De permanecer alejada del interés del gran público, la cadena de bloques no caerá en el olvido, a tenor de los ámbitos donde se experimenta con la tecnología: desde asegurar dispositivos conectados (Internet de las Cosas) con la asistencia del nuevo estándar de conexiones móviles de alta velocidad —5G—, a registros electrónicos administrativos, sanitarios o financieros, pasando por el procesado de reclamaciones y títulos en el mundo de los seguros, el monitoreo de procesos industriales, y la gestión de un intangible del que dependen los gigantes tecnológicos de hoy: nuestra identidad y su relación con contenidos, bienes y servicios (incluidos los «servicios publicitarios» —si pueden considerarse como tales—).
Asimismo, ¿qué aventuran dos fenómenos en apariencia separados, como el éxito fulgurante de las «criptomascotas» CryptoKitties (surgidas en Ethereum y con identidad única irremplazable, lo que aumentó su valor hasta los 170.000 dólares), y Fortnite, el éxito del videojuego multiplataforma comercializado en forma de paquetes de software descargables?
Fortnite se sirve de una máquina virtual compartida para acelerar las partidas multijugador en Internet, con partidas de hasta 100 jugadores compitiendo simultáneamente para aniquilarse hasta que sólo quede el vencedor; un tirador en primera persona y de supervivencia que pone de relieve el atractivo perenne por la violencia de un público eminentemente masculino, justo un siglo después de que los europeos empezaran a despedazarse los unos a los otros en dos contiendas mundiales y otros tantos conflictos civiles y revolucionarios.
Quienes prestan atención a ambos fenómenos, el de los primeros juegos de culto en blockchain y la evolución de los juegos más costosos y sofisticados hacia arquitecturas distribuidas, consideran que la convergencia entre ambos mundos es inevitable: la arquitectura descentralizada, la seguridad y la anonimidad de la cadena de bloques son demasiado valiosas como para no integrarlas en máquinas virtuales compartidas similares a EVM, la máquina virtual descentralizada de Ethereum.
¿Qué aparecerán antes, las DApp de uso masivo en servicios financieros o los videojuegos en línea que combinen la ejecución de Fortnite con la seguridad y estructura de datos de blockchain?
Con Libra, Facebook pretende capitalizar el potencial de blockchain y convertirlo en una herramienta más para garantizar su dominio centralizado a largo plazo. Curiosamente, la apuesta de Facebook se desprende de las principales ventajas de la cadena de bloques: el carácter abierto y anónimo de estas plataformas, así como la ausencia de intermediarios que sancionen la validez de las transacciones, pues el registro compartido de todas las operaciones ocurridas en una cadena de bloques abierta y sin permisos validez a cualquier institución que pretenda monopolizar el sello de un intangible que no hará más que acrecentar su importancia en el mundo digitalizado: la confianza.
Si deseas conocer con mayor profundidad el estado de cosas de una tecnología que transformará nuestra manera de intercambiar valor y creará todo tipo de organizaciones y servicios descentralizados, puedes consultar el ensayo que he publicado en Anaya Multimedia: Blockchain: ¿fuego prometeico o aceite de serpiente?