Música para estimular la conciencia plena, libros de autoayuda para aumentar el rendimiento intelectual, dietas y suplementos para mejorar la memoria, rutinas físicas para estimular la creación de neuronas (neurogénesis) y pensar mejor…
Asistidos por información en relojes, teléfonos y demás dispositivos con sensores, nos adentramos en la era del “Yo cuantificado“. Artículos e información comercial (a veces, “infomercials“) nos prometen no sólo medir nuestro rendimiento físico, sino potenciar el rendimiento mental, gracias a la todavía tímida llegada de una vanguardia de alertas que nos invitarán a ejercitarnos, tomarnos un respiro, meditar o dar un paseo para, luego, rendir más y mejor.
Y, los que no puedan o no quieran realizar el esfuerzo, podrán tomar suplementos para, supuestamente, mejorar el rendimiento sin sudar la gota gorda. El viejo esquema de lograr la máxima ganancia con el mínimo esfuerzo.
Pero, ¿puede el principio de Pareto aplicarse a algo tan difícil de sintetizar como nuestra propia existencia?
El “Yo cuantificado” no sólo depende de la actividad y funcionamiento de sensores capaces de registrar nuestra “actividad” y, a partir de su estudio, aconsejarnos en función de nuestra edad, sexo y condición física, sino que adelanta en qué consistirá una segunda fase de esta cuantificación, orientada a nuestra tonificación y rendimiento intelectuales.
Riesgos de reduccionismo del “Yo cuantificado”
Inversores tecnológicos y candidatos a emprendedores se interesan por el recorrido lo que tildan de “potenciación” de las capacidades humanas, tanto físicas como intelectuales, sirviéndose tanto de métodos más tradicionales (ejercicio físico y espiritual) como de tecnología: sustancias psicotrópicas o incluso modificación genética y tecnológica. El transhumanismo, creen, ya ha comenzado.
Pero, ¿hasta qué punto el registro de cierta actividad física y los datos recabados por acelerómetros y sensores de pulso pueden orientarnos para que mejoremos nuestro rendimiento intelectual?
El riesgo de que mejorar nuestro rendimiento intelectual, la nueva obsesión contemporánea, se convierta en una promesa comercial reduccionista sin una base científica sólida planea sobre los primeros productos sólidos que nos “cuantifican” más allá de contar tiempo de reposo, pasos, frecuencia cardíaca, movimientos y rutas (y estimar, a partir de esta información, cómo esta actividad influye sobre nuestra tonificación física y mental).
Viejos y nuevos métodos para mejorar
Empresas como Soylent, compuesto nutritivo vendido en forma de líquido o polvo que puede emplearse como complemento nutritivo o sustituto de los alimentos convencionales, apuestan a que la alimentación puede ser sustituida por su deconstrucción química: sobres con todos los ingredientes y proporciones recomendadas para una nutrición humana equilibrada, olvidando que la alimentación es un ámbito donde el reduccionismo es arriesgado: desconocemos hasta qué punto algo tan complejo como la nutrición humana puede reducirse a la suma de las partes.
Para quienes disfrutan con la cocina, la alimentación es filosófica y científicamente emergentista: el sistema en su conjunto es más rico y complejo que la suma de sus partes.
Hay una correlación entre actividades como la introspección (meditar, divagar, concentrarnos, etc.) y nuestro rendimiento intelectual; asimismo, estudios en animales y personas confirman que el ejercicio físico continuado (correr, caminar) transforma el cerebro incluso físicamente:
- nacen más neuronas (la neurogénesis se acelera –estudio-);
- y tanto vasos sanguíneos como sinapsis neuronales incrementan su volumen en áreas del cerebro relacionadas con la memoria y el pensamiento complejo, recuerda, una vez más, Gretchen Reynolds en Well, la bitácora de The New York Times.
Rutinas nootrópicas
También existe una clara y documentada evidencia que relaciona determinadas sustancias con mayor actividad neuronal, desde estimulantes tradicionales a medicamentos regulados, sustancias no reguladas y drogas, que en entornos de exigencia intelectual proclives a la experimentación, como universidades y Silicon Valley, han propulsado la experimentación con nootrópicos: sustancias ingeridas como potenciadores cognitivos.
El aumento del consumo y experimentación con nootrópicos (apodados por unos “smart pills”, mientras otros optan por el uso de expresiones como “hackear el cerebro”, o incluso por “dopaje” académico o laboral), preocupa a autoridades sanitarias como la FDA estadounidense, que no ha aprobado expresamente la mayoría de los supuestos potenciadores cognitivos que ya pueden adquirirse en tiendas especializadas o por Internet.
He aquí un relato sobre la introducción del fenómeno en el día a día de estudiantes y jóvenes profesionales en lugares con una marcada filosofía pragmática y utilitarista, como las urbes californianas:
“Como muchos otros trabajadores tecnológicos, el joven de 24 años Dennis Qian quiere tener suficiente energía para trabajar con el máximo nivel de concentración y, a la vez, mantener la energía necesaria para mantener una vida social más allá de su exigente trabajo.
“Este residente en San Francisco probó primero Red Bull de alto octanaje y botellines de 5-Hour Energy durante la Universidad, pero su reacción a la cafeína le aumentaba su nerviosismo en vez de su concentración. Después de hacer algo de investigación, empezó a experimentar con combinaciones de suplementos conocidos como ‘nootrópicos’, o vitaminas para el cerebro.”
Cuando el relato se confunde con la realidad
Así empezaba Victoria Colliver su reportaje sobre la materia para The San Francisco Chronicle (abril de 2015).
Las expectativas de inversores y del público en compañías que han apostado con agresividad en el “Yo cuantificado”, desde la nutrición a la potenciación cognitiva, pasando por el testeo genético y la promesa de simplificar la detección de enfermedades (léase el escándalo en torno a Theranos, empresa que prometió un test sanguíneo de nueva generación y que, de momento, se enfrenta a una investigación criminal), deben materializarse con resultados comprobados a la altura de la cuantificación que prometen.
La eclosión del uso de nootrópicos tiene su epicentro en San Francisco, donde se concentra el mayor número de inversores, promotores y usuarios de las nueva familia de sustancias, que pretende innovar en un mercado dominado hasta ahora por estimulantes tradicionales (cafeína, teína) y bebidas energéticas con una composición similar estos alcaloides (las principales bebidas se componen de taurina, cafeína y glucuronolactona (un carbohidrato de glucosa concentrada y, por tanto, de rápida absorción, con efectos secundarios similares al azúcar refinada).
Nootrópicos: ¿potenciadores cognitivos o pseudociencia?
Al ser considerados suplementos naturales o nutracéuticos, los nootrópicos no requieren la aprobación previa por el organismo que se encarga de la regulación de alimentos y medicamentos (en Estados Unidos, la FDA), explica Victoria Colliver en su reportaje.
Las compañías de esta nueva categoría de suplemento tampoco deben probar antes de la venta su inocuidad para la salud, ni tampoco que la eficacia prometida comercialmente se corresponde con la realidad:
- sus defensores creen que el desajuste entre supuestos efectos y su comprobación científica se debe a que, en cualquier innovación, la industria siempre precede a la regulación, que se adapta posteriormente;
- mientras los críticos con las llamadas “smart drugs” (pese a ser, a efectos regulatorios, meros suplementos alimentarios) creen que nos encontramos, en la mayoría de los casos, ante una pseudociencia.
Así lo cree Rae Matsumoto, rector de una Facultad de Farmacia californiana, que expresaba a Victoria Colliver su preocupación sobre los posibles efectos para la salud de los nuevos productos.
Maestros del marketing
Candy Tsourounis, profesor de farmacología clínica de la Universidad de California en San Francisco, considera que no hay información suficiente para garantizar seguridad y dosificación:
“No tenemos información para decir que estos ingredientes o combinaciones de ingredientes se han probado y demostrado un beneficio por encima de sustancias placebo, el ejercicio regular o una dieta equilibrada.”
Tanto usuarios como promotores de nootrópicos en Silicon Valley subrayan que la cautela médica y farmacéutica contrasta con un creciente número de estudios que, según ellos, probarían la eficacia del uso continuado de estos suplementos.
Victoria Colliver menciona en The San Francisco Chronicle a dos de los defensores del uso de nootrópicos más notorios:
- el “chico del póster” de la autoayuda entre el exigente mundo tecnológico de San Francisco (y blanco de las críticas entre los escépticos del estilo de vida “cuantificado”), Tim Ferriss, maestro de la autopromoción que muestra cierta fijación por acortar cualquier rutina que mejore supuestamente nuestra existencia a 4 horas: el mínimo necesario, según él, para optimizar trabajo, ejercicio y nutrición;
- y el inversor y empresario Dave Asprey, creador de un producto y una dieta que se basan en nootrópicos: Bulletproof Coffee y -claro- Bulletproof Diet.
Sueños transhumanistas y areté
Ambas personalidades han basado su carrera en explicar a jóvenes que combinan horarios laborales maratonianos con una vida social exigente que es posible “hackear” cuerpo y mente para mejorar el rendimiento. Asprey va más allá con sus promesas y asegura que el uso continuado del nootrópico adecuado mejora no sólo el rendimiento intelectual, sino la propia inteligencia (asegura haber incrementado su cociente intelectual en 20 puntos gracias a sus esfuerzos en “biohackeo”).
Lo que gurús de la autoayuda y la mejoría física e intelectual con una combinación de sustancias como nootrópicos, nutrición y ejercicio, como los mencionados Tim Ferriss y Dave Asprey, no pueden negar, es su interés -en tanto que parte activa del nuevo sector- en que drogas inteligentes, perfeccionamiento humano en cortos períodos y cuantificación física y anímica de nuestra vida (a través de aplicaciones y sensores en torno al “Yo cuantificado”), sean más que promesas.
Para crédito de Tim Ferriss, el autor superventas de libros de autoayuda reconoce haber probado prácticamente todos los nootrópicos que ha sido capaz de encontrar pero:
“…a grandes rasgos, la ganancia a corto plazo, para mí, no compensa los efectos potenciales a largo plazo relacionados con su uso.”
Ferriss se decanta por el uso de ejercicio, meditación y estimulantes más convencionales para mejorar la función cognitiva, desde concentrados de cafeína o teína a yerba mate.
En los próximos tiempos, inversores en el nuevo sector, desde Y Combinator (a través del cada vez más influyente Sam Altman), a Founders Fund (Peter Thiel, que no oculta su exploración del transhumanismo), pasando por Tim Ferriss y Dave Asprey (que financian otras compañías) deberán demostrar la eficacia de productos nootrópicos.
“Hackear” algo mucho más complejo que una CPU
Para quienes usan nootrópicos, el efecto estimulante de la memoria y la potenciación cognitiva están fuera de toda duda, ya que los efectos son similares a los obtenidos por estimulantes como el café y la taurina. Para conocer en qué consiste esta mejoría cognitiva con mayor detalle, Kevin Roose probó todas las drogas de esta nueva categoría popularizadas en Silicon Valley antes de explicar su experiencia en un reportaje para Fusion.
“Los programadores favorecen los nootrópicos porque supuestamente aumentan la productividad y agudizan la concentración sin la intensidad o los efectos secundarios de medicamentos con prescripción como Adderall o Modafinil.
“Algunos usuarios crean sus propios nootrópicos usando contenedores en polvo, comprados en Internet o en tiendas de suplementos. Y otros optan por combinaciones preconfiguradas diseñadas para producir efectos específicos.”
Un mes después de iniciar su experimento con complementos a medida o creados por compañías con implantación en San Francisco como Nootrobox, combinado con una profundización en la comunidad de usuarios que intercambian recetas y sus supuestos efectos (incluyendo un subreddit sobre la temática), así como con la lectura de resultados clínicos que certificarían los efectos de los productos del sector, Kevin Roose no estaba seguro de que las sustancias ingeridas funcionaran:
“He estado tomando nootrópicos aquí y allá durante un mes, y pese a mis tirones de productividad, no estoy todavía seguro al 100% de que funcionen. Podría estar perfectamente auto-convenciéndome para concluir que estoy trabajando más duro y concentrándome mejor de lo que acostumbro.”
Auge de los nootrópicos
Pero, añade, lo que queda claro es que hay mucha gente sintiendo algún efecto cuantificable, a tenor del aumento de actividad en el sector, con nuevas empresas como truBrain, Nootrobrain, Nootroo, etc.
El interés no ha pasado por alto a la propia industria farmacéutica: un meta-análisis (estudio basado en estudios y, por tanto, sin investigación original de campo) de la Universidad de Oxford y la Facultad de Medicina de Harvard concluye que un medicamento genérico llamado modafinil, usado tradicionalmente para tratar trastornos del sueño, es un potenciador cognitivo.
En su artículo para Fusion, Kevin Roose concluye que la falta de información sobre efectos reales y secundarios derivados del uso de las combinaciones de nootrópicos le hacen permanecer cauteloso, si bien el nuevo sector despierta promesas y esperanzas entre quienes quieren completar ejercicio físico, dieta y estimulantes tradicionales con sustancias inocuas que aumenten la memoria o la capacidad de concentración.
Los nootrópicos no sólo se han adelantado a la legislación sobre la materia, sino también a los incipientes estudios sobre el cerebro, que alertan sobre los riesgos del reduccionismo en el estudio cognitivo.
Nuestra memoria
En un artículo científico sobre las implicaciones prácticas y éticas del la potenciación cognitiva, los investigadores Kieran Fox, Nicholas Fitz y Peter Reiner, denuncian la simplificación que el debate público realiza sobre el propio concepto de “memoria”:
“La memoria puede ser diferenciada en al menos cuatro sistemas mayores (y varios menores) con sustratos neurales en gran medida disociables (es decir, que no se solapan).
“Incluso los más dotados entre nosotros sólo pueden mantener una cierta cantidad de pensamientos en un momento determinado; pueden sólo recordar con claridad hasta un momento en el pasado; pueden sólo dominar ciertas habilidades; pueden sólo recabar un número limitado de hechos en el momento adecuado… y tanto individuos como empresas privadas se apresuran para enmendar estas deficiencias con medios artificiales.”
Lo que Kieran Fox, Nicholas Fitz y Peter Reiner recuerdan es que, si hay un sistema complejo conocido en el universo el resultado de cuya totalidad es muy superior a la suma de sus partes, es la conciencia humana.
En la línea de la literatura de autoayuda más popular, como la de Tim Ferriss, que promete tanta ganancia con tan poca dedicación personal, con el auge de los nootrópicos triunfa, una vez más, la estrategia de querer lograr el máximo resultado con el mínimo esfuerzo e incomodidades.
Efecto Flynn
A diferencia de ejercicio físico, atención por la introspección y el estudio o cuidado de la alimentación y el descanso, la ingesta de sustancias que mejorarían el rendimiento cognitivo promete lograr lo mismo sin esfuerzo que lo obtenido con la dedicación de los clásicos (ideal de “areté”, o cultivo multidisciplinar).
Qué mejor muestra del momento en que vivimos que el artículo de BBC que nos recuerda que el cociente intelectual nunca ha sido tan alto como en la población actual… pero este hecho no nos ha hecho más inteligentes, si entendemos este atributo como el cultivo de nuestro potencial.
“Tendemos a asumir que nuestra inteligencia es simplemente una cuestión de naturaleza y educación… pero como el celebrado psicólogo James Flynn explica a BBC Future, muchos otros factores pueden limitar o impulsar nuestro cociente intelectual, hasta incluso la persona que elijamos para casarnos.”
Flynn, profesor en la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, se muestra optimista con el potencial de las nuevas cohortes, pero a sus 82 años da un tirón de orejas al reportero que le visita, debido a la necesidad de cultivar el potencial para que lo que puede ser una ventaja no se convierta en una oportunidad perdida.
Flynn, responsable de que el conocido fenómeno de subida sostenida del cociente intelectual en la mayor parte del mundo durante las últimas décadas sea conocido como “efecto Flynn”, sentencia que leer (cultivarse, en definitiva) es lo único que va a sacar provecho de las ganancias generalizadas en cociente intelectual.
Pero, claro, cultivarse requiere esfuerzo y, como cualquier logro que ofrece réditos a la larga, no hay atajos ni ganancia inmediata.
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