ProPublica, la ONG periodística de Estados Unidos especializada en reporterismo de investigación, publica un artículo no apto para que los estadounidenses coman mientras lo leen, al relatar la creatividad fiscal de las grandes fortunas del país para pagar unos impuestos irrisorios gracias a triquiñuelas legales.
El artículo llega en una de las semanas en que quienes habían pedido una extensión para declarar sus impuestos hacen todo lo posible por navegar complejos formularios que dificultan la desgravación entre los asalariados, mientras abren la puerta a quienes obtienen la mayor parte de sus ingresos en partidas asociadas a rentas, ahorro o inversión, sujetas a toda clase de ventajas en los formularios del Servicio de Impuestos Internos (IRS) de Estados Unidos.
Some claim it is possible to end global poverty without aggregate global economic growth.
I'm optimistic that only few actually believe this lie.
If many believed it, it would be disastrous.The world is far too poor to end poverty without large growth.https://t.co/4E6FAtvTLE
— Max Roser (@MaxCRoser) June 8, 2021
El reportaje añade una prueba más a la preocupante diferencia —que alcanzaría niveles de escándalo contable en Estados Unidos— entre los impuestos efectivamente pagados por las mayores empresas y fortunas personales del mundo (a menudo asociadas entre sí) y tanto los profesionales asalariados como las pequeñas empresas, incapaces de utilizar las mismas argucias para reducir su contribución efectiva a las arcas del país.
Algo más complejo que el binomio rentista/trabajador
Muchos estadounidenses desayunaban el martes 8 de junio con el artículo de ProPublica, apenas una semana después de que el G7 consensuara una declaración de buenas intenciones para luchar contra la falta de armonización fiscal entre distintas zonas del planeta, lo que permite a las mayores compañías eludir un pago de impuestos proporcional a la cifra de beneficios que obtienen en terceros países.
Esta realidad difícilmente contestable ha inspirado los ensayos sobre economía más influyentes del siglo, tales como El capital en el siglo XXI, en el que Thomas Piketty y Emmanuel Saez argumentan, sirviéndose de una fórmula ya icónica r > g, donde “r” se refiere a beneficios derivados del ahorro y las inversiones, mientras «g» se corresponde con el crecimiento de los salarios (o más bien la falta de éste).
Este equivalente al «E=me2» de la economía en las últimas décadas argumentaría que, salvo en momentos de transformación y crecimiento acelerado después de un evento cataclísmico (el crack del 29, la II Guerra Mundial, etc.), las ganancias de rentistas e inversores tienden a acumularse y a crecer mucho más rápido que los salarios.
Paradójicamente —aunque no sorprenda— el Estado del Bienestar erigido en Europa y Norteamérica a partir de los años 50 del siglo pasado se ha sustentado en buena medida con la contribución fiscal de los asalariados, al no haber existido un esfuerzo equiparable entre los grandes rentistas.
Tesis de los paladines del decrecimiento
Como consecuencia, a medida que en las últimas décadas se degradaba la posición relativa de la clase media con respecto al crecimiento de la economía, el mantenimiento del Estado del Bienestar no ha dependido tanto de una mayor contribución de quienes mejor se han adaptado a un nuevo mercado con empleos técnicos muy demandados y una erosión de la demanda de obra menos cualificada, ni tampoco de los impuestos de las grandes fortunas, sino
Pero la erosión de las clases medias, la precariedad laboral de los más jóvenes, un aumento de la edad media de la población y el estancamiento de la población activa (porcentaje de ciudadanos en edad de trabajar que contribuyen a las arcas públicas con su actividad), no es la causa directa de las tesis de Piketty, del mismo modo que la falta de un mecanismo internacional como un impuesto progresivo sobre el capital (ya sean ganancias o salarios) no es el principal impedimento para acabar con la pobreza en el mundo.
This thread is more personal than most of the things I share here, but I’m at my limit with Jason Hickel.
I want to explain why I dislike him so much and how we got here.
This is a personal story over several years so it’ll take a bit of time.
— Max Roser (@MaxCRoser) April 4, 2021
Según las tesis de algunos economistas y ensayistas preeminentes como el antropólogo economista Jason Hickel, es posible combinar un decrecimiento efectivo de la economía mundial y acabar a la vez con la mayor parte de la pobreza y sufrimiento en el mundo, a la vez que se combaten los mayores riesgos derivados del cambio climático.
Jason Hickel ha alcanzado notoriedad pública con dos libros (The Divide: A Brief Guide to Global Inequality; y Solutions and Less is More: How Degrowth Will Save the World) cuyas tesis principales combina en sus artículos para la prensa generalista. Su fórmula: la redistribución de la riqueza a gran escala será suficiente para contrarrestar la pérdida de actividad económica surgida del decrecimiento que, según Hickel, debe afrontar el mundo si quiere adaptarse a los grandes retos del siglo.
Crecimiento económico y reducción de la pobreza
Max Roser, el analista de datos de la Universidad de Oxford detrás del servicio estadístico Our World in Data, vuelve a compartir en junio un artículo que dedicó hace unas semanas a explicar por qué, según él, las tesis de Hickel no representan un buen diagnóstico de la situación mundial ni en cualquier caso serían deseables o siquiera realizables.
Hickel y Roser se han enzarzado en una polémica que trasciende el mundo académico británico (Roser es académico en Oxford, mientras Hickel lo es en la Universidad de Londres).
Incluso en el escenario hipotético del poco probable establecimiento de sistemas efectivos de redistribución de la riqueza a escala global, tales como impuestos más progresivos sobre las mayores empresas y fortunas personales, un mundo que renuncie por completo al crecimiento económico acrecentaría problemas y tensiones estructurales, y quizá lograría poco progreso en sus supuestos cometidos a largo plazo. Max Roser:
«Algunos afirman que es posible erradicar la pobreza en el mundo sin crecimiento económico global agregado.
«Tengo la confianza de que apenas unos pocos creen en esta falacia. Si mucha gente la creyera, sería algo desastroso.
«El mundo es demasiado pobre para acabar con la pobreza sin crecimiento vigoroso».
Según Roser, si la intención es reducir la pobreza extrema a gran escala, la economía de los países donde reside el mayor porcentaje de esta población debe crecer, debido a que «el mundo es todavía demasiado pobre»: pese a haber mejorado con rapidez en las últimas décadas,
«la mayoría de la población reside en países en los que más del 90% de la población vive con menos de 30 dólares al día».
Abstracciones en torno a la pobreza extrema
Para Hickel y cualquier ciudadano relativamente bien formado e informado, esta constatación que Our World in Data fundamenta sobre datos y modelos, plantea una pregunta legítima: ¿qué ocurre entonces con la cuestión peliaguda de las emisiones, motor de la aceleración del cambio climático?
La respuesta de Roser:
«Los dos objetivos [el crecimiento vigoroso de la economía en los países con la población más pobre y combatir el aumento de las emisiones] están alineados. Combatir el cambio climático sería una manera de lograr más crecimiento en las próximas décadas».
Max Roser y otros analistas destacan una de las incongruencias de nuestra época, heredada después de décadas de trabajo de grupos de interés y de inercia de varias industrias: según Roser, ya pagamos un precio (aunque indirecto —a través de impuestos al consumidor y varios tipos de subsidios, directos e indirectos, a la industria—) por las emisiones derivadas de la combustión de energías fósiles, pero este precio no es asumido por quienes más combustible usan y más externalidades causan.
This thread is more personal than most of the things I share here, but I’m at my limit with Jason Hickel.
I want to explain why I dislike him so much and how we got here.
This is a personal story over several years so it’ll take a bit of time.
— Max Roser (@MaxCRoser) April 4, 2021
Ocurre algo similar con objetivos a gran escala como la erradicación de la pobreza extrema: las abstracciones derivadas de hipótesis y modelos corren el riesgo de confundir la buena voluntad con la realidad. Roser:
«Creo que una de las razones por las cuales hay gente que acaba creyendo posible acabar con la pobreza sin crecimiento es que sólo se analiza la situación desde el punto de vista de los ingresos. Ello facilita que se pierda la perspectiva sobre las actuales características del crecimiento económico».
Sobrecoste de materias primas tras el parón de la pandemia
Un análisis de la pobreza, la prosperidad o el crecimiento desde un punto de vista estrictamente monetario y asociado a los salarios de la población o al PIB per cápita, impide medir el desarrollo sobre el auténtico progreso a pie de calle en los países más desfavorecidos, donde el mero acceso a productos y servicios, así como a pequeños créditos, puede transformar rápidamente las perspectivas de millones de familias.
El aumento de nuestra autosuficiencia, así como una reorientación de extensas cadenas de suministro a procesos más próximos y capaces de regenerarse según los preceptos de la economía circular, son apenas una parte marginal —aunque incipiente— del acceso a bienes y servicios que genera el crecimiento y prosperidad para acabar con la pobreza.
El crecimiento económico no tiene por qué depender del aumento de bienes y recursos físicos, sino que también puede originarse en un uso cada vez más óptimo de servicios intangibles (software) y una tendencia hacia un uso más concienzudo y circular de materiales que, en el contexto de reactivación económica posterior a la pandemia, han disparado su precio en todo el mundo.
El precio de materiales esenciales para producir todo tipo de bienes se ha disparado hasta tal punto que el sobrecoste se traslada ya a la industria de los microprocesadores, la construcción, la electrónica de consumo, la industria automovilística, las infraestructuras, los medicamentos, los alimentos, etc.
Países como Etiopía (con el café) o Ghana (cacao) aprovechan su fortaleza relativa en determinados mercados de materias primas para, por primera vez, lograr una negociación al alza de los precios.
¿Reducir la pobreza sin crecer económicamente?
Este recalentamiento podría incentivar todavía más la tendencia a concentrar más servicios y utilidad en una cantidad cada vez menor de material, así como el correcto reciclaje de bienes que han llegado al fin de su vida útil, y se convertirían a su vez en servicios que contribuyen al crecimiento necesario para mejorar el nivel de vida de los más desfavorecidos, tanto en las economías desarrolladas como en las potencias emergentes y en los países más pobres.
Jason Hickel argumenta que la información estadística sobre las estimaciones de pobreza en el mundo en desarrollo es más que deseable y que, por tanto, las proyecciones de servicios como Our World in Data no exponen la realidad.
Si bien la información podría no ser exacta como dice Hickel, su evolución en el tiempo sí muestra tendencias claras, como el aumento de las perspectivas de vida de los más pobres. Eso sí —argumentan desde Our World in Data— el progreso es demasiado lento y se estancaría si la economía mundial dejara de crecer a buen ritmo.
La polémica entre los postuladores del decrecionismo y quienes consideran que el mundo puede ser más próspero sin exacerbar el cambio climático centrará buena parte del debate intelectual de los próximos años.
Lo que está pasando sin que sea (todavía) manifiesto
Las discusiones peregrinas entre quienes comparten al menos una visión de la gravedad de muchos fenómenos contemporáneos no deberían hacernos olvidar algunos de los avances logrados en las últimas décadas en baremos como la reducción de la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida, el acceso a la educación y la reducción de la desigualdad del rol de ambos sexos en las sociedades menos desarrolladas.
Podemos constatar que la reducción de la pobreza extrema es una tendencia real, y que es posible promover el crecimiento económico con mecanismos que reduzcan el impacto de las nuevas actividades por debajo de los niveles actuales, gracias a avances y a la propia evolución de métodos de producción, así como de los propios productos y servicios.
La década presente realiza ya una transición obligada hacia nuevos modelos, aunque falta saber a qué velocidad se producirán las grandes transformaciones.
Entre otros fenómenos: el impulso de las energías renovables; el incremento de la economía circular; la transformación del parque móvil hacia un híbrido cada vez más eléctrico; y el envejecimiento de buena parte de la población mundial, que (a diferencia de lo que postula el neomaltusianismo) se estancará y empezará a descender antes de que acabe el siglo.