Videoblog al pie del imponente acantilado de granito El Capitán, una roca de 1.000 metros de altura (3.000 pies) que se eleva perpendicular sobre el valle de Yosemite, describiendo un ángulo recto prácticamente perfecto. Actualmente, el angosto valle de Yosemite representa sólo el 1% del área del Parque Nacional, pero es el lugar desde donde El Capitán alcanza su mayor espectacularidad.
Todo empezó hace unas semanas, antes de llegar a San Francisco, unos amigos nos habían invitado a pasar un fin de semana en Mammoth Lakes, pequeña localidad al este de San Francisco, al pie de Sierra Nevada, una cordillera con espectaculares cañones y bosques que separa el interior de California del Estado de Nevada.
Para llegar a Mammoth Lakes desde San Francisco, el camino más sencillo y gratificante cruza el tercer Parque Nacional más antiguo de Estados Unidos, Yosemite National Park; a continuación, la carretera que marcha desde el parque hacia el este se adentra en el puerto de montaña que desemboca en el desierto y misterioso lago Mono, al pie ya de Sierra Nevada.
Mammoth Lakes, en el condado de Mono, no es más que un resorte de esquí usado sobre todo por los aficionados al esquí del sur de California, al tratarse de la estación más próxima, a unas 6 horas en coche desde Los Ángeles. Los ciudadanos de San Francisco prefieren mayoritariamente las pistas del lago Tahoe, tales como las Squaw Valley, 177 millas (284 kilómetros) al norte de Mammoth Lakes.
Tanto si se visita el condado de Mono desde el este (San Francisco), como desde el sureste (Los Ángeles) o incluso el oeste (Nevada), uno de los encantos de la zona es su proximidad a valle de Yosemite, enclavado en uno de los parques naturales más legendarios de Norteamérica, alabado por Mark Twain (quien, a su vez, describió con desdén y causticidad el lago Mono, un “horrible desierto sin vida ni árboles”, según Twain) y venerado por John Muir.
El Parque Nacional de Yosemite, a 320 kilómetros al este de San Francisco, fue la primera zona natural que el Gobierno de Estados Unidos se comprometió a proteger gracias a la insistencia del propio John Muir, y el tercero en ser creado, tras Yellowstone y el Parque Nacional de las Secuoyas.
Los nativos americanos de Mono y Yosemite vivieron durante al menos 7.000 años en la zona, rica en agua, alimentos, y comercio entre distintos grupos. La llegada de los españoles a California no cambió la vida de los habitantes de la zona, que sin embargo acabarían siendo afectados por el empuje de los colonos europeos, muchos de ellos buscadores de oro, que se asentarían en la zona a lo largo de todo el siglo XIX.
George Catlin, Adolf Eric Nordensklöd y John Muir, entre otros conocedores de la riqueza natural del Oeste de Estados Unidos, promovieron la protección de algunos parajes excepcionales, entre ellos el valle de Yosemite.
Actualmente, el angosto valle de Yosemite representa sólo el 1% del área del Parque Nacional, pero es el lugar desde donde El Capitán (mapa) alcanza su mayor espectacularidad; se trata de un acantilado de granito que se eleva perpendicular al valle, creando un ángulo recto casi perfecto que alcanza los 1.000 metros de altura.
Desde que fuera escalado por primera vez en 1958, El Capitán se ha convertido en uno de los símbolos de este deporte y, en los 60 y 70, en lugar de peregrinaje de miembros de la contracultura californiana.
Actualmente, Yosemite recibe más de 3 millones de visitantes al año y los responsables del Parque Nacional buscan el difícil equilibrio entre su protección y la atención a los visitantes, que en ocasiones colapsan la carretera de acceso al valle.
Durante cualquier día de los meses de verano, la visita a Yosemite no invita en ningún caso al recogimiento: legiones de visitantes se desplazan, a menudo en coche, entre los distintos lugares de interés, bajan de su vehículo, realizan las fotografías pertinentes y vuelven a la carretera. El fenómeno merece una reflexión.