Durante décadas y sin que nadie prestara atención, miles de toneladas de desechos sintéticos, sobre todo de plástico -envoltorios, bolsas, botellas- se han ido concentrando en torno a una zona de corrientes estancadas del Pacífico Norte, conocida como North Pacific Gyre, un gigantesco remolino que atrae a cualquier objeto flotando a la deriva entre la Costa Oeste de Norteamérica y Japón.
El archipiélago de Hawaii se encuentra a medio camino de este vertedero flotante, que sólo ahora recibe la atención mediática y científica merecidas. La isla de basura plástica del Pacífico Norte ha sido bautizada como Great Pacific Garbage Patch y parece crecer a un ritmo imparable.
Los últimos estudios sobre el terreno equiparan su tamaño al de la superficie de Alaska, aunque los informes más optimistan multiplican esta superficie hasta por 10.
A principios de agosto de 2009, partía hacia la isla de plástico una expedición bautizada como Project Kaisei, con el objetivo de investigar el impacto de los desechos sobre la vida marina y estudiar métodos viables para su limpieza.
Según Ryan Yerkey, jefe de operaciones de la expedición, “cada trozo de basura que es abandonado en una playa o acaba en nuestros ríos o estuarios y se escabulle hacia el mar es un añadido al problema, de modo que necesitamos que la gente sea la solución”.