Al indagar sobre innovación tecnológica, cualquier investigador concluirá que, en efecto, invenciones e inventores no empiezan en la Ilustración, sino que ésta supone una aceleración de procesos sintetizados en lo que Karl Popper y David Deutsch, entre otros, resumen en una mera mejora de conjeturas usando técnicas de ensayo y error. En definitiva: mejorar cacharreando, anotando con rigor los avances, que son por principio provisionales.
Las conjeturas científicas son siempre revisables y mejorables (mediante el falsacionismo): una conjetura mejor desbanca a la anterior, que había sido útil hasta entonces, lo que explica por qué la física moderna se sirve de Isaac Newton para refutar las conjeturas de éste sobre espacio y tiempo (rechazamos el carácter absoluto de espacio y tiempo usando fórmulas de Newton que se reproducen en el mundo, pero no a escala mayor).
Las invenciones más prácticas se sustentan también sobre conocimientos previos, y hay investigadores que han comparado nuestro avance de conjeturas con el fenómeno observado en biología de lo posible adyacente y teorizado por Stuart Kauffman: las ideas e invenciones aparecen en caldos de cultivo diversos y cambiantes, como un arrecife de coral o una selva en biología, o una ciudad cosmopolita en el ámbito del conocimiento humano, tal y como argumenta Steven Johnson en su ensayo sobre el tema.
De dónde vienen las ideas
El físico británico David Deutsch explora un concepto similar de aceleración del conocimiento humano desde la Ilustración sirviéndose de metáforas matemáticas y de física cuántica, sus campos de investigación apasionada, y describe sus conjeturas en The Beginning of Infinity (que inspira el lema actual de este sitio).
Con las ideas e invenciones en apariencia rompedoras, no existe una autoría puramente individual, sino que los avances se sustentan “sobre los hombros de gigantes”. Subimos un peldaño a partir de la riqueza y posibilidades potenciales que ya existen “en el ambiente” en el peldaño anterior.
O, en palabras de Juan de Salisbury, que atribuye esta expresión a su maestro Bernardo de Chartres (canciller de la catedral de la misma localidad en el siglo XII):
“Decía Bernardo de Chartres que somos como enanos a hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no porque la agudeza de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque somos levantados por su gran altura.”
Encuentro fundador entre una bacteria y una arquea
El equivalente en biología, si queremos hacer referencia al mundo diminuto que condiciona nuestra existencia y la del mundo, es el surgimiento de las células eucariotas (células con núcleo organizado que concentra el material hereditario), a partir de dos tipos más primitivos de organismo unicelular.
Según una conjetura que todavía se sostiene, durante 2.500 millones de años bacterias y arqueas, dos microorganismos unicelulares con morfología procariota (sin orgánulos internos) convivieron siguiendo un curso evolutivo separado; entonces, al menos en una ocasión, una bacteria se unió a una arquea, permaneciendo atrapada en el interior de su anfitrión.
Esta bacteria fue el primer huésped permanente en el interior de otro organismo, creando la primera célula eucariota (las bacterias internas se convirtieron eventualmente en mitocondrias y cloroplastos); así describimos el inicio de una transformación que cambió para siempre la vida sobre el planeta y posibilitó eventos como nuestra especie, que acaba de aparecer en términos geológicos.
Las hipótesis sobre lo “adyacente posible” parece sostenerse si nos referimos al fenómeno de la concentración de creatividad e invenciones en todos los ámbitos, desde sagas literarias y excelencia artística a transformaciones técnicas decisivas, en lugares y momentos delimitados en tiempo y espacio.
Lo necesario para que florezca un clima de creatividad
Un artículo científico de Michel Serafinelli y Guido Tabellini explica cómo se forman y decaen estas concentraciones de creatividad humana:
“En este artículo cruzamos datos de miles de individuos notables nacidos en Europa entre los siglos XI y XIX con información histórica sobre instituciones urbanas y población. Tras documentar observaciones empíricas, mostramos que la formación de concentraciones de creatividad no viene precedida de incrementos de población urbana. En cambio, el surgimiento de instituciones urbanas capaces de proteger libertades económicas y políticas facilita la atracción y producción de talento creativo.”
Más que el número de población, son la diversidad de la población (cosmopolitismo) y calidad de las instituciones los factores que permiten el florecimiento de talento creativo.
En el contexto de la psicología humanista, origen de la psicología moderna, es como si la pirámide de las necesidades humanas de Abraham Maslow se sostuviera en lo esencial: somos incapaces de concentrarnos en lo más elevado (invertir grandes esfuerzos en algo tan arriesgado y potencialmente destinado al fracaso como conjeturar nuevas ideas y cacharros) si antes no hemos asegurado lo esencial. En este caso, “la libertad económica y política”.
Bosquejos del Renacimiento y materialización de una vieja idea
La solidez y pujanza del contexto social e institucional de un lugar permite que florezcan caldos de cultivo con la riqueza suficiente como para, aupados “a hombros de gigantes”, avanzar en el campo de las ciencias abstractas y aplicadas, en ideas rompedoras tanto para contextos conceptuales y artísticos como en utensilios que mejoran el día a día (utilitarios), permitiendo hacer más con menos, o simplemente hacer lo que antes no era siquiera una posibilidad plausible.
"We show that the formation of creative clusters is not preceded by increases in city size. Instead, the emergence of city institutions protecting economic and political freedoms facilitates the attraction and production of creative talent." (paper) https://t.co/SXgmozOwep
— Nicolás Boullosa (@faircompanies) January 4, 2018
Leonardo da Vinci soñó con volar y tuvo que conformarse con bosquejos. Los hermanos Wright carecían del talento del primero y, en comparación con otros individuos de su época, podríamos catalogarlos como provincianos que no habían obtenido su diploma escolar por estrecheces familiares y mudanzas inesperadas. Pero volaron. Su invención se sustentó sobre hombros de gigantes.
Del mismo modo que la posibilidad de volar sirviéndose de una aeronave “estaba en el aire” y alguien lo habría conseguido tarde o temprano, la misma idea de usar aviones y otros artefactos de vuelo en conflictos bélicos precedía los primeros éxitos de la aviación.
El viejo interés estatista de inventos y descubrimientos
Históricamente, muchos de los grandes avances tecnológicos han surgido gracias a la combinación del interés público (y su capacidad para invertir a largo plazo en campos sin réditos económicos inmediatos) y el interés privado, que se sirve a continuación de los primeros avances financiados por Estados y grandes mecenas público-privados.
La flota de Zheng He, los hitos de la Era de los descubrimientos o el primer alunizaje se debieron al impulso y la inversión pública, y muchas de las tecnologías empleadas vieron la luz porque tenían un potencial militar.
Durante la Ilustración, canales artificiales, telégrafo óptico, sistema métrico, ferrocarril, navegación a vapor o transporte motorizado son sólo algunos de los artilugios con origen militar surgidos en el contexto de competición entre pujanzas de la época: Francia compitiendo con Reino Unido y, posteriormente, el ímpetu científico de potencias recién unificadas (Alemania, Italia) y de la potencia que trasplantaba las ideas ilustradas a un vasto territorio, Estados Unidos.
Los intereses de Defensa explican también la pujanza actual de Silicon Valley (cuyos orígenes son militares, como también son militares las tecnologías que posibilitaron el ordenador personal, Internet, el teléfono móvil o los drones).
Para qué se creó vs. para qué se usa
Y así hemos avanzado, con pasos de diletantismo, desde el trayecto insólito de una bacteria anónima al interior de una arquea, al origen público-privado y militar de muchos de los avances técnicos de los que la sociedad se beneficia después -una vez han sido usado por la agencia estatal o ejército de turno-.
Police officers in Dubai tested out a new mode of transportation — flying motorcycles pic.twitter.com/5uKaFGfgN6
— Business Insider (@businessinsider) December 30, 2017
La innovación público-privada incluye en su propia naturaleza una contradicción maniquea: muchas innovaciones diseñadas con una mentalidad estatista (y, en ocasiones, aniquiladora) evolucionan, una vez llegan al gran público, hasta propulsar innovaciones no sólo inocuas, sino beneficiosas para una población o incluso la humanidad.
Es el caso del posicionamiento por satélite, GPS, ideado para una defensa militar capaz de sobrevivir a un ataque nuclear a gran escala, y hoy el motor de aplicaciones que usamos constantemente y que ahorran tiempo y dinero a empresas y un porcentaje creciente de la población mundial.
El nivel actual de sofisticación tecnológica convierte la tensión entre origen y aplicación estatal o militar de invenciones, y su posterior aplicación civil, en un juego peligroso con consecuencias potencialmente distópicas.
Invenciones por llegar
Lo comprobamos en los últimos años con el surgimiento de lo que ya se conoce como “capitalismo de vigilancia”, o uso de algoritmos para lograr objetivos con el alcance que se desee: desde campañas de propaganda personalizada para incidir sobre la opinión pública y, potencialmente, sobre el resultado de elecciones, a utensilios que intoxican el debate público sobre temas de interés general o incluso global (supuesto derecho inalienable a llevar armas de asalto -sic-, supuestas dudas sobre la existencia de una relación entre actividad humana y calentamiento global, etc.).
Los riesgos actuales de una mayor capacidad de computación, de la miniaturización de componentes electrónicos, de la Internet ubicua e inalámbrica de banda ancha o de más y mejores algoritmos, no se manifiestan sólo en el territorio “virtual”, sino que incide sobre empleo, pago de impuestos, riqueza relativa, salud mental o esperanza de vida de la población del mundo.
Hello, Black Mirror (h/t @ianbremmer) https://t.co/Spc4SOwWRi
— Garance Franke-Ruta (@thegarance) January 3, 2018
Muchas tendencias estatistas en el ámbito de las invenciones nos acercan a un mundo potencialmente orwelliano, donde la vigilancia de agencias de espionaje y grandes empresas no se limita ya a las trazas que dejamos al usar el móvil o el ordenador, sino que nos siguen físicamente (usando geolocalización) y cruzando datos con terceros: el rastro de tarjeta de crédito, actividad en establecimientos, interacción con otras personas igualmente monitorizadas, etc.
La peligrosa vertiente orwelliana de la innovación
Describo a continuación cuatro escenarios ya existentes en la intersección entre investigación militar y de inteligencia, y la investigación de empresas y universidades para aplicar a productos de uso diario:
- empresas de análisis de datos como Cambridge Analytica y Palantir han privatizado el espionaje y la manipulación propagandística sobre ciudadanos, decantando eventos como la elección de Donald Trump, el voto sobre Brexit o los intentos de desestabilizar la construcción europea (apoyando, por ejemplo, la causa independentista en Cataluña e intoxicando el debate en Holanda, Francia, Austria, Alemania y, ahora, Italia, antes de unas elecciones generales);
- en China, las trazas electrónicas y físicas que deja la ciudadanía inciden ya sobre el historial crediticio de cada ciudadano, informa Wired: si uno hace movimientos que no gustan al gobierno chino, el “karma” de cada ciudadano desciende; la diferencia con respecto al “karma” en Reddit o cualquier servicio virtual es que, en este caso, la vigilancia sobre la población tiene consecuencias específicas sobre la vida de ésta;
- quienes usamos drones comerciales que cualquiera puede obtener en una tienda sin ningún tipo de licencia ni declaración de uso, entrevemos la capacidad de acción -navegación, autonomía, miniaturización, capacidad mortífera- de los drones desarrollados para su uso militar, tal y como sugiere The Economist en un perturbador artículo del 14 de diciembre de 2017;
- quienes piensen que tecnologías como vehículos autónomos o motos voladoras (en realidad, drones con tamaño y potencia suficiente para acarrear personas o armamento pesado) son bulos que no funcionarán, deberán ponerse al día, pues cuerpos militares y policíacos se entrenan ya con, por ejemplo, motos voladoras (“hover bikes”); es el caso de la policía de Dubai.
Entre ciencia ficción y realidad
Son ejemplos que dejan entrever qué hay más allá de los ámbitos cotidianos que se nos permite analizar. Cuando observemos tecnologías e invenciones punta en la prensa convencional, deberemos conjeturar que, en ámbitos como el militar, esa tecnología ya ha sido probada, puesta en práctica y en ocasiones superada.
¿Existe algún modo de limitar el potencial destructivo de invenciones y esfuerzos militares que, como el Proyecto Manhattan, aumentan exponencialmente el riesgo de todos?
Observar el juego de niños entre Donald Trump y su homólogo norcoreano nos hace ver películas como las secuelas de La guerra de las galaxias o Blade Runner con estoica tranquilidad y entre risas, pero el mundo que nos rodea demuestra que muchas herramientas surgidas sin ánimo de afectar nuestra vida, la han mejorado o enriquecido.
La tecnología descentralizada (Internet), los protocolos entre usuarios (P2P: “blockchain” o infraestructuras de datos similares y su futuro más allá de la criptomoneda) y la sofisticación de los algoritmos, sugieren que la técnica no sólo evoluciona en los laboratorios cerrados a cal y canto, sino que se democratiza y llega al ciudadano.
Ciencia DIY
Volviendo al concepto de lo adyacente posible, un caldo de cultivo más rico y sofisticado multiplica las posibilidades de que asistir a una era en la que se multipliquen inventores e invenciones, con efectos sobre arte, ciencia, herramientas cotidianas y, quizá, sobre nuestra especie (mayor inteligencia, mayor esperanza de vida, etc., con permiso de las consideraciones éticas que suscitarán estas nuevas posibilidades).
Por de pronto, todo indica que la ciencia se hace DIY y, al acercarse a la calle, convierte a cualquiera (a nosotros, a nuestros hijos) en inventores en potencia. La posibilidad ya existía, pero su probabilidad se ha multiplicado en poco tiempo. The Economist dedica un artículo a la “ciencia hazlo-tú-mismo”.
Quizá el potencial de transformación de nuestra realidad en un mundo distópico deba contar con nuestro beneplácito. Quizá, como seres quijotescos (o, en lenguaje contemporáneo, como superhéroes de cómic -siglo XX- o de videojuego/sitcom -siglo XXI-), tomemos las riendas de nuestra propia existencia y decidamos crear mejores herramientas para contrarrestar la pujanza de antagonistas.