Una nueva teoría sobre la evolución de sistemas complejos se abre paso no sólo en biología, sino en las ciencias sociales: inventamos (combinando ideas, reordenándolas, descubriéndolas) con lo que tenemos a nuestro alcance, dándole una vuelta de tuerca más.
Es lo que el biólogo Stuart Kauffman lo llama lo “adyacente posible” (lo próximo posible, o lo que es posible a continuación), o herramientas disponibles que permiten una invención no considerada antes, o quizá concebida -y olvidada, descartada, etc.- en otro momento y lugar.
Variación aleatoria con un propósito: el avance en sistemas complejos
Los avances o nuevas situaciones en biología, pero también en cualquier sistema complejo, son el siguiente paso a una cota alcanzada con anterioridad y no nacen de la nada, sino de la aproximación de entidades autónomas en busca de nuevos estadios de complejidad.
Lo “adyacente posible” se comporta como el mercurio a temperatura ambiente: como único metal líquido de la tabla de elementos sus partículas autónomas buscan asociarse con el grupo cuando llega la oportunidad.
En su teoría, Stuart Kauffman describía el caso de “biosferas que por norma se siguen expandiendo hacia lo ‘adyacente posible’. Gracias a ello incrementan la diversidad de lo que puede ocurrir a continuación”.
“Puede que, como tendencia secular, las biosferas maximicen la tasa de exploración de lo ‘adyacente posible’ -prosigue Kauffman-. Si lo hicieran demasiado rápido, destruirían su organización interna, de manera que debe haber mecanismos de activación periódica interna”.
“Por eso la considero una tendencia secular sobre el promedio, ya que exploran lo próximo posible tan rápido como pueden salirse con la suya”.
“Adyacente posible” y creatividad
Steven Johnson explora las implicaciones de lo “adyacente posible” en la creatividad humana. Su ensayo Where Good Ideas Come From explora el potencial -y riesgos- de la era de Internet en la invención de nuevas tecnologías, procesos, leyes científicas, etc.
Según Johnson, la tecnología humana y las invenciones han avanzado en la historia siguiendo los patrones descritos por Kauffman en su teoría de lo “adyacente posible”.
(Imagen: primer diseño conservado de paracaídas; precede a los bocetos de Leonardo da Vinci)
Tomando esta misma idea, el programador David Galbraith reflexiona sobre la propia naturaleza de las “invenciones”; para él, son en realidad “hallazgos”, descubrimientos a los que les llega el momento histórico o caen en las manos adecuadas.
Hallazgos a los que les llega el momento
Así –reflexiona David Galbraith-, el cálculo fue inventado en dos ocasiones (Isaac Newton y Gottfried Leibniz) y el teléfono patentado en otras dos ocasiones. Ambas invenciones no habrían sido posibles sin los pasos previos:
- en el caso del cálculo matemático, los pasos de Aristóteles, Ramon Lull y Gottfried Leibniz;
- mientras el teléfono fue concebido como invención posible y útil tras el telégrafo.
La teoría de la selección natural fue igualmente concebida en dos ocasiones. Bill Bryson expone otros casos de invención simultánea en su ensayo Una breve historia de casi todo.
Comportamiento de redes químicas, genéticas… y humanas
Los descubrimientos culturales y geográficos en distintas culturas y épocas siguen patrones complejos muy similares a los trabajos de simulación de redes genéticas aumentando su complejidad una vez llega el momento y disminuye el riesgo de destruir su organización interna.
La hipótesis es, como poco, provocadora: lo que funciona para explicar el origen de las redes químicas y genéricas, sirve para entender las invenciones humanas y su momento histórico, o la evolución de la era de los descubrimientos, etc.
El origen de la vida (moléculas que desarrollan aminoácidos, que posibilita el ADN y, a continuación, la agrupación multicelular, etc.) es un cúmulo de resultados complejos improbables, surgidos de asociaciones arriesgadas e improbables. Las invenciones y descubrimientos humanos, sean físicos o teóricos, compartirían sus patrones de conducta.
Sólo la selección acumulativa de pequeños incrementos de complejidad en la organización de sistemas da pie a nuevas asociaciones viables todavía más complejas, expone Stuart Kauffman.
Evolución aleatoria escalonada: era de los descubrimientos y espacial
El viaje de Colón a las Indias no se entiende sin la política exploradora de Portugal y su estrategia para llegar a las Indias bordeando África. Siglos antes, los vikingos no habrían creado asentamientos temporales en Norteamérica (que sepamos, en Vinland, actual Terranova) de no haber sobrevivido en Groenlandia durante 500 años.
Aplicando las ideas de evolución de “redes booleanas” (sistemas complejos) de Kauffman, lo “adyacente posible” tiene éxito en el descubrimiento de América (aunque Colón muriera pensando que había llegado a las Indias, creó asentamientos viables), mientras que Vinland supone un éxito de lo “adyacente posible” sólo en las sagas literarias vikingas celebrando la exploración del Atlántico Norte.
Se observan patrones similares en la era espacial: Sputnik, llegada a la luna, creación de la Estación Espacial Internacional, misiones no tripuladas de exploración preliminar en Marte y -quizá-, la llegada a Marte de una misión tripulada en las próximas décadas. Otros apuestan por la explotación minera de asteroides, el turismo a la luna, etc.
Los entresijos del momento “eureka”
Aplicado a la creatividad humana, lo “adyacente posible” explicaría por qué muchas obras literarias, leyes y avances científicos, productos y situaciones que transforman la vida de individuos y sociedades, parecen surgir de la selección desordenada de situaciones hasta el momento “eureka”.
Se ha teorizado acerca de por qué la genialidad parece aparecer concentrada, lugares y/o momentos determinados, o por qué deberíamos celebrar la complejidad de la realidad.
Steven Johnson expone los mecanismos culturales, biológicos y de contexto (ambientales, coyunturales) que explicarían de dónde vienen las grandes ideas en cualquier campo, señalando los patrones de la innovación en un ensayo para todos los públicos.
Adyacente posible, entornos líquidos, serendipia, corazonada lenta…
Las tesis de Johnson en Where Good Ideas Come From necesitan más evidencias que un mero ejercicio de escritura análoga, en la que se compara el comportamiento químico y biológico con la cultura e interacción humanas.
Su propuesta teórica es, en cualquier caso, sólida. Johnson cree que la innovación compleja se explica a través de:
- lo “adyacente posible”: innovaciones distintas difieren en su habilidad para lograr capacidades adyacentes, y por eso las ideas parecen llegar en el momento histórico oportuno;
- entornos líquidos: sea en el restaurante o en un laboratorio de I+D+i, la capacidad de los entornos para propagar ideas es decisiva;
- hallazgo fortuito (o “serendipia”): a menudo, la conexión excéntrica entre dos ideas existentes posibilita una invención, y no el descubrimiento de algo nuevo y totalmente ajeno al contexto;
- corazonada lenta: el toque final que completa una visión intuida pero a medio hacer y deshilachada proviene de años de exploración, hasta que las ideas chocan y alcanzan, combinadas de una manera determinada, un nuevo estadio;
- error: descubrimientos que se producen como una consecuencia relacionada o inesperada de una “asociación compleja” o experimento (el equivalente en innovación a las mutaciones que se imponen en la teoría evolutiva);
- exaptación: como en biología, componentes y hallazgos existentes pueden ser adaptados para distintos usos;
- plataformas: edificios, sistemas de trabajo, reuniones, conversaciones aleatorias, divagación en grupo… hay entornos favorables, expone Johnson, para que se produzca el momento “eureka”.
Celebrando el desorden y su potencial
Steven Johnson sugiere que los procesos creativos no son tan previsibles y controlables como nos gustaría.
A la vez, deja claro que ninguna idea, ningún gran invento, parten de la nada, sino que se explica a partir del trabajo previo, los valores y la intencionalidad de los creadores.
David Galbraith es todavía más provocador con sus postulados y sugiere que la mejor manera de inventar, o al menos la que funciona para él, consiste en editar el desorden creado previamente a su alrededor.
“Recuerdo el instante exacto en que aprendí a ser creativo, a ‘inventar’ cosas, a hacer cosas de un modo interesante e inusual, y sucedió literalmente por accidente”.
“Creé desorden a mi alrededor, el tipo de caos que sería muy peligroso en un quirófano, pero que es sinónimo de los estudios de artistas, y en ese lío edité los accidentes”.
“Al aumentar la cantidad de desorden –prosigue Galbraith– conseguí liberar los objetos [de su rol dominante] y aumentar las posibilidades; había maximizado lo ‘adyacente posible’ y fui capaz de inventar cosas nuevas editando los errores que se revelaron más novedosos e interesantes”.
Zona de confort
La tesis propuesta por Stuart Kauffman en biología, y que Steven Johnson y David Galbraith aplican a la creatividad humana, es compatible con estrategias de aprendizaje que parten del método socrático y llegan hasta la psicología positiva.
Al fin y al cabo, asociar ideas y conceptos sin conexión aparente requiere introspección, fuerza de voluntad, aprender a salir de la zona de confort.
Asimismo, los polímatas han usado a lo largo de la historia una estrategia similar al adyacente posible: divagar hasta obtener las mejores soluciones. O, directamente, soñar sin perder la ingenuidad.
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