El último Pritzker premia a la arquitectura contemporánea, intemporal y local, al concederse a uno de los pocos arquitectos chinos que han integrado la áspera estética de la tradición oriental en edificios de vanguardia.
¿Es el reconocimiento a Wang Shu y su Museo Ningbo el retorno de la arquitectura orgánica? El arquitecto chino y su estudio representan el interés en todo el mundo por retornar a una arquitectura que, partiendo de la naturaleza, cultura y materiales locales, pretende alcanzar la universalidad.
La polución de la arquitectura desarraigada e impersonal
Los arquitectos estrella, los métodos y materiales han homogeneizado la construcción en todo el mundo, hasta el punto que los proyectos más humildes y gigantescos emulan a menudo conceptos desarraigados, ajenos a su emplazamiento.
La arquitectura orgánica fue concebida para combatir este fenómeno y se ha integrado tanto en la cultura oriental, cuyo ideal estético tradicional tendía a la asimetría, sencillez, modestia e impermanencia; como en la cultura occidental, con los ideales griegos de belleza y perfección, teorizados por Marco Vitruvio y recuperados en el Renacimiento y la Ilustración.
Seamos más budistas y taoístas (aspereza e impermanencia, simpleza rústica) o más racionales (perfección empírica), la arquitectura orgánica, tal y como fue concebida por el arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright (1867–1959) conjuga ambos ideales estéticos con la naturaleza.
La arquitectura según Frank Lloyd Wright: orgánica
Usado por primera vez por el propio Frank Lloyd Wright, la arquitectura orgánica es una filosofía que promueve la armonía entre las construcciones humanas y el entorno, a través de diseños tan acoplados a su emplazamiento que los edificios, el mobiliario y los alrededores conforman una composición unificada, interrelacionada.
Parece una definición inspirada en las últimas recomendaciones sobre construcción bioclimática y sostenible para casas pasivas que se integren con el sitio y la vegetación según los preceptos de la arquitectura. Con una salvedad: Lloyd Wright ya hablaba de arquitectura orgánica en los años 40 del siglo pasado, décadas antes de las grandes crisis energéticas y la toma de conciencia de los grandes retos medioambientales actuales.
Paisaje local, tradiciones occidental y oriental
Las casas de Frank Lloyd Wright integran tres culturas arquitectónicas e ideales estéticos que las hacen contemporáneas y a la vez intemporales, como el propio concepto de arquitectura orgánica promueve: entienden el ideal estético occidental, el afán de vuelta a la naturaleza de los románticos estadounidenses (Henry David Thoreau, John Muir, Mark Twain, Jack London), así como el ideal estético de la impermanencia y la simpleza rústica.
Frank Lloyd Wright fue deudor de las tres tradiciones: nació en Wisconsin y cursó estudios en la universidad de ese estado, en Madison; el tamaño y fuerza centrífuga de un país que construía infinidad de proyectos le animaron a recomendar a sus colegas una especie de manual de las buenas prácticas, que creara diseños útiles, durables, memorables, respetuosos con la naturaleza, que aprovecharan el sol, la vegetación, los riachuelos.
Además, Frank Lloyd Wright estudió a conciencia tanto el ideal clásico occidental como el oriental. Deudor de las tres grandes influencias de su carrera, combinó sus valores de una manera única, sobre todo en sus residencias a partir de los años 30.
Entender la arquitectura como parte de un organismo complejo
Para el arquitecto de Wisconsin, la arquitectura orgánica no sólo profundiza en la relación entre un edificio y sus alrededores, sino que la construcción, los materiales y el emplazamiento son analizados como un organismo simbiótico.
Las geometrías de un edificio conforman un sistema, lo que posteriormente Christopher Alexander definió como un “lenguaje de patrones” en su influyente libro sobre la búsqueda de los elementos que actúan como común denominador en el diseño arquitectónico (A Pattern Language).
La arquitectura orgánica, creía Frank Lloyd Wright, integra un sistema profundamente interrelacionado: el diseño de cada elemento de un edificio forma parte del todo, desde las ventanas a los suelos, o las sillas. Todo está relacionado en la trama y refleja los sistemas simbióticos de la naturaleza.
Diseñar sin tener en cuenta el funcionamiento del conjunto, sin tratar a un edificio como un organismo vivo enclavado en un ecosistema, conduce a edificios que, de un modo u otro, están enfermos. Una casa mal orientada y aislada, que sea un horno en verano y una nevera en invierno, requerirá mucha más energía y mantenimiento que un edificio pasivo que se comporte como un árbol, atrayendo la calidez en invierno y el ambiente fresco en verano. A la larga, más saludable y barato; menos tóxico para el ocupante y el entorno.
Las enseñanzas de Frank Lloyd Wright en la actualidad
Durante nuestro retorno de Estados Unidos, en *faircompanies decidimos realizar un periplo por el centro de España y, de paso, grabar algunos vídeos. Entre otras experiencias, conocimos a los hermanos Carlos y Camino Alonso, los arquitectos del estudio madrileño que proyectaron la casa de campo Casa en Extremadura, a partir de un viejo establo abandonado de las montañas de Gredos.
Kirsten Dirksen editó un vídeo sobre el encuentro donde muestra la reconversión de antiguo establo de vacas en una casa con una belleza áspera, intemporal, duradera, algo minimalista, que juega con el agua de un regato como las casas más famosas firmadas por Frank Lloyd Wright, o cualquier edificio o jardín oriental basado en la estética impermanente de la simpleza rústica.
Recuperación de lo orgánico: Casa en Extremadura
Para los arquitectos detrás de Casa en Extremadura, la espectacular reconversión no es casual: quienes construyeron el antiguo establo habían elegido el mejor lugar de toda la ladera de la montaña, con la mejor temperatura en todas las estaciones; y construyeron un edificio de piedra, sólido y con la inercia térmica para ser fresco en verano y conservar el calor en invierno.
Después de que Kirsten Dirksen publicara el vídeo en *faircompanies y su canal de YouTube, varios comentarios loaron su carácter intemporal, su extraño equilibrio entre lo contemporáneo y lo antiguo.
¿De dónde nace este clasicismo? Para Marco Vitruvio, lo que se parecía más a la arquitectura ideal (la griega clásica) era la choza primitiva, la casa más pegada al terreno y el conocimiento rústico posible. Casa en Extremadura, así como cualquier proyecto con cierta calidad de la llamada arquitectura orgánica, dan la razón a un arquitecto romano que vivió (y teorizó sobre diseños humanos y arquitectura) hace más de 2.000 años.
La casa domótica de un veterano hacker californiano
Unos meses antes, Kirsten y yo habíamos experimentado la misma sensación de encontrarnos ante un edificio que ha sabido interpretar su lugar y emplazamiento, así como conservar estética y lecciones de la naturaleza, el clasicismo arquitectónico y la actualidad. Es la casa que el veterano hacker de Silicon Valley Loren Amelang diseñó en las suaves colinas con robles americanos de Mendocino, al norte de San Francisco.
La casa de Loren Amelang, en lo alto de una de estas colinas, tiene el aspecto y comportamiento similar al de los árboles que la preceden en la suave pendiente del collado (consultar artículo y fotogalería sobre la casa de Loren Amelang, donde se expone porqué actúa como un árbol).
Uno de los comentarios de YouTube sobre el vídeo Casa en Extremadura explicaba de manera desenfadada la esencia de la arquitectura orgánica: “Me gusta el aspecto del ‘camuflaje’ -decía un visitante japonés-; por fuera, es un establo rústico, mientras por dentro se trata de un hogar digno de Frank Lloyd Wright”.
Como el proyecto Casa en Extremadura y la casa californiana de Loren Amelang, los grandes proyectos de la llamada arquitectura orgánica comparten una vocación por la simpleza rústica, el minimalismo y la elegancia áspera.
Entender y aprovechar la fluidez de la naturaleza
El objetivo es rendir tributo al saber acumulado durante generaciones y fundirlo con métodos constructivos y mejoras contemporáneas: reinterpretar lo mejor de antes y unirlo a las soluciones de ahora, tal y como Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto, entre otros arquitectos orgánicos, pusieron en práctica.
Los edificios orgánicos aprenden, por tanto, de la sabiduría tradicional y tratan de aprovechar la fluidez de la naturaleza, en lugar de combatirla. Los edificios, según la arquitectura orgánica, pueden comportarse de acuerdo con el entorno y la naturaleza: la luz, el agua, las estaciones, la diferencia térmica, el comportamiento de cada material y del edificio en su conjunto.
Del mismo modo que las cosas crecen y decrecen y la naturaleza tiene una fluidez, un edificio bioclimático se acerca más al ideal arquitectónico que otro que no haya tenido en cuenta las características del emplazamiento, su clima y luz, etc.
Wang Shu, el arquitecto que quería ser amateur
Los edificios concebidos por el premio Pritzker 2012, devuelven el significado a, quizá, la frase más tópica y recurrente de los artículos sobre diseño y arquitectura: esta vez de verdad, Wang Shu mezcla tradición y vanguardia con una madurez milenaria.
Muchos edificios de Wang Shu asientan sus raíces en la coherencia milenaria de la cultura china, el taoísmo y el confucianismo, las dos corrientes espirituales y filosóficas que, primero, convirtieron China en el lugar más avanzado del mundo; y, después, influyeron en su letargo.
La simpleza rústica, ideal estético muy presente en la cultura oriental, ha influido en los diseños humanos, también arquitectónicos, de países cuya comprensión del mundo, la existencia humana y la naturaleza se basa en la impermanencia (taoísmo, budismo).
El jurado del premio Pritzker ha valorado en 2012 a uno de los pocos arquitectos que se ha hecho un hueco en la vorágine de proyectos en su propio país, a menudo impersonales, caóticos y de una mal entendida posmodernidad.
La arquitectura impersonal de los proyectos sin arraigo
Wang Shu no practica la experimentación de los grandes arquitectos globales, que conciben sus proyectos independientemente de si se erigen en Dubai, Singapur o alguna de las ciudades chinas que han sustituido a las europeas y norteamericanas como epicentros de la arquitectura de autor: Shanghai, Beijing, Hangzhou o West Kowloon (Hong Kong).
Abundan las aberraciones en la construcción extendida por toda China, con multitud de proyectos simbólicos y ciudades enteras, a veces sin sentido.
La emigración china del campo a la ciudad es el movimiento de población que ha influido más al mundo, y hablar de calidad arquitectónica cuando lo que se pretende a menudo es construir lo más barato posible y en tiempo récord es, como poco, controvertido.
Debido a los profundos cambios urbanísticos de la China actual, que empequeñecen los aciertos y aberraciones de la Europa mediterránea, la cuestión acerca de la relación adecuada entre presente y pasado en arquitectura es, según el jurado del Pritzker, “particularmente oportuno” en el premio de 2012.
Intemporal, local, universal
“El reciente proceso de urbanización en China -dice el jurado del Pritzker- invita a debatir sobre si la arquitectura debe estar anclada en la tradición o debe mirar sólo hacia el futuro”.
“Como sucede con cualquier gran obra, el trabajo de Wang Shu es capaz de trascender ese debate, produciendo una arquitectura intemporal, profundamente arraigada en su contexto y, a la vez, universal”.
Nada que decir en la explicación del jurado del premio Pritzker, un galardón casi siempre relacionado con arquitectos estrella, autores de gigantescos proyectos multimillonarios que acarrean, sobre todo, la visión del arquitecto. En estos casos, el resultado es tan espectacular como a menudo desarraigado de su emplazamiento, sea Dubai, o Moscú.
Un premio Pritzker que reivindica lo amateur
Wang Shu llamó a su estudio Amateur Architecture con la voluntad de rescatar la arquitectura del Olimpo de las estrellas intocables, cuyos edificios carecen a menudo de la humildad conceptual y respetuosa con la naturaleza de la arquitectura orgánica.
Wang Shu: “la arquitectura es espontánea por el simple hecho de que es algo de la vida diaria. Cuando digo que construyo una casa en lugar de un edificio, pienso en algo que es más cercano a la vida, a la cotidianeidad”.
Por eso llamó a su estudio “Amateur Architecture“. Shu “quería enfatizar los aspectos espontáneos y experimentales de mi trabajo, en lugar de ser ‘oficial y monumental'”.
En efecto, los edificios de Shu, incluso los más “monumentales” por su tamaño y aspiraciones, como el mencionado Museo Histórico Ningbo, interpretan colores, cultura, materiales locales, de un modo intemporal.
Podrían haber sido erigidos piedra por piedra hace milenios y, a la vez, servir de escenario de una China que interpretara el futuro con madurez, recuperando el áspero e impermanente diseño minimalista propuesto en el Dào Dé Jing de Lao-Tsé (similar al concepto zen japonés wabi-sabi).
Arquitectura orgánica
Además de Frank Lloyd Wright, otros arquitectos denunciaron en el siglo XX la falta de escrúpulos de los grandes desarrollos arquitectónicos y urbanísticos de la época, entonces situados tanto en Estados Unidos como en Japón y Europa.
Tanto el país asiático como el Viejo Continente debían ser reconstruidos tras la II Guerra Mundial. A menudo, la oportunidad para aplicar los principios de la arquitectura orgánica y grandes ecosistemas de edificios, con elementos interrelacionados entre sí (como células) y, asimismo, conformando un organismo mayor, fue desestimada.
El arquitecto y planificador urbanístico David Pearson propuso un listado de normas para la arquitectura orgánica. Según Pearson, el diseño de abrigos humanos debe:
- Estar inspirado por la naturaleza y ser sostenible, saludable, preservador y diverso.
- Desplegarse como un organismo, a partir de la semilla en su interior.
- Existir en el “presente continuo” y “empezar continuamente”.
- Seguir los flujos y ser flexible y adaptable.
- Satisfacer necesidades sociales, físicas y espirituales.
- Extenderse más allá del sitio y ser único.
- Celebrar el espíritu de la juventud, el juego y la sorpresa.
- Expresar el ritmo de la música y el poder de la danza.
Florecer
Para los arquitectos orgánicos, un edificio o diseño debe crecer desde el interior hacia el exterior, como los patrones observados en la naturaleza.
Si la naturaleza crece a partir de la idea de una semilla y alcanza sus alrededores, un edificio es similar a un organismo y puede reflejar la belleza y la complejidad de la naturaleza. Un paradigma sencillo que, si no es tenido en cuenta, puede desembocar en la construcción de edificios que se comportan mucho peor con sus moradores y su entorno que los edificios de la arquitectura tradicional.
Y si una gran casa es más fría en invierno y calurosa en verano, requiere grandes cantidades de energía artificial para permanecer acondicionada y no vela por la salud de sus habitantes y el entorno que la acoge, ¿cuál es su sentido?
A continuación enumeramos a 5 arquitectos orgánicos en cuya obra se encuentran loables ejemplos de construcción humana e ideas para que la arquitectura del futuro sea tan intemporal, clásica y a la vez vanguardista, como las ensoñaciones de Marco Vitruvio y Frank Lloyd Wright, entre otros maestros.
5 arquitectos orgánicos
1. Frank Lloyd Wright (1867-1959)
Fundador de la arquitectura orgánica y uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX, Lloyd Wright supo acoplar la arquitectura contemporánea y futurista a los paisajes inabarcables estadounidenses.
La obra del arquitecto estaba tan influida por la naturaleza como la poesía de Whitman, o la literatura de Thoreau, Emerson y London. Completó concepción panteísta, originada el gran paisaje estadounidense, con un conocimiento profundo de las tradiciones estéticas y arquitectónicas occidental y oriental.
Sus diseños son funcionales, aprovechan los elementos de la naturaleza y se comportan como una célula más de un organismo complejo: el abrigo humano y su entorno más inmediato.
Sus casas diseñadas en los espacios abiertos de las grandes praderas y los bosques de Estados Unidos fueron concebidas emulando los diseños de la naturaleza, que crecen desde el interior hacia el exterior.
Los espacios interiores dejan de ser estancias cerradas y aisladas, y en sus casas cada habitación o sala de abre a las demás con transparencia visual, para aprovechar la luz.
La filósofa y novelista Ayn Rand confesó que su personaje Howard Roark, protagonista de El manantial, se inspira en el talento individualista del arquitecto.
2. Alvar Aalto (1898-1876)
El finlandés Alvar Aalto vivió una época en su país que, salvando las distancias de tamaño y latitud, son equiparables a las circunstancias de la biografía de Frank Lloyd Wright.
La Finlandia de principios del siglo XX, un vasto y poco poblado país nórdico, el más pobre de Escandinavia, iniciaba su moderninación: había oportunidades para diseñar y construir en un país con paisajes dramáticos, integrado en un entorno de bosques boreales y poblaciones aisladas que practicaban la supervivencia. El ser humano todavía no había dado la espalda a la naturaleza.
Alvar Aalto se propuso diseñar mobiliario, complementos textiles y edificios para sus edificios contemporáneos, que a la vez debían ser intemporales, embebidos en la naturaleza. Sin utilizar el concepto de “arquitectura orgánica” de su colega Frank Lloyd Wright, Alvar Aalto se convirtió en diseñador y arquitecto orgánico.
Practicó el sobrio clasicismo nórdico, además del modernosmo. Su concepto del diseño era global y conformó su propio lenguaje de patrones. Lo llamó “Gesamtkunstwerk”, u “obra de arte total”. Con la ayuda de su mujer Aino Aalto, el arquitecto no sólo diseñaba el edificio, sino también daba indicaciones sobre el mobiliario la iluminación, los acabados, la cristalería, etc.
Practicó lo que ahora conocemos como “diseño escandinavo” antes de que se conociera el término. Aalto era un especialista en arquitectura moderna pero, a la vez, creía en que el modo de lograr edificios humanos y acordes con la naturaleza consistía en agregar las variables del territorio y la cultura.
3. Eero Saarinen (1910-1961)
Este arquitecto estadounidense de origen finlandés, trabajó en el estudio de su padre y conservó la impronta cultural de su país natal, a través de la sencillez y parquedad en los diseños que se ha conocido posteriormente como “diseño escandinavo”.
Recibió varios encargos de grandes edificios funcionales, tales como terminales de aeropuertos, teatros o embajadas. Todos estos edificios incluyen líneas curvadas para imprimir ligereza a los espacios.
Saarinen combinó la racionalidad de su arquitectura con interiores y mobiliario adaptados al ser humano y a sus necesidades y, a la vez, armónicos con el conjunto, como un organismo vivo.
Como Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto, Eero Saarinen utilizó la luz como elemento angular de su arquitectura.
4. Hans Scharoun (1893-1972)
El alemán Bernhard Hans Henry Scharoun es uno de los principales exponentes de la arquitectura orgánica europea, junto al también alemán Hugo Häring, a quien consideró su maestro, pese a que sólo un puñado de sus proyectos llegaron a construirse, y al finlandés Alvar Aalto.
El otro gran arquitecto orgánico europeo, elevándose por encima de ellos por extensión y calidad de la obra, es el catalán Antoni Gaudí, aunque su obra merece trascender más allá del alcance de los arquitectos mencionados, a excepción quizá de Frank Lloyd Wright.
Además del edificio de la Filarmónica de Berlín, las casas unifamiliares que diseñó en la Alemania de los años 30 y los complejos residenciales de después de la II Guerra Mundial conciben la arquitectura como parte de una composición o un “lenguaje de patrones”, según la terminología usada décadas después por Christopher Alexander.
5. Wang Shu (nacido en 1963)
El premio Pritzker de 2012 no se considera a sí mismo arquitecto orgánico, ni se encuentra en ningún panteón, como los anteriores arquitectos mencionados, sino que se encuentra en medio de su florecimiento creativo, con varios proyectos reconocidos concebidos y ejecutados en desde 2005.
Entre ellos, la sorprendente mole del Museo de Historia de Ningbo (2008), arquetipo de la simpleza rústica, intemporalidad y carácter local de su arquitectura. Su áspera textura y color terroso parten del material de construcción elegido: el Ningbo History Museum ha sido erigido con escombros.
Wang Shu muestra con los proyectos firmados por su Amateur Architecture Studio que es posible combatir la arquitectura internacional mal entendida con edificios valientes e innovadores que, sin embargo, no pierden el poso del lugar y la cultura en que han sido concebidos.
De ahí que en China le hayan definido como “experimental”: es paradójico que que Wang Shu se aleje de la ortodoxia mirando a las raíces culturales más universales del país.
Hay obras que tienen la habilidad de evocar el pasado sin, por ello, hacer claras referencias ni recurrir a la copia o el pastiche con aires de Disneylandia.
Según el crítico Zhu Tao cree que la obra de Wang Shu es un punto de inflexión en la historia arquitectónica china y “manda el mensaje de que la arquitectura es una empresa cultural y los arquitectos son creadores de cultura”.