Esta mañana, como siempre, me he pasado por una cafetería del centro de Barcelona. No suelo fallar de lunes a viernes; llego a las nueve y no me voy hasta las diez.
No es que me parezca un lugar excepcional, ni mucho menos la mejor cafetería barcelonesa. Podría, en todo caso, situarse entre lo mediocre y lo turístico, algo tan del centro de una ciudad catalaña o española.
Me confieso: se trata de una cafetería Starbucks. De modo que la frase con la que debería haber empezado este post podría rezar: “Paso la primera hora de mis mañanas, de lunes a viernes, en una cafetería Starbucks del centro de Barcelona.”
Sucede que, como periodista, me gusta informarme cada mañana leyendo los diarios con mayor tirada en España, tanto generalistas como económicos. El subgénero deportivo no he llegado a entenderlo, pese a gustarme el fútbol y poder declararme abiertamente culé.
Bien, el motivo de mi visita a esta cafetería de multinacional, que casi ningún barcelonés -doy fe- frecuenta con asiduidad: nueve de cada diez clientes son turistas de paso por la ciudad. Normalmente no leen ni hablan castellano o catalán. De hacerlo, dudo mucho que, a juzgar por su aspecto y conversaciones, estuvieran interesados en leer algo relacionado con la política, la economía o los problemas en el mundo.
Pese a contar con este tipo de clientela, el Starbucks de la calle Ferran ofrece cada mañana, curiosamente, los cinco diarios que me gusta leer: El Periódico en catalán, El País, La Vanguardia, Cinco Días y Expansión. La competencia por la lectura de estos diarios es casi nula: rodeado como estoy de guiris y, de vez en cuando, de barceloneses -anónimos e ilustres- que viven en otros barrios y que bajan “a Barcelona” (a Ciutat Vella, se entiende) a hacer turismo también (en marzo, Quim Monzó estuvo tomando un café; su saltimbanquería gestual me ponía nervioso y no disfruté demasiado de la lectura aquel día), la prensa de la cafetería tiene dueño.
Como si me hubiera suscrito a todos los diarios y sin pagar un euro.
Sisar una página de diario
Leyendo hoy, 20 de abril, la prensa en el establecimiento mencionado (espero que este humilde post no incremente la competencia lectora), he pasado con una rápida lectura vertical por una entrevista al cantautor Paco Ibáñez, firmado por Rosa Mora.
Discrepo mucho del revival de los cantautores que padecemos en los últimos tiempos. Está bien reconocer su labor, pero han sucedido cosas interesantes durante las últimas dos décadas.
Paco Ibáñez no me desagrada, como tampoco otros. Pero creo que todos deberían ser tan sanos como Llach y, tras haber realizado una carrera admirable, unos más que otros y cada uno con el mérito que le pertoca, deberían cerrar la persiana y a otra cosa. A hacer vinos, que se lleva mucho; o a hacer cultura, pero en las filas anónimas y sin molestar demasiado.
No obstante, la entrevista la he leído “verticalmente”, como los especialistas dicen que leemos en Internet. Quizá, al leer tanto en este último medio, habré trasladado el vicio adquirido a la más reposada lectura sobre el papel.
Me he parado en las dos últimas preguntas de Rosa Mora y, sobre todo, en las dos últimas respuestas. Y, entonces, es cuando ha valido la pena bajar una mañana más al Starbucks, rodeado de guiris y sentado junto a un café en baso de plástico y un euro y treinta y cinco céntimos de precio (ni ochenta céntimos, como los de Zapatero, ni un euro o 1,10, como le cuestan a cualquiera en cualquier sitio en España, mientras escribo esto).
Ahí va el fragmento (El País, 20 de abril de 2007; página 51; entrevista a Paco Ibáñez firmada por Rosa Mora):
El País: ¿Cómo ve el presente?
Paco Ibáñez: Estamos viviendo un momento de gran trascendencia. La derecha intenta que cierres los ojos; la izquierda, que los abras; la extrema derecha es asesina y con ella no hay que tener piedad. Es enemiga de la humanidad y al enemigo, ni agua. Hay que volver a cantar a Alberti: “A galopar / a galopar / hasta enterrarlos en el mar”. Con una buena derecha, si la hay, se debería poder razonar.
E.P. ¿Y el futuro?
P.I.: [Paco se levanta y regresa con una guitarra y se pone a cantar] “Que ocorre na terra? / Que ocorre rapaz? Se son pesadelos, / eu quero espertar”. Es un poema de Antonio García Teixeiro. El futuro está en este mundo. Y esto es para los jóvenes: defender la tierra y la naturaleza.