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Buscando el "tempo" del Slow Design

La palabra “lentitud” pierde su significado peyorativo; primero fue en la comida (Slow Food), más tarde en las ciudades (Cittaslow) y ahora le llega al diseño. El Slow Design promete productos buenos, sostenibles y justos.

Lento y lentitud, durante las últimas décadas, ha sido sinónimo de poco eficiente, de antítesis de lo que puede ser producido a bajos precios y en un entorno de economías de escala. Lentitud también era subdesarrollo, cuando no un signo de debilidad y obsolescencia.

La reacción contra la cultura de la rapidez tiene ejemplos en todo el mundo. Entre ellos, quizá el más reconocido sea el iniciado en Italia a partir del manifiesto de Slow Food, de cuya evolución se han ocupado, además de blogs y sitios web especializados (faircompanies, TreeHugger, Lime, TheDailyGreen o Afuegolento, entre muchos otros), los pesos pesados de la prensa The New York Times, The Economist, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel o el periodista canadiense afincado en Londres Carl Honoré, en su ensayo Elogio de la Lentitud.

El credo del movimiento Slow ha sido tomado en serio no sólo por los medios de comunicación, sino por los llamados “consumidores éticos”, políticos y personalidades influyentes de distinto pelaje, incluidos miembros de la realeza como Carlos de Inglaterra, defensor de las últimas comunidades rurales en el Reino Unido, tales como el Ducado de Cornualles, que presume administrar personalmente.

Carlo Petrini, fundador de Slow Food, no sólo ha sido recibido en las altas esferas británicas o incluido por la revista Time en el grupo de “héroes europeos”; incluso el escritor barcelonés Manuel Vázquez Montalbán, poco amigo de los inventos, lo citó en la última entrega de la serie sobre el detective Carvalho.

Quienes conozcan la mesa de la que gustaba Vázquez Montalbán, asiduo cliente del Casa Leopoldo, en su barrio natal, el Chino barcelonés (actual Raval), darán una credibilidad instantánea a este movimiento. A Petrini le gusta presumir de ello.

La expansión del caracol: Slow Food, Slow Movement, Cittaslow…

El símbolo de Slow Food es el caracol, emblema de la lentitud. La reivindicación de la lentitud es ahora cosa de profesionales con éxito como el propio Honoré, quien expone en el subtítulo que acompaña al título de su libro que la lentitud es “un movimiento mundial que desafía el culto a la velocidad”.

Los anglicismos “slow” (lento) o “downshifting” (reducir nuestro tren de vida) ahondan en un movimiento que empezó reivindicando la recuperación de la buena mesa como derecho cotidiano, para abarcar ahora el uso de productos locales y biológicos.

De ahí se pasó al Slow Movement (movimiento lento), que convierte una reivindicación culinaria en una corriente cultural; en 1999, llegó Cittaslow (ciudad lenta), que traslada la misma idea de mejorar la calidad de vida a las ciudades, que deben resistir a la homogeneización y la expansión de los suburbios.

Cuando Carlo Petrini decidió iniciar desde Bra -sede de la primera Universidad de Ciencias Gastronómicas– un movimiento de protesta y reivindicación de la comida cocinada “a fuego lento”, en el sentido literal y también en el figurado, con productos y recetas locales, no respondía sólo a la -traumática para él- experiencia de comprobar la apertura de un McDonald’s en la Piazza di Spagna de Roma, en 1986.

Slow Food, nombre elegido por Petrini para la nueva organización para difundir la idea a todo el mundo, nos reta a que recuperemos los lazos perdidos con la tradición gastronómica y cultural que, según el italiano, hemos tenido que dejar de lado para adaptarnos a las exigencias actuales.

El trabajo exigente y ritmo frenético que no dejan espacio para la reflexión, a la conversación ante un café, a la buena cocina, a la cotidianeidad placentera. Petrini simplemente alzó la voz ante una sensación de pérdida real de calidad de vida cotidiana experimentada en lugares donde la vida plácida se había convertido en una herencia cultural que debería haber sido protegida.

Las marcas “whole earth”, “permacultura”, “cradle to cradle” y “slow”

Slow Food nacía como movimiento de resistencia, tanto práctica como intelectual, a la comida basura: había que proteger la diversidad biológica y cultural en la producción de la comida y, a la vez, proponer nuevas redes alimentarias.

Era una resistencia no sólo a los ingredientes de baja calidad y producidos con la máxima eficiencia, a cientos o miles de kilómetros de distancia -antídoto: slow food-, sino también a la rapidez con que debemos “ejecutar” nuestras tareas cotidianas -antídoto: slow movement- o a la presencia de coches por el casco histórico de localidades ideales para pasear o recorrer en bicicleta -antídoto: cittaslow-.

“Slow” es sólo un término reconocido, pero existen reacciones contra el culto a la velocidad, la eficiencia y el concepto industrial de productividad similares al manifiesto formulado por Petrini, en todo el mundo. Tres ejemplos:

  • La compilación de “herramientas” para una vida sostenible The Whole Earth Catalog, coordinada por el miembro de la contracultura californiana de los 60 Stewart Brand.
  • El nacimiento del concepto de “permacultura” (de “agricultura” y “permanente”), que tuvo lugar en los 70 en Australia, de la mano de Bill Mollison (naturalista) y David Holmgren (ingeniero de diseño ecológico).
  • William McDonough y Michael Braungart, autores del libro Cradle to Cradle (de la cuna a la cuna), parten de la premisa que los productos deben ser ecoeficientes: “los productos que no son diseñados específicamente para la salud humana y ecológica no pueden ser ni inteligentes ni elegantes, sino productos crudos”. Ambos autores introducen el concepto de hacer bien las cosas, para que un producto obsoleto sirva como “alimento” de un producto nuevo. De ahí la idea “de la cuna a la cuna” en contraposición al industrial “de la cuna a la tumba”.

La panadería Barcelona Reykjavik, trabaja partiendo de estas ideas. Sus dueños, David Nelson y Gudrun Margret, se propusieron “recuperar los orígenes del pan y buscar los ingredientes adecuados en la naturaleza”. Y uno comprueba que lo han conseguido, probando el producto que venden.

Sin embargo, ni Nelson ni Margret tienen “carnet” de gente “slow”. Estas ideas simplemente predican el despacito y buena letra; o el piano piano, quizá más adecuadamente. Aunque nosotros hayamos titulado uno de los vídeos que grabamos con ellos “Slow bread from Barcelona Reykjavik” (pan lento de Barcelona Reykjavik).

Good, clean and fair

Combinar placer con conocimiento, desde lo local, con productos de calidad y respetuosos (Slow Food) se complementa con mejorar el entorno personal de uno y convertirlo en sostenible con un trabajo bien hecho y adaptado al medio (idea originaria del catálogo Whole Earth); así como con trabajar y disfrutar del mismo entorno siguiendo los preceptos de la naturaleza (ideas como la permacultura o la ecoefectividad).

¿Por qué el diseño, incluso el diseño industrial, no puede crear productos capaces de ser nutrientes que vuelvan a la propia naturaleza? Es lo que la filosofía “de la cuna a la cuna” y, ahora, el Slow Food, pretenden llevar a cabo. La idea es tan irresistible que este último movimiento tiene seguidores en todo el mundo.

La máxima de Slow Food es “bueno, limpio y justo” (“good clean and fair”). Lo explica Penelope Green en un reportaje para el New York Times.

La comida, la cotidianeidad, las ciudades y -ahora- el diseño de los productos que consumimos, deben cumplir esta simple idea. Slow Design pretende aportar diseños buenos, limpios (ecológicos) y justos.

…Y ahora Slow Design: recuperar el “diseño lento”

Si Slow Food dio pie a Slow Movement y a Cittaslow, ahora ha llegado el momento del llamado Slow Design, o diseño lento. Se trata de la reacción contra una cultura que fomentaría los productos y servicios impersonales y homogéneos (crear un producto que satisfaga a todos, independientemente de su entorno y necesidades).

El Slow Design se refiere a:

  • Procesos de diseño con mayor tiempo para investigar, contemplar, ensayar el impacto del producto sobre la vida real y ajustarlo a la tarea para la que ha sido creado.
  • Diseño para la fabricación de productos a partir de materiales locales o regionales, o diseño que se apoya en industrias, talleres y artesanos locales.
  • Estudio del concepto de los ciclos naturales y su posterior incorporación a los procesos de diseño y facturación de un producto.
  • Diseño que se centra en ciclos largos y estables, tales como el comportamiento humano y la sostenibilidad.

El Slow Design parte del Movimiento Slow y, como éste, es un concepto amplio, inclusivo y en constante proceso de maduración. Numerosas iniciativas exploran la nueva idea: es el caso de las organizaciones slowLab, SlowDesign.org (SLOW) o del seminario internacional y manifiesto Slow + Design, principales fuentes citadas cuando se pretende exponer la ascensión del Slow Design.

slowLab, SlowDesign.org y Slow + Design

slowLab se autodefine como un think tank con oficinas en Nueva York y Ámsterdam y con actividades en todo el mundo, con la misión de “promover la lentitud o lo que nosotros llamanos ‘Slow Design’ como un catalista positivo del bienestar individual, socio-cultural y medioambiental, conectando las capacidades innatas de los individuos y liberando el potencial colaborativo de las comunidades para tejer redes de cooperación capaces de crear nuevas ideas y enfoques.”

No suena mal, pero ¿cómo se pone en marcha semejante proyecto? slowLab trabaja en crear una red de personas y profesionales creativos de varias disciplinas, a los que invita a intercambiar ideas y cooperar en proyectos que “tengan un impacto positivo en las vidas de los individuos, en las comunidades en que participan y en el planeta.”

El proyecto neoyorquino se declara “inspirado por los movimientos ‘slow’, que trabajan para equilibrar las demandas de un mundo vertiginoso en nuestros cuerpos, ciudades y tejido cultural”. slowLab es apoyado por la New York Foundation for the Arts (NYFA).

slowLab define el “diseño lento” como la suma de seis principios:

  • Revelar: diseños basados en espacios y experiencias cotidianas, a menudo omitidas u olvidadas en la disciplina.
  • Expandir: considerar las expresiones y funciones de los artefactos diseñados más allá de su funcionalidad percibida y atributos físicos.
  • Reflejar: entornos y utensilios diseñados lentamente inducen a la contemplación y el “consumo reflexivo.”
  • Compartir: la estructura y los procesos del diseño lento son de “código abierto” y abiertos a la colaboración, basados en el intercambio, la cooperación y la transparencia de la información, para que los diseños continúen evolucionando en el futuro.
  • Participar: el Slow Design anima a los usuarios a que se conviertan en interlocutores activos en el proceso de diseño, a través de ideas como la responsabilidad social (“social accountability“) de un producto.
  • Evolucionar: el diseño lento cree que la maduración de los utensilios a lo largo del tiempo conduce a experiencias más ricas. “Los procesos y resultados conseguidos por el Slow Design se convierten en agentes de un cambio positivo.”

El británico Alastair Fuad-Luke, impulsor del portal SlowDesign.org, relaciona el Slow Design con la “democracia del diseño”, para que sean los propios usuarios quienes creen productos locales, socialmente beneficiosos y con bajo impacto medioambiental.

Además de Nueva York y el Reino Unido, el Slow Design tiene en Italia un seminario y manifiesto: Slow+Design, creado como un curso con vocación internacional que sirviera como “enfoque lento” de esta nueva corriente de diseño.

La ciudad elegida: Milán. En el seminario participan la Università di Scienze Gastronomiche, Slow Food Italia, el Politecnico di Milano, la Facoltà del Design, el departamento INDACO, el Istituto Europeo di Design (que cuenta con sedes en Barcelona y Madrid) y la Domus Academy.

El manifiesto Slow + Design, publicado en octubre de 2006, analiza el éxito de Slow Food y traslada sus principios al diseño. Según los firmantes del manifiesto, coordinados por Francesca Rossi, Giulia Simeone y Marianna Recchia, el éxito de Slow Food se basa en “la capacidad para conectar lo que debe ser hecho por razones éticas, sociales o medioambientales con el concepto de ‘good and beautiful’ (bueno y hermoso).”

“Por encima de todo, la lentitud significa la simple, pero en la actualidad revolucionaria, afirmación de que no es posible producir y apreciar la calidad si no nos permitimos el tiempo para hacerlo; en otras palabras, si no activamos algún tipo de desaceleración.”

“En cualquier caso, Slow no sólo significa esto. También es un modo concreto de llevar esta idea a la práctica. Significa cultivar la calidad: la vinculación de los productos y sus productores con los lugares de producción y con los usuarios finales, quienes, al formar parte de la cadena de producción de diferentes maneras, se convierten en coproductores.”

Diseño lento: proyectos que parten del Slow Design

Listado de proyectos de Slow Design que, según slowLab, pueden inspirar a cualquiera a entender los preceptos del diseño lento:

Proyectos con vocación de “reflejar” y “compartir”:

Proyectos que “revelan” y “expanden”:

Proyectos para “participar” y “evolucionar”: