Los abismos y acantilados han suscitado admiración desde la Antigüedad a menudo han servido de refugio improbable: por su carácter dramático, insondable y magnánimo, son una muestra de la capacidad sugestiva de la naturaleza y sus símbolos (místicos, panteístas, meramente plásticos).
Observamos con admiración las fotos tomadas por la sonda espacial europea Rosetta en el accidentado cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, la primera misión en posarse sobre la superficie de un cuerpo celeste en movimiento (más allá de la relatividad y expansión del universo). En estas imágenes, se observan rocosos acantilados de una altura aproximada de un kilómetro.
Cualquier humano meditando sobre el paisaje desolado del cometa visitado acabaría recurriendo a una imagen universal que nos define como humanos: situaríamos un pequeño cobertizo -o un edificio similar- asomándose al acantilado, para observar así su belleza y tamaño en perspectiva.
(Imagen: ermita de anacoretas ortodoxos Katskhi Pillar, siglos IX-X, Georgia)
El oficio humano de asomarse a la naturaleza
“No sé qué es la naturaleza: la canto
Vivo en la cima de una colina
En una solitaria casita encalada
Y esa es mi definición.”
A menudo, los grandes acantilados y desniveles rocosos han servido como muestra de lo insondable de la propia existencia y el universo. Así, la filosofía y la literatura se han referido a ellos de manera recurrente.
Los grandes desniveles geográficos han servido para describir la incomprensible separación entre el animal y un estado de conciencia humana superior mientras el ser humano caminaría por la cuerda floja sobre un abismo (superhombre de Friedrich Nietzsche).
En la frontera entre el interior y lo circundante
En la tradición mística y platónica, que para Nietzsche tenía tanto que ver con lo que él consideraba la moral gregaria y conformista del cristianismo, el abismo simboliza los estados que todavía no han cobrado forma (como su propio superhombre o “Übermensch”, que él ve más como un proceso de mejora permanente que como un estado al que se pueda llegar).
El otro gran precursor del existencialismo, el danés Søren Kierkegaard, también recurrió al símbolo del acantilado para referirse a uno de sus principales ideas filosóficas, que influiría sobre la filosofía del siglo XX y la actualidad: Kierkegaard lo llamaba “angustia existencial”:
“De pie sobre un acantilado, sensaciones de desorientación y confusión nublan tu mente. No sólo tienes miedo de caerte, sino también sientes el pavor de sucumbir al impulso de lanzarte fuera. Nada te frena. Pavor, ansiedad y angustia suben a la superficie”.
(Imagen: estructura inverosímil en algún rincón del Himalaya)
El acantilado es, pues, “ese” lugar junto al abismo donde se traza la frontera entre libre albedrío y determinismo, vida y muerte, inacción y acción, optimismo y fatalismo, inicio y final.
Misticismo y panteísmo
Quizá por ello el misticismo haya recurrido a estos espectaculares accidentes geográficos, casi siempre asolados por un aislamiento casi absoluto, fuertes rachas de viento…
…Los acantilados son también privilegiados lugares de observación de nuestra situación en el universo: ante el mar, los acantilados ofrecen acceso a dramáticas salidas y puestas de sol y otros espectáculos dialécticos donde convergen naturaleza, tiempo y espacio, a menudo como en una danza (aproximación de bancos de niebla, tormentas, mareas, etc.).
El simbolismo del abismo ha atraído a quienes quieren observar las “corrientes” de la naturaleza y relacionarlas con la propia existencia a la manera de los panteístas presocráticos, estoicos o ilustrados (John Toland, Baruch Spinoza, Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson).
Entre la inocencia de la infancia y la disolución de la conciencia
Al simbolizar los estados que todavía no han cobrado forma, los acantilados sirven de puente entre los orígenes oscuros del universo y su propio fin; trasladado a la propia existencia, son también el punto de inflexión desde donde observar la ingenuidad de la primera infancia y la disolución de la propia conciencia cuando llega la muerte, en lo que la Enciclopedia de los símbolos de Udo Becker cita como “unio mystica”.
El psicólogo analítico Carl Gustav Jung, que exploró la conexión entre las manifestaciones culturales recurrentes (mitología, sueños, religión, filosofía) y la propia estructura de la psique, asoció el abismo como arquetipo materno.
Tierra de refugios sobre riscos y acantilados
Los retiros en acantilados han sido asociados con la búsqueda introspectiva, a caballo -en función de la época y circunstancias- entre el filosofeo, el misticismo y el retiro productivo para mentes creativas.
A lo largo del mar Egeo, entre la intrincada costa salpicada de islas entre el sur helénico de los balcanes y Anatolia, se superponen leyendas y tradiciones sobre las que se han erigido templos y refugios para honrar la naturaleza, el estudio, la filosofía, el misticismo.
(Imagen: monasterio ortodoxo de Meteora, Grecia)
Templos prehistóricos, dóricos, griegos clásicos, gnósticos y cristianos ortodoxos se encaraman a acantilados imposibles desde los que se otean enormes extensiones: valles y depresiones, bahías, islas cercanas…
Nuevos paraísos para casas sobre acantilados
En la actualidad, las zonas costeras apartadas y rodeadas de naturaleza, a menudo antiguos “fines del mundo” (o “finis terrae” europeos o de las Américas), concentran los proyectos más sólidos de arquitectura orgánica colgando sobre acantilados, en busca de la introspección panteísta que otorgan los paisajes dramáticos.
Es el caso de dos zonas del Pacífico que se desdoblan en las zonas templadas de ambos hemisferios: la costa del centro y sur chilenos y la costa sur de California (a lo largo de los acantilados repletos de vegetación de la zona surfera de Big Sur).
Entre los abrigos humanos que se asoman a grandes precipicios, los faros constituyen una categoría por sí misma; ahora en retirada debido a los avances en iluminación costera y automatización, el oficio de farero ha servido como excusa introspectiva para creadores solitarios y, de paso, servido como potente símbolo literario.
De los primeros fareros a la arquitectura orgánica
Los fareros de la Antigüedad se confundieron a menudo con los eremitas y ascetas que, viviendo en total aislamiento, preferían mantener un contacto regular con la civilización; los postulados panteístas de muchos de ellos se desarrollaron en un Mediterráneo donde los primeros cristianos convivían con el judaísmo helenizado y colonias griegas en el norte de África.
En el arte paleocristiano, el faro simboliza el alma al final del tránsito de la vida, entre peligros y mareas; mientras en el barroco el faro simbolizó la existencia de quien guía a otros con su ejemplaridad.
Cerca de paisajes y del propio ciclo del agua -otro potente símbolo en todas las culturas-, la vida en el acantilado ha pasado de frontera entre mundos poblada por anacoretas tratando de trascender, al emplazamiento ideal para retiros y viviendas que, como la corriente orgánica representada por Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto a mediados del siglo XX, persigue integrar a entorno, edificio y morador con la naturalidad de una fractal.
Forma y función
En una casa guiada por el sentido común y determinada por el propósito de su morador y la tecnología-presupuesto a su alcance (tal y como Lloyd Wright defendía en su obra de 1939 Organic Architecture) “forma y función son una”.
Varios arquitectos han homenajeado en las últimas décadas los principios de la arquitectura orgánica sorteando grandes desniveles y precipicios, a menudo de manera dramática.
10 casas modernas y retiros productivos ante acantilados, abismos y depresiones geográficas
Repasamos a continuación algunas casas sobre acantilados y diseños propuestos que se convertirían en puestos de observación -exterior e interior- ideales en la era de la interconexión y la saturación informativa.
1. Casa Acantilado –conceptual– prefabricada por Modscape Concept (Australia)
2. Casa Till sobre acantilado chileno de 200 metros por WMR Arquitectos (Región Bernardo O’Higgins, Chile)
3. Casa metálica con terraza voladiza sobre precipicio Shadowcliff por Harry Weese (1969, Ellison Bay, Wisconsin)
4. Casa Holman inspirada en el cubismo de Picasso por Durbach Block Jaggers (Sídney, Australia)
5. Casa Acantilado sobre el Atlántico Norte por MacKay-Lyons (Nueva Escocia, Canadá)
6. Casa del Acantilado por Fran Silvestre Arquitectos (Alicante, España)
7. Fall House sobre la pendiente inclinada de un acantilado por Fourgeron Architecture (Big Sur, California)
8. Cliff House en las Highlands escocesas por Dualchas Architects (Galtrigill, Isle of Skye, Highland, Reino Unido)
9. Casa Tunquén sobre acantilado en el Pacífico por Mas Fernández Arquitectos (Tunquén, Algarrobo, Valparaíso, Chile)
10. Refugio de montaña de acero corrugado sobre el pico alpino Tracuit a 3.256 metros por Savioz Fabrizzi Architectes (Chaussy, Suiza)
Bonus:
11. Casa Tula sobre roca ante el Pacífico por Patkau Architects (Quadra Island, British Columbia, Canadá)