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Charles y Ray Eames, inspiradores de los nuevos artesanos

Charles y Ray Eames, matrimonio de arquitecto y diseñadora-pintora-cineasta, fundieron su espacio personal con el profesional, teletrabajaron antes de que existiera la palabra, conjugaron varias disciplinas con la maestría del polímata y legaron muebles, casas, diseños de juguetes, ropa e ideas vigentes 60 años después.

A medida que avanza el nuevo siglo y se produce un cambio tecnológico y productivo que ha transformado el lugar de trabajo, haciendo cada vez más obsoleto el cubículo y los oficios clásicos de cuello blanco, Charles y Ray Eames emergen como inspiradores de una nueva hornada de creativos polímatas.

Artesanos tecnológicos

Charles y Ray Eames son, en cierto modo, los primeros artesanos tecnológicos. Ahora más que nunca, los artesanos-hacker pueden crear su propio empleo, a menudo combinando varias disciplinas.

Como ya ocurriera con los gremios artesanales de antaño, el trabajo que combina ciencias y humanidades, artesanía y propiedad intelectual, tiene más valor añadido y es más difícil de deslocalizar.

Aunque desconozcamos su nombre o autores, todos nosotros hemos visto y disfrutado de sillas, mesas, escritorios, muebles, sillones, juguetes, ideas arquitectónicas (aeropuerto “expandible” incluido) y de diseño industrial en general concebidas por el trabajo conjunto de la pareja, que siempre reconoció trabajar conjuntamente.

Viviendo y experimentando las creaciones

Charles y Ray Eames no se conformaron con crear un taller ajeno a su vida personal donde diseñar y probar todo tipo de ideas y conceptos; diseñaron y adaptaron las casas y espacios donde vivieron y trabajaron.

La casa Eames, diseñada por la pareja en 1949 en el sur de California, mantiene su carácter perenne y un estilo reconocible en el resto de la obra.

Muchos de sus diseños -desde sillas de hace 60 años a casas, escritorios, patrones, combinaciones de colores-, parecen surgidos del taller de un artesano-hacker contemporáneo; actuales, intemporales, confortables, durables, sencillos, fáciles de producir y personalizar.

Su legado, un negocio vigente

Las firmas Herman Miller y Vitra poseen los derechos para producir buena parte del mobiliario de Charles y Ray Eames en Norteamérica y Europa, respectivamente.

Décadas después de que la pareja produjera su mobiliario, las marcas que controlan sus derechos basan buena parte de su éxito en el trabajo de una pareja productiva y simbiótica, con capacidad para aplicar su vasto polimatismo al diseño sencillo, humilde, algo áspero, sin estridencias, pensado para ser usado.

Más de medio siglo después del cénit creativo de la pareja, todavía presente y valorado en reputadas viviendas, hoteles, restaurantes, oficinas y aeropuertos de todo el mundo, el espíritu simbiótico, polímata, artesanal, pragmático, así su respeto por la sencillez, la simpleza rústica y los diseños intemporales, combierten a los Eames en el arquetipo de los creativos de la III Revolución Industrial.

Innovar como último recurso

Charles y Ray Eames: “Innovar como último recurso”.

Para muchos expertos, el éxito e intemporalidad de sus productos radica en una sólida, sencilla y efectiva filosofía, explicada por la pareja en unas charlas en Harvard: la parábola de la hoja de banana.

Una hoja de banana, explicaba Charles Eames, es el plato más básico en el que comer en el sur de la India. La progresión del diseño ilustra la transformación de la hoja de banana en algo ricamente elaborada. La interpretación de la hoja de banana como contenedor en el que comemos depende del usuario y es éste quien la valora en función de su percepción.

Los Eames creían que el futuro de la humanidad tendría un cariz u otro en función de las expectativas individuales de la población y su madurez espiritual, en la necesidad de acumular cosas poco útiles y sin sentido o, por el contrario, en la madurez de conservar lo útil y prescindir de lo superfluo.

La III Revolución Industrial será de creadores-artesanos

Aventuran expertos y publicaciones como The Economist que la III Revolución Industrial superará la era de las economías de escala, ya que avances como Internet y la impresión 3D harán viable la producción objetos personalizados, de calidad, reparables, con carácter apegado al autor y al lugar.

En lugar de producirse en masa para reducir al máximo su coste de producción y alcanzar así la viabilidad, los productos de calidad del futuro superarán, dicen los expertos, la obsolescencia programada con un cuidado, personalización y trabajo a pequeña escala similar a los gremios urbanos del pasado, transformados por Internet y el atractivo de las ciudades más vibrantes y cosmopolitas del mundo.

Según esta teoría, las manufacturas de los productos con mayor valor añadido volverían, al menos en parte, a los talleres de los artesanos-hacker más innovadores, con pequeños talleres al estilo de inventor loco del siglo XXI -una simbiosis entre Nikola Tesla, Eduardo Chillida y Charles y Ray Eames-.

Estos talleres volverían a los barrios y lugares occidentales que impulsaron la I Revolución Industrial.

Todo se conecta

Charles y Ray Eames son precursores de la tendencia que aventura The Economist, aunque no por una década, sino con más de medio siglo de antelación.

A menudo confundidos por hermanos debido a la costumbre de firmar su trabajo como “Charles y Ray Eames”, rindiendo tributo al intercambio interdisciplinar que nutría su trabajo en equipo, el matrimonio partió de la formación arquitectónica de Charles y la pictórica de Ray para experimentar con materiales, rugosidades, combinaciones de colores primarios.

Según Charles y Ray Eames, “al final, todo se conecta”.

No sólo se atrevieron con la arquitectura, el interiorismo o el mobiliario, sino que aplicaron los mismos principios de su casa y muebles -una combinación de pragmatismo contemporáneo y artesanía- a juguetes, ropa e incluso prótesis para los veteranos de guerra estadounidenses heridos y lisiados tras la II Guerra Mundial.

Arquitectura, pintura y tantas otras disciplinas

Usando varas de metal corrugado, más propias de estanterías en almacenes industriales y centros de logística, así como la económica y antítesis de la madera noble, el contrachapado, diseñaron escritorios, estantes y muebles de sobremesa que podrían haber sido concebidos en 2012.

La biografía, formación y actitud de Charles y Ray no sólo hizo compatibles las exigencias de la vida en pareja con la trayectoria profesional de ambos. Con la unión, surgió una vida profesional inexistente con anterioridad, multidisciplinar y nutrida en una conversación intelectual que combinaba las humanidades, las ciencias, el trabajo manual, el conceptual, la música, el juego, el uso de los colores, los apuntes de viajes, las conversaciones fructíferas.

Charles Ormond Eames (1907–1978), arquitecto de formación, nació en San Luis, Misuri, hijo del arquitecto William S. Eames. Aunque no ha sido confirmado, sus biógrafos sostienen que Frank Lloyd Wright rechazó ejercer de mentor de Charles.

Siguiendo el ritmo de otro tambor

Charles Eames abandonó la carrera y nunca obtuvo su licencia de “arquitecto”.

Sus primeros años de trabajo coincidieron con un matrimonio fallido y la influencia del arquitecto finlandés que había emigrado a Estados Unidos con su familia Eliel Saarinen. El hijo de Eliel, Eero Saarinen, se convertiría en amigo íntimo y colaborador de Charles Eames y ambos se declararían respeto y admiración.

Charles Eames se habría convertido por su propio pie en un arquitecto reconocido, al lograr desde sus primeros años, como su amigo y colega Eero, un lenguaje propio, más allá de la influencia de su progenitor.

El maestro escandinavo de la luz y los espacios diáfanos con ecos de la naturaleza, Alvar Aalto, arquitecto y diseñador de patrones (también mobiliario), les inspiró y animó a probar nuevas técnicas constructivas, usando madera, fibra de vidrio y resina plástica (fueron pioneros en el uso de estos materiales en sillas), cemento, hormigón, contrachapado, materiales locales.

El inicio de la simbiosis creativa

Pero lo que elevó el trabajo de Charles Eames a nuevas cotas de calidad, así como a experimentar con el diseño industrial o incluso el diseño de juguetes o el lenguaje pictórico y audiovisual, fue conocer a Ray-Bernice Alexandra kaiser Eames, artista, diseñadora, cineasta y polímata nacida en Sacramento, California.

Tras divorciarse de su primera mujer, Catherine, en 1941, Charles y Ray se casaron e intensificaron, a la vez, su relación profesional: compartirían estudio (el principal, en Albert Kinney Boulevard, Venice, California), colaboradores, procesos, patrones de lenguaje, conversaciones, viajes. Se habían conocido en Cranbook, Michigan.

Ray se interesaba más por el “campo” natural de Charles (arquitectura, diseño industrial), mientras Charles se adentraba en la fotografía, la producción de cortometrajes o el arte.

Botones de navajo plateados

Un artículo dedicado a la pareja en la revista Vogue destacaba, en agosto de 1959, los efectos sobre Charles Eames de esta fructífera colaboración, intelectual y artesanal, con su mujer.

El perfil del personaje, según Vogue en 1959: “A pesar del ajetreo de su mente y su vida, Eames proyecta una gran paz interior. Delgado, moreno, con benevolentes ojos marrones, profundas arrugas, profunda carcajada y un tartamudeo repentino, es un hombre fascinante. Y la ropa le fascina, también”.

“Le gusta llevar beiges y verdes amarillentos, camisas y chaquetas con texturas rugosas, a menudo con botones navajo plateados que su mujer, Ray, cose con una aguja curva especial”.

“Estos botones son una pista parcial de los Eames. Ellos ven la belleza en las pequeñas rarezas que otros suelen pasar por alto. Son intensamente prácticos. Trabajan como compañeros, ambos diseñadores, ambos cineastas, ambos en el sencillo discurrir de su existencia”.

Una relación profesional entre individuos autónomos

En efecto, Charles Eames no pretendió ser recordado como arquitecto y diseñador, sino que trató, con éxito, que su matrimonio y las convenciones sociales -la mujer cambiando su apellido familiar por el de su marido, así como perdiendo su independencia profesional e intelectual-, no marchitaran el potencial de Ray Eames.

Y Ray Eames supo aprovechar la ausencia de ego y tolerancia intelectual de su marido para contribuir a que la obra de Charles se convirtiera en la obra de Charles+Ray. Una suma que mejoró sus productos.

Hasta el punto de que la visita a la casa Eames de California se ha convertido en una peregrinación obligada de arquitectos, diseñadores industriales, artistas, tipógrafos, escultores, etc.

Pioneros en un mundo anclado a las convenciones

Y las sillas, butacas, sillones, escritorios, estantes, muebles y otros objetos diseñados por la pareja siguen produciéndose. Constituyen el arquetipo del buen gusto, de lo moderno e intemporal, de lo atrevido y sencillo, lo rugoso y delicado. Lo útil y memorable.

El momento histórico no estaba tan preparado para el reconocimiento profesional sin importar el género como el propio Charles Eames.

Aunque colaboraron en la mayor parte de los diseños más célebres, el nombre de Charles Eames aparecía registrado en patentes y productos, un procedimiento de mediados del siglo XX que todavía influye sobre la percepción equívoca de la colaboración profesional del matrimonio.

Ray Eames no fue ni comparsa de su marido, ni secretaria supeditada a su marido. Ambos respetaron y usaron el trabajo mutuo como el fruto de dos individuos que, ejerciendo su libertad individual y creativa, deciden unir su firma a la de otra persona. Ambas al mismo nivel.

Una pareja brillante en un mundo de y para hombres

Pese al respeto profesional y ausencia de ego carnívoro en su marido, Ray nunca obtuvo todo el crédito y fue a menudo confundida como “señora de”.

En una ocasión, una editora de The New York Times decidió suprimir las referencias a Ray en un artículo acerca de los trabajos de la pareja, pese al antológico enfado de la autora del artículo, Esther McCoy.

La periodista escribió una carta de disculpa a Ray Eames: “Esto es un disparate; el gran público no va a agitarse por la frase […] ni se opone a que una mujer sea reconocida por su trabajo”, le escribió McCoy.

Las altas instancias artísticas y culturales de Estados Unidos de conceder todo el crédito a Charles Eames: poco después del artículo de The New York Times, el MoMA describió los muebles de los Eames como la obra de “un hombre”.

Nacimiento de un fructífero meta-cerebro

Charles aprovechó una conferencia en el Instituto Americano de Arquitectos (AIA en sus siglas en inglés) para arrojar luz al asunto.

Charles Eames, en el AIA: “Mi mujer es una pintora, una muy buena… y hemos estado colaborando durante, oh, 12 años ya, creo… y al principio solía ayudar y criticar cosas que ella estaba haciendo, y entonces… arrimábamos el hombro y trasteábamos con esto y aquello… y entonces, gradualmente, las cosas se empezaron a solapar, y pronto uno no sabía, o algo así, dónde empezaba el uno y acababa el otro, y todo lo que hemos estudiado o hablado aquí, ¿sabéis?, suelo decir que lo estoy haciendo, pero en realidad, ella lo está haciendo tanto como yo”.

Como en cualquier colaboración intensa, fructífera y prolongada, es a menudo difícil separar qué idea procede de cada cerebro, al haberse construido un “meta-cerebro” que actúa como puente entre ambos.

Pero es precisamente el carácter individual del pensamiento de cada uno de ellos lo que hace que estos acoplamientos funcionen, asegura un artículo en la revista Dwell, “y no la disolución de dos personas en un único borrón”.

Legado

Charles y Ray Eames: “El diseño es la combinación adecuada de materiales con el fin de resolver un problema”.

Su visión de la colaboración entre individuos intelectualmente autónomos, la simbiosis entre mentes y disciplinas distintas, la polimatía, el ensayo y el error, el juego y la experimentación, logró lo que aspiran los nuevos laboratorios multidisciplinares de la III Revolución Industrial, incubadoras de artesanos tecnológicos.

Para Charles Eames, “los detalles no son los detalles. Son lo que conforma el diseño”. Y, con respecto al espíritu independiente de la pareja, esta frase alberga ecos de Howard Roark, el arquitecto incorruptible de El Manantial (The Fountainhead):

“Nunca me he visto obligado a aceptar compromisos, pero he aceptado de buen grado las restricciones.”

El impacto del trabajo de la pareja resuena en el siglo XXI con más fuerza que nunca. Parejas de profesionales con dificultades económicas se asoman a la biografía de los Eames para buscar una inspiración para su futuro.

Maneras de mirar al mundo

Y, delante de ellos, hay espacio para crecer, como el encontrado -y aprovechado- por esta pareja estadounidense de mediados del siglo XX, cuya visión y obra parecen salir del presente.

Especiales televisivos, homenajes en TED Talks, catálogos y obra pueden acercanos su eco tanto como el uso de uno de sus muebles, o la visita a su casa en Pacific Palisades, Santa Mónica (Los Ángeles, California).

El documental Eames, The Architect and the Painter, narrado en la versión original por James Franco. Uno de los entrevistados asegura en el documental:

“Para ellos, estos nombres de ‘pintora’ o ‘arquitecto’ no eran descripciones de un oficio, sino maneras de mirar al mundo”.