El chocolate conserva su poder de sugestión, pero el cacao todavía se relaciona con la violación de los derechos humanos o la destrucción de ecosistemas. Un empresario crítico con el modelo nos habla sobre el chocolate orgánico, respetuoso y equitativo.
Quizá siga siendo un sueño infantil, pero la íntima relación entre esta industria y la omisión de los derechos humanos o la destrucción de ecosistemas, hace que empezar una fábrica de chocolate sea una aventura agridulce.
Sobre todo para quienes creen que la responsabilidad empresarial van más allá de destinar dinero a la caridad e imprimir los documentos de la compañía en papel verde.
Frederick Schilling, fundador de Dagoba, aplica a los productos de su empresa su particular interpretación del buen gobierno y la responsabilidad social. Para Schilling, no todo acaba con el sello de comercio justo y una certificación orgánica: los consumidores, informados, educados y atentos a las prácticas de las marcas, son quienes tienen la última palabra. El consumo responsable, dice, es al fin y al cabo cosa de la empresa y el consumidor, no sólo de la empresa.
faircompanies entrevistó al fundador de Dagoba Chocolate con su fábrica de Ashland como escenario. Ashland es un pequeño pueblo del noroeste de Estados Unidos con una merecida fama progresista, donde una empresa como Dagoba no desentona en absoluto.
Además de invitarnos a probar su producto y algunas muestras de la competencia, Frederick Schilling nos abrió las puertas de su particular fábrica de chocolate y nos invitó a oler grandes cubas de chocolate deshecho.
Más allá de los sellos orgánico y de comercio justo
Schilling cree que los conceptos comercio justo, orgánico y “shade-grown” (cultivado en plantaciones que preservan el ecosistema), son demasiado simplistas.
El mercado mundial del chocolate genera más de 60.000 millones de dólares (más de 40.000 millones de euros) anuales. Pese a los beneficios obtenidos por el Gran Chocolate -o “Big Chocolate”, que se refiere al producido por multinacionales como Nestlé, Hershey, M&M Mars y Cadbury-, los agricultores del sector trabajan a menudo por menos de un dólar diario.
En países como Costa de Marfil, en África Occidental, región donde se produce más del 40% del cacao, varias investigaciones periodísticas que demostraban el empleo sistemático de mano de obra infantil en régimen de esclavitud han provocado la denuncia explícita de la UE y el Congreso de Estados Unidos.
Pero el Protocolo del Cacao (“Cocoa Protocol“), iniciativa que insta a las compañías a asegurarse de que su producto no está relacionado con la esclavitud infantil u otras injusticias, ha sido arrinconado por los grupos de presión subvencionados por la propia industria.
Más árboles contra árboles más productivos
Las dudas sobre el cumplimiento de los derechos humanos básicos constituyen sólo una parte del problema. Motivados por la falsa creencia de que así obtendrán cosechas más productivas, algunos productores de cacao queman grandes extensiones de selva tropical para plantar una modalidad de cacao que no es autóctona y necesita más horas de sol.
En 2001 y con apenas la treintena, el emprendedor estadounidense Frederick Schilling apostó por una carrera profesional en este mercado, pese a no conocerlo a fondo. Schilling quería hacerlo, como explica, “bien”: sin explotaciones, pagando un precio justo a los productores, con las mejores variedades de cacao, y comprando a quienes no destrozaban los bosques de su comunidad para plantar cacao exclusivamente.
Seis años después, su empresa Dagoba Chocolate es, según su fundador, un modelo justo de producción de chocolate.
“Cuando era niño, no me gustaba el chocolate. En la Universidad me especialicé en el estudio de culturas y religiones; cuando descubrí la importancia del cacao en las culturas de Mesoamérica, me sentí atraído por el chocolate y su materia prima. Tras conocer la importancia entre los pueblos Maya y Azteca, investigué a fondo y rápidamente y ahí empezó una pasión.”
“Empecé experimentando con el chocolate. Inicié una investigación que me llevó a ver el cacao como un árbol tropical que puede ser muy beneficioso para la conservación de los bosques lluviosos, e incluso ser empleado para reforestaciones.”
Cultivado a la sombra
Las plantaciones tradicionales de cacao conviven con el resto del bosque tropical, de ahí que se emplee el término “cultivado a la sombra” (del inglés “shade-grown”). En esta modalidad de cultivo, el cacao es plantado a la sombra de árboles de mayor tamaño como un elemento más de su sotobosque y con la ausencia -o, a lo sumo, el uso limitado- de pesticidas.
“Históricamente, las plantaciones de cacao servían como refugio a una amplia variedad de animales, entre los que se incluyen monos aulladores, loros y ocelotes.”
Crece el número de productores de cacao que talan grandes áreas de bosque lluvioso para cosechar una planta de cacao híbrida, de más rápido crecimiento y preparada para aprovechar horas de sol.
Esta variedad tiene un mayor rendimiento que el cacao nativo, pero es más vulnerable a plagas de insectos y requiere el uso de más pesticidas y fertilizantes.
La organización Rainforest Alliance denuncia que este nueva manera de cultivar la tierra es desastrosa para los ecosistemas locales. “La tala de bosques y el uso de los productos agroquímicos que requiere el cultivo de las plantas híbridas incrementa la erosión y la escorrentía, que reducen la fertilidad de los suelos y contribuyen tanto a la contaminación del agua como a los problemas de salud de la comunidad.”
El buen cacao
Tras conocer de primera mano la destrucción de miles de hectáreas de selva, así como la pérdida de la herencia genética asociada a las variedades tradicionales del cacao, fenómenos a menudo asociados con la producción de cacao convencional, Schilling decidió comprar sólo cacao orgánico y producido en plantaciones donde los grandes árboles de los bosques lluviosos conviven con esta planta. En lugar de confiar en los estandarizados mercados de materias primas para avituallarse, Schilling prefiere viajar y conocer en persona tanto a sus proveedores como el cacao obtenido.
“Una de mis pasiones es trabajar directamente con los agricultores, por lo que viajo directamente a la fuente de la materia prima; y no sólo trabajar con los productores que ya conozco, sino también buscar nuevas fuentes de cacao.”
“El cacao es originario de la región de Chiapas, en Méjico. Cada país productor de cacao alberga una historia sobre la planta y su fruto, por lo que me gusta visitar lugares donde cultivan cacao, pese a no ser conocidos por ello. Su reputación no se ha desarrollado todavía. Me encanta ir a un lugar elegido, trabajar con los agricultores para mejorar el almacenamiento tras la cosecha, la fermentación del fruto y su secado, procesos que son muy importantes para obtener un buen sabor en el chocolate.”
Elogio al cacao de calidad y lucha contra los préstamos con intereses abusivos
“Últimamente, por ejemplo, he estado hablando con Red Guaconejo, una cooperativa conformada por unos 200 campesinos que viven en la reserva Loma Guaconejo, una zona donde nace buena parte del agua potable de la República Dominicana. Es crucial que preservemos los acuíferos y el bosque lluvioso en aquel lugar. Y el cacao es un cultivo que promueve la conservación. Estoy trabajando en este acometido con este grupo de agricultores, del mismo modo que he trabajado con el Banco Mundial durante los dos últimos años.”
“Un gran problema para los agricultores en los países en desarrollo es el acceso a los préstamos. Red Guaconejo paga un 30% de tipo de interés en los préstamos que ha suscrito. En el mundo desarrollado, un 30% de tasa de interés es, simplemente, insostenible. Si ponemos en perspectiva que estamos hablando de cultivadores de cacao que ganan unos 10 dólares al día, la situación todavía se comprende mejor. Por eso voy a viajar allí en los próximos días con un par de personas del Banco Mundial y lograr que la cooperativa consiga un préstamo a bajo interés, alrededor de un 5% o 6%, con la garantía de que yo voy a comprar su cacao. Creo que es un gran modelo para el desarrollo sostenible de las cadenas de suministro, desde la granja hasta el consumidor.”
La demanda de chocolate orgánico crece rápidamente: a escala global, prácticamente se ha duplicado entre 2002 y 2005, mientras que en Estados Unidos ha crecido un 49% sólo en 2007.
El crecimiento está limitado por la oferta actual, ya que los agricultores no pueden plantar árboles de cacao y obtener el fruto de inmediato. Los árboles de cacao recién plantados necesitan de 4 a 5 años para empezar a dar fruto.
Para aprovechar una oferta del fruto al que todavía no han llegado los procesos masivos de certificación (comercio justo, cultivos orgánicos, etcétera), Schilling también dedica tiempo a detectar plantaciones que no tienen certificación orgánica, aunque sí el potencial de serlo.
“El orgánico es un mercado emergente y, en el sector del chocolate, es todavía muy joven. El 98% del cacao mundial se cultiva de un modo orgánico por defecto, simplemente porque los agricultores no pueden permitirse comprar fertilizantes químicos. La labor consistiría simplemente en lograr que esas explotaciones obtuvieran una certificación orgánica reconocida. Cabe preguntarse por qué incluso obtener la certificación. ¿Por qué deberían estos productores pagar dinero para completar el papeleo? Así que fabricantes como Dagoba vamos, les ayudamos con el proceso de certificación y, si es necesario, lo financiamos.”
“Si se empieza por promover los países de los que obtenemos la materia prima, en poco tiempo muchos otros fabricantes de chocolate demandan también el mismo tipo de cacao. De modo que se trata, en definitiva, de impulsar las buenas prácticas entre los grandes fabricantes y productores de todo el mundo.”
No se trata de plantar más árboles
Schilling también trabaja para ayudar a los agricultores, la mayoría de los cuales trabaja en pequeñas explotaciones, a maximizar la producción en los árboles que tienen actualmente, en lugar de promover la cultura de la expansión exponencial de tierras y árboles.
“El cacao es un fruto. Se trata de un árbol frutal. Por lo tanto, si podemos enseñar técnicas de poda adecuadas y ayudar a maximizar la producción de cada granja, los productores podrían duplicar o triplicar sus ingresos con los árboles que tienen. Es simplemente trabajar con los agricultores a partir de lo que tienen.”
Agricultores que han obtenido la certificación orgánica tienen garantizado un precio más alto por sus frutos, pero, a juicio de Schilling, esto no es suficiente.
Como fabricante de un chocolate selecto -el sector del chocolate de calidad, a menudo conocido con el término anglosajón “premium”, ha crecido un 20% desde 2001-, paga también por encima del precio estipulado para el cacao orgánico.
“En el ámbito del chocolate que producimos, compramos frutos muy caros. No compramos el grueso de la producción que existe en el mundo, sino que siempre pagamos por encima del precio mundial estipulado para el cacao en cada momento. Siempre pagamos por encima los precios de comercio justo.”
El significado de orgánico y comercio justo en la industria del chocolate
Algunos de los productos de Dagoba están certificados con el sello Fair Trade (de comercio justo), pero no la totalidad. Aunque Schilling asegura pagar más que el precio mínimo estipulado por el comercio justo para el cacao en todos los frutos que compra, la etiqueta no encaja en todos sus productos.
“Por ejemplo, la variedad ‘pacuare’ proviene de una hacienda única que es gestionada por un sólo individuo. Él no puede pertenecer al sistema del comercio justo oficial porque se trata de una finca que sólo tiene un propietario. Sin embargo, esta persona ofrece a sus agricultores asistencia médica gratuita y paga por encima del salario mínimo de Costa Rica, lo que constituye un salario decente en su contexto.”
“El sistema de comercio equitativo (sello Fair Trade y otras iniciativas de certificación relacionadas con el comercio justo) no está todavía preparado para asegurar que todos los agricultores reciben un precio justo por sus materias primas. Esta es la premisa básica del comercio equitativo, asegurarse de que los agricultores obtienen un precio justo.”
“En el caso del cacao orgánico, el precio de referencia está estipulado en 2.100 dólares por tonelada métrica (1.450 euros). Y, en mi opinión, este es un precio bajo. Nosotros, por ejemplo, pagamos por encima de los 3.500 dólares por tonelada métrica de cacao. Por lo que, si uno va a una granja en Madagascar y paga 4.500 por tonelada métrica -dos veces el precio base estipulado por el comercio justo-, ¿cuál es la ventaja, para esta finca particular, si se une al sistema de certificación de comercio justo FLO? No hay necesidad.”
¿Una misma respuesta para cada caso?
“No se puede aplicar la misma respuesta a cada ubicación. Si tomamos el sistema Fair Trade como ejemplo, ellos tienen un sistema que dice que los precios base del cacao están en, por ejemplo, 2.100 dólares por tonelada métrica, con independencia de que exista una ley que regule el salario mínimo en un país o el nivel de vida del territorio.
El nivel de vida en El Salvador es muy distinto al de Costa de Marfil. De modo que, ¿es realmente posible tener un único sistema que pueda aplicarse en cada país, pese a que los indicadores y estándares difieren entre ellos? Yo no lo creo. Debería existir una iniciativa experimental que estudiase caso por caso. Tiene que trasladarse al modelo esa flexibilidad de la realidad.”
En lugar de basarse simplemente en los sistemas de certificación orgánica y de comercio justo, Schilling cree que es tarea del consumidor el educarse y reconocer el producto que busca.
“En todos los productos que compramos, deberíamos tomarnos el tiempo necesario para investigar. Hacerlo no lleva tanto tiempo. No consumimos tantos productos para que nos llevara años investigar qué es lo que realmente comemos. Especialmente en la era de Internet. Cualquiera puede echar un rápido vistazo a una empresa y comprobar cuál es su filosofía y cómo la aplica a su cadena de suministro. Simplemente, no se necesita mucho esfuerzo. Nos lo debemos a nosotros mismos, en tanto que consumidores: investigar las prácticas de las empresas en las que confiamos.”
El mejor modo de ayudar a los agricultores
“Si hace cuatro años se me hubiera preguntado cuál es el mejor modo de ayudar a los agricultores, seguramente habría mencionado: las certificaciones orgánica y de comercio justo. Actualmente, no creo que tener un sello orgánico o de comercio justo sea siempre la solución para cada producto. Estos procedimientos ayudan, pero creo que lo más es importante es garantizar que la cadena de suministro es sostenible y debe acabar en el consumidor.”
Las grandes expectativas comerciales de los productos alimentarios orgánicos y de comercio justo ha provocado que las multinacionales del sector -el Gran Chocolate- quieran entrar en este mercado.
En 2005, Cadbury Schweppes compró la firma Green & Blacks, el mayor vendedor de chocolate orgánico y primer fabricante de un producto certificado con el sello Fair Trade en el Reino Unido (la tableta de chocolate Mayan Gold, en 1994).
En 2006, Dagoba fue adquirida por Hershey’s, el mayor fabricante de chocolate en Estados Unidos. Si bien esta empresa dista mucho de haber aplicado políticas de comercio equitativo en su cadena de suministro en el pasado, Schilling vio la compra como una oportunidad para enseñar a una gran multinacional del sector cómo hacer negocios de acuerdo con la realidad e inquietudes en el siglo XXI.
Un estudio a fondo de la cadena de suministro
“Durante los últimos 50 años, el consumidor ha sido maleducado con productos de bajo coste y que no son en absoluto sostenibles, y el resultado de esta estrategia es una cadena de suministro y estructura empresarial que se caen a pedazos. Todo el mundo, desde Pepsi a Coca-Cola, pasando por Dagoba o empresas de nueva creación que aparecen con nuevas ideas, estudian cómo hacer que su modelo de negocio sea sostenible. ¿Cómo podemos hacer que nuestros productos y, por ende, nuestro mundo, sean más sostenibles? Estas inquietudes se plantean actualmente en todos los sectores.”
Frederick Schilling saborea, con nosotros, algunas muestras de chocolate de su propia compañía. Se trata de variedades y certificaciones distintas. Cacao sudamericano, africano, del sureste asiático; chocolate de comercio justo, orgánico, de comercio justo y orgánico a la vez, o simplemente chocolate de calidad sin certificaciones, aunque hecho con cacao obtenido en fincas donde existe un control del producto y se pagan salarios justos.
Ashland
En las paredes de la factoría, propia de un Willie Wonka progresista, algo que no desentona en el progresista pueblo de Ashland, cuelgan algunas menciones y recortes de prensa enmarcados, con entrevistas a Schilling y artículos sobre Dagoba.
“Creo que lo que estamos viviendo actualmente es un gran ajuste. En los últimos 500 años, desde el inicio de la Era Moderna, ha habido un proceso de expansión y explotación. Es en los últimos 20 años cuando hemos empezado a darnos cuenta de que necesitamos hacer algunos cambios profundos en nuestra cadena de suministro. Los procedimientos orgánico y de comercio justo son probablemente parte de la respuesta. No hay duda de que ayudan.”
“¿Existe margen para mejorar y voluntad de hacerlo? Sin duda, se trata de una constante evolución de los sistemas que promueven equilibrio, sostenibilidad, justicia… Es decir, la realidad que afrontamos a diario.”