Más que nunca, se requieren grandes avances surgidos de carreras vocacionales, en un momento en que se recupera el espíritu de experimentación de mediados del siglo pasado.
La mente humana es una de las frontera: vuelve la investigación con sustancias psicotrópicas con el fin de acelerar la comprensión sobre nuestra conciencia.
Se necesitan carreras científicas vocacionales
Edward O. Wilson explica en su último ensayo la importancia de que los jóvenes de ahora elijan carreras científicas vocacionales. Muchas de ellas requerirán derribar barreras generacionales y estereotipos, y el mundo necesita, dice Wilson, a estos nuevos científicos con agallas.
Letters To A Young Scientist es el legado de este entomólogo a los futuros científicos: en lugar de optar por carreras poco complicadas que den réditos a corto plazo, Edward O. Wilson invita a los más jóvenes a perseguir primero su pasión; luego, a formarse y a lograr objetivos audaces.
¿”Estancamiento” en innovación y empleo?
La llamada de Wilson, con 83 años, es más necesaria que nunca: uno de los mayores problemas de nuestro tiempo, dicen algunos economistas, es la falta de innovaciones que creen sectores enteros y empleen a millones de personas. Es el supuesto “gran estancamiento” de la innovación, en palabras del economista Tyler Cowen.
Un profesor de la Universidad de Rice va más allá: Moshe Vardi aventura que, en 30 años, la mayoría de los trabajos manuales y de gestión -“cuello azul” y “cuello blanco”- serán asumidos por robots y procesos automatizados, gracias a avances en ciencia computacional e inteligencia artificial.
Adaptar la publicación científica a nuestro tiempo
Con o sin “gran estancamiento”, la cultura descentralizada y abierta de Internet -de momento, pero ello podría cambiar fácilmente, como denunciaba el desaparecido Aaron Swartz-, ha logrado abrir un debate sobre el oscuro y hermético negocio de la publicación científica.
(Imagen: portada de Time dedicada a Carlos Castaneda, 5 de marzo de 1973)
Los defensores de la “ciencia abierta” (“open science“) creen que el progreso científico se aceleraría si los procesos de investigación, recolección y diseminación de datos fueran accesibles a toda la sociedad, desde las empresas y profesionales que se pueden permitir pagar una suscripción a los aficionados.
De la “open science” a la financiación colectiva de investigaciones
Ya se habla incluso de aplicar “crowdfunding” (financiación en masa a través de Internet) a proyectos científicos que se adapten a la cultura del desarrollo ágil (iteración y mejora constante con la participación de grupos multidisciplinares organizados de manera orgánica).
El actual hermetismo de la publicación científica no frenará varias de las grandes tendencias en la ciencia, como su mayor transparencia.
Genómica, biotecnología, gestión de grandes cantidades de datos (“big data”), inteligencia artificial y ciencia computacional, entre otras ramas, convergerán para conocernos mejor y acabar, de paso, con el -supuesto- gran estancamiento de la innovación.
Entender mejor el cerebro humano para crear una “conciencia artificial”
Los éxitos y fracasos de ciencia computacional e inteligencia artificial condicionarán al resto de innovaciones.
La capacidad para razonar de las máquinas ya fue prevista por Ramon Llull en su Ars Magna, en 1315; desde entonces, la computación ha logrado crear programas (“chatbot”) indistinguibles de un ser humano en una conversación remota a ciegas (se cumple así la prueba de Turing, que relaciona Inteligencia Artificial cuando no podamos distinguir entre ser humano y aplicación informática en una conversación a ciegas).
(Imagen: reportaje de Life magazine -13 de mayo de 1957- sobre el uso de alucinógenos en rituales chamánicos)
Empresas como Google y Apple pulen sus aplicaciones de asistencia personal virtual (Google Now, Apple Siri). La asistencia por voz a través de estas aplicaciones de realidad aumentada liberará el acceso a servicios, que se acoplará al usuario con mayor naturalidad, tal y como pretende Google Glass (básicamente, unas gafas con potencia de teléfono inteligente y Google Now como interfaz).
Realidad aumentada
Los ordenadores para llevar como meras prendas o complementos (wearable computers) se hacen realidad. Falta, no obstante, la creación de una “conciencia” con “sentimientos”, temática explorada con recurrencia en el cine.
De momento, los dispositivos más avanzados “asisten” y nos convierten en cyborgs en potencia (Google Glass), o nos sustituyen con eficiencia en determinadas tareas “predictivas” (¿qué tal un piloto automático para conducir) y que no requieren de la chispa de nuestra conciencia, ética, creatividad, sentimiento, pasión.
La ciencia nos sigue explicando por qué la conciencia o la propia vida son estados tan difíciles de replicar en una máquina. Apenas hemos empezado a experimentar con la clonación de embriones, cuando sabemos que la telepatía es posible y, quién sabe, quizá exista una conciencia universal parecida a la idea del panteísmo de los filósofos grecorromanos, o al argumento de Cloud Atlas, llevada al cine por los Hermanos Wachowski.
Efectos del uso recreativo de psicotrópicos sobre la investigación
La ciencia de la conciencia recupera las sustancias psicodélicas para aportar nuevas luces al funcionamiento de nuestro cerebro y desentrañar un poco más los patrones de la conciencia humana, con matices inabarcables.
Medio siglo después de que la “ciencia psicodélica”, como la llama Greg Miller en Wired, fuese cancelada por el uso recreativo y ajeno a la investigación auspiciado por Timothy Leary, la investigación con sustancias psicodélicas recupera su importancia.
Timothy Leary, profesor de Harvard convertido en promotor del uso de LSD en la contracultura, dañó este campo de investigación de manera irreparable, al provocar la cancelación de programas y retirada de fondos, o al menos es la conclusión de especialistas en neurociencia y psicofarmalogía reunidos recientemente en Oakland, California, en la conferencia Psychedelic Science 2013, auspiciada por la Asociación Multidisciplinar de Estudios Psicodélicos (MAPS).
(Imagen: reportaje de Life magazine -13 de mayo de 1957- sobre el uso de alucinógenos en rituales chamánicos)
Entre las consecuencias del uso exhaustivo de sustancias psicotrópicas en los años 60, los investigadores en la materia destacan su prohibición y la dificultad para obtener permisos y cumplir con formalidades administrativas.
Ponche de ácido lisérgico, esta vez para los laboratorios
Un reducido grupo de personas “ha reavivado con cautela el estudio científico de la psicodelia”, cuando Timothy Leary, Ken Kesey, los Merry Pranksters (entre ellos, Stewart Brand de The Whole Earth Catalog), Neal Cassady (alter ego de Dean Moriarty en On the Road de Jack Kerouac) y el resto de protagonistas de la novela periodística Ponche de ácido lisérgico (The Electric Kool-Aid Acid Test, Tom Wolfe, 1968), forman parte de la historia de una época ya lejana y revisitada en los libros de historia.
(Imagen: ilustración del reportaje novelado de Vanity Fair, “Cary in the Sky with Diamonds” –agosto de 2010-)
Poco a poco, se confirman hallazgos acerca de cómo los medicamentos psicotrópicos estimulan la actividad cerebral que explicarían sus efectos alucinantes sobre nuestra conciencia.
Y -dicen los expertos reunidos en Oakland-, el estudio de estos efectos puede repercutir en nuevos medicamentos contra distintos trastornos, o incluso en avances en la carrera por dar a las máquinas conciencia de sí mismas (Inteligencia Artificial).
Revisitando el uso de alucinógenos en la psicoterapia
La docena de estudios con psicotrópicos en marcha en todo el mundo se alejan conceptualmente de la experiencia de los años de la contracultura y, por el contrario, recupera el papel del LSD en la psicoterapia, volviendo a los inicios de su uso en el Hollywood de 1950.
Entonces, la sustancia sintetizada por el químico suizo Albert Hofmann en 1938 mientras experimentaba con hongos en busca de estimulantes del sistema nervioso central, estaba en manos de un puñado de agencias gubernamentales e investigadores.
Las muestras, proporcionadas por la química Sandoz, iban a parar a mediados de los 50 a estudios secretos auspiciados por Estados Unidos, el Reino Unido o Canadá, pero también a científicos que escribían a Sandoz con una idea que justificara el envío de LSD-25: entre 1950 y 1965, 40.000 personas fueron tratadas con LSD, hasta que se convirtiera en sustancia recreativa de la mano de Timothy Leary.
“Cary in the Sky with Diamonds”
A mediados de los años 50, el psiquiatra de Los Ángeles Oscar Janiger escribió a Sandoz para obtener LSD; quería emplearlo en la terapia con pacientes que habían consentido su uso.
A la par que usaban psicotrópicos en terapia con clientes selectos que así lo consentían, Oscar Janiger y su colega Sidney Cohen realizaron estudios sobre creatividad en la Universidad de California en Los Ángeles, por donde pasaron como objetos de estudio los escritores Aldous Huxley y Anaïs Nin, entre otros.
Al tanto de estos estudios, Mortimer Hartman y Arthur Chandler, crearon el Instituto Psiquiátrico de Beverly Hills, con la idea de aplicar LSD en análisis freudianos. Empezaba así la relación entre distintas estrellas de Hollywood, como Cary Grant y Esther Williams, tal y como explica Cary in the Sky with Diamonds, reportaje novelado de Cari Beauchamp para Vanity Fair (agosto de 2010).
Pronto, lo que empezó como el estudio terapéutico de apenas un puñado de ejecutivos y actores de Hollywood se convirtió en símbolo del “traspaso” de las “puertas de la percepción” en el epicentro contracultural del norte de California. En 1957, la revista Life publicó un reportaje escrito por R. Gordon Wasson, que documentaba el uso de hongos alucinógenos en ritos religiosos de los mazatecas mexicanos. Anthony Russo y su amigo Timothy Leary viajaron a México a experimentar con ellos mismos con hongos psilocibios. Fue el inicio de la relación de Leary con la psilocibina.
Leary fue determinante en la popularización del LSD (sustancia simbólica del Summer of Love de San Francisco, rememorado en el reportaje de Vanity Fair de julio de 2012, Suddenly That Summer), critican los investigadores actuales, dinamitó el potencial científico del LSD-25.
El complejo y desconocido mundo de la conciencia
Las ventajas que los investigadores encuentran en el uso de potentes psicotrópicos fue definido por el propio Mortimer Hartman en 1959, cuando explicó a Look magazine que el LSD “intensifica la emoción y la memoria un centenar de veces”.
Los estudios sobre los secretos de nuestra conciencia nos podrían ayudar a entender lo que otras evidencias constatan. Un par de ejemplos:
- la maternidad genera cambios morfológicos en el cerebro materno –se cree que también en cociente de inteligencia-, además de dejar restos de ADN de los hijos varones en el cerebro de la madre;
- varias investigaciones en animales y humanos, algunas de ellas clasificadas, avanzan en campos hasta ahora considerados sólo en la ciencia ficción, tales como interfaces para posibilitar la telepatía.
Primer paso: recuperar los psicotrópicos en terapias conocidas
Los expertos en sustancias psicotrópicas advierten de que éstas no son la respuesta a todas las incógnitas de nuestra conciencia, sino un primer paso para, primero, hacer más efectivas las sesiones de terapia para depresión, ansiedad y otros trastornos.
Desde la Asociación Multidisciplinar de Estudios Psicodélicos, Rick Doblin se felicita de, al menos, haber rescatado las sustancias psicotrópicas para su uso científico, pese a las restricciones todavía existentes.
La asociación demanda desde los 80 que se permita la investigación y el uso en pacientes de fármacos con los principios de sustancias como el LSD o equivalentes naturales (como el peyote y la ayahuasca en las Américas, y los hongos alucinógenos en distintas partes del mundo).
Opinión pública e investigación
Desde la asociación MAPS son conscientes de la dificultad de superar un estereotipo con el simbolismo de los efectos que los excesos del uso recreativo de estas sustancias ocasionaron entre algunos participantes de la contracultura, caricaturizados, entre otros, por el dibujante de cómics underground Robert Crumb.
Finalmente, la actitud del gran público en relación con el uso de drogas ilegales en ciencia y medicina está cambiando, según encuestas de Pew Research Center.
El interés en las drogas psicodélicas revive -explica Greg Miller en Wired- al constatar que no hay drogas psiquiátricas prometedoras a la vista; las existentes están basadas mayoritariamente en componentes descubiertos en los años 50.
Ayahuasca y ritos chamánicos
La edición de 2013 de la conferencia sobre ciencia psicodélica de Oakland ha tenido un protagonista: la ayahuasca (en quechua, “soga de muerto”), una planta con potentes dotes alucinógenas usada por los pueblos nativos amazónicos en ceremonias chamánicas.
Como en otras sociedades tribales, los pueblos nativos amazónicos que siguen empleando la ayahuasca delegan en el chamán la responsabilidad de transmitir los usos, mezclas y preparaciones de la sustancia alucinógena, siempre con fines rituales o curativos.
En la medicina moderna, la ayahuasca ha sido empleada en aplicaciones similares al resto de psicotrópicos: tratamiento de ansiedad, depresiones, trastornos del comportamiento, esquizofrenia, etc. Cuenta, no obstante, con una ventaja clara con respecto al LSD: su escasa toxicidad.
Revisitando “Las enseñanzas de Don Juan”
El uso chamánico e iniciático de sustancias alucinógenas naturales irá para siempre ligado al escritor y antropólogo peruano-americano Carlos Castaneda, autor del libro iniciático al chamanismo Las enseñanzas de Don Juan, escrito originalmente como tesis para la Universidad de UCLA en plena contracultura.
En la novela, Castaneda evoca su supuesta iniciación chamánica junto a un brujo yaqui de Sonora o Oaxaca, Juan Matus. La obra de Castaneda ha sido sometida a escrutinio, al desconocerse su veracidad (al principio, se le había integrado en el Nuevo Periodismo, pero el carácter fantástico de los libros dificulta su tratamiento como meros reportajes novelados).
(Imagen: Timothy Leary -izquierda- y Richard Alpert -después Ram Dass- en Harvard en 1961)
Ahora, su trabajo retorna a la actualidad, coincidiendo con el interés científico por peyote, ayahuasca y demás alucinógenos tradicionales. Los estudios antropológicos sobre chamanismo podrían originar nuevas líneas de investigación.
Efectos de los psicotrópicos sobre regiones del cerebro
El neurocientífico brasileño Dráulio Barros de Araújo (Universidade Federal do Rio Grande do Norte in Brazil), presentó en Oakland nuevos hallazgos derivados de su estudio de 10 usuarios experimentados de ayahuasca, seguidores de prácticas similares a las expuestas por Carlos Castaneda en los años 60.
Según los escáneres cerebrales a los que Araújo sometió a los sujetos de la investigación, la ayahuasca reduce la actividad neuronal en la red en modo por defecto (DMN en sus siglas en inglés), una red de regiones cerebrales interconectadas que se activa cuando un individuo no está concentrado en ninguna tarea específica.
La red en modo por defecto es especialmente activa en situaciones de divagación, por ejemplo: cuando soñamos despiertos e interconectamos ideas sin aparente relación y. La divagación ha sido relacionada por diversos estudios con el secreto del potencial creativo de los polímatas más célebres.
Desapego, meditación y divagación
El hallazgo de Araújo es consistente con los resultados de un equipo de científicos británicos, quienes constataron en 2012 que la psilocibina, el compuesto alcalino con propiedades psicotrópicas presente en los hongos psilocibios, reduce también la actividad en las zonas cerebrales de la DMN.
El neurocientífico Robin Carhart-Harris, coordinador de este estudio, también constató en la conferencia de Oakland que la psilocibina no sólo afecta la red en modo por defecto, sino que altera otros tipos de actividad cerebral rítmica. La alteración de ambos tipos de actividad está relacionada, creen algunos investigadores, con lo que la filosofía ha llamado “desapego”, o sensación de desconexión entre cuerpo y mente.
Carhart-Harris y otros investigadores creen que el uso de nuevas técnicas de exploración cerebral más precisas y con mayor resolución, como la magnetoencelografía, acelerarán los nuevos hallazgos en el campo de los psicotrópicos.
Un producto de la activación de nuestro cerebro
Sorprende el avance en los estudios sobre la conciencia. Muchos sujetos de los estudios de Carhart-Harris han expresado una sensación subjetiva de “arritmia” o “desintegración” de la conciencia.
“Para mí -dice Robin Carhart-Harris- esta es una de las observaciones más interesantes. Nuestro sentido individual, conciencia de ser alguien, es realmente una especie de ilusión. Todo lo que somos es un producto de la activación de nuestro cerebro”.
Sea como fuere, estamos todavía muy lejos de desentrañar la alquimia que convierte miles de millones de pequeñas células interconectadas y aglutinadas en torno a distintas regiones, a su vez activadas por pequeños impulsos y propulsadas con glucosa (resumiendo mucho, nuestro cerebro), en la compleja conciencia que distingue al ser humano del resto de la vida.
Aprendiendo acerca del funcionamiento cerebral individual, avanzamos igualmente en la interpretación de sus impulsos y su -probable- tendencia a la “sincronización” o “interconexión” con otros cerebros.
Conciencia colectiva, telepatía y otras fronteras
La bitácora de cencia ficción io9 se permite soñar y se pregunta cuánto tiempo pasará hasta que la humanidad se convierta en una conciencia colectiva (“hive mind”, literalmente, “colmena mental”), erigida sobre los cimientos de Internet.
Nos adentraríamos, así, en el argumento futurista que propulsa The Matrix o la novela Cloud Atlas. Dado el argumento, no extraña que los hermanos Wachowski se interesaran por adaptarla al cine.
¿Cuán lejos estaríamos entonces del panteísmo planteado por las sociedades primitivas y los presocráticos, de la hipótesis de Gaia o del argumento de Avatar, la película de James Cameron?
La ciencia pide ir paso a paso, usando el método científico. Ideas como la “open science” y la aplicación de técnicas de desarrollo ágil o financiación en masa (“crowdfunding”), podrían acelerar algún que otro desengaño y grandes hallazgos.