¿Cómo puede un país pobre con normas débiles y poco respetadas progresar sostenidamente? Un grupo de economistas plantea una solución: crear entidades administrativas del tamaño de una ciudad que tengan estatuto independiente y sean administradas por una coalición de países.
A cambio de aportar el territorio, el país huésped se beneficiaría del desarrollo en la región y, eventualmente, lograría los mismos estándares de desarrollo que la ciudad autónoma. Estas entidades tendrían su propio gobierno, leyes, fiscalidad (moneda, impuestos), y elecciones libres.
Pero la idea de las ciudades autónomas o “ciudades charter“, deberá superar varios escollos, explica The Economist.
Los ingredientes del progreso a largo plazo
Ideas, tecnología, libre mercado, normas que se respeten: los ingredientes del progreso son conocidos, pero la mayoría de países ha fracasado aplicando la receta de manera equilibrada.
Si la prosperidad de un país depende de la estabilidad política y jurídica a largo plazo, así como del nivel educativo de sus habitantes, el dinamismo económico y la calidad de sus servicios, las ciudades charter deberán asegurar su estatuto autónomo a largo plazo, ajeno a los vaivenes de países inestables que les acojan.
El profesor de economía Paul Romer, especialista en la relación entre economía e innovación tecnológica, desarrolló junto a otros colegas la “nueva teoría del crecimiento” en los años 90 del siglo pasado, cuando ya estaba claro que las mejoras de productividad y la automatización de las economías de escala agravarían la situación laboral de los trabajadores menos cualificados.
Optando por un marco legal con pocas normas, escritas claramente y cumplidas con escrupulosidad, las ciudades charter quieren crear un entorno que atraiga el talento con la eficiencia atesorada por lugares como Silicon Valley, expone Romer.
“Meta-normas”, o cómo superar las malas normas
Romer, economista de la Universidad de Nueva York, también ha estudiado la relación entre ciencia libre (inspirada en el movimiento del software libre) y sistemas de gobernanza, o cómo mejorar ideas colaborando y usando grandes cantidades de datos.
Ello le ha servido para constatar la importancia de lo que llama “meta-normas“: el estudio de cómo pasar de reglas deficientes, que mantienen a una sociedad en la pobreza, a otras que permiten prosperar. Las meta-normas, ha declarado Romer, importan tanto como las cuestiones más estudiadas en torno a profundos cambios tecnológicos y de organización.
“¿Que tipo de mecanismos permitirán a los países en desarrollo emular las reglas que funcionan bien en el resto del mundo?”, se pregunta.
Los defensores de las ciudades autónomas comparan la idea con el fenómeno de las “spin-off”, o empresas innovadoras que nacen de la colaboración entre empresas y universidades, o que empiezan como un departamento innovador dentro de una empresa y, debido a su dinamismo, acaban desgajándose de la matriz.
Algo así como la recuperación de la idea europea de ciudades que actúan autónomamente, impulsando su propia economía. Así lo hicieron las ciudades hanseáticas del Báltico (Hamburgo, Lübeck), Flandes (Brujas, Amberes), así como las principales ciudades italianas.
El florecimiento de las ciudades autónomas europeas financió el Renacimiento y sentó las bases de la Edad Moderna, cuando los Estados y el absolutismo dinamitaron su dinamismo.
Soñando con crear un Hong Kong en Honduras
Empezar desde cero creando una ciudad con estatuto independiente, como aboga Future Cities Development Inc., una de las empresas tras las ciudades charter en Honduras, permitirá a las autoridades de estos centros autónomos experimentar con las leyes y métodos gobernanza más eficaces en cada caso, o copiar las ideas que han funcionado en otros lugares.
¿Por qué no crear un Hong Kong en Centroamérica? Paul Romer sueña con erigir en Honduras, uno de los países más pobres, inseguros y corruptos de Centroamérica, varias ciudades charter, donde los estatutos de la nueva ciudad garanticen las normas e incentivos para prosperar.
Las ciudades autónomas florecerían, según la teoría que las sustenta, allí donde los estados fallidos han fracasado repetidamente. Las imágenes satelitales nocturnas de localizaciones como la isla de La Española muestran cómo la política y la norma jurídica (o la ausencia de éstas), influyen sobre el desarrollo: mientras Haití padece deforestación y ausencia crónica de servicios e infraestructuras, la República Dominicana, que ocupa la mitad oriental de la isla, está más iluminada y mantiene parte de su riqueza natural.
El contraste se repite entre Corea del Sur, más rica que muchos países europeos, y Corea del Norte. Paul Romer tiene la convicción de que regímenes como el cubano pueden aumentar su desarrollo dejando que países extranjeros creen el equivalente al Hong Kong de Cuba.
Menos guantánamos como el actual y más ciudades autónomas
Algo así como un Guantánamo del desarrollo, donde no se violaran los derechos humanos, sino que se reforzaran las normas democráticas y el libre mercado.
Siguiendo con la hipótesis, la ciudad charter cubana podría ser administrada por Canadá, Estados Unidos, Brasil y España, o alguno de estos países, según un ejemplo aportado por el propio Paul Romer en su charla para el ciclo de conferencias Ted Talks.
Según la idea, una ciudad autogestionada atraería inversión privada y aceleraría el progreso no sólo de sus habitantes, sino de ciudades colindantes, cuya población se especializaría en sacar provecho del dinamismo de la ciudad charter aledaña.
Acelerar el progreso
Algo similar a lo ocurrido, en definitiva, en las ciudades industriales chinas próximas a Hong Kong, o en los centros industriales de Malasia e Indonesia próximos a Singapur.
Y, según, Paul Romer, el caso de éxito de ambas ciudades podría aplicarse en cualquier lugar del mundo. Un vuelo por Latinoamérica o África, recuerda el economista, es un sencillo ejercicio donde es fácil detectar bahías poco pobladas o desiertas, adecuadas para albergar a millones de personas, aumentando la riqueza de la región y reduciendo, de paso, el impacto medioambiental de la población.
Las ciudades, el tamaño adecuado para acelerar el progreso
A diferencia de las pequeñas poblaciones, en un extremo, y los países, en el otro, las grandes ciudades son una entidad de población suficientemente ágil y poderosa para influir sobre el dinamismo de un país o región, sin los problemas de un pueblo (poca repercusión sobre la prosperidad de otros), o un país (mayor complejidad).
En contraposición a una ciudad, una pequeña villa es un lugar demasiado pequeño para que las buenas prácticas de sus conciudadanos respetando las normas, procurándose una educación y fundando negocios florecientes tengan una repercusión perceptible.
En el otro extremo, un país es una entidad demasiado grande y compleja, a merced de equilibrios de poder. En las zonas menos desarrolladas del mundo, los países son víctima de normas obsoletas mal implantadas, corruptas, ausentes de incentivos empresariales o todo a la vez.
Romer cree que los países menos desarrollados acelerarían el enriquecimiento y prosperidad de sus habitantes estudiando el caso de las ciudades autónomas asiáticas de Hong Kong y Singapur, cuya autogestión y autonomía con respecto a las potencias de la zona durante décadas permitieron su progreso, del que ahora se benefician China y la región en su conjunto.
Seguridad jurídica, espíritu emprendedor, inversiones
La prosperidad, recuerda el economista, llega con el respeto por las buenas normas, que alienten la seguridad, pero también la educación o el espíritu emprendedor, así como los incentivos para atraer inversiones.
Pero la idea de Paul Romer y su creciente red de colaboradores parte con retos difíciles de resolver. Él mismo reconoce que la frontera entre ciudad autónoma y neo-colonialismo es todavía difusa.
Otra de las debilidades tiene que ver con la propia base de su sueño: los gobernantes y habitantes de una ciudad charter podrían no respetar las normas diseñadas por ellos mismos, por lo que una ciudad autónoma en Centroamérica, el Caribe o África se parecería más a Macao (paraíso chino del blanqueo y negocios ilícitos) que a Hong Kong o Singapur.
Dudas sin resolver en modelos como la ciudad charter de Honduras
Asimismo, estas nuevas entidades tendrían que ceder parte de su soberanía o incluso carecerían al principio de sistemas totalmente representativos y democráticos, algo más que meros defectos de forma para la opinión pública de cualquier país interesado en hospedar una ciudad charter.
Pero el principal riesgo que afronta la atractiva idea para aumentar rápidamente el desarrollo humano en países cuya debilidad normativa, educativa, empresarial e institucional han frenado la prosperidad parte de los países huésped.
Como Honduras, los países huésped adolecen de seguridad institucional y jurídica: las ciudades charter (con estatuto autónomo) sólo lograrán la credibilidad de sus habitantes e inversores si logran un acuerdo creíble con los países que las acogen.
¿Colonialismo o tutelaje exterior?
Una de las soluciones planteadas consiste en acordar el tutelaje exterior de las ciudades autónomas, que llevarían a cabo terceros países, pero la idea está tan próxima al colonialismo que constituye uno de los principales escollos de para fundar la ciudad autogestionada en la costa hondureña, así como proyectos similares.
Según Romer, cuando un ciudadano se instalara en una ciudad charter, habría optado por cumplir las normas de la ciudad, pero no necesariamente las del país huésped, que se mantendría al margen al carecer de jurisdicción: un nuevo tipo de gobierno ni autoritario, ni completamente democrático.
Por esta razón, explica The Economist, Romer considera necesario que países ricos “supervisen” (administren de facto) las ciudades charter, sobre todo el sistema judicial y la policía, para así evitar interferencias del país que haya cedido el territorio.
Asimismo, la supervisión de terceros países evitaría que los líderes electos de los países huésped, una vez en el poder, abolieran el estatuto especial concedido en beneficio propio.
El sueño de las ciudades charter avanza en Honduras
El concepto de charter cities, tal y como ha sido concebido por Paul Romer y sus colaboradores, se aplicará por primera vez en Honduras, cuyo gobierno aprobó en 2011 una enmienda constitucional que permite crear estatutos autónomos y, por tanto, entidades dentro del Estado con un marco legal autónomo.
Pero “autónomo” no equivale a “independiente” a todos los efectos, reconoce Romer, quien cree que un estatuto como el adoptado por Honduras será suficiente para hacer creíbles las promesas a largo plazo que atraerían población e inversores a una ciudad charter.
Paul Romer: “Reduciríamos dramáticamente la presión humana sobre la tierra construyendo ciudades autónomas en las que la gente pudiera prosperar; y, si son ciudades gobernadas con buenas normas, la gente estaría a salvo del crimen organizado, enfermedades, malas condiciones sanitarias, y encontraría trabajo o accedería a servicios básicos como electricidad y educación”.
Las ciudades autónomas no sólo prometen generar prosperidad para sus habitantes, los inversores que las apoyen y los países y regiones que las hospeden. También constituirían una alternativa a la emigración clandestina: en lugar de arriesgar sus vidas en peligrosos viajes, muchos habitantes de países pobres podrían mudarse legalmente a ciudades charter próximas.
Inicialmente, muchos de ellos ocuparían puestos poco cualificados en la construcción o el sector servicios, o incluso en empresas trabajando junto a la ciudad autónoma, aunque fuera de ella. Pero sus posibilidades de prosperar junto a su lugar de origen aumentarían.
Quién supervisa al supervisor
Para dejar claro que la idea va en serio, el gobierno hondureño y Charter Cities, fundación promovida por Paul Romer para asistir en su desarrollo e implantación, han creado una “comisión de transparencia” que supervisará las acciones gubernamentales de las ciudades autónomas hondureñas.
La comisión de expertos incluye, entre otros, al premio Nobel de Economía George Akerlof; Nancy Birdsall, antigua miembro del Banco Inter-Americano de Desarrollo y directora del think tank Centro para el Desarrollo Global; Ong Boon Hwee, antiguo directivo de Temasek Holdings y Singapore Power; o Harry Strachan, investigador y antiguo decano de la escuela de negocios latinoamericana INCAE.
Iniciativa privada en las ciudades charter del futuro
Empresas como la mencionada Future Cities Development Inc. ya trabajan en las ciudades charter hondureñas.
Según Future Cities, “nuestras ciudades se centran en resultados humanos: crear oportunidad económica, trabajando con organizaciones sin ánimo de lucro para proporcionar servicios a poblaciones deprimidas, e integrando el conocimiento local con tecnologías globales”.
“Creemos que, trayendo el espíritu de Silicon Valley a Honduras, podemos construir una ciudad única que permita a los hondureños salir de la pobreza y jugar un papel más importante en la economía global”.
Paul Romer describe así el proceso de concepción de las primeras ciudades charter: “No hay nada, exceptuando la falta de imaginación, que nos impida crear una solución que realmente beneficie a todos globalmente”.
¿Son las ciudades charter un mero sueño libertario, como fundar ciudades flotantes en aguas internacionales?
Pronto saldremos de la duda. Mientras tanto, puedes consultar nuestro artículo sobre “seasteading”.