Con chips y componentes más pequeños, integrados, eficientes y baratos, los móviles impulsan dispositivos y usos para los próximos años: realidad aumentada y virtual, inteligencia artificial, robótica y tratamiento de datos a la carta llegan en los próximos años.
En una conversación sobre innovación transformadora, el coinventor del navegador de Internet e inversor de capital riesgo Marc Andreessen y el profesor de Harvard Business School y autor de El dilema del innovador Clayton Christensen explican por qué el concepto de “disrupción” ideado por Christensen sigue vigente dos décadas después.
Los servicios que la gente todavía no sabe que querrá
Desde su publicación en 1997, El dilema del innovador se convirtió en una lectura de cabecera para el entonces emergente sector tecnológico, todavía supeditado al viejo negocio del hardware y el software tradicionales.
El ensayo exponía por qué son las grandes empresas bien gestionadas las que acaban superadas por competidores con mayor agilidad, flexibilidad y tolerancia por el riesgo: las empresas consolidadas se centran en optimizar lo que ya funciona, tratando de defender procesos ya creados en vez de prepararse para una oleada de innovación que los convierta en obsoletos.
Steve Jobs explicó a su biógrafo Walter Isaacson la importancia de este ensayo durante su segunda etapa en Apple después de ser despedido, crear NeXT y madurar con la experiencia.
Fundadores que crean productos que quieren usar
El dilema del innovador ratificó a Jobs en una intuición: que la gente no pidiera tecnologías no existentes no implicaba que éstas fueran una mala idea, sino que la gente, simplemente, no sabía *todavía* que había tecnologías futuras que pronto serían imprescindibles en su vida cotidiana.
Así el Jobs profundizó, según Christensen, en una tarea que llevó a Apple desde la marginalidad al dominio tecnológico: en un mundo tan tecnificado como el actual, es imprescindible que empresas y creadores se miren continuamente al espejo, retándose a sí mismos y proponiendo productos y servicios que nadie había pedido, pero que pronto se hacen imprescindibles.
Siguiendo el mismo principio socrático de conocerse a uno mismo para indagar más sobre la humanidad (saber más sobre las propias necesidades y esperanzas implica aumentar la certidumbre de las intuiciones sobre el resto de las personas), innovadores como Steve Jobs crearon productos que solucionaban sus necesidades cotidianas.
Innovación a largo plazo vs. centrarse en pequeñas mejoras cotidianas
En su conversación con Marc Andreessen, Clayton Christensen cree que Apple ha dejado, como otras compañías que batallan por mantener su frescura pese a su tamaño y madurez, de considerar innovaciones “mirándose al espejo” como hacía Jobs, y corre el riesgo de quedarse atrapada en el proceso previo al riesgo a caer en la obsolescencia: concentrarse en mejoras incrementales en vez de arriesgarse con innovaciones transformadoras.
Otra personalidad de Silicon Valley, el cofundador de Paypal y también inversor de capital riesgo Peter Thiel, argumenta la importancia de crear cosas que no existen en su ensayo Zero to One. Ir desde cero a uno (crear un valor descomunal de algo que no existe ni nadie “quiere” o “demanda” hasta que, al usarlo, se convierte en imprescindible) es mucho más difícil que ir desde 1 hasta “n”, además de explicar por qué conducimos autos en vez de carros a caballos y escribimos en ordenadores y teléfonos en vez de máquinas de escribir.
(Imagen: componentes más baratos, pequeños e integrados impulsados por la demanda móvil propulsan otras innovaciones como la realidad virtual, la robótica, los drones o la Internet de las cosas)
Un socio de Marc Andreessen en la firma de capital riesgo que dirige (Andreessen Horowitz, a16z), Benedict Evans, describe por qué es tan decisivo para cualquier creador o empresa que quiera lograr impacto a una cierta escala preocuparse por innovar con planes a largo plazo que conformarse con modelos más humildes que rindan rédito inmediato a corto plazo o hagan lo existente más competitivo o barato.
Cuando Nokia tenía apuntalado un futuro brillante
“Antes del iPhone”, escribe Benedict Evans, “no parecía que necesitáramos desesperadamente ningún evento catalítico”. Hasta que la sencilla presentación de Steve Jobs mostrando un dispositivo sin botones, con pantalla táctil accionada por el dedo (el “puntero natural integrado”) que combinaba capacidad de computación de ordenador personal y funciones completas de Internet, telefonía y aparato multimedia, creó un sector que ha multiplicado el acceso a Internet en todo el mundo.
Hoy, dice Evans, “uno puede hablar del teléfono móvil antes y después del iPhone. Pero lo interesante, visto en retrospectiva, es que antes del iPhone, en realidad no parecía que necesitáramos desesperadamente un evento catalítico [en el sector de la telefonía móvil]. Como un profesor universitario me recordó en una ocasión -sentencia Evans-, la ‘gente de la Edad Media’ no sabía que vivía en la Edad Media”. El análisis retrospectivo dio sentido a la Edad Media.
Nokia era líder mundial en el sector de la telefonía móvil. La ventaja competitiva que había asistido al desarrollo de la tecnología móvil en Europa con respecto a Estados Unidos y Asia, el estándar común de comunicaciones GSM, sirvió para que empresas como Nokia dominaran el mercado…
Esa arma secreta llamada “mentalidad de fundador”
Hasta que una única persona (con tremenda influencia y capacidad de ejecución, así como admirador de “El dilema del innovador”) decidió mirarse al espejo y pensar en el dispositivo móvil que quería usar. Desde que Steve Jobs se asegurara de que su intuición tecnológica se ejecutara del mejor modo posible, el sector en cuestión sólo ha recibido mejoras incrementales.
Hoy, hay adultos que no recuerdan el dominio de Nokia, para los que Atari, compañía en la que el joven Jobs se inició en el mundo tecnológico, se encuentra en la prehistoria de la realidad técnica y cultural en la que estamos inmersos.
Marc Andreessen confiesa ante Clayton Christensen que años de experiencia y evaluación de todo tipos de compañía reportan algunas sorpresas que ponen en entredicho los mecanismos de innovación percibidos: son los propios fundadores de un proyecto, dice Andreessen, los primeros en detectar el riesgo de que la idea que ha tardado tanto en florecer y crear un impacto sea superada por algún servicio competidor.
“Hay algo muy importante relacionado con ‘la mentalidad de los fundadores’, y tiene mucho que ver con la respuesta al riesgo externo de disrupción”.
Al fin y al cabo, reitera, los fundadores y/o consejeros delegados de compañías que han creado algo nuevo (han sido capaces, por tanto, de ir desde 0 hasta 1, en terminología de Peter Thiel), recuerdan los inicios, cuando ellos mismos vaciaban la basura y su proyecto estaba en ciernes: su conexión con el producto es existencial.
Prepararse para el futuro cuando el presente funciona
A menudo, los consejeros delegados a sueldo, desconectados de los inicios de un producto o servicio, carecen de la capacidad para detectar otras ideas y peligros existenciales externos capaces de destruir lo conseguido, así como del empuje y el carisma para llevar a la compañía que dirigen a nuevos retos que requieren cotas de riesgo elevadas. El peso moral del fundador es difícil de sustituir, asegura Andreessen.
Capacidad para detectar riesgos y peso moral, dos rasgos que un profesional externo no puede aportar con la clarividencia de un fundador.
Si Steve Jobs se hubiera dedicado simplemente a hacer ordenadores Mac de sobremesa y portátiles, mejorándolos con el previsible modo incremental que llevó a competidores como Dell al papel insignificante que ahora ocupa, la telefonía móvil no habría evolucionado en el mercado de servicios actual, dando lugar a la Internet ubicua.
Aunque tengamos la sensación de que la era anterior a los teléfonos inteligentes forme parte de un tiempo pretérito, en junio de 2017 habrán pasado sólo 10 años desde el primer iPhone, pero tanto Apple como sus competidores (a estas alturas, apenas la plataforma Android) se dedican precisamente a realizar pequeñas mejoras de un modelo ya existente.
Las grandes transformaciones por llegar
Están atrapados, en definitiva, en una dinámica de gestión y mejora de lo existente que absorbe la energía de una empresa, imposibilitando su puesta al día con otras innovaciones rompedoras.
Clayton Christensen, Marc Andreessen y otros expertos en innovación coinciden en que, del mismo modo que la gente de la Edad Media no sabía que su existencia se desarrollaría en lo que luego, en retrospectiva, se conocería como Edad Media, hay sectores que viven su “Edad Media” particular y aguardan innovaciones rompedoras: el sector financiero, el de los seguros, la sanidad, el automóvil, la educación, el urbanismo, el entretenimiento multimedia, etc.
Hay múltiples ideas que se convierten en negocios multimillonarios y ponen en jaque a empresas que basan su negocio en modelos hiperregulados donde la innovación se limita a meros cambios estéticos.
Este combate entre viejos y nuevos modelos se observa, todavía a una escala insignificante en comparación con lo que llegará en los próximos años, en el sector hotelero (Airbnb y las rencillas con el sector hotelero), el del transporte privado (Uber y las rencillas con el transporte regulado), así como el mundo del automóvil (Tesla), etc.
Cuando el capital riesgo genera más retorno que los bonos
Otros sectores, en lugar de aprovechar las ventajas de la innovación, tratan de protegerse contra su capacidad de transformación.
El sector financiero quiere integrar la tecnología descentralizada, encriptada y anti-fraude, inviolable incluso para sus creadores, que propulsa Blockchain, la base de datos de la criptomoneda Bitcoin, pero prescindiendo del uso de Bitcoin. No es tan fácil, pues Blockchain tiene sentido técnico y conceptual sirviendo a una criptomoneda: sin ofrecer, en definitiva, acceso a bancos o reguladores.
Marc Andreessen recuerda que, con buena parte del mercado de los bonos soberanos en intereses negativos, muchos inversores que optan por comprar bonos tienen que *pagar* intereses por mantener su dinero; ello implica que el dinero para invertir en tecnología es más abundante que nunca, pues el retorno del capital riesgo es superior a cero y hay infinidad de oportunidades en mercados y servicios que apenas han evolucionado en las últimas décadas.
El dinero que los inversores y las empresas consolidadas que acumulan, con pasmoso un conservadurismo financiero, enormes cantidades de dinero (es el caso de Apple, Alphabet, etc.), podría propulsar buena parte de estas innovaciones, de modo que la apuesta en “unicornios” (pequeñas empresas tecnológicas cuyo valor estimado supera los 1.000 millones de dólares) no ha acabado, pese al reciente pánico al respecto.
Hay sectores que no han evolucionado durante décadas
Patrick Collison (1988), cofundador junto con su hermano John y consejero delegado de Stripe, empresa que simplifica y agiliza las transacciones en Internet, presentó en el Mobile World Congress de Barcelona una nueva aplicación electrónica con potencial transformador, Atlas, que permite a cualquiera crear de manera automatizada una empresa con sede en Estados Unidos y recibir cobros por servicios al instante, sin importar el país de origen del usuario.
Internet permite que ideas como Atlas tengan impacto inmediato sobre la vida de quienes no han tenido la suerte de nacer en un país con instituciones garantistas y libertades y holgado entorno socioeconómico.
(Imagen: Steve Jobs presentando la estación de trabajo NeXT, usada por Tim Berners-Lee mientras diseñaba la WWW)
Stripe Atlas, Bitcoin e ideas similares interesan a personas que hace poco carecían de electricidad, ofreciéndoles la infraestructura para que liberen su potencial. Tecnología nietzscheana-roarkiana. Para creadores.
La falta de evolución de la telefonía móvil desde la transformación impulsada por Steve Jobs y ejecutada por una compañía que él había reorganizado no es un problema que atañe únicamente a Apple y al sector de la telefonía móvil: treinta años antes de convertir el móvil en el dispositivo multimedia y táctil actual, el propio Jobs fue de los pocos en comprender el potencial de la entonces inexistente informática personal.
Crear cosas que no existen
Las metáforas conceptuales en las que se basan las tareas que realizamos a diario en el ordenador parten de diseños concebidos en el centro de investigación de Xerox en Palo Alto (PARC), visitado en los setenta por Steve Jobs y Bill Gates, entre otros.
Del mismo modo, los fundamentos técnicos de Internet se remontan al proyecto de financiación militar ARPANET (base del protocolo universal entre ordenadores con independencia de su sistema operativo, TCP/IP) y a ideas maduradas hace décadas, desde la World Wide Web (concebida Tim-Berners Lee en 1990 trabajando, por cierto, con una potente estación de trabajo NeXT de Steve Jobs, precursora de Mac OSX), el correo electrónico (cuya convención, incluyendo el uso de la arroba, es obra de Ray Tomlinson, que murió el pasado 5 de mayo de 2016), o el navegador moderno (codiseñado por Marc Andreessen: la primera versión de Mosaic, primer navegador con Interfaz Gráfica de Usuario y base de Mozilla-Netscape-Firefox, data del 23 de enero de 1993).
La tecnología que usamos a diario es fruto de la mejora paulatina de conceptos ideados por generaciones anteriores. Ha llegado el momento, creen personalidades influyentes de Silicon Valley como el colaborador de Whole Earth Catalog y fundador de Wired Kevin Kelly, de crear tecnologías y servicios no sólo en categorías existentes sino sobre todo en las que todavía no se han concebido.
No has llegado tarde
Kevin Kelly tiene un mensaje para quienes creen que todo está inventado: “No has llegado tarde”, dice Kelly. Si todavía no has empezado, es hoy cuando debes hacerlo, dice Kelly. Hacerlo “ayer” es imposible, “mañana” es conformismo/derrotismo.
Otro peso pesado de Silicon Valley, el programador e inversor de capital riesgo Chris Dixon, se pregunta en un artículo reciente qué es lo próximo en computación personal, pues seguimos dependiendo de las ideas de Apple/Wintel (IBM, Intel, Microsoft) en informática integradas a principios de los 80; el navegador de Internet (1993: Mosaic); y el teléfono inteligente (iPhone: 2007).
Las aplicaciones y servicios actuales se siguen construyendo, en definitiva, sobre las plataformas creadas en la era del PC, la era de Internet u la era móvil. Se ha producido una convergencia entre plataformas y servicios.
Si bien muchos expertos, incluyendo los mencionados, consideran que la sociedad de la información está en su infancia, la productividad real de los países desarrollados no ha evolucionado de manera significativa en las últimas décadas (sí lo ha hecho de manera radical en el mundo en desarrollo).
PC, Internet, smartphones, ¿?
En su artículo sobre el futuro de la computación, Chris Dixon recalca primero que existe demasiado interés sobre la supuesta burbuja financiera en el sector tecnológico y los analistas olvidan lo que realmente importa: el ciclo de los productos transformadores, puesto que “es lo que realmente hace que la industria computacional avance”, escribe Dixon.
“Los ciclos de productos tecnológicos -prosigue- son interacciones entre plataformas y aplicaciones, que se refuerzan mutuamente. Nuevas plataformas permiten nuevas aplicaciones, lo que a su vez aumenta el valor de las nuevas plataformas, creando un bucle que se realimenta”.
Los pequeños ciclos tecnológicos se suceden con ritmo vertiginoso, si bien de vez en cuando -históricamente, cada 10 o 15 años, explica Chris Dixon- empiezan nuevos ciclos que transforman por completo en panorama de la computación:
- el PC como plataforma permitió la evolución de los microprocesadores, automatizar hojas de cálculo o diseño gráfico;
- Internet allanó el terreno para motores de búsqueda, correo y mensajería, redes sociales, aplicaciones como servicio, etc.;
- los teléfonos inteligentes integraron los avances anteriores en un tamaño compacto y para llevar.
De la gestación al florecimiento
Chris Dixon cree que nos encontramos en medio de la era móvil y la mayoría de innovaciones rompedoras están por llegar; simplemente, no las conocemos. Seguramente, una vez se integren en nuestro día a día nos costará creer que un día ni siquiera concebimos su mera existencia.
Cada producto se divide, explica Dixon, en 2 fases:
- gestación: al inicio, la plataforma es cara, incompleta y difícil de usar (el Apple II llegó al mercado en 1977, 2 años después del Altair);
- crecimiento: cuando productos maduros resuelven problemas anteriores y allanan el terreno para el crecimiento exponencial (el PC de IBM llegó en 1981, mientras el Macintosh lo hizo en 1984).
Desde el lanzamiento del iPhone, el primer teléfono inteligente maduro, la adopción de estos dispositivos se ha disparado en todo el mundo hasta los 2.000 millones de usuarios (se estima que en 2020 el 80% de la población mundial tendrá uno de estos dispositivos; muchos de estos usuarios nunca habrán tenido ordenador personal y se conectarán a Internet por primera vez desde el móvil).
El revulsivo de los pequeños componentes de smartphones
Si el patrón de llegada de tecnologías transformadoras se repite de nuevo tras 10-15 años, la próxima era de la computación personal tendrá lugar en el próximo lustro. Estamos ya, cree Dixon, en su período de gestación.
Para argumentarlo, Chris Dixon menciona varias tendencias:
- hardware: miniaturización y abaratamiento, y los microcomponentes que propulsan el móvil han permitido mercados como el de drones, gafas 3D e aparatos de Internet de las cosas (dispositivos que se basan en componentes de teléfono inteligente; The Economist dedica un artículo a la necesidad de estándares para facilitar la comunicación entre dispositivos), gracias a la creación de sistemas integrados en un chip desde los ARM de Apple al Raspberry Pi Zero (placa computadora Linux de 1 GHz por 5 dólares);
- software: sistemas distribuidos y computación en la nube facilitan y abaratan tareas complejas, lo que arroja esperanzas sobre Inteligencia Artificial, hasta el punto de que Google ha tomado conciencia de que se trata, en esencia, de una empresa que depende del aprendizaje de las máquinas (servicios de Inteligencia Artificial); la nueva capacidad de computación creará aplicaciones con escasos recursos e impacto global, que empequeñecerán el logro de Whatsapp (900 millones de usuarios gestionados con 50 trabajadores).
Según Chris Dixon, “pronto veremos mejoras significantes de la inteligencia de todo tipo de productos, entre ellos: asistentes de voz, motores de búsqueda, bots de charla, escáneres 3D, traductores en tiempo real, automóviles, drones, sistemas de imagen médica, y mucho más”.
Conveniencia, realidad aumentada y automatización
Asimismo, Dixon cita al mencionado fundador de Wired Kevin Kelly, quien en un artículo sobre Inteligencia Artificial sentencia: “Los planes de negocio para las próximas 10.000 startups son fáciles de predecir: Tomar X y añadir Inteligencia Artificial. Esto es algo considerable, y ya está aquí”.
La combinación de tendencias en software y hardware aventura avances en aplicaciones cuya intención será aumentar nuestras habilidades, se trate de:
- automóviles (Google, Apple, Uber, Tesla, ¿Europa?);
- drones (combinados con visión aumentada y aplicaciones de Inteligencia Artificial para mejorar seguridad y autonomía);
- Internet de las cosas (IoT) para automatización, ahorro, seguridad y conveniencia;
- dispositivos para llevar (Chris Dixon se acuerda del acertado filme Her, que aventura también las posibles consecuencias distópicas de un uso extremo de este tipo de tecnologías);
- realidad virtual combinada con cascos-gafas 3D;
- realidad aumentada (cuya implantación dependerá del avance de las aplicaciones de realidad virtual, prevé Dixon);
- etc.
Inicios de los servicios de realidad virtual
Existe la posibilidad de que los ciclos de avance en computación personal que se suceden cada 10-15 años hayan entrado en una etapa más madura, o puede que el próximo gran avance tarde más de lo previsto debido a contingencias como el conservadurismo de compañías y laboratorios, o la ausencia de fundadores que lo arriesguen todo en procesos tecnológicos que nadie ha pedido, pero que todo el mundo considerará imprescindibles.
Chris Dixon cree que nos encontramos en la antesala no ya de una nueva era tecnológica, sino de múltiples: la evolución de los componentes para móvil abaratará dispositivos que dependen de ellos, desde aparatos de realidad virtual a drones y robots.
(Oculus VR)
Muchos de estos dispositivos se encuentran en la fase inicial, cuando sus funciones todavía no se han ajustado ni nadie los ha adoptado para usos que los popularizarán.
Las tecnologías de registro y compresión de vídeo inmersivo también se hallan en ciernes, con empresas como Facebook, propietaria de Oculus VR, creando nuevos métodos de compresión-codificación que permiten servir versiones de alta resolución de entornos virtuales a medida que el usuario se mueve en ellos, optando por una resolución más baja donde no hay atención.
Una apuesta de Mark Zuckerberg: “Creo que el vídeo es una mega tendencia, casi tan grande como [la plataforma] móvil”.
Después del abaratamiento de componentes y capacidad de computación
La mayoría de las tecnologías mencionadas están en gestación y apenas asistimos a fragmentos de lo que está por llegar. Facebook, Google, Apple y Amazon destinan ingentes recursos a sus programas de realidad virtual e Inteligencia Artificial.
Muchos de los usos que prevén nunca se popularizarán, mientras otros que no imaginan se impondrán entre usuarios pioneros (“early adopters”) y el resto.
Quizá ha llegado el momento de que la computación personal deje de depender de ideas fraguadas en los sesenta y setenta en lugares como el laboratorio militar DARPA, el Xerox PARC o Stanford, a partir de la visión de personalidades como el desaparecido Steve Jobs.
Quizá los fundadores de Silicon Valley en la actualidad no han investigado con suficiente agresividad los posibles usos de tecnologías que mejorarían su vida cotidiana.
O quizá todavía no sepamos que pronto entraremos en una nueva fase dominada por la realidad aumentada y la capacidad para vivir experiencias que nuestro cerebro considerará reales.
Mejorar la realidad vs. distopía
Las implicaciones positivas y negativas de esos avances están por ver, aunque las reflexiones del filósofo George Berkeley, o historias de ciencia ficción como Gattaca, Días Extraños, The Matrix, Minority Report, Al filo del mañana o Her nos muestren aciertos y límites de nuevas maneras de experimentar la realidad.
Impedir el avance tecnológico para evitar consecuencias que desconocemos cómo se desarrollarían equivaldría a instaurar la política de precrimen imaginada por Philip K. Dick y llevada al cine por Steven Spielberg.
Cabe la posibilidad, afirma Kevin Kelly, que el futuro a largo plazo sea decidido por los optimistas.