Como el inglés, el castellano es un idioma que trata a la paja, un material de legendaria versatilidad, de manera despectiva. Y, si hay que hacer caso a la fábula de los tres cerditos, la paja podría ser lo menos apropiado para la construcción.
Enseñamos a nuestros hijos que el cerdito que optó por la paja lo hizo por gandulería y falta de planificación: “La mía será de paja -dijo el más pequeño-, la paja es blanda y se puede sujetar con facilidad. Terminaré muy pronto y podré ir a jugar”.
Ocurre que, quizá, el cerdito que optó por construir la casa de paja tenía razón y, en la actualidad, especialistas seísmicos de California le habrían felicitado, ya que hay estudios que demuestran que las casas construidas con balas de paja y recubiertas con “cob” (barro y paja aplicados de manera uniforme, en lugar de hacerlo en ladrillos) son capaces de absorber con mayor eficacia que materiales más rígicos las ondas sísmicas provocadas por terremotos de gran intensidad.
De haber optado por desestabilizar el terreno, el lobo feroz habría derribado primero la casa de ladrillo, seguida de la casa de madera. Por el contrario, la casa de paja habría permanecido en pie.
El cerdito mayor no habría podido aleccionar a sus hermanos acerca del valor del trabajo. El cerdito menor habría acabado antes, contado con más tiempo libre, gastado menos recursos y construido una casa con un mejor aislamiento térmico y acústico que sus hermanos, además de más resistente a terremotos.
Una casa de fardos de paja es más resistente a terremotos y clima extremo
Los ladrillos o balas de paja comprimida son un método económico y cada vez más reivindicado para aislar construcciones bioclimáticas de última generación, algunas de las cuales consideradas en la vanguardia de la construcción sostenible.
Mejoran la termorregulación del interior del edificio, son un método más económico que cualquier otro, carecen de sustancias sintéticas que pudieran comprometer la salud de los residentes o el medio ambiente, pueden combinarse con otras técnicas, son fáciles de instalar y desmontar y protegen de ruidos, entre otros atributos.
Las balas de paja no son consideradas un material de construcción con gran valor tecnológico, pese a tenerlo. De hecho, ni siquiera son vistas como material de construcción válido o con nobleza suficiente, pese a formar parte de una receta ancestral para la producción de ladrillos, usada durante milenios en culturas tan dispares como la africana, las civilizaciones prehispánicas de Mesoamérica y los Andes, además de Oriente Próximo y Oriente Medio.
Y, en la Península Ibérica, el adobe se ha usado como técnica de construcción desde la Edad de Bronce.
Avanzada tecnología de paja
Pese a no haber alcanzado un reconocimiento unánime como material de construcción, la paja ha demostrado su idoneidad no sólo como elemento estructural, sino también como material termorregulador, en detrimento de materiales aislantes compuestos por polímeros de plástico que son desarrollados por firmas petro-químicas sólidamente implantadas en el sector de la construcción.
A diferencia de los materiales aislantes producidos por DuPont, Basf y sus competidores, los fardos de paja comprimida son más económicos, apenas tienen impacto medioambiental, resisten mejor a la inestabilidad en el terreno y son inocuos tanto para el medio ambiente como para quienes conviven con el material.
Si bien las espumas de poliuretano (SPF en sus siglas en inglés, SPUR en castellano) y materiales aislantes de origen sintético con una composición parecida son, según las empresas que los comercializan, inocuos para la salud, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos y otros organismos han hecho públicas sus reservas al respecto.
Resulta, como poco, curioso que se usen espumas sintéticas que reaccionan ante el calor y otras variabilidades climáticas emitiendo gases y partículas que podrían tener efectos perjudiciales para la salud humana y animal, por muy limitados que éstos fueran.
Como material aislante, los fardos de paja comprimida son tecnológicamente más apropiados que las más costosas, sintéticas -y potencialmente perjudiciales para la salud y el medio ambiente- sustancias derivadas de polímeros sintéticos (poliestireno, polietileno, poliuretano, aerogel), lanas minerales (fibra de vidrio, lana de roca), o minerales (vermiculita, perlita).
La paja supera a sus alternativas aislantes en adaptación al clima y regulación térmica; facilidad de instalación; durabilidad, resistencia a la compresión y a los movimientos del suelo; coste; efectos tóxicos; impacto ambiental.
Defensores del sentido común
La mala prensa de la paja, más relacionada popularmente con las labores agrarias, la causticidad del refranero popular o la moraleja de la fábula de los tres cerditos, animó a técnicos de California a mostrar sus dudas ante este material como opción de construcción en un Estado con un estricto código de edificación para garantizar la resistencia sísmica de todas las construcciones, debido a los precedentes y la latente actividad de la Falla de San Andrés, que cruza la Costa Oeste de Norteamérica de norte a sur, tocando de lleno lugares como la Bahía de San Francisco.
The Economist explica el caso Warren Brush, director de una ONG en Cuyama, California, que decidió construir los edificios de la granja sin ánimo de lucro que dirige con ladrillos de paja debido a las, según él, numerosas ventajas objetivas del material. Cuando los técnicos del Ayuntamiento de la localidad conocieron el dato en 2006, mostraron su incredulidad ante el uso de la paja como material de construcción. La falta de información acerca de las auténticas propiedades de la paja y ciertos prejuicios provocaron el rechazo de los técnicos.
El Ayuntamiento de Cuyama ha tratado de multar a Warren Brush en varias ocasiones por construir con un material que no tiene una presencia sólidamente documentada en sus manuales, que siguen a rajatabla para aplicar el código de edificación californiano. Paradójicamente, los oficiales tienen dudas acerca del tipo de ladrillo que está mejor preparado para el peligro sísmico de la zona.
Los edificios promovidos por Warren Brush han encontrado defensores de peso, entre ellos varios científicos universitarios y el mismísimo David Eisenberg, uno de los mayores promotores de la arquitectura verde y presidente del comité que elabora el código de construcción sostenible de Estados Unidos (US Green Building Council, USGBC), organismo responsable de las Directivas de Energía y Diseño Ambiental (LEED en sus siglas en inglés).
Tanto los científicos que apoyan la opción de Brush como el máximo responsable de las directivas LEED abogan por el uso de balas de paja en la construcción, debido a que se trata de, en varios sentidos, “un material de construcción ideal”.
Construir barato, sostenible y sano junto a la Falla de San Andrés
Un material barato, aislante, que saca ventaja la termorregulación en verano y en invierno y bloquea la contaminación sonora.
David Eisenberg y otros defensores del uso de paja en la construcción destacan también los sorprendentes resultados del material en pruebas de estrés. En 2009, la Universidad de Nevada realizó un estudio con edificios de balas de paja, que demostró cómo grandes edificios de este material podían soportar sin problemas movimientos sísmicos dos veces más virulentos que el terremoto de Northridge que sufrió Los Ángeles en 1994 (magnitud 6,7 en su punto álgido).
Lo que lleva a afirmar a The Economist que, más que perseguir a Warren Brush por construir la granja que alberga a su ONG con balas de paja, deberían aprovechar la cercanía de los edificios a la zona sísmica más activa de Norteamérica (la granja está a sólo 18 kilómetros -11 millas- de la Falla de San Andrés) para instalar sensores sísmicos y comprobar qué ocurre durante el próximo terremoto.
Edificios a base de paja
The Economist explica que los edificios de paja modernos suelen seguir las mismas directrices de construcción, similares a las de cualquier otro edificio, aunque menos costosas. Primero, se prepara el terreno excavando unos cimientos que se rellenan con grava, compactada en bolsas convencionales. La estructura de grava se suele cubrir con mortero.
Una vez los cimientos están listos, las paredes pueden erigirse en un tiempo récord, en comparación con otros materiales de construcción como el ladrillo convencional o incluso la madera. Ello es posible con el uso de balas o ladrillos de paja compactados a mucha presión, que les infiere mayor consistencia y capacidad aislante, sin reducir sus otros beneficios.
Los fardos de paja son sujetados entre sí con cuñas de bambú o técnicas con una sencillez similar y, una vez la estructura se ha finalizado, las paredes son recubiertas con redes similares a las de pesca.
El último paso tampoco reviste dificultad, ni retrasa la rapidez del método de construcción. Se aplica sobre la red una capa de estuco tan barato, resistente y potencialmente obtenido de manera local como las propias balas de paja, ya que su principal ingrediente es la arcilla: cob.
Recuerdos de un paseo en pleno verano por la judería de Hervás (Cáceres)
Cuando la construcción se ha finalizado, las paredes son indistinguibles de las erigidas con adobe, un ladrillo usado durante milenios por distintas culturas que dieron con la técnica a menudo de manera independiente, cuyos componentes son abundantes, locales, baratos y especialmente indicados para la arquitectura bioclimática: barro (arcilla y arena en distintas modalidades, en función de la técnica local), mezclado a veces con paja, moldeado en forma de ladrillo y secado al sol.
Como ocurre con los fardos de paja, el adobe destaca por su capacidad termorreguladora. La inercia térmica regula la temperatura interna: en verano conserva el frescor, y durante el invierno el calor.
He tenido la suerte de acudir en varias ocasiones a localidades españolas donde se ha usado el adobe durante siglos, algunas con centros históricos bien preservados. La judería de Hervás, en la provincia de Cáceres, nos ofreció una lección de bioclimatismo a Kirsten y a mí en la ocasión que paseamos por sus calles.
Despistados, nos paramos a hablar con un paisano que se asomó a la puerta de su casa de adobe con balconeras tradicionales, vagamente similar a esta de la localidad de Rebollar, también en Cáceres. Él se encontraba dentro de casa, un par de escalones por debajo del nivel de la calle y la puerta, de madera remachada con grandes clavos de metal, estaba abierta sólo en su mitad superior.
Hablamos sobre el calor que hacía aquel día y no pudimos más que preguntarle de dónde salía el aire fresco que notábamos manaba de su casa, en plena hora de siesta. El paisano comentó que la casa era fresca en verano y cálida en inverno, y no requería ni aire acondicionado ni calefacción artificial.
Los muros eran gruesos, de adobe recubierto con cal. Las ventanas y la puerta, pequeñas. Mientras nosotros sudábamos abundantemente en la calle, aquel hervasense llevaba camisa de manga larga y pantalones de tela en el interior de su propia casa, quizá para no resfriarse.
Reivindicación tecnológica de la paja y el adobe
Códigos de edificación tan exigentes como el californiano, que recoge mandatos para minimizar el impacto de terremotos en una zona especialmente rica y con recursos, ya están preparados para tener en cuenta materiales como los fardos de paja, que siguen denotando el equívoco que ya aparecía en el cuento de los tres cerditos: ¿para qué erigir una edificación seria con paja, pudiendo hacerlo con madera o, sobre todo, ladrillo?
Porque es un material local, barato, conveniente, termorregulador, sano para quienes usan el edificio y el medio ambiente, rápido de aplicar y resistente a los seísmos.
Otros lugares más pobres que California y que carecen de preparación contra seísmos, sobre todo las poblaciones rurales y con menos recursos, podrían obtener rápidos beneficios con el uso de balas de paja recubiertas con cob.
Me pregunto si existe algún proyecto de reconstrucción con fardos de paja, cob, adobe y otros materiales locales, baratos, termorreguladores y resistentes a seísmos en Haití o incluso Chile, dos zonas afectadas recientemente por fuertes terremotos.
Kirsten y yo tuvimos oportunidad de disfrutar de la frescura en el interior de una casa erigida con adobe y cob a las afueras de Chapel Hill, Carolina del Norte.
Como nos había ocurrido hacía unos años en Hervás, afuera hacía un calor del que era necesario protegerse. Sin embargo, el interior de la casa, entonces a punto de ser acabada, tenía una temperatura agradable, varios grados inferior a la real.
Tecnología apropiada
La paja se convierte poco a poco en material de construcción noble y apropiado. Tras un violento terremoto en 2005, Darcey Donovan, ingeniera estructural californiana, viajó con una ONG especializada en la construcción con paja y ha ayudado a erigir 17 casas desde entonces.
Donovan ha estado diseñando casas construidas con fardos de paja en California durante los últimos 10 años y vive en una de ellas con su marido. Otros proyectos siguen la estela de esta ingeniera en diversos lugares de Estados Unidos: una escuela en Maryland, un complejo de oficinas a las afueras de Los Ángeles o un proyecto de renovación urbanística en Binghamton (Nueva York), entre otros.
Cuando estar en la vanguardia significa recuperar el conocimiento ancestral
Quizá pronto España se reencuentre con su tradición mudéjar y recupere materiales usados durante siglos en la arquitectura popular ibérica por su conveniencia: baratos, locales, fácilmente reparables y reemplazables, aislantes (cálidos en invierno y frescos en verano) y sostenibles.
El ejemplo estadounidense podría ser tenido en cuenta: en ocasiones, los fardos de paja, el cob y el adobe son materiales igual o más válidos que algunos sustitutos (que pueden resultar más caros, con un rendimiento más pobre y, en ocasiones, tóxicos).
La paja no sólo puede ser conveniente para la construcción, como aislantes tecnológicamente más avanzada, al fin y al cabo.
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