Coincidiendo con la ubicuidad de Internet y las diversas crisis interrelacionadas -climática, institucional, financiera, energética, de ideas importantes, de trabajo-, ganan popularidad iniciativas como las monedas alternativas, descentralizadas y sin respaldo de bancos centrales.
Bitcoin (explicación de su funcionamiento en The Economist) es el principal exponente de esta nueva tendencia; se trata de una moneda virtual basada en un proyecto de software libre, encriptada y custodiada por sus propios usuarios.
Pero, ¿podría el nuevo interés por las monedas P2P mejorar el mercado energético mundial? Hay expertos y emprendedores que abogan por monedas alternativas cuyo valor equivalga a unidades de energía, el principal impulsor de nuestra economía.
El valor de una moneda
Al fin y al cabo, dicen los defensores de ésta y otras divisas alternativas, la solidez una moneda (cuando no se trata de dinero mercancía, donde el valor equivalía a su peso en oro, plata, etc.) se fundamenta en la confianza y el valor que le otorgan quienes la usan como convención para realizar transacciones. Según esta premisa, los bancos centrales sólo añaden inconvenientes a la ecuación.
Bitcoin (proyecto de código abierto bajo licencia del MIT) se autodefine como “moneda digital P2P (de usuario a usuario)”, a la vez divisa, protocolo y software que permite: realizar transacciones al instante, pagar en todo el mundo sin comisión -o comisiones de transacción testimoniales-, y mantener dinero en monederos virtuales.
Cuando servicios y mentalidad traspasan fronteras
Bitcoin ha madurado con el surgimiento de un tipo de usuario, ciudadano y consumidor con conciencia global, atento a las tendencias tecnológicas y crítico con el funcionamiento asíncrono de las instituciones locales y estatales, por un lado; y la realidad cultural, económica y financiera, por el otro.
Con la madurez de Internet, varios servicios han basado su éxito en ofrecer servicios con vocación universal y la mínima supervisión posible de intereses estatales o regionales, a menudo sorteando regulaciones e impuestos que otros servicios tradicionales son incapaces de eludir.
Este libertarismo consciente o inconsciente va en detrimento, critican los estados, de los sistemas impositivos creados para financiar servicios e instituciones públicas.
Por diversas razones, Paypal, Skype, Twitter, Wassup y tantos otros servicios con vocación global y pseudo-libertaria han acabado aceptando las normas y el tutelaje de los estados. Bitcoin quiere mantenerse fiel a sus orígenes y, por ello, opera sin autoridad central, ya que las transacciones son realizadas de manera colectiva por la red de usuarios.
Un proyecto en manos del valor que le otorguen sus usuarios
Como ha ocurrido en intentos anteriores que, eso sí, no se habían realizado en la época de la Internet ubicua, Bitcoin ha padecido desde el principio diversos casos de presunta especulación, pérdida y/o fraude que han afectado a su principal (¿único?) capital: su credibilidad e independencia de cualquier interés ajeno a su propio funcionamiento.
Al menos sobre el papel, Bitcoin no perecerá debido a una devaluación causada por nuevas Bitcoin inundando el mercado. Ello es debido a que el algoritmo matemático que permite producir nuevas Bitcoin (“Bitcoin mining” o “extracción”) limita el número posible en el futuro a 21 millones de unidades.
Varios defensores y entusiastas denuncian el interés velado de los principales bancos centrales del mundo de que el proyecto Bitcoin o alternativas similares no abandonen el nicho minoritario techie.
Las divisas alternativas, desde las monedas locales -a menudo respaldadas por pequeños consistorios, empresas o instituciones-, a la virtual Bitcoin -que parte de un concepto tan libertario y descentralizado como la propia Internet-, comparten puntos fuertes y débiles:
- no dependen de la garantía y respaldo jurídico de bancos centrales, estados o entidades supranacionales (como la UE en relación con el euro);
- y, debido a esta ventaja, he aquí su principal debilidad: muchos individuos, empresas e instituciones no les otorgan legitimidad o credibilidad suficiente, más allá de su uso puntual como sistemas transaccionales en Internet (como moneda virtual en aplicaciones, juegos, etc.) pequeños pueblos, ferias, complejos empresariales o turísticos, etc.
Algo más que moneda virtual para pagar dentro de aplicaciones
El debate sobre las monedas alternativas se acelera con las principales tendencias de un mundo interconectado, para lo bueno y lo malo; y, del mismo modo que millones de usuarios acceden desde distintos lugares y dispositivos a sus aplicaciones y servicios virtuales, podrían usar una nueva convención, como Bitcoin, para realizar transacciones reales, sobre bienes virtuales o físicos.
Otra prueba de que el punto fuerte de Bitcoin según sus defensores (descentralización, virtualidad, supervisión por los propios usuarios, robustez tecnológica, ausencia de intereses estatales velados), es su principal inconveniente: al poder transferirse a través de un ordenador o teléfono inteligente sin que medien instituciones financieras, se acusa al proyecto de ofrecer cobertura al comercio ilícito.
Aceptando Bitcoin
Bitcoin es aceptada por una minoría de empresas y personas en distintas partes del mundo (listado de sitios y servicios web que aceptan esta divisa P2P), con un elevado porcentaje de transacciones derivadas del comercio ilícito -según las leyes de estados y entidades supranacionales- de productos, medicamentos, juego y drogas ilícitas.
Por encima del comercio de productos falsificados o estupefacientes, preocupan otros comercios potenciales que se escuden en identidades falsas y una divisa sin banco central ni entidad emisora, tales como traficantes de armas y mercancías peligrosas.
Medios como The Guardian han escrito acerca de tiendas como Silk Road, que vende todo tipo de sustancias usando Bitcoins. Se estima que, de los más de 10.000 productos de su inventario, más de 7.000 son sustancias ilegales en la mayoría de países.
Anónima, apátrida, encriptada
Muchos usuarios de Bitcoin, así como especialistas tecnológicos y blogueros de renombre, argumentan que ejemplos como Silk Road serán expuestos de manera permanente para mantener a Bitcoin en su nicho minoritario o incluso orquestar una campaña que acabe con su credibilidad y devalúe su cambio.
De momento, Bitcoin es la moneda alternativa que más crece y con un apoyo más sólido: no es controlada por ningún gobierno, empresa o grupo, sino más bien por un algoritmo matemático: un cálculo criptográfico expone qué cantidad está en circulación y qué cantidad se encuentra en transacción en un momento determinado.
Su carácer anónimo, apátrida y tecnológicamente seguro si uno cuenta con el conocimiento tecnológico suscitaría el interés de personalidades con espíritu libertario de todos los tiempos, que contrarrestarían el riesgo de su independencia radical con ventajas, también políticas y humanitarias.
Por ejemplo, la moneda es usada, en conjunción con el servicio de comunicaciones anónimas Tor, por activistas de países no democráticos que controlan tanto las comunicaciones como las transacciones económicas de sus ciudadanos.
Desempolvando viejas ideas: una moneda-energía
Sea cual fuere el futuro de esta moneda, Bitcoin demuestra que la Internet ubicua y dispositivos como el teléfono inteligente han creado una realidad global, capilar y descentralizada, con servicios que se adaptan a la nueva situación: aplicaciones y servicios de un rincón del mundo pueden interesar a cualquiera en cualquier otro rincón, y esta nueva realidad se ajusta más al esquema monetario de Bitcoin que a las divisas tradicionales.
Si el éxito monetario de Bitcoin está en entredicho, la iniciativa desempolva viejas ideas que nunca fueron llevadas a cabo; a veces por impracticables e idealistas y en otras ocasiones por la falta de madurez tecnológica o intereses creados: estatales, empresariales, de determinados grupos de presión, etc.
Por ejemplo, Internet y la moneda virtual P2P Bitcoin evocan la idea de crear una moneda descentralizada a la par con unidades de energía, ya que vivimos en una sociedad mecanizada y dependiente del trabajo de máquinas a las que se paga con “energía”, se trate de hidrocarburos o electricidad (procedente de fósiles, renovables, energía mecánica o lo que fuere).
Cuando la riqueza depende de la unidad de energía
El mercado mundial de la energía establece el trabajo productivo que puede realizarse suministrando energía, la mayoría de la cual está contabilizada desde su origen, y su eficiencia define cuántas cosas se producen y riqueza se genera por unidad de energía.
El emprendedor Brian McConell recuerda que Buckminster Fuller había explorado el potencial de crear una Red Mundial de Energía, también como base fundacional de un sistema global de transacciones que supere el obsoleto y especulativo modelo cambiario, en esencia el mismo desde la época en que el peso español (en el que se inspiró el dólar) se convirtió en la primera divisa global de facto.
La idea de una divisa basada en una red energética global, también imaginada por el escritor de ciencia ficción Kim Stanley Robinson para su trilogía sobre Marte, ¿sería técnicamente viable en la actualidad?
Existen tanto la infraestructura como la tecnología necesarias, pero difícilmente la voluntad política, ya que las reticencias de cualquier gran actor económico en el mundo vetarían cualquier intento de sentar un sistema energético global inteligente, descentralizado, supranacional y que premiaría la eficiencia (o producción de riqueza por unidad de energía y tiempo).
Una moneda que premiara la ineficiencia energética
Si bien las regulaciones sobre energía son estatales o, en el caso de la UE, parcialmente supranacionales, la infraestructura para extraer, almacenar y transportar energía es global, así como sus transacciones. Faltaría sólo un marco nuevo, descentralizado y autónomo como Internet o Bitcoin.
Se podría establecer una moneda-energía independiente y descentralizada, que premiara la eficiencia energética y el uso de renovables de distintas maneras, ninguna de ellas realista por obvios motivos políticos y geoestratégicos.
Brian McDonnell propone denominar las transacciones de energía y “futuros” (expectativas basadas en información sobre reservas de carburantes, nuevas tecnologías de renovables más baratas, etc.) de energía en Joules, la unidad métrica de energía, en lugar de peso o volumen.
Una vez convertido el potencial energético existente en Joules, las equivalencias entre distintos tipos de energía serían más sencillas, y resultaría más sencillo combatir la especulación, al unir el valor de la moneda a una cantidad de energía determinada, y no al comportamiento del mercado en función de intangibles tan esotéricos como el “miedo”, “sentimiento”, “tendencia” y otros vocablos romántico-especulativos.
Protodinero
Al poder servirse de los mercados actuales de mercancías (bolsa mercantil de Nueva York, bolsa de petróleo de Londres, Chicago Board of Trade, etc.) la nueva moneda-energía (versión del dinero mercancía adaptada a los problemas del siglo XXI), podría ser usada por cualquiera de un día para otro, ya que una empresa podría ofrecer contratos o vender productos en función de la energía necesaria para crear sus productos.
Estos hipotéticos inicios humildes, con distintas personas en todo el mundo usando la moneda-energía para sus transacciones, generarían reconocimiento y aceptación como “protomoneda”.
Brian McDonnell expone que, en última instancia, el rendimiento de una economía mecanizada “es determinado por las leyes de la física”, y unir las transacciones al uso de energía sentaría las bases de una conciencia global compartida sobre la importancia y necesidad de ahorrar energía, o crear energía limpia.
Joules limpios y joules contaminantes
La moneda-energía también agitaría un debate necesario y obligadamente global: el que se refiere a si toda energía, contada en Joules, es considerada igual o, por el contrario, los “Joules contaminantes” reciben una penalización o, más positivo, los “Joules limpios” -producidos con renovables reciben un incentivo canjeable al instante.
Con este tipo de marco, producir menos energía (renovable) adquiriría más valor que el equivalente económico en hidrocarburos, un incentivo para generar más “Joules limpios” y usarlos con mayor responsabilidad.
De momento, merece la pena observar la trayectoria, con sus ventajas e inconvenientes, de experimentos humanos como Bitcoin.
De seguir con la tradición de otras ideas surgidas en el pasado, los libertarios continuarían con la tradición de iniciar grandes transformaciones que acaban siendo aplicadas, aunque casi siempre de manera parcial y sesgada. Gandhi no se entendería sin Thoreau.
“Lo hicimos nosotros”
Lao-Tsé, considerado por algunos académicos como proto-libertario, aunque quizá no de una manera tan clara como su discípulo Zhuangzi (Chuang-Tzu), reflexionaba sobre la intervención o no en la economía y el comercio.
Lao-Tsé: “Un líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe; cuando su trabajo se lleve a cabo, su objetivo se cumpla, la gente dirá: ‘lo hicimos nosotros'”.