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Crisis financiera, Vicky Cristina Barcelona y motos

En España, el debate (demagógico y de una baja calidad que pasma, tanto en los medios de Barcelona como en los de Madrid) se ha reconducido hacia “por qué el Gobierno no decía que era crisis y lo llamada esto o lo otro, y por qué Solbes, que además habla bajito, dijo esto y lo otro en lugar de mostrarse de esta u otra manera”. 

Por el camino, la agenda setting de los medios descabeza las saludables explicaciones de lo que verdad ocurre. Así, al menos, podemos odiar a Wall Street con conocimiento de causa. Este blog recoge el abulismo imperante y trae algo de marujeo de calidad, debido a la falta de liderazgo de los medios del oficialismo de todos los colores y tendencias.

Crisis

Últimamente sigo como puedo lo que ocurre en la economía y los mercados internacionales.

Reconozco que no estoy preparado ni para explicar aportando algo nuevo o de valor a lo que ocurre, ni para predecir las consecuencias de una intervención tan colosal como la que ultima el gobierno republicano estadounidense.

He encontrado, eso sí, un rico listado de recursos que ayudan a entender lo que ocurre (he aquí un valioso enlace: 10 artículos sobre la crisis financiera). También recomendable leer Cómo el Gobierno de Estados Unidos creó la actual crisis económica.

Porque si uno se encomienda a la mala cobertura que realizan los medios generalistas, que prefieren maquillar teletipos antes de poner a alguien a trabajar en artículos con información algo más artesanal, si no ya de calidad, está perdido.

Lo que no acabo de explicarme es por qué ninguna gran personalidad critica abiertamente que la gran política mundial se haya decidido a actuar ipso facto, que diría el Superintendente Vicente de la T.I.A, sin perder un sólo instante para lograr atajar una crisis financiera que la mayoría de los mortales ni siquiera entendemos, de lo sofisticado que se ha convertido la economía bursátil, y nadie mueve un dedo para atajar el cambio climático.

Sí, hay falta de crédito y liquidez, y eso repercute sobre las compras de las empresas y los ciudadanos. Hasta aquí, bien. Entender lo de Wall Street es otro cantar.

Aunque, eso sí, pese al apoyo del actual presidente estadounidense y al de los dos candidatos a la Casa Blanca, la Cámara de Representantes rechazó ayer el plan de rescate (acceso al documento, en inglés) propuesto para evitar el descalabro de la economía. El índice Dow Jones respondió bajando un 7%, y el tecnológico Nasdaq un 9%.

En una situación sin precedentes, la gente empieza a preguntarse en Estados Unidos si sus ahorros están a salvo.

Hay entradas de blog leídas por miles de personas que recomiendan a quienes tienen una cuenta corriente con más de 100.000 dólares de depósito que se cercioren de que el dinero está asegurado (los bancos están obligados a asegurar sólo hasta 100.000 dólares por usuario bancario).

De nuevo, el único periodismo que está explicando bien esta gran paradoja contemporánea es el británico The Guardian (ver La crisis debe convertirse en beneficio “verde”, según un científico). Tengo el placer de traducir el primer párrafo de este artículo del diario británico:

“Los gobiernos deben mostrar la misma capacidad de decisión al intervenir en los mercados para iniciar una transición hacia una nueva economía baja en carbono, tal y como hicieron la semana pasada para salvar a los bancos a sortear la crisis financiera.”

En España, el debate (demagógico y de una baja calidad que pasma, tanto en los medios de Barcelona como en los de Madrid) se ha reconducido hacia “por qué el Gobierno no decía que era crisis y lo llamada esto o lo otro, y por qué Solbes, que además habla bajito, dijo esto y lo otro en lugar de mostrarse de esta u otra manera”.

Por el camino, la agenda setting de los medios descabeza las saludables explicaciones de lo que verdad ocurre. Así, al menos, podemos odiar a Wall Street con conocimiento de causa.

La gravedad de la situación pone nerviosos incluso a analistas que realmente saben lo que dicen. Si éstos son los primeros en reconocer que están realmente asustados (Will Hutton dice en The Guardian que, tras lo que ha observado en los últimos 30 años, lo de ahora es para preocuparse).

Buen momento, en cualquier caso, para que el talento universitario del país que ha creado la crisis y que todavía alberga la mayor economía del mundo se traslade desde las empresas de Wall Street hacia las tecnologías verdes e Internet, aprovechando que el pasado 27 de septiembre se celebraba el Día de acción para construir la nueva economía, basada en crear trabajos de “cuello verde”, o situados en los sectores relacionados con la sostenibilidad (energías renovables, construcción sostenible, etcétera).

Como Slashdot recoge, “gracias a la implosión de Wall Street, el presidente del departamento de Ciencias Computacionales de la Universidad de Stanford asegura estar viendo más interés en sus alumnos en la materia”.

Los alumnos más brillantes dejan de mirar hacia la capital bursátil mundial y se centran en oportunidades educativas relacionadas con las nuevas tecnologías y la sostenibilidad.

Tanto la banca privada como los grandes fondos de capital riesgo (“hedge funds”) han atraído en los últimos años a los alumnos más brillantes de las ciencias computacionales.

Lo que ha pasado en Wall Street ha enfadado, y mucho, a quienes viven en “Main Street” (la gente corriente), como demostraron tanto Barack Obama como John McCain en su primer cara a cara televisivo, celebrado en la Universidad de Misisipí.

Refugiarse en comedias, sátiras y sainetes en tiempos de crisis

Deporte intelectual ya practicado por cualquier civilización influyente que se precie, en tiempos de crisis, vale más conservar el sentido del humor y visitar los teatros. La actual situación mundial se puede edulcorar con un poco de Woody Allen.

No está a la altura de los versos que escribía Quevedo para mofarse de Góngora durante el -deprimido económica y socialmente para el Imperio- Siglo de Oro español, pero una divertida historia menor de amoríos y celos en la capital catalana bien puede alegrar una tarde.

El otro día, el periodista Manel Borrell explicaba a uno de los invitados habituales de su magazine radiofónico de las tardes (El Balcó, de Ràdio Barcelona), que muchos barceloneses no se sentían representados en la película Vicky Cristina Barcelona.

El contertuliano no se explicaba por qué tiene que haber polémica por este tipo de cuestiones, si al fin y al cabo la película retrata una Barcelona atractiva, segura de sí misma, capaz de ofrecer una experiencia plena para lo que ha sido bautizado como “turismo de calidad”.

El contertuliano: “no me interesa el provincianismo de quienes polemizan con estas cuestiones. Me interesa lo que la gente educada de Nueva York y otras grandes urbes del mundo van a pensar de Barcelona cuando vean la película.”

Visto así, estoy de acuerdo. El filme es, además, divertido. Todos los ingredientes de una comedia divertida de Woody Allen, aunque en esta ocasión los deshilachados decorados de Nueva York, personaje principal de Allen, hayan cambiado por calles de Barcelona por donde desfila un personaje colectivo mediterráneo, alegre, culto, europeo, romántico, apasionado.

Estamos en el mismo país que ha retratado personajes colectivos abúlicos, aburridos y desnutridos, tanto física como intelectualmente. Ahí están nuestra sorna y complejo de inferioridad ante Europa y el mundo, retratados en el esperpento de Ramón María del Valle-Inclán; o La Colmena, de Camilo José Cela.

Si se quiere mirar sólo hacia Barcelona, una ciudad que durante siglos tuvo un fortín en su montículo más próximo con cañones apuntando hacia la ciudad, en lugar de apuntar hacia otras direcciones (lo que hacen las ciudades, cuando se defienden del “enemigo exterior”, herencia del siglo XVIII que todavía colea), el gris (color, estado de ánimo) no sólo campó a sus anchas durante el desarrollismo franquista, que dejó el chiringuitismo y el chabolismo del frente marítimo y el Besòs para otros tiempos.

Una realidad tan apreciada, por otra parte, por la Bohemia catalana, española y europea que siempre campó a sus anchas por la ciudad medieval.

La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza, la del Homenage a Cataluña de George Orwell, o la de la obra de Vázquez Montalbán muestran el histórico sustrato mísero y gris de la urbe mediterránea, así como las vergüenzas y cicatrices que toda gran ciudad industrial con puerto colecciona, como bien sabe Rotterdam (ciudad brevemente descrita por un joven Josep Pla en Cartes de lluny, con la familiaridad de quien viene de otra gran ciudad portuaria).

La Barcelona retratada por Woody Allen es, según el propio director ha explicado en la reciente gira para promocionar la película en España, una de las grandes ciudades románticas de Europa, que el neoyorquino pone a la altura de París o Venecia.

Sigue habiendo una Barcelona gris, las prostitutas continúan campando a sus anchas por las calles del Chino (Raval) donde ya fueron fotografiadas a finales del XIX y vuelven a aparecer, en junto al mismo portal, más de un siglo después en Vicky Cristina Barcelona; mientras tanto, la inmigración llegada en los últimos años se enfrenta a la primera gran crisis económica en Barcelona, Cataluña y España en una década.

Pero, sin ánimo de esconder las otras Barcelonas, la retratada por Woody Allen funciona tan bien que uno sale del cine noqueado por ese voyerismo de “alta volada” que descubre ahora lugares cotidianos para uno mismo.

El mejor modo de apreciar donde uno vive es ponerse a leer, o a ver una película, obra de alguien que la haya retratado con ojos vírgenes y una mínima inteligencia cognitiva. Y Woody Allen es para muchos barceloneses uno de los no barceloneses más barcelonés.

Uno se imagina que el pañuelo planchado que guarda en su cómodo pantalón de pinzas lo ha comprado en una mercería de la parte alta de la ciudad que lleva 20 años a punto de cerrar.

Bicicletas y descapotable, en detrimento de las motos

Extraño que en Vicky Cristina Barcelona se usen la bici y un coche descapotable como vehículos, en lugar del omnipresente Scooter. Barcelona es la segunda ciudad europea con más motos matriculadas, más de 41.000, sólo por detrás de Roma. Barcelona tiene una extensión y población muy inferiores a la de la capital italiana.

Sólo cuando uno viaja fuera de Barcelona y vuelve, prepara la mirada para reconocer el elevado número de motos de pequeña cilindrada que cruzan las calles y permanecen aparcadas junto a cualquier gran eje viario.

Porque en lugares como Roma o Barcelona, ir en una moto de baja cilindrada -los términos “vespa” o “scooter” son usados comúnmente- es un fenómeno intergeracional e interclasista.

Los enjambres de motos que bajan cada mañana desde la cara norte de la Diagonal hacia el centro de la ciudad son conducidas por clases profesionales, mientras los mismos modelos son usados también por jóvenes, trabajadores de todo tipo e inmigrantes recién llegados a Ciutat Vella o al extrarradio.

El objetivo es desplazarse de un modo más cómodo y económico por una ciudad con la densidad y la dificultad para encontrar aparcamiento de Barcelona.

El estable y agradable clima de mediterráneo de Barcelona fomenta este comportamiento en la movilidad privada, pese a que el transporte público e iniciativas como el sistema de alquiler público y automático Bicing ganan adeptos.

Barcelona ha pasado de no contar prácticamente con bicicletas en sus calles a ser conocida en todo el mundo como ciudad preparada para el uso de este transporte, a la altura de Ámsterdam, Copenhague o Lyon.

De ahí que se entienda perfectamente el uso de la bicicleta en Vicky Cristina Barcelona. La moto, no obstante, no aparece en la película, pese a ser una marcada -buena o mala, pero cuantificable- huella distintiva de la urbe.

En lugar de la moto, el equipo de la película ha optado por usar un Alfa Romeo descapotable, con el que se pasean Javier Bardem y Scarlett Johansson.

En Roma, la presencia de la moto ha sido usada como patrimonio cultural de la ciudad eterna. La relación entre la Vespa y el cine -no sólo en el neorrealismo o el cine contemporáneo italianos, sino también en Hollywood- es icónica.

Vacaciones en Roma (imagen insustituible de Hepburn y Peck en moto por las calles de la ciudad), un joven Mastroianni en Una domenica di agosto; o la más contemporánea película Caro diario, con Nanni Moretti filosofando como sólo lo puede hacer un italiano con vocación intelectual, sobre su Vespa. Jean-Paul Belmondo, el feo más guapo del mundo, también se paseó en la famosa “avispa”.

Barcelona es la otra ciudad europea de las motos, aunque éstas no aparezcan en el imaginario cultural que la ciudad enseña al mundo. Los inconvenientes relacionados con el elevado uso de este medio de transporte (ruido, peligrosidad, incomodidad al conducir para el resto de vehículos, ya que algunos motoristas avanzan y ocupan huecos en la calzada con mayor agresividad de la deseada), quizá hayan influido sobre la omisión -consciente, inconsciente- que Barcelona realiza de su parque de motos.

Otro motivo para no ningunear a las motos: si Barcelona es una ciudad que usa masivamente este vehículo, Cataluña es uno de los principales centros europeos para su producción. 13 de las 15 factorías españolas están en Cataluña, y el 85% de los puestos de trabajo en el sector se encuentran en suelo catalán.

En Cataluña están las filiales españolas de Honda (Montesa-Honda), Yamaha, Derbi (hoy propiedad del grupo italiano Piaggio), Beta, Clipic Motor, Csr Motorcycles, Factory Bike, Gas Gas, Industrias Mecánicas Damoto (marca Alfer), Kalidismoto (marca Sherco), Motos Bordoy (marca Macbor), Rieju y Xispa Motorbike.

Tristemente, pese a este importante tejido industrial, no existe en Cataluña ningún proyecto que permita soñar con el desarrollo a corto o medio plazo de una moto eléctrica con tecnología local. Seguramente, la tecnología acabará importándose, impuesta por el departamento de investigación de alguna de las grandes marcas con presencia en el territorio.

Existe un absoluto abandono, en Cataluña y el resto de España, sobre la revolucionaria evolución que vive el mercado automovilístico actual. Tanto empresas de nueva creación como grandes marcas comercializan o preparan vehículos híbridos e íntegramente eléctricos, y el competitivo mercado de las motocicletas no es una excepción.

En Barcelona, al menos, se instalan medio centenar de enchufes para recargar vehículos eléctricos.

El centro industrial para motocicletas de Cataluña, concentrado en las comarcas del Vallès Oriental y Occidental, así como en el Baix Llobregat, debería estar más relacionado con las tendencias más novedosas en el sector.

La firma japonesa Honda, con presencia industrial (fábrica Derbi) Cataluña, es la que más vende en España, con 56.157 unidades en 2007 (sobre todo gracias a su modelo Scoopy de 125 cc). Mientras se dedica a vender modelos producidos como churros al lado de Barcelona, la marca prepara motos híbridas, mucho más eficientes que el Toyota Prius o los propios automóviles híbridos de Honda. Es un esfuerzo tecnológico que no ha llegado a Cataluña.

Tanto la propia Honda como Yamaha, segunda marca en España en número de ventas, tienen programas de desarrollo de motos eléctricas.

Producir motos obsoletas en lugar de innovar

Mientras Cataluña y, por extensión, Europa, continúan produciendo motocicletas convencionales, ruidosas y contaminantes, lugares que no cuentan con un tejido industrial especializado en el sector tan importante como el catalán realizan las auténticas innovaciones.

La estadounidense Brammo, ha recibido una importante inversión de capital riesgo (10 millones de dólares) para hacer realidad el modelo Enertia Electric Motorcycle, una moto de carretera eléctrica cuyas especificaciones técnicas prometen.

Si las firmas tradicionales no están preocupadas con estas ideas, que pronto serán una realidad comercial, más de un consejo de dirección tendría que renovarse en el sector, a poder ser con gente joven y preparada, que lea algo más que un par de revistas de quiosco al mes.

Otro prometedor modelo eléctrico con gran potencia, aunque diseñada para su uso en montaña, también tiene capacidad disruptora en un sector que, como el automovilístico, lleva décadas perfeccionando la misma tecnología, en lugar de realizar cambios más estructurales. Se trata de la Zero X.

Imagina una moto que no suene, rápida, limpia. Que consuma electricidad. No mucho más contaminante que tu aspiradora.

Parece que nos encaminamos hacia esta realidad, aunque en Cataluña, uno de los principales clústeres industriales del motociclismo en Europa, todavía no nos hayamos enterado.

Varias pequeñas marcas ya comercializan modelos eléctricos con suficientes prestaciones como para realizar el tipo de desplazamiento requerido en una ciudad tan densa y abigarrada con Barcelona, sin contribuir al ruido ni a la contaminación de la ciudad, dos indicadores muy elevados en la ciudad retratada por Woody Allen en su última comedia.

Entre los modelos actuales, destacan Vectrix, Yo Speed, fun-ev, EVT-4000e y Zero X.

Los modelos que están por llegar prometen más: Brammo Enertia, VentureOne, Electric GPR-S, Aptera Typ-1e, EVC Volta G/T Metro, EVC Roadking y EVC X21.

También existen destacados proyectos artesanales en el emergente mercado de las motos eléctricas, como los modelos desarrollados por Thundrerstruck Motors en su pequeño garage de Santa Rosa, California. faircompanies les visitó hace un par de veranos.

  • Ver vídeo sobre la moto eléctrica de montaña Thunderstruck Jackal.

Lejos de lo que pudiera parecer, no soy un apasionado de las motos, aunque negar su existencia y utilidad en un lugar como Barcelona, con clima templado y prácticamente ausente de lluvia o de inclemencias meteorológicas, no es un movimiento inteligente.

Sobre todo en un contexto de crisis económica y energética. Las motos consumen, contaminan y ocupan menos que los automóviles. Pronto, las motos eléctricas no requerirán mucha más energía que tu horno eléctrico.

Y no formar parte de esta nueva fase industrial, donde habrá oportunidades para los emprendedores y los inversores de capital riesgo, diría muy poco del supuesto dinamismo de nuestro tejido industrial.