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De parchear lo obsoleto (Gravity) a explorar (Interstellar)

Dos películas espaciales, Gravity (2013) y ahora Interstellar, exponen las dificultades de un sector con un presente en que se emplean más recursos en reparar viejas tecnologías que en crear nuevas, y un futuro que llevaría al ser humano a colonizar otros mundos, evocando el romanticismo la Era de los Descubrimientos.

Las reparaciones y pequeñas misiones satelitales expuestas por Gravity muestran el estancamiento de la carrera espacial desde el fin de la Guerra Fría, mientras Interstellar especula sobre cómo se acelerará el sector: a partir de misiones frugales y arriesgadas, con presencia pública y privada, surgidas de cambios radicales en vez de mejoras cosméticas de tecnologías de hace medio siglo.

Exploración espacial y opinión pública

El renovado interés del gran público y las empresas privadas por la exploración espacial sufre su particular prueba de fuego por el alarmismo causado por dos accidentes a cargo de empresas privadas, cuyos proyectos pretenden acelerar el desarrollo y reducir los costes.

Esta estrategia de avance tecnológico, puesta en práctica con éxito en el desarrollo de software y aplicaciones de Internet, se critica coincidiendo con ambos accidentes justo cuando avanzan varios proyectos en paralelo que pretenden, a medio plazo, desarrollar el turismo espacial, explorar minerales y otros recursos en asteroides y planetas o realizar viajes tripulados a Marte.

Al esfuerzo espacial público de Estados Unidos, Rusia y Europa, se unen ahora países como India, China o incluso Brasil, así como empresas con intención de acelerar los procesos tecnológicos en el sector y abaratarlos de manera exponencial, como SpaceX, startup fundada por el sudafricano afincado en Silicon Valley Elon Musk, también consejero delegado de la firma de autos eléctricos Tesla Motors.

Nueva carrera espacial: multilateral y con espíritu “startup”

La nueva carrera espacial, ahora multilateral y compuesta tanto por agencias públicas como empresas privadas, irá tan rápido como la determinación de sus principales impulsores para lograr fondos públicos y privados y mantenerse firmes antes las críticas de la opinión pública tras cada accidente.

El 28 de octubre de 2014, el cohete de un solo uso Antares, desarrollado por la empresa norteamericana Orbital Sciences Corporation, subcontratada por la NASA, explotó al despegar, causando desperfectos materiales en una localidad de Virginia a 11 kilómetros (7 millas) de distancia.

(Imagen)

Sin tiempo para que la noticia abandonara del todo la actualidad, 3 días más tarde el avión espacial VSS Enterprise con que Virgin Galactic hacía pruebas preparatorias para ofrecer viajes espaciales comerciales en el futuro, se estrelló en el desierto de Mojave, matando a uno de los dos ocupantes.

Más allá de la larga estela del Challenger: Mangalyaan y Rosetta

Si la opinión pública interpretara ambos accidentes del mismo modo que el desastre del Challenger (28 de enero de 1986, desintegrado 73 segundos después del lanzamiento y matando a sus 7 tripulantes), la exploración espacial tripulada volvería al estado de letargo en el que ha permanecido desde el fin del programa Apollo

El contrapunto a ambas noticias, que alientan las críticas contra las inversiones en turismo espacial y en la investigación a largo plazo (con sus réditos tecnológicos a corto plazo), son dos éxitos que han orientado a la opinión pública hacia las estrellas:

  • la frugal y exitosa misión de la India a Marte, que a finales de septiembre de 2014 logró colocar un satélite (Mangalyaan) en la órbita del planeta rojo al primer intento y con un presupuesto -74 millones de dólares- inferior al de la -respetable- película Gravity;
  • y la otra misión, igualmente peculiar al tratarse de una colaboración entre la Agencia Espacial Europea y la NASA, dirige en estos momentos el descenso del módulo de descenso Philae Lander (una vez separada de la nave Rosetta), con un sofisticado robot en su interior, por primera vez en un cometa en movimiento, Churyumov-Gerasimenko (Cometa 67P).

Misiones espaciales ágiles, pequeñas, flexibles, más baratas

Estas dos misiones no eran tripuladas y su presupuesto es limitado en comparación con proyectos espaciales previos, pero ambos exploran nuevas fronteras: la del desarrollo ágil, iterativo e incremental, similar al usado por las empresas tecnológicas, en un caso; en el otro, la colaboración entre varias agencias para planear objetivos ambiciosos, a la altura del programa Apollo, que llevó al ser humano a la luna.

La misión india demuestra que la exploración espacial puede ser económica y ágil, siguiendo el espíritu de misiones público-privadas que condujeron, por ejemplo, al descubrimiento de América.

Sus 74 millones de dólares de presupuesto reducen de manera exponencial los 671 millones que la NASA empleó para poner en órbita de Marte a su satélite Maven.

Una misión europea aterrizando en un cometa en movimiento

El descenso del módulo de Rosetta sobre un cometa en movimiento certificaría la vuelta a las misiones ambiciosas y arriesgadas, que supondrían un campo de pruebas para que el ser humano descienda en Marte o estudie y obtenga recursos de planetas y otros cuerpos celestes próximos, tales como asteroides o incluso –ahora se comprueba con Rosetta y su módulo Philae- cometas en movimiento.  

El exitoso descenso de Philae sobre el cometa incrementa el número de objetos sobre los que se han posado naves: además de 67P/Churyumov-Gerasimenko, los otros cuerpos son la luna terrestre, Venus, Marte y Titán, uno de los satélites de Saturno.

Los accidentes no deberían frenar la nueva carrera espacial, expone The Economist, pero la dependencia de las agencias espaciales de la financiación pública pone en entredicho el viejo modelo de grandes presupuestos y desarrollo pausado o acelerado en función de éstos.

Menores presupuestos y modelos de desarrollo ágil y frugal no implican menor seguridad y mayor riesgo de accidentes, exponen los expertos, pese a que los dos últimos siniestros hayan afectado a un programa de turismo espacial privado en ciernes y a un cohete diseñado y ensamblado por una empresa privada.

El proceso de invención: ensayo y error 

The Economist recuerda que accidentes y explosiones no son infrecuentes en la exploración espacial, sobre todo en momentos iniciales de desarrollo de nuevas naves, transbordadores, cohetes y sistemas de lanzamiento alternativo.

Varios proyectos actuales se encuentran al inicio de un desarrollo de años y la iteración con diseños y nueva tecnología multiplica la posibilidad de acontecimientos inesperados, cada vez más previstos en desarrollos ulteriores.

En paralelo a proyectos privados como el de Virgin Galactic, ahora puesto en entredicho por el reciente accidente de la VSS Enterprise, o como el de SpaceX de Elon Musk, avanza la filosofía a largo plazo necesaria para transformar una industria tan dependiente hasta ahora del dinero público en otra más atenta y afiliada a las ventajas de los proyectos privados, tales como la agilidad y el control de costes.

Una cultura espacial más ágil y aventurera: NewSpace

Rapidez y ahorro no son los dos únicos condicionantes que sustentan el llamado movimiento NewSpace (también alt.space, o espacio para emprendedores), sino también el desarrollo de un sector espacial que compita usando diseños totalmente nuevos que vayan más allá de la mejora de algo existente y se decidan por crear algo mejor que antes no existía.

Las empresas y emprendedores en torno a NewSpace han definido, de momento, el entorno sobre el que quieren construir las empresas que redefinan la carrera espacial e intentan crear en Mojave, California, el equivalente a un Silicon Valley para la exploración interplanetaria.

Un colega de Elon Musk, el también emprendedor y cofundador con él de Paypal, Peter Thiel, define en su ensayo Zero to One por qué es importante dedicarse en ocasiones a crear algo nuevo que deje atrás problemas causados por vieja tecnología parcheada continuamente: crear cohetes cada vez más baratos a partir de conceptos surgidos hace medio siglo (o antes, ya que el concepto surge en el programa de misiles del Tercer Reich, a partir del cohete V2) es más sencillo que concebir una nueva tecnología para poner a vehículos en el espacio.

El gran estancamiento

La industria espacial está plagada de síntomas sobre el estancamiento de la auténtica innovación. Los estudios sobre el accidente del cohete Antares sugieren que la vieja tecnología de los motores usados en el lanzamiento, que data de los años 60 del siglo pasado, estaría relacionada con el siniestro, pese a que Kuznetsov, la empresa rusa que los fabrica, lo niega

Si los cohetes actuales son apenas una mejora de los V2 diseñados por la Alemania nazi a finales de la II Guerra Mundial, el relativo estancamiento de la industria espacial es similar al de otros sectores tecnológicos de bienes de consumo, tales como la industria automovilística, todavía dependiente del motor de explosión.

Orbital Sciences usa en Estados Unidos viejos motores desarrollados en la antigua Unión Soviética que apenas han sido adaptados y revisados; la visión de Orbital Sciences, subcontrata de la NASA, sobre el papel de la industria privada en la carrera espacial, más que acelerar la innovación, haría más peligrosa la infraestructura existente, ya que la política preeminente sería reducir costes.

El potencial del arduo trayecto desde 0 hasta 1

En Zero to One, Peter Thiel expone la visión que, a su parecer, debería impulsar las tecnologías del mañana: apuntar a largo plazo con una idea grandiosa hacia la que se pueda ir avanzando. Los costes en las primeras etapas constituirán una ventaja en el futuro, cuando tecnologías mucho más avanzadas creen una ventaja competitiva definitiva.

Elon Musk comparte estas ideas con Thiel y pretende ponerlas en práctica en SpaceX, como lo expone la compañía en su manifiesto.

Virgin Galactic parece dispuesta a entrar en la carrera con SpaceX, anunciando que la reciente tragedia del avión espacial VSS Enterprise (SpaceShipTwo) no detiene sus planes y anuncia en un comunicado que ya ha fabricado dos terceras partes del próximo SpaceShipTwo, que aprenderá de los errores del siniestro, dice la compañía.

SpaceX, Virgin Galactic u otras compañías experimentarán con el incentivo de crear algo totalmente nuevo que haga olvidar las tecnologías sobre las que se sostienen tanto los cohetes como los transbordadores actuales, con décadas de antigüedad.

Más allá de colocar satélites y viajar a la Estación Espacial Internacional

The Economist explica que los recientes accidentes de Virgin Galactic y Orbital Sciences sólo tiene en común el carácter privado de las compañías.

Mientras Virgin Galactic trata de desarrollar su propia tecnología y, al parecer, la mala operativa para cambiar la aerodinámica del avión espacial habría causado la ruptura de su fuselaje, Orbital Sciences se dedica a enviar mercancía a la Estación Espacial Internacional (EEI) en nombre de la NASA y a poner satélites comerciales en órbita.

Virgin Galactic estaría en la industria con una mentalidad NewSpace, mientras Orbital Sciences se beneficiaría de contratos por el supuesto ahorro de costes derivado del uso de viejas tecnologías compradas a saldo y reparadas para enviar satélites y mercancías a la EEI.

Modelo Tesla para evitar Solyndras en el espacio

La colaboración público-privada no es causante de la estrategia tecnológica de una compañía, como lo demuestra el hecho de que Tesla Motors recibiera un préstamo estatal durante la primera legislatura de Barack Obama que ha aprovechado para convertirse en una de las principales promesas automovilísticas de los próximos años. 

Y, de paso, ha repagado el préstamo con 9 años de antelación.

De haber contado con otra mentalidad corporativa -por ejemplo, si Tesla se hubiera dedicado a fabricar lo mismo que otros con ligeras modificaciones, compitiendo por una porción más reducida del pastel ya existente-, Tesla Motors habría padecido la quiebra que afectó a la empresa solar Solyndra, otro gran beneficiado de los préstamos gubernamentales de la primera legislatura de Barack Obama.

Primero, paseando cerca de la Tierra; luego, ¿colonizando Marte?

Como Orbital Sciences, SpaceX cuenta con la NASA como su principal cliente. El contrato gubernamental ha permitido a SpaceX iniciar su actividad y completar 4 de un total de 12 misiones planeadas… de momento. 

La empresa fundada por Elon Musk tiene planes a medio (desarrollar vehículos que conviertan los viajes espaciales en algo barato y rutinario) y largo plazo (colonizar Marte).

Pese a la filosofía de las empresas NewSpace, que tratan de emular la agilidad y falta de límites de las startup tecnológicas, un sector que depende de la inversión pública directa o indirecta se ve afectado continuamente por decisiones políticas. Por ejemplo, la NASA ha cancelado recientemente su apoyo a un “taxi espacial” desarrollado por Boeing y SpaceX.

Más allá de la incertidumbre de los comienzos

Virgin Galactic carece incluso de la ayuda de SpaceX, que tiene garantizadas las misiones restantes encargadas por la NASA, siempre y cuando un gran accidente redujera el ritmo planeado.

La idea de Virgin es depender desde el principio y cuanto antes del interés de personas afluentes con interés de hacer viajes espaciales a un precio de 250.000 dólares por billete; hasta ahora, 700 personas habían realizado depósitos para garantizar su billete, pero el accidente del avión espacial arriesga esa estrategia, tan dependiente de la percepción de seguridad de los clientes.

Virgin Galactic quiso empezar los vuelos comerciales en 2008, y la última actualización de la compañía hablaba de 2015, pero el cambio de tipo de combustible y el accidente del VSS Enterprise hace cada vez menos probable la nueva fecha anunciada.

Per aspera ad astra

La paradoja de la nueva industria espacial privada estriba en que los aviones y transbordadores espaciales diseñados por compañías como Boeing, SpaceX y Virgin Galactic son mucho más complejos -al intentar ir, en terminología de Peter Thiel, desde 0 hasta 1, en lugar de conformarse con la mejora incremental- que el decrépito y conservador negocio de Orbital Sciences.

Como una metáfora del mundo actual, unos se dedican, con éxito garantizado a corto plazo, a enviar mercancía y satélites al espacio con viejos cohetes con todavía más viejos motores, mientras otros tratan de hacer realidad la cita del filósofo estoico de Córdoba, Séneca: Per aspera ad astra.

Mediante el esfuerzo, hasta las estrellas.